La escultura
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Datos principales
Rango
Sumer y Akad
Desarrollo
El Dinástico Arcaico I se caracterizó, desde el punto de vista plástico, por la búsqueda de nuevas formas tendentes hacia la abstracción geométrica en el bulto redondo y hacia un tímido naturalismo en los relieves. A comienzos del 2900 aún no existía propiamente una escultura evolucionada, si hemos de tomar como referencia los pocos ejemplares que nos han llegado. Los únicos bien datados estratigráficamente son una estatuilla de caliza representando a un porteador agachado (7,3 cm; Museo de Iraq) y dos toscas cabezas masculinas de Kish y de Ur respectivamente, una modelada en terracota pintada y otra en arcilla sin cocer, con restos de pintura, que se insertarían en cuerpos de estatua. Asimismo, un interesante amuleto aquiliforme (25 cm de longitud, Museo de Iraq), del templo de Zuen de Khafadye, se acerca al bulto redondo, al tener modelada su cabeza, curiosamente, en forma de león. A finales del Dinástico Arcaico I aparecieron ya las estatuas de bulto redondo de pequeño y gran tamaño, trabajadas tanto en piedra como en metal. Desde entonces y hasta el final del período, la plástica sumeria conoció un extraordinario impulso, que fue parejo al desarrollo de la vida religiosa y cultual. Sin embargo, hay que decir que, si bien todas las estatuas provienen de los templos, en donde los fieles las habían depositado, tras haberlas dedicado a sus divinidades, ninguna de ellas representa a un dios o una diosa. Tan sorprendente ausencia ha llevado a algunos autores a argumentar que en aquel estadio de la civilización sumeria (2900-2334) los dioses no fueron adorados en las capillas de sus templos bajo la figuración de estatuas, sino tal vez bajo símbolos e incluso mediante dobles humanos.
La gran estatuaria se abre con el depósito de doce estatuas, en alabastro yesoso, localizadas en el interior del Templo cuadrado de Abu (Eshnunna); por su expresividad destacan las dos de mayor tamaño (hoy en el Museo de Iraq): la del príncipe de la localidad (72 cm), barbado y con largos cabellos, y la de su esposa (59 cm), que tenía junto a sí un niño, del que sólo se han conservado los pies. Ambas son de idéntica tipología, dispuestas estáticamente sobre sendos basamentos y con desmesurados ojos de concha incrustada. Todo el conjunto escultórico hallado en este templo presenta las características generales de la estatuaria sumeria: forma troncocónica del faldellín, terminado con franjas lanceoladas, piernas gruesas y pies sin modelar, brazos por delante del pecho con las manos juntas, torso tallado en planos verticales, hombros cuadrados y acusada frontalidad. De la plena fase del Dinástico Arcaico II, caracterizado en líneas generales por su estilo severo, sobresalen algunas estatuas de Nippur, Tell Agrab, Khafadye y Umma, no tan divulgadas como las anteriores, y algunas, sin embargo, de notabilísimo interés. Superiores tal vez a éstas, y pertenecientes a la misma fase dinástica, son las seis estatuas, todas masculinas, localizadas últimamente en el templo in antis de Tell Chuera, repartidas entre los Museos de Damasco y Aleppo; su tipología las aproxima en todo a las del Templo de Abu , que antes hemos reseñado, aunque son de menor impacto expresivo.
