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Fenicia

Desarrollo


El interés por Fenicia arrancó realmente a partir del año 1855, fecha en que se descubrió en Magharat Ablum, al sur de Sidón, el sarcófago de Eshmunazar (475-461 a. C.), hallazgo que impulsó al gran orientalista francés E. Renan a exigir públicamente la excavación de aquella antigua civilización. Iniciados los trabajos por él mismo, y continuados después por H. Bey, M. Bey y M. von Landau, muy pronto la Arqueología detectó en Fenicia importantes restos materiales que se fueron completando con el hallazgo de otros -de similares características- prácticamente en todos los países ribereños mediterráneos que albergaron sus colonias y factorías. Al enigma del nombre Fenicia y a su gentilicio fenicio se une el de su origen. Según las fuentes antiguas, se les hizo venir de Arabia en el III milenio, aunque esta procedencia no se ha visto refrendada por la Arqueología. De hecho, mezclados con las gentes autóctonas, acabaron por constituir una familia más de los cananeos (kananaioi, derivada del acadio kinakhkhu), extendida por el país de Canaán y el Líbano, ocupando así la totalidad del territorio costero de Siria-Palestina. La historia de los habitantes de esta zona está unida en sus comienzos a Mesopotamia y a Egipto, con las cuales sus principales ciudades (Biblos, Sidón, Tiro, Berytos, Arvad) mantuvieron contactos políticos y comerciales. Durante el Bronce Medio cananeo (1900-1550 a. C.), y debido a carecer de una organización política unitaria, se hallaron bajo la dependencia directa de Egipto, potencia que dividió el país en tres provincias (Amurru, Upi y Canaán), y también en ocasiones bajo la de los hititas.

Tras ser devastadas las ciudades costeras por los Pueblos del Mar y perder su prestigio marítimo y comercial los cretenses y los micénicos, Fenicia -en realidad, el mosaico de ciudades-Estado que la constituían- adquirió conciencia de su propia identidad y desde el 1000 al 500 a. C. sus ciudades conocieron días de gran esplendor, lanzándose también a una gran empresa mercantil y colonizadora por todo el Mediterráneo, que daría origen a una verdadera civilización, la cultura púnica. Sin embargo, por el nordeste vivieron siempre bajo la amenaza del Imperio Asirio, del que conocieron feroces ataques y fuertes tributos, y también del de Babilonia. Luego Sidón, dirigiendo una confederación fenicia, se alió con los persas, contra quienes acabó sublevándose al tomar partido por los griegos. A la muerte de Alejandro Magno, quien había destruido Tiro, el país fue disputado por seléucidas y ptolomeos. Finalmente, pasó al Imperio romano.

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