El sable samurai
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Datos principales
Rango
Japón
Desarrollo
Maravillas del arte de la forja y con un hondo contenido espiritual y religioso, las espadas samurai podían partir en dos a un hombre de un solo tajo. En todas las épocas y países donde las aristocracias dirigentes han mantenido una tradición marcial, las espadas aparecen dotadas de un simbolismo especial. Este es también el caso del Japón, donde el desarrollo espiritual del guerrero se realizaba a través del kendo, la vía del sable; por ello la espada es indisociable del samurai, parte misma de su persona: uno es prolongación del otro y la espada, a menudo, recibe un nombre propio. Como en otras culturas, la espada ha sido asociada en Japón al espíritu del guerrero y, en ocasiones se ha considerado incluso encarnación terrena de una divinidad, por lo que un sable puede ser venerado como encarnación de la misma en un templo. Junto con el Espejo la Joya, el Sable es, además en Japón uno de los tres símbolos característicos del poder imperial . A partir del sable de hoja recta (chokuto) los artesanos japoneses desarrollaron desde la era Heian (hacia el s. X d.C.) y a lo largo de los siglos siguientes, una gran variedad de sables y cuchillos de hoja ligeramente curvada; con sutiles variaciones mejoras en su forma, sección y tamaño. Los expertos pueden distinguir, a partir de esto detalles, periodos, es cuelas e incluso el trabajo de maestros india duales, cuyo esfuerzo siempre fue muy apreciado, dato que se revela en la orgullosa firma que a menudo aparece en la lengüeta, oculta por la empuñadura, junto con, ocasionalmente, la fecha, provincia y resultados de las pruebas de corte.
La calidad de los sables japoneses es, por lo general, excelente y sus mejores ejemplares están entre las obras maestras de la metalurgia del acero de todos los tiempos, con un excelente equilibrio entre dureza, resistencia y flexibilidad. Para ello se recurría a un elaboradísimo proceso de forja: mediante -literalmente- decenas de miles de plegados en caliente de varias barras de hierro con desigual contenido en carbono (obtenido mediante contacto con carbón y cenizas), se obtenían finalmente dos piezas, una más acerada (con mayor contenido en carbono) que la otra. La primera constituiría el revestimiento exterior de la espada (hadagane); la segunda el núcleo de hierro más dulce y flexible (shingane). Una vez soldadas entre sí a la calda (por forja en caliente), la primera envolviendo a la segunda, el conjunto se sometía a un endurecimiento final del filo mediante un templado consistente en el recubrimiento desigual del filo y dorso de la hoja con una pasta hecha de arcillas refractarias y cenizas (que deja libre la zona que ha de alcanzar la máxima dureza), seguido de un brusco calentamiento hasta unos 800° C y una inmersión en agua fría. El resultado endurecía más aún la zona del filo, sin que el conjunto se volviera quebradizo. La línea de cristales de acero que marca ese límite (hamon o blasón) se trabajaba y pulimentaba durante semanas para conseguir delicados efectos que imitan nubes, olas marinas, horizontes montañosos y otros efectos mediante grano fino invisible al ojo (nioí) o más grueso (nie).
Estos diseños permiten a menudo identificar artesanos concretos y su belleza fue tan apreciada por los guerreros japoneses como por los coleccionistas modernos. A diferencia de muchas espadas occidentales, donde la empuñadura y guarda a menudo están muy decoradas e incluso enjoyadas, y concentran buena parte del atractivo del arma (aunque los conocedores siempre han valorado la calidad de la hoja), los japoneses han apreciado más la pureza de líneas de la hoja y considerado como un arte mayor los delicados efectos de brillo que un artesano experto puede conseguir en la forja. La guarda discoidal (tsuba) está también decora da, a menudo con calados pero no tiene tanta importancia como la hoja propiamente dicha: de hecho, los forjadores no se dedicaban a esto ornamentos menores. Las cachas eran normal mente de madera, recubierta de piel curtida de raya o tiburón. La vaina suele ser de madera lacada. Aún hoy la forja de espadas de calidad es un arte elevado en Japón, comparable al de la caligrafía, y un acto con connotaciones religiosas intensas. Los últimos artesanos forjadores, como la familia Gassan, que toman hasta un año para elaborar un sable de elevada calidad y rechazan firmar, por imperfectas, hasta cuatro de cada cinco hojas, son considerados tesoros vivos de una artesanía que se resiste a desaparecer. El samurai a menudo portaba dos armas blancas, sujetas por una faja (obi) o suspendidas casi horizontalmente a la altura de la cintura, en el costado izquierdo.
Aunque desde el punto de vista táctico el arco fue el arma fundamental hasta la generalización de las armas de fuego, a partir del último tercio del s XVI, la esgrima de espada tuvo siempre una importancia extraordinaria, y las vidas y hazañas de los grandes esgrimistas se transmitían durante generaciones, caso de, por ejemplo, Miyamoto Mushashi (1584-1645), quien en sus duelos llegó a herir mortalmente a más de sesenta rivales, y cuya obra didáctica El libro de los cinco anillos está traducida al castellano. Los grandes sables tachi más antiguos se envainaban normalmente con el filo hacia abajo, y se usaban con ambas manos, en grandes golpes tajantes acompañados por el cuerpo, pero también de punta, buscando junturas en la armadura del rival. Algunos tachi llegan a tener hojas de hasta un metro, pero la mayoría a de los ejemplares que se conservan presenta hojas acortadas en momentos posteriores, para mayor facilidad uso o por normas legales restrictivas. En ocasione concretas se fabricaron grandes cantidades de sables de menor calidad para armar grandes contingentes de ashigaru (infantes "de línea"), piezas que no eran capaces de cortar un hombre en dos desde la cabeza, por lo que se aconsejaba su uso para herir las extremidades. El tipo llamado uchi gatana, característico del período Muromachi (1333-1573), era ya más corto, de unos 60 cm de hoja, envainado con el filo hacia arriba y empuñado con una mano; de este periodo data también la costumbre de portar un par de espadas o daisbo, de diferente longitud, subtipos del grupo citado: katana y wakizashi. La liturgia del seppuku o suicidio ritualizado , la resuelta aceptación de la muerte por la espada, infligida sobre el propio vientre, emplea normalmente el sable corto o wakizashi, aunque cubriendo parte de la hoja con un paño de seda para permitir su manejo por el propio guerrero que va a herirse a sí mismo.
