Influencia en el Barroco
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Datos principales
Rango
Renacimiento Español
Desarrollo
En estos mismos años El Greco realizó también su único trabajo para la capital, un retablo para la iglesia del madrileño colegio de agustinos de doña María de Aragón, que contrató en 1596 y entregó en 1600. El edificio, que llevaba el nombre de su benefactora, una dama de la reina Ana de Austria, fue parcialmente destruido por los franceses durante la guerra de la Independencia. A partir de 1814, tras su reconstrucción, fue sede de las Cortes Generales y después de ser devuelto en dos ocasiones a los agustinos, se convirtió en 1836 en Palacio del Senado, función que también cumple en la actualidad, no conservándose nada de la construcción original. Tras el saqueo francés el retablo fue desmantelado y sus piezas dispersas. No se conoce ningún documento sobre su estructura ni existen descripciones antiguas del conjunto, por lo que se ignora el número y la temática de las pinturas que lo integraban. Se ha considerado que quizá fue un gran tríptico compuesto por los cuadros de la Anunciación, el Bautismo de Cristo, los dos pertenecientes al Museo del Prado, en cuyo catálogo de 1889 se cita a este último como procedente de dicho colegio, y también la Adoración de los Pastores del Museo de Bucarest, de medidas idénticas a las del Bautismo de Cristo antes mencionado. Pero algunos especialistas no comparten esta idea, ya que consideran que ese tipo de estructura no concuerda con las utilizadas tradicionalmente en aquella época, y contemplan la posibilidad de que fuera un retablo de dos cuerpos y tres calles al que podrían pertenecer también otros tres lienzos del Museo del Prado: la Crucifixión, la Resurrección de Cristo y la Pentecostés, obras de procedencia confusa o ignorada, que por su técnica y dimensiones parecen adecuarse a este supuesto.
Según esta tesis, la Anunciación ocuparía el centro del cuerpo inferior, puesto que la iglesia estaba dedicada a la Encarnación, con la Crucifixión sobre ella; en las calles laterales, a la izquierda, la Adoración de los Pastores en el cuerpo bajo y la Resurrección en la parte superior; a la derecha, el Bautismo de Cristo abajo y la Pentecostés arriba, la cual al igual que la Resurrección termina en un medio punto, remate habitual en las zonas altas de las calles laterales de los retablos. Sólo cuando se descubra alguna documentación sobre esta obra quizá pueda aclararse su composición original, pero es innegable que la serie de pinturas que se acaba de citar corresponde a la etapa final del artista y todas ellas son auténticas obras maestras. Los ritmos ondulantes de sus formas, las alargadísimas figuras, desmaterializadas e ingrávidas, y los escenarios irreales pero a la vez deslumbrantes gracias al mágico espectáculo creado por las centelleantes luces y los vivísimos colores son los más expresivos testimonios del mundo subjetivo, lleno de fantasía y espiritualidad, ideado por el genio del Greco para evocar lo sobrenatural. Otro momento culminante de su carrera son sus trabajos para el Hospital de la Caridad de Illescas. En 1603 se comprometió junto a su hijo a hacer el retablo del presbiterio para el que pintó cuatro lienzos, la Virgen de la Caridad , la Coronación de la Virgen, la Anunciación y el Nacimiento. La realización de esta obra originó un largo pleito que no concluyó hasta 1607, dos años después de la terminación de las pinturas, lo que al parecer ocasionó graves problemas económicos al pintor.
