Cataluña y las islas Baleares
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Datos principales
Rango
Arte Español Medieval
Desarrollo
El conocimiento de la pintura protogótica catalana desde época más temprana que la de otras regiones españolas ha permitido una mayor profundización en su definición estilística. En ella nosotros hemos distinguido dos modos que no corresponden ni a divisiones geográficas ni a cronológicas: el que en otras ocasiones hemos denominado modo austero, dominante en el período, y el modo grácil. El modo dominante agrupa aquellas obras en las que la delicadeza del déhanchement francés apenas hace acto de presencia y es sustituida por unos contornos duros, muy patentes, que encierran las figuras sobre fondos monocromos. Se puede considerar que en las obras de este modo lo más notable es, por una parte, la persistencia de la tradición del románico tardío y, por otra, la influencia, aunque seguramente indirecta, de la técnica de las vidrieras. Hay que tener en cuenta al respecto que en algunos círculos que nosotros hemos considerado tardorrománicos, como el del Maestro de Soriguerola, algunas de estas características ya están presentes y, entre ellas, la de la estilización lineal. En el aspecto cronológico, las pinturas del modo austero parece que son las que inician el protogótico, pero el clima artístico que representan no se agota con las aportaciones del modo grácil y ni tan siquiera con la italianizante, prolongándose a lo largo de todo el siglo XIV Aún se patentizan las características de este modo en pinturas del último tercio del siglo XIV, como pueden ser las de la iglesia parroquial de Vinaixa, fechadas en 1370, y las aún más tardías de Camelas (Posesión), cuya datación se puede situar en torno a 1380.
Con todo, la plenitud de este modo se da muy al principio del período protogótico y se expresa de manera absolutamente contundente en los murales de iconografía señorial de los palacios y mansiones barcelonesas. Aparte de los ya mencionados en un principio, de esta serie caballeresca cabe citar la decoración mural de una mansión señorial de la calle Durán y Alas. Además de estas pinturas, a este modo pertenece uno de los conjuntos murales más importantes del protogótico hispánico: la decoración del refectorio de la canongía de la Seu Vella de Lleida (Pia Almonia). Si bien estas pinturas, en la actualidad en el Museo del Seminario de Lleida, no corresponden a una misma época (en realidad pueden rastrearse fragmentos desde los primeros años del siglo XIV hasta fines del mismo), los murales más notables son del primer cuarto del siglo XIV. Su interés, aparte de su bella formalización, reside en su temática; en esta decoración se constata que la iconografía profana protogótica no sólo se concreta en temas señoriales o caballerescos; en la Pia Almoina son peregrinos y enfermos los que se disponen junto a una mesa para recibir la caridad de la comida. La pintura mural no muestra ya solamente episodios bíblicos ni tan siquiera históricos, sino hechos contemporáneos, cosas cotidianas que suceden en el mismo lugar en el que se representan. Entre las obras pertenecientes a este modo también sobresalen la decoración mural de la iglesia parroquial de Peralta, la de San Miguel de Cardona, los restos de la iglesia de Santa María de Terrassa y las de la catedral de la Seu d'Urgell .
Asimismo son de destacar los fragmentos murales procedentes de la colegiata de San Vicente de Cardona y, de manera particular, la luneta del atrio de la misma. Lo notable en este caso es la presencia, en un lugar religioso y en un contexto de decoración mural románica de temática bíblica, de una escena de carácter militar. En la misma se representa el asedio de Girona por las tropas francesas en la época del vizconde de Cardona, Ramón Folc VII. A pesar, pues, de que la iconografía es civil, esta decoración no guarda una clara relación formal con los murales de la misma época (finales del siglo XIII) y parecida iconografía de los palacios y mansiones barcelonesas. La pintura sobre tabla conservada de esta primera etapa protogótica es relativamente escasa. Se concreta en una serie de retablos (San Cebrián, Santa Perpetua) y frontales (frontal de Cerdaña, frontal de Solsonés) que siguen en lo compositivo la tradición de los frontales románicos. Excepción de ello lo constituye el fragmento de retablo procedente de la iglesia de Sant Jaume de Frontanyá, conservado en el Museo Arqueológico Diocesano de Solsona. Pintado sobre lámina de plata, el retablo narra diversos episodios relativos a la vida y milagros de Santiago. La pintura protogótica catalana que hemos agrupado en torno al modo grácil abandona: un tanto el contorno duro y austero que poseen en grado más acentuado las obras mencionadas hasta ahora. Su formalización seguramente ya no proviene de una evolución interna de la pintura del románico tardío, sino de la incorporación de nuevas fórmulas experimentadas en el campo de la escultura e incluso en el de la pintura .