La calidad de los sables japoneses es, por lo general, excelente y sus mejores ejemplares están entre las obras maestras de la metalurgia del acero de todos los tiempos, con un excelente equilibrio entre dureza, resistencia y flexibilidad. Para ello se recurría a un elaboradísimo proceso de forja: mediante -literalmente- decenas de miles de plegados en caliente de varias barras de hierro con desigual contenido en carbono (obtenido mediante contacto con carbón y cenizas), se obtenían finalmente dos piezas, una más acerada (con mayor contenido en carbono) que la otra. La primera constituiría el revestimiento exterior de la espada (hadagane); la segunda el núcleo de hierro más dulce y flexible (shingane). Una vez soldadas entre sí a la calda (por forja en caliente), la primera envolviendo a la segunda, el conjunto se sometía a un endurecimiento final del filo mediante un templado consistente en el recubrimiento desigual del filo y dorso de la hoja con una pasta hecha de arcillas refractarias y cenizas (que deja libre la zona que ha de alcanzar la máxima dureza), seguido de un brusco calentamiento hasta unos 800° C y una inmersión en agua fría. El resultado endurecía más aún la zona del filo, sin que el conjunto se volviera quebradizo. La línea de cristales de acero que marca ese límite (hamon o blasón) se trabajaba y pulimentaba durante semanas para conseguir delicados efectos que imitan nubes, olas marinas, horizontes montañosos y otros efectos mediante grano fino invisible al ojo (nioí) o más grueso (nie).
Estos diseños permiten a menudo identificar artesanos concretos y su belleza fue tan apreciada por los guerreros japoneses como por los coleccionistas modernos. A diferencia de muchas espadas occidentales, donde la empuñadura y guarda a menudo están muy decoradas e incluso enjoyadas, y concentran buena parte del atractivo del arma (aunque los conocedores siempre han valorado la calidad de la hoja), los japoneses han apreciado más la pureza de líneas de la hoja y considerado como un arte mayor los delicados efectos de brillo que un artesano experto puede conseguir en la forja. La guarda discoidal (tsuba) está también decora da, a menudo con calados pero no tiene tanta importancia como la hoja propiamente dicha: de hecho, los forjadores no se dedicaban a esto ornamentos menores. Las cachas eran normal mente de madera, recubierta de piel curtida de raya o tiburón. La vaina suele ser de madera lacada. Aún hoy la forja de espadas de calidad es un arte elevado en Japón, comparable al de la caligrafía, y un acto con connotaciones religiosas intensas. Los últimos artesanos forjadores, como la familia Gassan, que toman hasta un año para elaborar un sable de elevada calidad y rechazan firmar, por imperfectas, hasta cuatro de cada cinco hojas, son considerados tesoros vivos de una artesanía que se resiste a desaparecer. El samurai a menudo portaba dos armas blancas, sujetas por una faja (obi) o suspendidas casi horizontalmente a la altura de la cintura, en el costado izquierdo.
Aunque desde el punto de vista táctico el arco fue el arma fundamental hasta la generalización de las armas de fuego, a partir del último tercio del s XVI, la esgrima de espada tuvo siempre una importancia extraordinaria, y las vidas y hazañas de los grandes esgrimistas se transmitían durante generaciones, caso de, por ejemplo, Miyamoto Mushashi (1584-1645), quien en sus duelos llegó a herir mortalmente a más de sesenta rivales, y cuya obra didáctica El libro de los cinco anillos está traducida al castellano. Los grandes sables tachi más antiguos se envainaban normalmente con el filo hacia abajo, y se usaban con ambas manos, en grandes golpes tajantes acompañados por el cuerpo, pero también de punta, buscando junturas en la armadura del rival. Algunos tachi llegan a tener hojas de hasta un metro, pero la mayoría a de los ejemplares que se conservan presenta hojas acortadas en momentos posteriores, para mayor facilidad uso o por normas legales restrictivas. En ocasione concretas se fabricaron grandes cantidades de sables de menor calidad para armar grandes contingentes de ashigaru (infantes "de línea"), piezas que no eran capaces de cortar un hombre en dos desde la cabeza, por lo que se aconsejaba su uso para herir las extremidades. El tipo llamado uchi gatana, característico del período Muromachi (1333-1573), era ya más corto, de unos 60 cm de hoja, envainado con el filo hacia arriba y empuñado con una mano; de este periodo data también la costumbre de portar un par de espadas o daisbo, de diferente longitud, subtipos del grupo citado: katana y wakizashi. La liturgia del seppuku o suicidio ritualizado , la resuelta aceptación de la muerte por la espada, infligida sobre el propio vientre, emplea normalmente el sable corto o wakizashi, aunque cubriendo parte de la hoja con un paño de seda para permitir su manejo por el propio guerrero que va a herirse a sí mismo.