Compartir
Datos principales
Rango
ibérico
Desarrollo
Huelga subrayar la importancia que para los iberos tuvieron las artes del metal, porque en las esculturas puede verse un rico elenco de reproducciones de complementos metálicos, y los exvotos constituyen, por sí mismos, una estupenda muestra de la producción de objetos de bronce. Los textos literarios, además, y los hallazgos arqueológicos, refrendan la fama de los iberos como buenos toréutas y forjadores del hierro. En efecto, en las esculturas de guerreros de Porcuna , Elche y otros lugares, puede verse un rico muestrario de armas ofensivas y defensivas incluibles entre los objetos más cuidadosamente trabajados por los artesanos del metal. El pectoral de Elche, con el relieve de un lobo o un león, es una pieza especialmente significativa. De los originales de estas creaciones tenemos un reflejo, quizá más parcial y aleatorio, pero más directo, en los objetos amortizados en los ajuares funerarios. Y mejor que mencionar unos u otros productos, es casi más mostrativo ver los repertorios completos en los museos o en libros expresivos de conjunto, como la importante monografía dedicada a la necrópolis ibérica de El Cigarralejo, publicada por E. Cuadrado en fecha reciente. Entre las armas, destaca el sable característico de los iberos, la falcata, una espada de hoja curva, parecida a la machaira griega, e inspirada en ella o en prototipos itálicos de la misma familia. En su forma puede ya captarse el gusto por un diseño armonioso, de indudable belleza; y su consideración como algo más que un objeto de batalla se ratifica en la decoración de las empuñaduras, que añaden a sus elaboradas formas, con cabezas de caballo o de pájaro, hermosas incrustaciones de plata, presentes a veces, también, en las hojas.
Aparte de las armas, muestran los ajuares funerarios, entre los objetos más cuidados, las fíbulas y los broches de cinturón, trabajados fundamentalmente en bronce. La más propiamente ibérica es la fíbula anular, así conocida por el anillo sobre el que apoyan el resorte y el pie, y la estabiliza sobre la prenda; el puente puede adoptar diferentes formas -aquillada, de timal, etc.- según gustos y épocas. Muy usada fue, también, una fíbula conocida como del tipo La Téne I, con amplio pie levantado hacia el arco del puente, susceptible de decorarlo de modos diversos, incluido el uso de piedras cabujones, pasta vítrea u otros elementos de color. Entre los broches o hebillas de cinturón destacan los que adoptan forma de grandes placas -acorde con los anchos cinturones preferidos por los iberos-, a menudo decoradas con incrustaciones de plata que dibujan lazos en hermosas composiciones geométricas. Son del mismo tipo de las recuperadas en las ricas tumbas de la Meseta (Osera, Cogotas, etc.). Bandejas, jarros y otros recipientes de bronce debían de ser objetos codiciados por cuantos hubieran alcanzando una cierta capacidad adquisitiva, y algunos se han conservado, dejando constancia de la continuidad de un gusto bien asentado desde la época tartésica . Pero aparte de esta producción de mediano nivel artesano, algunas piezas raras acreditan la elaboración de objetos de arte más ambicioso. Cuentan entre los más interesantes los bronces aparecidos en el cortijo de Maquiz (Mengíbar, Jaén), lugar de la antigua ciudad de Iliturgi, conservados en el Museo Arqueológico Nacional y la Real Academia de la Historia.
Dos piezas casi idénticas parecen creadas para adornar los barandales de un lujoso carro; tienen forma de teja o media caña, de perfil ondulado, rematados en una imponente cabeza de carnívoro -una vez más casi imposible decir si se trata de un gran felino o un lobo- de fauces abiertas. M. Almagro Basch las asoció a las cabezas de felino halladas en las tumbas orientalizantes de Huelva, y con las esculturas ibéricas del mismo tipo; A. Blanco, sin embargo, las ha relacionado tipológica y estilísticamente con las que ofrecen las páteras helenísticas de Tivissa (Tarragona) y Santisteban del Puerto (Jaén), lo que significa otorgarles una fecha más reciente. Es de interés, también, la decoración incisa en el lomo de estos bronces, con escenas de oscuro significado, seguramente funerario, en las que figuran luchas de hombres caballeros sobre hipocampos, y figuras de presuntos orantes, todo ello de dibujo muy infantil. Otras piezas del mismo lote, de estilo bastante distinto, muestran una cabeza de lobo y una curiosa figura janiforme compuesta de cabeza humana y de carnívoro, quizás una divinidad del desconocido panteón ibérico.
Aparte de las armas, muestran los ajuares funerarios, entre los objetos más cuidados, las fíbulas y los broches de cinturón, trabajados fundamentalmente en bronce. La más propiamente ibérica es la fíbula anular, así conocida por el anillo sobre el que apoyan el resorte y el pie, y la estabiliza sobre la prenda; el puente puede adoptar diferentes formas -aquillada, de timal, etc.- según gustos y épocas. Muy usada fue, también, una fíbula conocida como del tipo La Téne I, con amplio pie levantado hacia el arco del puente, susceptible de decorarlo de modos diversos, incluido el uso de piedras cabujones, pasta vítrea u otros elementos de color. Entre los broches o hebillas de cinturón destacan los que adoptan forma de grandes placas -acorde con los anchos cinturones preferidos por los iberos-, a menudo decoradas con incrustaciones de plata que dibujan lazos en hermosas composiciones geométricas. Son del mismo tipo de las recuperadas en las ricas tumbas de la Meseta (Osera, Cogotas, etc.). Bandejas, jarros y otros recipientes de bronce debían de ser objetos codiciados por cuantos hubieran alcanzando una cierta capacidad adquisitiva, y algunos se han conservado, dejando constancia de la continuidad de un gusto bien asentado desde la época tartésica . Pero aparte de esta producción de mediano nivel artesano, algunas piezas raras acreditan la elaboración de objetos de arte más ambicioso. Cuentan entre los más interesantes los bronces aparecidos en el cortijo de Maquiz (Mengíbar, Jaén), lugar de la antigua ciudad de Iliturgi, conservados en el Museo Arqueológico Nacional y la Real Academia de la Historia.
Dos piezas casi idénticas parecen creadas para adornar los barandales de un lujoso carro; tienen forma de teja o media caña, de perfil ondulado, rematados en una imponente cabeza de carnívoro -una vez más casi imposible decir si se trata de un gran felino o un lobo- de fauces abiertas. M. Almagro Basch las asoció a las cabezas de felino halladas en las tumbas orientalizantes de Huelva, y con las esculturas ibéricas del mismo tipo; A. Blanco, sin embargo, las ha relacionado tipológica y estilísticamente con las que ofrecen las páteras helenísticas de Tivissa (Tarragona) y Santisteban del Puerto (Jaén), lo que significa otorgarles una fecha más reciente. Es de interés, también, la decoración incisa en el lomo de estos bronces, con escenas de oscuro significado, seguramente funerario, en las que figuran luchas de hombres caballeros sobre hipocampos, y figuras de presuntos orantes, todo ello de dibujo muy infantil. Otras piezas del mismo lote, de estilo bastante distinto, muestran una cabeza de lobo y una curiosa figura janiforme compuesta de cabeza humana y de carnívoro, quizás una divinidad del desconocido panteón ibérico.