La disputa estuvo motivada por la injusta valoración de su labor -según la opinión del Greco- y por el desacuerdo de los comitentes con la ejecución de los lienzos y los planteamientos iconográficos . En este último aspecto el principal problema lo creó la Virgen de la Caridad, en la que el artista, inspirándose en la representación tradicional de la Virgen de la Misericordia, situó bajo el manto de María una serie de retratos, entre los que puede reconocerse a Jorge Manuel en el lateral izquierdo del cuadro, modernidad esta que no fue del agrado de sus clientes. La otras tres pinturas estaban destinadas a ornar la bóveda de la capilla, por lo que el formato de la Anunciación y el Nacimiento es circular y oval el de la Coronación de la Virgen. En ellas resuelve con admirable maestría las respectivas composiciones, adecuando al diseño del marco las figuras que aparecen dotadas de una gran intensidad emotiva. Todos estos lienzos se conservan aún en la iglesia del Hospital, pero desafortunadamente fuera de su emplazamiento original. En el templo existe también otra obra del Greco, el famoso San Ildefonso, que no es citada nunca en la documentación relativa al pleito, por lo que se desconoce si fue pintada antes o después que el resto de los cuadros. Los más probable es que fuera realizada en un momento inmediatamente anterior y que su calidad propiciara el encargo del retablo, porque no parece lógico que durante su enfrentamiento con el pintor el Hospital volviera a confiarle un nuevo trabajo.
El San Ildefonso ocupa uno de los altares laterales de la iglesia. Su imagen impone por la delicadeza espiritual y la bondad que dimanan de su rostro, destacando también la suave calidad de la técnica del Greco, con la que consigue magníficos efectos en la plasmación de las telas. Se ha señalado que el cretense crea con esta composición, en la que aparece un santo doctor trabajando sobre su escritorio en actitud meditativa, un esquema iconográfico que ejerció una amplia influencia en la pintura del barroco español. Entre 1607 y 1613 pintó dos cuadros para la capilla Oballe de San Vicente de Toledo, una Asunción (Toledo, Museo de Santa Cruz) y una Visitación (Washington, Dumbarton Oaks), y en 1608 su amigo el doctor Pedro Salazar de Mendoza le confió el último gran encargo de su vida: el retablo mayor y los colaterales de la iglesia del Hospital Tavera . El contrato, en el que no se especifican los temas de los lienzos, incluía la realización del diseño, talla y policromía de los retablos, así como de las pinturas y esculturas. El Greco murió sin concluir estos trabajos, asumiendo Jorge Manuel su terminación, compromiso que tampoco llevó a cabo y por el que se vio envuelto en un largo pleito. En el inventario de los bienes del pintor efectuado en 1621 se cita un bautismo principal del Hospital, probablemente el que en la actualidad se conserva en el mismo edificio. Nunca ocupó su lugar en el altar mayor, pero estuvo colocado en uno de los retablos laterales hasta 1936.
Para los altares laterales debieron estar destinados una Anunciación (Colección Particular), cortada el pasado siglo y cuya parte superior sería el Concierto de ángeles de la Pinacoteca Nacional de Atenas, y el Quinto Sello del Apocalipsis (Nueva York, Metropolitan Museum) al que también le falta la zona alta, hoy desconocida. Este último tema, inhabitual en la iconografía cristiana, está inspirado en la visión de san Juan de los mártires pidiendo justicia. Es una de las obras más alucinantes del Greco, quien emplea en estos trabajos finales un lenguaje inverosímil, de formas violentamente expresionistas, en composiciones en las que prima un marcado dinamismo ascensional y una extraordinaria libertad técnica.
Según esta tesis, la Anunciación ocuparía el centro del cuerpo inferior, puesto que la iglesia estaba dedicada a la Encarnación, con la Crucifixión sobre ella; en las calles laterales, a la izquierda, la Adoración de los Pastores en el cuerpo bajo y la Resurrección en la parte superior; a la derecha, el Bautismo de Cristo abajo y la Pentecostés arriba, la cual al igual que la Resurrección termina en un medio punto, remate habitual en las zonas altas de las calles laterales de los retablos. Sólo cuando se descubra alguna documentación sobre esta obra quizá pueda aclararse su composición original, pero es innegable que la serie de pinturas que se acaba de citar corresponde a la etapa final del artista y todas ellas son auténticas obras maestras. Los ritmos ondulantes de sus formas, las alargadísimas figuras, desmaterializadas e ingrávidas, y los escenarios irreales pero a la vez deslumbrantes gracias al mágico espectáculo creado por las centelleantes luces y los vivísimos colores son los más expresivos testimonios del mundo subjetivo, lleno de fantasía y espiritualidad, ideado por el genio del Greco para evocar lo sobrenatural. Otro momento culminante de su carrera son sus trabajos para el Hospital de la Caridad de Illescas. En 1603 se comprometió junto a su hijo a hacer el retablo del presbiterio para el que pintó cuatro lienzos, la Virgen de la Caridad , la Coronación de la Virgen, la Anunciación y el Nacimiento. La realización de esta obra originó un largo pleito que no concluyó hasta 1607, dos años después de la terminación de las pinturas, lo que al parecer ocasionó graves problemas económicos al pintor.
