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Judaísmo

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De procedencia griega, la palabra Diáspora equivale a dispersión. Con ella se designa la dispersión "voluntaria" del pueblo judío fuera de las fronteras de Palestina. Otro significado de la misma palabra es la designación de las comunidades judías que existen o han existido en todo el mundo. Como tal, la Diáspora no ha tenido lugar en una fecha concreta, sino que ha sido una prolongada sucesión de acontecimientos que han tenido lugar en la historia del pueblo hebreo. Con todo, han existido momentos en los que la Diáspora ha sido más intensa, especialmente en el mundo greco-romano desde el siglo III a.C. hasta el siglo II d.C. La primera Diáspora tuvo lugar cuando el rey babilonio Nabucodonosor conquistó Jerusalén y deportó a las clases altas de la comunidad hebrea. Posteriormente, durante el periodo helenístico y, más especialmente, durante la dominación romana, se produjo el exilio de un gran porcentaje de la población judía de Palestina. El momento culminante fue durante la primera guerra judaica, cuando Jerusalén fue conquistada por los romanos y el Segundo Templo destruido, en el año 70 d.C. Ya en este periodo eran conocidas comunidades hebreas en Egipto, Babilonia e incluso España. Las razones de la Diáspora han sido muy variadas. Existen motivos económicos, derivados de la presión demográfica sufrida por Palestina en momentos determinados y de crisis alimentarias.

Otra razón es el proselitismo religioso, propio de casi cualquier creencia y presente también en el judaísmo, con el deseo de expandir su propia fe. Una tercera motivación para emprender la marcha de Palestina es la vinculación tradicional del mundo judío a las actividades mercantiles, lo que hizo que un fuerte contingente de población saliera para establecerse en colonias o enclaves comerciales. Finalmente están las razones de tipo político y religioso, que hicieron que muchos judíos huyeran de Palestina en momentos determinados para salvar su vida frente a las persecuciones de que eran objeto. Esta razón de la Diáspora ha sido siempre la más esgrimida por quienes ven en el judaísmo una actitud vital. Las relaciones de los judíos emigrados o exiliados con las comunidades de recepción han variado en función de muchos factores, como la época o el carácter más o menos abierto de los pueblos de acogida. Las situaciones, los medios de vida de los judíos de la Diáspora y su integración con las comunidades de acogida dependieron del grado de tolerancia con que se les admitía y se les permitía vivir conforme a sus leyes. En épocas de crisis, los judíos han sido siempre acusados de ser los causantes de los mayores desastres. Las relaciones del judaísmo con las otras dos grandes religiones monoteístas -cristianismo e islam- han sido también un factor a tener en cuenta. Tradicionalmente menos problemáticas con el segundo que con el primero, en ambos casos la tendencia era a la separación y la persecución, cuando no se llegaba a las deportaciones masivas y los asesinatos generalizados.

El triunfo del cristianismo en el siglo IV como religión oficial del imperio romano significó el arrinconamiento de los judíos, a los que pronto se acusó de haber matado a Dios en la persona de Jesucristo. Esta acusación generó una animadversión general, la privación de derechos sobre sus ritos y vida cotidiana, y su dispersión fuera de Tierra Santa. La prohibición cristiana de practicar la usura hizo que actividades como el comercio o el préstamo fueran practicadas por los judíos, así como la de recaudadores de impuestos. Su rápido enriquecimiento causó malestar en épocas de crisis, lo que sin duda acentuó el odio de los cristianos y está en el origen de las masacres a que fueron sometidos. La culpa de la epidemia de peste negra que asoló Europa hacia 1348 recayó sobre las poblaciones judías. A partir del siglo XVI, incluso, los judíos, que anteriormente podían elegir libremente su lugar de residencia, comenzaron a ser confinados en barrios específicos, llamados ghettos por la zona de Venecia en que se localizó el primero de ellos. Entre las naciones musulmanes la situación de los judíos, con ser precaria, no fue tan angustiosa, pues en tiempos de tolerancia pudieron sobresalir como mercaderes, científicos, cortesanos, médicos o poetas. El mejor ejemplo de esta situación se pudo observar en el Al-Andalus de los siglos X-XII, donde destaca la figura del médico y filósofo Maimónides. Con todo, las poblaciones judías han habitado también en lugares específicos y apartados del la comunidad musulmana, como los barrios judíos de Marruecos, llamados mellah, entre los que actualmente el más numerosos es el de Casablanca. Tanto entre cristianos como entre musulmanes, la figura del judío ha podido jugar un papel importante como mediador cultural. La dispersión de los judíos por toda Europa, Asia y norte de África; su constante movilidad como mercaderes y su dominio de las lenguas han hecho de los judíos unos excelentes transmisores de cultura.

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