El movimiento moderno
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Datos principales
Rango
XX12
Desarrollo
En el inseguro edificio de la Torre de Babel de la arquitectura contemporánea no sólo se escondían teorías, polémicas formales, figurativas y espaciales, sino también diferentes discursos ideológicos y políticos que, en algún caso, llegaron a adquirir una definición figurativa, verdaderos ecos de aquella mítica torre. Me refiero, por ejemplo, a la Torre de la III Internacional de Tatlin , proyectada en 1919, en la que la espiral de hierro y vidrio era un canto a la revolución socialista, incorporando en sus distintos espacios habitables la representación de todos los pueblos de la Tierra. El afán de hablar un solo lenguaje político e ideológico se hizo arquitectura en el contexto de la Revolución Soviética.Sin embargo, nueve años después, en 1928, Le Corbusier proyectaba la versión burguesa del mismo mito arquitectónico, el Mundaneum, que habría de construirse en Ginebra por iniciativa de P. Otlet. Se trata de un Museo Mundial en forma de pirámide escalonada en la que la nueva lengua universal del racionalismo es capaz de dar cobijo, de organizar, la representación de lo existente, no su transformación. Y no debe olvidarse que cuando Le Corbusier se enfrentó a una de las claves de lectura de la vanguardia arquitectónica, la del compromiso revolucionario de la arquitectura, optó por mantener activa la utopía del valor transformador de las decisiones disciplinares. Torres de Babel socialistas y burguesas, pero también las había expresionistas, con explícitas referencias a la tradición bíblica, como ocurre con la maqueta de un monumento proyectado por H.
Obrist en 1902, en la que la torre aparece inclinada y coronada por una figura alada, o con los bocetos para casas volantes realizados por Hans Poelzig , en 1918, en forma de Torres de Babel y que fueron comentados por H. Hansen de la siguiente forma: "Hay una criatura alada en nosotros, que se eleva y extiende sus alas más aprisa cada vez a medida que se hunde en el infinito; no la detendrán, pues busca una unidad más alta". De nuevo, como en Scolari, la unión entre ángeles y torres. Aunque es cierto que el arquetipo arquitectónico conoció versiones insólitas, irónicas y críticas, como, por ejemplo, cuando Bruno Taut ofrece un sustituto de la Torre de Babel en forma de falo monumental en su importantísimo libro "La Disolución de las Ciudades" (1920), o como cuando Wright invirtió la espiral de su Museo Guggenheim en el centro de Nueva York (1956-1959), clavando la torre al revés.Frente a la idea convencional que identifica la arquitectura del Movimiento Moderno con lo monótono, lo reductivo, lo inexpresivo, lo antisimbólico, se levanta una imagen compleja, en forma de nueva e inagotable Torre de Babel, llena de formas , lenguajes, figuras, polémicas e historias. El problema reside en cómo realizar el recorrido, en cómo y con qué instrumentos penetrar en sus secretos, en sus rincones, en cómo hacer su historia o sus historias. El contraste entre lo viejo y lo nuevo no puede ser reducido a la simplicidad de una oposición, sino que debe ser entendido como una colisión que contamina, en la que lo viejo puede reconocerse en lo nuevo y al revés.
La Postmodernidad ha derribado el fantasma de la monotonía creyendo así destruir la riqueza y el valor de lo moderno y, como alternativa, propone la construcción de diferentes torrecitas que no aspiran a la universalidad, que no se reconocen en la utopía, que no proyectan hacia el infinito, sino que se atienen a la individualidad de cada solución, en la que cada lenguaje se legitima por su diferencia de los otros que le rodean. Discurso elitista, traducción de la libertad de la economía de mercado, del llamado postcapitalismo, y apuesta por lo irrepetible, por lo no reproducible. Catálogo de formas, objetos de mercado y de consumo. Y es desde ahí, desde donde hay que hacer de nuevo la historia del Movimiento Moderno y del racionalismo funcionalista.Si es cierto que las pruebas filológicas no suponen garantizar la verdad de la historia, y para comprobarlo basta leer las historias canónicas de la arquitectura del siglo XX, de Pevsner a Giedion, de Zevi a Banham, en las que cada historiador traza unos orígenes diferentes de lo moderno para culminarlos en sus respectivos héroes, llámense Le Corbusier , Gropius o Wright , al menos aquellas historias se arropaban de la filología, querían ser historia, mientras que ahora, en los últimos años sólo nos cuentan la vida heroica de los protagonistas, renunciando incluso a parecer discursos históricos.Hace algunos años, en un espléndido libro sobre la historiografía del Movimiento Moderno, María Luisa Scalvini establecía un parangón entre la estructura narrativa de las historias canónicas de la arquitectura contemporánea y la estructura de la novela.
