Los grupos Borghese
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Datos principales
Rango
Barroco3
Desarrollo
De estas primeras pruebas emanan una poderosa energía y una clara libertad con que superará las pervivencias manieristas y replanteará su concepto de la escultura. El encargo de cuatro grupos monumentales por el cardenal Scipione Borghese, dará a Bernini , a sus diecinueve años, la primera ocasión profesional de demostrar su virtuosismo técnico y de afirmar su genio. Conservados aún en la villa suburbana del cardenal, en sus grupos de Eneas y Anquises (1618-19) y del Rapto de Proserpina (1621-22), Bernini recurre a componentes manieristas, menos evidentes en el segundo por influjo del estudio directo de la Antigüedad y del clasicismo evocativo de las pinturas de la Galería Farnesio. Mas será sólo con su retorcido David (1623-24) que consiga Bernini emanciparse del esquema de la figura serpentinata manierista, ya que la estructura en espiral de su composición surge de resultas de una busca expresiva y no como elección de un modelo anterior, mecánicamente repetido. Así, Bernini, por medio de la espiral, capta un instante de la acción en desarrollo, expresando tanto la tensa inconclusión del gesto como su posibilidad de resolución en la acción, físicamente con el tiro de la piedra, psicológicamente resolviendo el deseo en acto.Con esta obra magistral, en que subraya los aspectos realistas y psicológicos, Bernini supera la estática fijeza de la escultura renacentista, al proponer la acción en desarrollo, sucediendo, sin fracturas entre el espacio real del espectador y el ficticio de la estatua en movimiento.
De esta manera, el observador es atraído por el mismo movimiento de la estatua, lo que no significa que para captar su complejidad compositiva o sus efectos dinámicos sea necesaria la multiplicidad de perspectivas y que se deba girar en su torno (como sugiere hoy su ubicación en el centro de una sala). Por el contrario, Bernini concibió esta obra, y las sucesivas, para ser colocada contra una pared, proporcionando un único punto de vista, el más idóneo, para revelar la culminación de una acción concreta. Con esta concepción tan pictórica de la escultura, Bernini buscaba suscitar la maravilla en el sorprendido observador, creando momentos de una gran tensión emotiva.Todo lo superaría con la elaboración del cuarto grupo Borghese: Apolo y Dafne (1622-25), imagen que traduce con exacta visualización la fábula recogida en las "Metamorfosis" de Ovidio , ofreciendo una clara meditación figurada sobre la mutabilidad de la naturaleza y el hombre. Pero soslayando las anotaciones mitográficas y las lecturas icónicas, lo esencial de esta obra es que Bernini aporta una reflexión plástica sobre las transformaciones de la materia y la forma con esa insólita valentía con que traslada al mármol los versos ovidianos, trocando en pura energía dinámica una composición estática, complicada por los gestos en espiral. Con un incomparable virtuosismo técnico y fáctico, dándole al mármol la transparencia del alabastro y confiriéndole la morbidez de la cera, ilustró el instante en que los tiernos miembros de Dafne se transforman en dura corteza y en ramas de laurel; pero, además, puliendo las superficies de los cuerpos para que los acaricie la luz o entretallando otras para que se concentre, subrayó la tensión emocional entre el estupor de Apolo y el horror de Dafne.Con estas obras, Bernini afirma la realidad de los sentimientos humanos y de los valores de la naturaleza, expresando la inestabilidad y el cambio de los unos y de la otra, determinando que el punto firme en que apoyarse para estar en el mundo y comprenderlo, por paradójico que parezca, es la movilidad tumultuosa de la naturaleza y del hombre, su capacidad de ser una cosa y a un tiempo de transformarse en otra, incluso en el acto mismo de la observación. Es la metamorfosis, que encuentra su correspondencia literaria en el Adonis (1623), de Marino, con la descripción de los juegos de agua de las fuentes.
De esta manera, el observador es atraído por el mismo movimiento de la estatua, lo que no significa que para captar su complejidad compositiva o sus efectos dinámicos sea necesaria la multiplicidad de perspectivas y que se deba girar en su torno (como sugiere hoy su ubicación en el centro de una sala). Por el contrario, Bernini concibió esta obra, y las sucesivas, para ser colocada contra una pared, proporcionando un único punto de vista, el más idóneo, para revelar la culminación de una acción concreta. Con esta concepción tan pictórica de la escultura, Bernini buscaba suscitar la maravilla en el sorprendido observador, creando momentos de una gran tensión emotiva.Todo lo superaría con la elaboración del cuarto grupo Borghese: Apolo y Dafne (1622-25), imagen que traduce con exacta visualización la fábula recogida en las "Metamorfosis" de Ovidio , ofreciendo una clara meditación figurada sobre la mutabilidad de la naturaleza y el hombre. Pero soslayando las anotaciones mitográficas y las lecturas icónicas, lo esencial de esta obra es que Bernini aporta una reflexión plástica sobre las transformaciones de la materia y la forma con esa insólita valentía con que traslada al mármol los versos ovidianos, trocando en pura energía dinámica una composición estática, complicada por los gestos en espiral. Con un incomparable virtuosismo técnico y fáctico, dándole al mármol la transparencia del alabastro y confiriéndole la morbidez de la cera, ilustró el instante en que los tiernos miembros de Dafne se transforman en dura corteza y en ramas de laurel; pero, además, puliendo las superficies de los cuerpos para que los acaricie la luz o entretallando otras para que se concentre, subrayó la tensión emocional entre el estupor de Apolo y el horror de Dafne.Con estas obras, Bernini afirma la realidad de los sentimientos humanos y de los valores de la naturaleza, expresando la inestabilidad y el cambio de los unos y de la otra, determinando que el punto firme en que apoyarse para estar en el mundo y comprenderlo, por paradójico que parezca, es la movilidad tumultuosa de la naturaleza y del hombre, su capacidad de ser una cosa y a un tiempo de transformarse en otra, incluso en el acto mismo de la observación. Es la metamorfosis, que encuentra su correspondencia literaria en el Adonis (1623), de Marino, con la descripción de los juegos de agua de las fuentes.