La disputa estuvo motivada por la injusta valoración de su labor -según la opinión del Greco- y por el desacuerdo de los comitentes con la ejecución de los lienzos y los planteamientos iconográficos . En este último aspecto el principal problema lo creó la Virgen de la Caridad, en la que el artista, inspirándose en la representación tradicional de la Virgen de la Misericordia, situó bajo el manto de María una serie de retratos, entre los que puede reconocerse a Jorge Manuel en el lateral izquierdo del cuadro, modernidad esta que no fue del agrado de sus clientes. La otras tres pinturas estaban destinadas a ornar la bóveda de la capilla, por lo que el formato de la Anunciación y el Nacimiento es circular y oval el de la Coronación de la Virgen. En ellas resuelve con admirable maestría las respectivas composiciones, adecuando al diseño del marco las figuras que aparecen dotadas de una gran intensidad emotiva. Todos estos lienzos se conservan aún en la iglesia del Hospital, pero desafortunadamente fuera de su emplazamiento original. En el templo existe también otra obra del Greco, el famoso San Ildefonso, que no es citada nunca en la documentación relativa al pleito, por lo que se desconoce si fue pintada antes o después que el resto de los cuadros. Los más probable es que fuera realizada en un momento inmediatamente anterior y que su calidad propiciara el encargo del retablo, porque no parece lógico que durante su enfrentamiento con el pintor el Hospital volviera a confiarle un nuevo trabajo.
El San Ildefonso ocupa uno de los altares laterales de la iglesia. Su imagen impone por la delicadeza espiritual y la bondad que dimanan de su rostro, destacando también la suave calidad de la técnica del Greco, con la que consigue magníficos efectos en la plasmación de las telas. Se ha señalado que el cretense crea con esta composición, en la que aparece un santo doctor trabajando sobre su escritorio en actitud meditativa, un esquema iconográfico que ejerció una amplia influencia en la pintura del barroco español. Entre 1607 y 1613 pintó dos cuadros para la capilla Oballe de San Vicente de Toledo, una Asunción (Toledo, Museo de Santa Cruz) y una Visitación (Washington, Dumbarton Oaks), y en 1608 su amigo el doctor Pedro Salazar de Mendoza le confió el último gran encargo de su vida: el retablo mayor y los colaterales de la iglesia del Hospital Tavera . El contrato, en el que no se especifican los temas de los lienzos, incluía la realización del diseño, talla y policromía de los retablos, así como de las pinturas y esculturas. El Greco murió sin concluir estos trabajos, asumiendo Jorge Manuel su terminación, compromiso que tampoco llevó a cabo y por el que se vio envuelto en un largo pleito. En el inventario de los bienes del pintor efectuado en 1621 se cita un bautismo principal del Hospital, probablemente el que en la actualidad se conserva en el mismo edificio. Nunca ocupó su lugar en el altar mayor, pero estuvo colocado en uno de los retablos laterales hasta 1936.
Para los altares laterales debieron estar destinados una Anunciación (Colección Particular), cortada el pasado siglo y cuya parte superior sería el Concierto de ángeles de la Pinacoteca Nacional de Atenas, y el Quinto Sello del Apocalipsis (Nueva York, Metropolitan Museum) al que también le falta la zona alta, hoy desconocida. Este último tema, inhabitual en la iconografía cristiana, está inspirado en la visión de san Juan de los mártires pidiendo justicia. Es una de las obras más alucinantes del Greco, quien emplea en estos trabajos finales un lenguaje inverosímil, de formas violentamente expresionistas, en composiciones en las que prima un marcado dinamismo ascensional y una extraordinaria libertad técnica.