De este modo, cada historiador-narrador establecería la continuidad argumental de un proceso que nacería con los pioneros de lo moderno, distintos en cada caso, para culminar en la obra consolidada de un arquitecto, de una tendencia, siempre sustancialmente progresista. Son libros que, escritos entre finales de los años 20 y los años 50, no sólo analizan el proceso de construcción del Movimiento Moderno, sino que militan en defensa de algunas opciones concretas. La filología y la historia son encaminadas hacia la definición de un discurso operativo, proporcionando argumentos sólidos para las diferentes propuestas, para el ejercicio práctico de la disciplina. Desde las historias de Platz o A. Behne a las de Pevsner o Giedion, pasando por la consolidación de una imagen canónica definitiva con las obras de Zevi, Argan, Benevolo o Hitchcock, la estructura narrativa es casi siempre idéntica. Comenzando, como ha señalado Scalvini, con la descripción de la situación crítica e insincera de la arquitectura del siglo XIX, para descubrir cómo, gracias a algunos clarividentes pioneros, comienzan a diagnosticarse las razones del mal y del desorden, apuntándose ya algunas soluciones, para culminar con la actividad triunfal de los héroes que consolidarían la formulación de una arquitectura definitivamente nueva, atenta a las demandas sociales y técnicas, con un lenguaje claro y funcional.
Obrist en 1902, en la que la torre aparece inclinada y coronada por una figura alada, o con los bocetos para casas volantes realizados por Hans Poelzig , en 1918, en forma de Torres de Babel y que fueron comentados por H. Hansen de la siguiente forma: "Hay una criatura alada en nosotros, que se eleva y extiende sus alas más aprisa cada vez a medida que se hunde en el infinito; no la detendrán, pues busca una unidad más alta". De nuevo, como en Scolari, la unión entre ángeles y torres. Aunque es cierto que el arquetipo arquitectónico conoció versiones insólitas, irónicas y críticas, como, por ejemplo, cuando Bruno Taut ofrece un sustituto de la Torre de Babel en forma de falo monumental en su importantísimo libro "La Disolución de las Ciudades" (1920), o como cuando Wright invirtió la espiral de su Museo Guggenheim en el centro de Nueva York (1956-1959), clavando la torre al revés.Frente a la idea convencional que identifica la arquitectura del Movimiento Moderno con lo monótono, lo reductivo, lo inexpresivo, lo antisimbólico, se levanta una imagen compleja, en forma de nueva e inagotable Torre de Babel, llena de formas , lenguajes, figuras, polémicas e historias. El problema reside en cómo realizar el recorrido, en cómo y con qué instrumentos penetrar en sus secretos, en sus rincones, en cómo hacer su historia o sus historias. El contraste entre lo viejo y lo nuevo no puede ser reducido a la simplicidad de una oposición, sino que debe ser entendido como una colisión que contamina, en la que lo viejo puede reconocerse en lo nuevo y al revés.
La Postmodernidad ha derribado el fantasma de la monotonía creyendo así destruir la riqueza y el valor de lo moderno y, como alternativa, propone la construcción de diferentes torrecitas que no aspiran a la universalidad, que no se reconocen en la utopía, que no proyectan hacia el infinito, sino que se atienen a la individualidad de cada solución, en la que cada lenguaje se legitima por su diferencia de los otros que le rodean. Discurso elitista, traducción de la libertad de la economía de mercado, del llamado postcapitalismo, y apuesta por lo irrepetible, por lo no reproducible. Catálogo de formas, objetos de mercado y de consumo. Y es desde ahí, desde donde hay que hacer de nuevo la historia del Movimiento Moderno y del racionalismo funcionalista.Si es cierto que las pruebas filológicas no suponen garantizar la verdad de la historia, y para comprobarlo basta leer las historias canónicas de la arquitectura del siglo XX, de Pevsner a Giedion, de Zevi a Banham, en las que cada historiador traza unos orígenes diferentes de lo moderno para culminarlos en sus respectivos héroes, llámense Le Corbusier , Gropius o Wright , al menos aquellas historias se arropaban de la filología, querían ser historia, mientras que ahora, en los últimos años sólo nos cuentan la vida heroica de los protagonistas, renunciando incluso a parecer discursos históricos.Hace algunos años, en un espléndido libro sobre la historiografía del Movimiento Moderno, María Luisa Scalvini establecía un parangón entre la estructura narrativa de las historias canónicas de la arquitectura contemporánea y la estructura de la novela.
De este modo, cada historiador-narrador establecería la continuidad argumental de un proceso que nacería con los pioneros de lo moderno, distintos en cada caso, para culminar en la obra consolidada de un arquitecto, de una tendencia, siempre sustancialmente progresista. Son libros que, escritos entre finales de los años 20 y los años 50, no sólo analizan el proceso de construcción del Movimiento Moderno, sino que militan en defensa de algunas opciones concretas. La filología y la historia son encaminadas hacia la definición de un discurso operativo, proporcionando argumentos sólidos para las diferentes propuestas, para el ejercicio práctico de la disciplina. Desde las historias de Platz o A. Behne a las de Pevsner o Giedion, pasando por la consolidación de una imagen canónica definitiva con las obras de Zevi, Argan, Benevolo o Hitchcock, la estructura narrativa es casi siempre idéntica. Comenzando, como ha señalado Scalvini, con la descripción de la situación crítica e insincera de la arquitectura del siglo XIX, para descubrir cómo, gracias a algunos clarividentes pioneros, comienzan a diagnosticarse las razones del mal y del desorden, apuntándose ya algunas soluciones, para culminar con la actividad triunfal de los héroes que consolidarían la formulación de una arquitectura definitivamente nueva, atenta a las demandas sociales y técnicas, con un lenguaje claro y funcional.