Poco a poco la estatuaria sumeria fue evolucionando hacia formas y proporciones más naturales, cuya plasmación puede verse en el rico repertorio de Mari, correspondiente al Dinástico Arcaico III. Debemos citar, como obra puntera, la magnífica estatua sedente de Ebih-il (52 cm; Museo del Louvre), cuyo tratamiento general, naturalista y expresivo, habla ya de las nuevas corrientes plásticas (estilo risueño). En el templo de Ninni Zaza, de la misma localidad, también apareció una cabeza semejante a la de Ebih-il, que perteneció a una estatua de Idi-Narum (Museo de Aleppo), así como una magnífica figura sedente conocida como el Gran chantre Ur-nanshe (20 cm; Museo de Damasco), de formas anatómicas angulosas y rostros de trazos físicos ambiguos, que llevaron a algunos especialistas a identificarla como una figura femenina. Presenta como novedad el hecho de tener sus piernas cruzadas a la oriental (ejemplares también en Eshnunna y Khafadye). La floración de la estatuaria sumeria de esta etapa traducía las nuevas inquietudes por la moda del momento: largo faldellín con vellones lanosos formando volantes (kaunakes), barba corta o bien rostro rasurado y cráneos rapados. Plásticamente, la anatomía se hacía cada vez más correcta, con cuerpos más proporcionados y rostros más realistas. Un hecho novedoso fue el uso creciente de las inscripciones grabadas sobre las estatuas, lo que ha permitido identificar la personalidad del representado. Ejemplo de todo lo dicho lo constituye la estatua en caliza del sacerdote Ur-Kisalla de Khafadye (60 cm; Museo de Iraq), y la más acabada aún de otro sacerdote innominado (23 cm, hallada en el Templo de Nintu de la misma localidad, hoy en la Universidad de Filadelfia).
Muy similares a estas dos estatuas son las acéfalas de los reyes Lamgi-Mari, del Museo de Damasco, e Iku-Shamagan, del Museo Británico; la completa de este mismo rey -que constituye la mayor estatua de todo el Dinástico Arcaico, con 1,14 m de altura- y la del funcionario Nani, del Museo de Damasco, todas ellas localizadas en el palacio de Mari. De notable interés por su mayor evolución plástica formal son algunas nuevas estatuas de orantes, entre las que citamos la del rey Lamgi-Mari (27,2 cm; Museo de Aleppo), figurado de pie, con largas barbas y grandes orejas, y cuyo descubrimiento permitió identificar el sitio de Tell Hariri con la antigua Mari; la de Enmetena de Lagash (2404-2375), acéfala, labrada en diorita (76 cm; Museo de Iraq); la impresionante por su tosquedad volumétrica del devoto Ekur (antes leído Kurlil), hallada en El Obeid (37,5 cm; Museo Británico), y, sobre todo, la del funcionario Lupad de Umma (40 cm; Museo del Louvre), en diorita, cuya masa anatómica domina sobre toda otra consideración. Pocas son, en cambio, las estatuas femeninas de bulto redondo, correspondientes a este último período dinástico. Su talla obedeció a los mismos planteamientos religiosos y plásticos que la de las masculinas. Fragmentadas o completas nos han llegado de distintos templos, sobre todo de Mari -aquí hay importantes ejemplares, representando a sacerdotisas tocadas con polos-, Khafadye, Assur y Tell Agrab. Al lado de toda esta riquísima estatuaria, de la que únicamente hemos consignado muy pocos ejemplares, hay que citar, para terminar este epígrafe, una serie de pequeñas esculturas que presentan a parejas juntas o enlazadas familiarmente. De ellas citamos únicamente la conocida como Los esposos (14,5 cm) del Museo de Bagdad, y la Pareja de músicos (22,7 cm), hoy en el Louvre.
La gran estatuaria se abre con el depósito de doce estatuas, en alabastro yesoso, localizadas en el interior del Templo cuadrado de Abu (Eshnunna); por su expresividad destacan las dos de mayor tamaño (hoy en el Museo de Iraq): la del príncipe de la localidad (72 cm), barbado y con largos cabellos, y la de su esposa (59 cm), que tenía junto a sí un niño, del que sólo se han conservado los pies. Ambas son de idéntica tipología, dispuestas estáticamente sobre sendos basamentos y con desmesurados ojos de concha incrustada. Todo el conjunto escultórico hallado en este templo presenta las características generales de la estatuaria sumeria: forma troncocónica del faldellín, terminado con franjas lanceoladas, piernas gruesas y pies sin modelar, brazos por delante del pecho con las manos juntas, torso tallado en planos verticales, hombros cuadrados y acusada frontalidad. De la plena fase del Dinástico Arcaico II, caracterizado en líneas generales por su estilo severo, sobresalen algunas estatuas de Nippur, Tell Agrab, Khafadye y Umma, no tan divulgadas como las anteriores, y algunas, sin embargo, de notabilísimo interés. Superiores tal vez a éstas, y pertenecientes a la misma fase dinástica, son las seis estatuas, todas masculinas, localizadas últimamente en el templo in antis de Tell Chuera, repartidas entre los Museos de Damasco y Aleppo; su tipología las aproxima en todo a las del Templo de Abu , que antes hemos reseñado, aunque son de menor impacto expresivo.
