Centroamérica
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Datos principales
Rango
Area Intermedia
Desarrollo
En la vertiente pacífica de Panamá central, Coclé es el término genérico para designar los estilos de cerámica polícroma tardíos. Esta cerámica se asocia también con una rica tradición orfebre derivada del trabajo del oro y la tumbaga colombianos. Sitio Conte, en un valle fluvial a pocos kilómetros de la costa, es un yacimiento típico Coclé, donde se han encontrado tumbas en forma de pozos poco profundos, rectangulares, con los restos de un personaje importante colocados en un lugar central, flanqueados, aparentemente, por los cadáveres de las esposas y los siervos sacrificados. Nos encontramos al parecer ante una organización socio-política de cacicazgos, semejante a las que venimos describiendo para el resto del área Intermedia. De dichos enterramientos procede una extraordinaria cerámica, con formas típicas y exclusivas como copas y platos rectangulares, o botellas de cuerpo globular, rectangular o troncocónico, con un gollete abierto al exterior. La mayoría tiene un engobe blanco y los diseños se trazan en negro, delineados en rojo y púrpura. Un motivo característico es una S tumbada, generalmente rematada en volutas de la que se conocen numerosas variantes. Hay también motivos figurativos, caimanes, monos, pájaros, tortugas o cangrejos, trazados siempre de un modo ágil, elegante y bastante estilizado. La orfebrería de Coclé es la más espectacular del Istmo. Los artistas metalúrgicos dominaron todas las técnicas conocidas, destacando por sus trabajos de repujado, fundido a la cera y engarces de joyería.
Son famosos unos grandes pectorales, casi corazas, hechos con una plancha martillada, hasta alcanzar el tamaño deseado y luego decorados con repujado, y que aparentemente se usaron en batallas. Entre los temas representados destaca el del caimán, con aspecto de dragón, que también aparece sobre los yelmos. La continua aparición del tema del caimán o aligator hace pensar en alguna especie de deidad. Hay también pequeñas figurillas antropomorfas fundidas, de apenas 5 cm, totalmente huecas, con sonajas o bastones ceremoniales en las manos y figurillas de animales, loros y monos, de las que algunas son miniaturas usadas como colgantes. Para las labores de engarzado se usaron esmeraldas, cuarzos, jaspes, ópalos, serpentina verde, ágatas leonadas, madreperla, hueso y marfil, con los que se hicieron maravillosas joyas en forma de narigueras, pendientes y brazaletes. En Veraguas, en Panamá, al oeste de Coclé, las tumbas del período tardío, en forma de pozo y con cámara lateral, han proporcionado también importantes muestras del arte de la región ístmica. La cerámica es monocroma o con un engobe de color crema, siendo frecuentes los trípodes con las patas en forma de lazo y hay un énfasis en la decoración modelada. Destaca el trabajo de la orfebrería que no utiliza en este caso oro puro sino cobre dorado. Entre los objetos más comunes se encuentran unos grandes pectorales circulares martillados, lisos o decorados con tachones en el borde y, sobre todo, los llamados colgantes-águila, que representan en realidad diversas aves, de forma un tanto estereotipada.
El ave aparece de frente, con las patas recogidas, con las alas proyectadas lateralmente en forma de gancho y una enorme cola que se asemeja a una T o V invertidas. De las tumbas proceden también una serie de metates de piedra, que a veces representan jaguares estilizados de pie sobre las cuatro patas, o de tres patas con una greca en el borde con aves u otro tipo de animales labrados. El cuidado en su manufactura hace pensar en un uso más ceremonial que utilitario y se encuentran de pleno dentro de la magnífica tradición de escultura en piedra centroamericana. Esta tradición de escultura en piedra se remonta al período formativo, continúa también en la región Diquís-Chiriquí, de Panamá y Costa Rica. Además de los tradicionales metates en forma de jaguar, aparecen una serie de figuras, generalmente humanas, de hombres y mujeres, con un estilo un tanto esquemático y poco naturalista, pero con los rasgos faciales, genitales, brazos y piernas elaborados con detalle. Hechas en caliza o granito, algunas aparentan divinidades o combinaciones de humanos y animales, generalmente una especie de ser con dientes salientes y serpientes colgando de la boca. De esta región proceden también las conocidas y curiosas bolas de piedra, perfectas esferas desde 30 cm de diámetro hasta 2 m. El peso de las más grandes puede alcanzar hasta las 16 toneladas y su propósito o función son todavía desconocidos, aunque la ciencia-ficción ha dado rienda suelta a la imaginación al respecto.