Su carácter elegante, grácil, sugeridor de inflexiones lineales, en las que el claroscuro ya aparece como medio de expresión plástica, hace centrar esta pintura en torno al segundo cuarto del siglo XIV, es decir, en plena coexistencia con la de carácter italianizante. Si consideramos las obras que han llegado hasta la actualidad, se puede pensar que este modo estilístico no perdura más allá de mediados del siglo XV, ya que la pintura de los continuadores de Ferrer Bassa absorbe en buena parte el amaneramiento formal del mismo. Sin lugar a dudas el núcleo generador de este modo es el antiguo Reino de Mallorca que tiene su centro en Perpignan; por ello lo francés está muy presente en la formalización del mismo y, sobre todo, lo está el arte que se produce en Toulouse o bajo su influencia directa; del sur de Francia este tipo de pintura penetra en Cataluña y también en las islas Baleares. Aunque la pintura sobre tabla tiene una gran relevancia en la definición del modo protogótico grácil, no cabe duda que sus máximas aportaciones se dan en el ámbito de la pintura mural, destacando la decoración del primitivo ábside de la iglesia parroquial de L'Arboç (hoy capilla de los Dolores), la decoración de una de las capillas del lado del Evangelio del convento de Sant Doménec de Puigcerdá, los fragmentos de decoración mural de las catedrales de Tarragona y Lleida , así como la tardía decoración del monasterio de agustinos de Santa María de Lluçá, todas ellas pinturas in situ.
La mencionada relevancia de la pintura sobre tabla se adivina en una serie de pinturas, entre las que destacan el Retablo de Santa Ursula, procedente de la iglesia de Artá (hoy en la iglesia de San Francisco de Palma de Mallorca), el llamado Retablo de la Crucifixión, de la iglesia rosellonesa de Marinyans (hoy conservado en la parroquial de Sardinyá) y ya, como obras propiamente catalanas, el Relicario de Santa Tecla de la catedral de Tarragona y los Retablos de la Eucaristía, procedentes del monasterio cisterciense de Vallbona de les Monges. Hay que hacer referencia a la inscripción que aparece en el guardapolvo del retablo de Sardinyá, dada su importancia para centrar la cronología del grupo: "ARDUS PALASCI PREPOSITUS HUJUS LOCI ME FECIT FIERI III IDUS AUGUSTI ANNO DOMINI MCCCXXXXII". Este 1342 es fecha pues central para la consideración cronológica de las pinturas de este modo.
Con todo, la plenitud de este modo se da muy al principio del período protogótico y se expresa de manera absolutamente contundente en los murales de iconografía señorial de los palacios y mansiones barcelonesas. Aparte de los ya mencionados en un principio, de esta serie caballeresca cabe citar la decoración mural de una mansión señorial de la calle Durán y Alas. Además de estas pinturas, a este modo pertenece uno de los conjuntos murales más importantes del protogótico hispánico: la decoración del refectorio de la canongía de la Seu Vella de Lleida (Pia Almonia). Si bien estas pinturas, en la actualidad en el Museo del Seminario de Lleida, no corresponden a una misma época (en realidad pueden rastrearse fragmentos desde los primeros años del siglo XIV hasta fines del mismo), los murales más notables son del primer cuarto del siglo XIV. Su interés, aparte de su bella formalización, reside en su temática; en esta decoración se constata que la iconografía profana protogótica no sólo se concreta en temas señoriales o caballerescos; en la Pia Almoina son peregrinos y enfermos los que se disponen junto a una mesa para recibir la caridad de la comida. La pintura mural no muestra ya solamente episodios bíblicos ni tan siquiera históricos, sino hechos contemporáneos, cosas cotidianas que suceden en el mismo lugar en el que se representan. Entre las obras pertenecientes a este modo también sobresalen la decoración mural de la iglesia parroquial de Peralta, la de San Miguel de Cardona, los restos de la iglesia de Santa María de Terrassa y las de la catedral de la Seu d'Urgell .
