Inflexión demográfica
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Datos principales
Rango
Renacimiento agra
Desarrollo
Al filo del año mil, "pocos hombres, muy pocos, diez veces, quizá veinte veces menos que hoy -como apunta G. Duby-; densidades de población que son actualmente las del centro de África; dominio tenaz del salvajismo, que se espesa a medida que nos alejamos de las villas mediterráneas, cuando se franquean los Alpes, el Rin, el mar del Norte". Acaso sea esta una visión excesivamente crítica, pero real para muchas zonas europeas. Sin embargo, J. C. Russell calcula en torno al año en cuestión una población aproximada de cuarenta millones de habitantes para el viejo continente, la misma que mil años antes o incluso inferior; pero en los tres siglos siguientes la población se duplicó, con un mayor crecimiento en la Europa occidental; contribuyendo a ello -según el citado autor- la mayor disponibilidad de tierras por parte del campesinado y el incentivo privado de los señores laicos y eclesiásticos para atraer pobladores a sus tierras incultas, abandonadas o ganadas al bosque y a los pantanos. Ahora bien, el aumento de la población entre los siglos XI y XIII no se debió exclusivamente al deseo de los señores feudales de aumentar su poder y riqueza mediante la incorporación de tierras y aldeas sobre las que los campesinos se reprodujeron biológicamente. Otros factores contribuyeron, sin duda, al aumento demográfico, traducido en el crecimiento de la población y la mayor dispersión del poblamiento que favoreció la aparición de nuevas villas y aldeas y animó el despertar urbano en las ciudades arruinadas anteriormente o en las de nueva configuración.
Sin olvidar la transformación originada en el propio seno de la familia altomedieval, que cambió también sus comportamientos biológicos y comunales a lo largo de la plena Edad Media. En todo caso, puede consignarse que la población de Europa aumentó en estos siglos centrales de la Edad Media de manera continuada, sin grandes inflexiones en uno u otro sentido después del despegue del siglo X. Otra cuestión es que dicho crecimiento fuera irregular, pausado y disperso. Cálculos generales realizados por M. K. Bennet y J. C. Russell-y citados por Reyna Pastor- nos hablan de 46.000.000 hacia 1050, 48 hacia 1100, 50 en torno a 1150 y 61 para 1200; llegando en 1300 a los 73.000.000 aproximadamente. Pero indicando que, por ejemplo, Francia era en el siglo XIII el país más poblado, Alemania más limitado que Francia, e Inglaterra el caso mejor conocido gracias a la fuente excepcional del "Domesday Book", encuesta catastral ordenada por Guillermo el Conquistador en 1090 para establecer la tributación real de manera precisa y adecuada a la realidad del país. Así, en este texto excepcional se refleja una población total, sólo en Inglaterra, de 1.100.000 habitantes, con una densidad de unas 11,4 personas por kilómetro cuadrado y considerándose que, a modo de ejemplo, dicho país dobló su población desde finales del siglo XI y a lo largo del siglo XII, para duplicarse de nuevo en el siglo y medio siguiente.
Pero estos ejemplos, conocidos por contar con fuentes que no se encuentran generalizadas, no deben hacer olvidar que la densidad de población varió ostensiblemente según las áreas, el medio -rural o urbano- o la propia dinámica expansiva, diferente en algunos casos; como sucede en España con el proceso repoblador y reconquistador que se proyectó sobre zonas rurales y ciudades muy pobladas, en muchos casos, desde la dominación musulmana. Tras este análisis superficial, limitado extremadamente por la carencia de datos seriados y registrados al respecto, hay que aludir a la interpretación del crecimiento demográfico a través del sostenimiento continuado de las posibilidades de nutrición, según las teorías de R. T. Malthus; pero dicha continuidad no esta garantizada. R. Fossier ha establecido que a lo largo de los tres siglos en cuestión hubo crisis de subsistencia muy significativas, aunque en muchos casos dichas crisis no fueron extendidas sino localizadas. El hambre no llegó a desaparecer, más bien se focalizó en unos casos y se atemperó en otros; pero no se puede sostener la relación entre aumento de alimentos y crecimiento de la población, o viceversa, porque otros factores no externos (no malthusianos), sino internos, actuaron con destacada incidencia e hicieron de microrreguladores, especialmente el marco familiar, pero también el marco socio-feudal que influyó, además de en la población, en la producción.
Sin olvidar la transformación originada en el propio seno de la familia altomedieval, que cambió también sus comportamientos biológicos y comunales a lo largo de la plena Edad Media. En todo caso, puede consignarse que la población de Europa aumentó en estos siglos centrales de la Edad Media de manera continuada, sin grandes inflexiones en uno u otro sentido después del despegue del siglo X. Otra cuestión es que dicho crecimiento fuera irregular, pausado y disperso. Cálculos generales realizados por M. K. Bennet y J. C. Russell-y citados por Reyna Pastor- nos hablan de 46.000.000 hacia 1050, 48 hacia 1100, 50 en torno a 1150 y 61 para 1200; llegando en 1300 a los 73.000.000 aproximadamente. Pero indicando que, por ejemplo, Francia era en el siglo XIII el país más poblado, Alemania más limitado que Francia, e Inglaterra el caso mejor conocido gracias a la fuente excepcional del "Domesday Book", encuesta catastral ordenada por Guillermo el Conquistador en 1090 para establecer la tributación real de manera precisa y adecuada a la realidad del país. Así, en este texto excepcional se refleja una población total, sólo en Inglaterra, de 1.100.000 habitantes, con una densidad de unas 11,4 personas por kilómetro cuadrado y considerándose que, a modo de ejemplo, dicho país dobló su población desde finales del siglo XI y a lo largo del siglo XII, para duplicarse de nuevo en el siglo y medio siguiente.
Pero estos ejemplos, conocidos por contar con fuentes que no se encuentran generalizadas, no deben hacer olvidar que la densidad de población varió ostensiblemente según las áreas, el medio -rural o urbano- o la propia dinámica expansiva, diferente en algunos casos; como sucede en España con el proceso repoblador y reconquistador que se proyectó sobre zonas rurales y ciudades muy pobladas, en muchos casos, desde la dominación musulmana. Tras este análisis superficial, limitado extremadamente por la carencia de datos seriados y registrados al respecto, hay que aludir a la interpretación del crecimiento demográfico a través del sostenimiento continuado de las posibilidades de nutrición, según las teorías de R. T. Malthus; pero dicha continuidad no esta garantizada. R. Fossier ha establecido que a lo largo de los tres siglos en cuestión hubo crisis de subsistencia muy significativas, aunque en muchos casos dichas crisis no fueron extendidas sino localizadas. El hambre no llegó a desaparecer, más bien se focalizó en unos casos y se atemperó en otros; pero no se puede sostener la relación entre aumento de alimentos y crecimiento de la población, o viceversa, porque otros factores no externos (no malthusianos), sino internos, actuaron con destacada incidencia e hicieron de microrreguladores, especialmente el marco familiar, pero también el marco socio-feudal que influyó, además de en la población, en la producción.