Algunas parece que habían estado en las plataformas de montículos y otras parecen haber sido alineadas cerca de esos mismos montículos. Aunque la asociación cultural es aún poco clara, en el delta del Diquís se han encontrado restos de numerosas plataformas de tierra, con muros de contención hechos con cantos de ríos, algunas de más de 3 m de altura. En las tierras altas y vertiente atlántica de Costa Rica, Las Mercedes es el yacimiento mejor conocido, en la región llamada de Línea Vieja. Se encuentran montículos dispuestos ordenadamente, con una gran plataforma circular de 30 m de diámetro y 6,5 de altura, hecha de tierra y un muro de contención de piedras de río con mortero de barro. Está flanqueada por largas plataformas y todo el conjunto rodeado de lugares de habitación con enterramientos en los suelos de las construcciones. Las tumbas son de forma rectangular u oval, con paredes forradas de piedra y un variado ajuar funerario. Hay estatuas de piedra, que recuerdan a las de Diquís-Chiriquí, pero con características propias. Algunas, de pequeño tamaño, entre 30 y 60 cm, se encuentran siempre en tumbas, relativamente realistas, muestran hombres que pueden llevar cabezas-trofeo, y se encuentran incluso cabezas aisladas, lo que reforzaría la idea de dicho culto. Las hay también de mayor tamaño e incluso una de tamaño natural. Aunque suelen representar, aparentemente, seres humanos, alguna masculina tiene la cabeza de caimán y otra femenina de ave. Son muy característicos los denominados vulgarmente altares, finas losas de piedra de pocos centímetros de grosor, de 1,4 m de longitud y la mitad o un tercio de anchura, generalmente adornadas con diseños geométricos y que son sostenidas por una profusión de figuras talladas en bulto redondo, en forma de hombres, aves u otros animales, y que se cuentan entre los mejores ejemplares de la escultura centroamericana. Se encuentran siempre en tumbas y basándose en evidencias etnográficas se ha pensado que servían para colocar el cadáver de un muerto significado, dejándolo a la intemperie, para luego enterrar los restos en la tumba junto con el soporte.
Son famosos unos grandes pectorales, casi corazas, hechos con una plancha martillada, hasta alcanzar el tamaño deseado y luego decorados con repujado, y que aparentemente se usaron en batallas. Entre los temas representados destaca el del caimán, con aspecto de dragón, que también aparece sobre los yelmos. La continua aparición del tema del caimán o aligator hace pensar en alguna especie de deidad. Hay también pequeñas figurillas antropomorfas fundidas, de apenas 5 cm, totalmente huecas, con sonajas o bastones ceremoniales en las manos y figurillas de animales, loros y monos, de las que algunas son miniaturas usadas como colgantes. Para las labores de engarzado se usaron esmeraldas, cuarzos, jaspes, ópalos, serpentina verde, ágatas leonadas, madreperla, hueso y marfil, con los que se hicieron maravillosas joyas en forma de narigueras, pendientes y brazaletes. En Veraguas, en Panamá, al oeste de Coclé, las tumbas del período tardío, en forma de pozo y con cámara lateral, han proporcionado también importantes muestras del arte de la región ístmica. La cerámica es monocroma o con un engobe de color crema, siendo frecuentes los trípodes con las patas en forma de lazo y hay un énfasis en la decoración modelada. Destaca el trabajo de la orfebrería que no utiliza en este caso oro puro sino cobre dorado. Entre los objetos más comunes se encuentran unos grandes pectorales circulares martillados, lisos o decorados con tachones en el borde y, sobre todo, los llamados colgantes-águila, que representan en realidad diversas aves, de forma un tanto estereotipada.