Poco a poco la estatuaria sumeria fue evolucionando hacia formas y proporciones más naturales, cuya plasmación puede verse en el rico repertorio de Mari, correspondiente al Dinástico Arcaico III. Debemos citar, como obra puntera, la magnífica estatua sedente de Ebih-il (52 cm; Museo del Louvre), cuyo tratamiento general, naturalista y expresivo, habla ya de las nuevas corrientes plásticas (estilo risueño). En el templo de Ninni Zaza, de la misma localidad, también apareció una cabeza semejante a la de Ebih-il, que perteneció a una estatua de Idi-Narum (Museo de Aleppo), así como una magnífica figura sedente conocida como el Gran chantre Ur-nanshe (20 cm; Museo de Damasco), de formas anatómicas angulosas y rostros de trazos físicos ambiguos, que llevaron a algunos especialistas a identificarla como una figura femenina. Presenta como novedad el hecho de tener sus piernas cruzadas a la oriental (ejemplares también en Eshnunna y Khafadye). La floración de la estatuaria sumeria de esta etapa traducía las nuevas inquietudes por la moda del momento: largo faldellín con vellones lanosos formando volantes (kaunakes), barba corta o bien rostro rasurado y cráneos rapados. Plásticamente, la anatomía se hacía cada vez más correcta, con cuerpos más proporcionados y rostros más realistas. Un hecho novedoso fue el uso creciente de las inscripciones grabadas sobre las estatuas, lo que ha permitido identificar la personalidad del representado. Ejemplo de todo lo dicho lo constituye la estatua en caliza del sacerdote Ur-Kisalla de Khafadye (60 cm; Museo de Iraq), y la más acabada aún de otro sacerdote innominado (23 cm, hallada en el Templo de Nintu de la misma localidad, hoy en la Universidad de Filadelfia).
Muy similares a estas dos estatuas son las acéfalas de los reyes Lamgi-Mari, del Museo de Damasco, e Iku-Shamagan, del Museo Británico; la completa de este mismo rey -que constituye la mayor estatua de todo el Dinástico Arcaico, con 1,14 m de altura- y la del funcionario Nani, del Museo de Damasco, todas ellas localizadas en el palacio de Mari. De notable interés por su mayor evolución plástica formal son algunas nuevas estatuas de orantes, entre las que citamos la del rey Lamgi-Mari (27,2 cm; Museo de Aleppo), figurado de pie, con largas barbas y grandes orejas, y cuyo descubrimiento permitió identificar el sitio de Tell Hariri con la antigua Mari; la de Enmetena de Lagash (2404-2375), acéfala, labrada en diorita (76 cm; Museo de Iraq); la impresionante por su tosquedad volumétrica del devoto Ekur (antes leído Kurlil), hallada en El Obeid (37,5 cm; Museo Británico), y, sobre todo, la del funcionario Lupad de Umma (40 cm; Museo del Louvre), en diorita, cuya masa anatómica domina sobre toda otra consideración. Pocas son, en cambio, las estatuas femeninas de bulto redondo, correspondientes a este último período dinástico. Su talla obedeció a los mismos planteamientos religiosos y plásticos que la de las masculinas. Fragmentadas o completas nos han llegado de distintos templos, sobre todo de Mari -aquí hay importantes ejemplares, representando a sacerdotisas tocadas con polos-, Khafadye, Assur y Tell Agrab. Al lado de toda esta riquísima estatuaria, de la que únicamente hemos consignado muy pocos ejemplares, hay que citar, para terminar este epígrafe, una serie de pequeñas esculturas que presentan a parejas juntas o enlazadas familiarmente. De ellas citamos únicamente la conocida como Los esposos (14,5 cm) del Museo de Bagdad, y la Pareja de músicos (22,7 cm), hoy en el Louvre.