Asimismo son de destacar los fragmentos murales procedentes de la colegiata de San Vicente de Cardona y, de manera particular, la luneta del atrio de la misma. Lo notable en este caso es la presencia, en un lugar religioso y en un contexto de decoración mural románica de temática bíblica, de una escena de carácter militar. En la misma se representa el asedio de Girona por las tropas francesas en la época del vizconde de Cardona, Ramón Folc VII. A pesar, pues, de que la iconografía es civil, esta decoración no guarda una clara relación formal con los murales de la misma época (finales del siglo XIII) y parecida iconografía de los palacios y mansiones barcelonesas. La pintura sobre tabla conservada de esta primera etapa protogótica es relativamente escasa. Se concreta en una serie de retablos (San Cebrián, Santa Perpetua) y frontales (frontal de Cerdaña, frontal de Solsonés) que siguen en lo compositivo la tradición de los frontales románicos. Excepción de ello lo constituye el fragmento de retablo procedente de la iglesia de Sant Jaume de Frontanyá, conservado en el Museo Arqueológico Diocesano de Solsona. Pintado sobre lámina de plata, el retablo narra diversos episodios relativos a la vida y milagros de Santiago. La pintura protogótica catalana que hemos agrupado en torno al modo grácil abandona: un tanto el contorno duro y austero que poseen en grado más acentuado las obras mencionadas hasta ahora. Su formalización seguramente ya no proviene de una evolución interna de la pintura del románico tardío, sino de la incorporación de nuevas fórmulas experimentadas en el campo de la escultura e incluso en el de la pintura .
Su carácter elegante, grácil, sugeridor de inflexiones lineales, en las que el claroscuro ya aparece como medio de expresión plástica, hace centrar esta pintura en torno al segundo cuarto del siglo XIV, es decir, en plena coexistencia con la de carácter italianizante. Si consideramos las obras que han llegado hasta la actualidad, se puede pensar que este modo estilístico no perdura más allá de mediados del siglo XV, ya que la pintura de los continuadores de Ferrer Bassa absorbe en buena parte el amaneramiento formal del mismo. Sin lugar a dudas el núcleo generador de este modo es el antiguo Reino de Mallorca que tiene su centro en Perpignan; por ello lo francés está muy presente en la formalización del mismo y, sobre todo, lo está el arte que se produce en Toulouse o bajo su influencia directa; del sur de Francia este tipo de pintura penetra en Cataluña y también en las islas Baleares. Aunque la pintura sobre tabla tiene una gran relevancia en la definición del modo protogótico grácil, no cabe duda que sus máximas aportaciones se dan en el ámbito de la pintura mural, destacando la decoración del primitivo ábside de la iglesia parroquial de L'Arboç (hoy capilla de los Dolores), la decoración de una de las capillas del lado del Evangelio del convento de Sant Doménec de Puigcerdá, los fragmentos de decoración mural de las catedrales de Tarragona y Lleida , así como la tardía decoración del monasterio de agustinos de Santa María de Lluçá, todas ellas pinturas in situ.
La mencionada relevancia de la pintura sobre tabla se adivina en una serie de pinturas, entre las que destacan el Retablo de Santa Ursula, procedente de la iglesia de Artá (hoy en la iglesia de San Francisco de Palma de Mallorca), el llamado Retablo de la Crucifixión, de la iglesia rosellonesa de Marinyans (hoy conservado en la parroquial de Sardinyá) y ya, como obras propiamente catalanas, el Relicario de Santa Tecla de la catedral de Tarragona y los Retablos de la Eucaristía, procedentes del monasterio cisterciense de Vallbona de les Monges. Hay que hacer referencia a la inscripción que aparece en el guardapolvo del retablo de Sardinyá, dada su importancia para centrar la cronología del grupo: "ARDUS PALASCI PREPOSITUS HUJUS LOCI ME FECIT FIERI III IDUS AUGUSTI ANNO DOMINI MCCCXXXXII". Este 1342 es fecha pues central para la consideración cronológica de las pinturas de este modo.