El ave aparece de frente, con las patas recogidas, con las alas proyectadas lateralmente en forma de gancho y una enorme cola que se asemeja a una T o V invertidas. De las tumbas proceden también una serie de metates de piedra, que a veces representan jaguares estilizados de pie sobre las cuatro patas, o de tres patas con una greca en el borde con aves u otro tipo de animales labrados. El cuidado en su manufactura hace pensar en un uso más ceremonial que utilitario y se encuentran de pleno dentro de la magnífica tradición de escultura en piedra centroamericana. Esta tradición de escultura en piedra se remonta al período formativo, continúa también en la región Diquís-Chiriquí, de Panamá y Costa Rica. Además de los tradicionales metates en forma de jaguar, aparecen una serie de figuras, generalmente humanas, de hombres y mujeres, con un estilo un tanto esquemático y poco naturalista, pero con los rasgos faciales, genitales, brazos y piernas elaborados con detalle. Hechas en caliza o granito, algunas aparentan divinidades o combinaciones de humanos y animales, generalmente una especie de ser con dientes salientes y serpientes colgando de la boca. De esta región proceden también las conocidas y curiosas bolas de piedra, perfectas esferas desde 30 cm de diámetro hasta 2 m. El peso de las más grandes puede alcanzar hasta las 16 toneladas y su propósito o función son todavía desconocidos, aunque la ciencia-ficción ha dado rienda suelta a la imaginación al respecto.
Algunas parece que habían estado en las plataformas de montículos y otras parecen haber sido alineadas cerca de esos mismos montículos. Aunque la asociación cultural es aún poco clara, en el delta del Diquís se han encontrado restos de numerosas plataformas de tierra, con muros de contención hechos con cantos de ríos, algunas de más de 3 m de altura. En las tierras altas y vertiente atlántica de Costa Rica, Las Mercedes es el yacimiento mejor conocido, en la región llamada de Línea Vieja. Se encuentran montículos dispuestos ordenadamente, con una gran plataforma circular de 30 m de diámetro y 6,5 de altura, hecha de tierra y un muro de contención de piedras de río con mortero de barro. Está flanqueada por largas plataformas y todo el conjunto rodeado de lugares de habitación con enterramientos en los suelos de las construcciones. Las tumbas son de forma rectangular u oval, con paredes forradas de piedra y un variado ajuar funerario. Hay estatuas de piedra, que recuerdan a las de Diquís-Chiriquí, pero con características propias. Algunas, de pequeño tamaño, entre 30 y 60 cm, se encuentran siempre en tumbas, relativamente realistas, muestran hombres que pueden llevar cabezas-trofeo, y se encuentran incluso cabezas aisladas, lo que reforzaría la idea de dicho culto. Las hay también de mayor tamaño e incluso una de tamaño natural. Aunque suelen representar, aparentemente, seres humanos, alguna masculina tiene la cabeza de caimán y otra femenina de ave. Son muy característicos los denominados vulgarmente altares, finas losas de piedra de pocos centímetros de grosor, de 1,4 m de longitud y la mitad o un tercio de anchura, generalmente adornadas con diseños geométricos y que son sostenidas por una profusión de figuras talladas en bulto redondo, en forma de hombres, aves u otros animales, y que se cuentan entre los mejores ejemplares de la escultura centroamericana. Se encuentran siempre en tumbas y basándose en evidencias etnográficas se ha pensado que servían para colocar el cadáver de un muerto significado, dejándolo a la intemperie, para luego enterrar los restos en la tumba junto con el soporte.