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FRANCISCO DE AGUILAR Y SU OBRA Su autor Francisco de Aguilar nació en 1479 y falleció en 1571. Su existencia se prolongó durante nueve largas décadas, aunque por desgracia no la conocemos íntegramente. Y es una lástima, porque nos encontramos ante un apasionante personaje, que en medio siglo ejerció actividades tan variopintas como la de soldado de fortuna, mesonero, fraile y cronista: Y había otro soldado que se decía Alonso de Aguilar, cuya fue la venta que ahora se llama de Aguilar, que está entre la Veracruz y la Puebla y estaba rico y tenía buen repartimiento de indios, todo lo vendió y lo dio por Dios, y se metió a fraile dominico, y fue muy buen religioso; este fraile Aguilar fue muy conocido y fue muy buen fraile dominico1. Efectivamente, Aguilar trocó la espada por la jarra de vino en 1525; pero el trajín del negocio, que producía pingües beneficios, no acallaba las dudas y escrúpulos de conciencia que de vez en cuando le asaltaban. Por eso, cuatro años después, liquidó sus bienes e ingresó en la orden de Santo Domingo. Los últimos años de su vida fueron un verdadero calvario, pues la artritis úrica que padecía llegó a tal punto que: El humor se apoderó del cuerpo, dejándolo gafo de pies y manos, y tan imposibilitado, que no podía sin dolor estar en pie, ni sentado, ni acostado. Llegó su trabajo a no poder comer con sus manos, ni a aprovecharse de ellas para cosas tan necesarias y frecuentes como a los hombres sirven2. La obra Aguilar, como él mismo señala en su crónica, escribió a ruego e importunación de ciertos religiosos, que con una notoria ausencia de tacto le solicitaron que redactara sus memorias, dado que estaba ya al cabo de la vida3.

Obedeció el antiguo soldado con ejemplar obediencia, y el resultado fue una de las obras más hermosas de la cronística novohispana. Tan hermosa que el arzobispo Pedro Moya de Contreras, conocedor de las aficiones históricas del Rey Prudente, se la obsequió el mismo año en que falleció Francisco de Aguilar. La relación pasó de inmediato a la selecta biblioteca de El Escorial, y allí se conserva, encuadernada junto con otros manuscritos del siglo XVI tocantes al Nuevo Mundo. Redactada en un estilo sencillo y llano, la historia presenta muchos puntos notables, como tendrá el lector ocasión de comprobar. En mi opinión, lo más notorio de la misma reside en su gran humanidad, una humanidad que se trasluce en todas y cada una de sus páginas. Magnífico conocedor del alma humana, el dominico reflejó con acertada psicología los más íntimos deseos, sensaciones y miedos que embargaron a los soldados cortesanos. Esta profundización anímica, verdaderamente magistral, compensa con creces los fallos cronológicos y los errores --bastante abundantes, todo hay que decirlo-- que aparecen en el relato. Ediciones La primera edición de la Relación breve se debió a Luis González Obregón, quien aprovechó la copia que don Francisco del Paso y Troncoso sacara del manuscrito escurialense en 18924. Este texto, mal transcrito y carente de las apostillas o notas marginales, fue modernizado por Alfonso Teja Zambre y publicado en 19375. El flamante revisor destrozó aún más la venerable crónica, porque no sólo conservó los fallos y omisiones de Obregón, sino que, además, atribuyó la autoría a Alonso de Aguilar, un soldado cortesiano sin ningún parentesco con el dominico.

La editorial Botas reimprimió la deficiente versión de Teja un año después6. La tercera edición adoleció de los mismos males, pues el autor de la misma se limitó a imprimir un trasunto de la edición pristina. En aras de la objetividad histórica, cabe añadir que Vargas Rea tuvo el acierto de encabezar la crónica con el título que le diera fray Francisco7. En 1954, Federico Gómez de Orozco dio a las prensas una nueva edición que reproducía a pie de página las apostillas del manuscrito original8. El volumen incluía dos apéndices: el primero reproducía el estudio del padre Mariano Gutiérrez sobre el manuscrito, y el segundo un pasaje de Agustín Dávila Padilla, cronista de la provincia dominicana de Santiago de México, sobre la vida del antiguo conquistador. Recientemente, Jorge Gurría Lacroix ha presentado una nueva y completa edición de la Relación breve de la conquista de la Nueva España, que incluye un detallado estudio introductorio, el texto íntegro del manuscrito, y un amplio conjunto de apéndices que recogen la reproducción fotostática del original, así como las introducciones y apéndices de las anteriores ediciones9. Respecto a ediciones en leguas extranjeras, sólo conozco la impresión norteamericana de 1963. El texto, que se tomó del publicado por Federico Gómez de Orozco, se acompañó con una nota introductoria de Patricia de Fuentes10. Criterio editorial Para la presente edición he cotejado la versión modernizada de 1977 con el manuscrito original, lo cual me ha permitido corregir algunos errores de nimia importancia paleográfica, pero históricamente importantes. Así, he trocado el término Malinche por Malinchi, pues, como bien saben los conocedores de la lengua mexicana, el primero es renombre y el segundo patronímico. Siguiendo el criterio general del presente volumen, he respetado la mayoría de los arcaísmos, destrabado las contracciones y completado las frases con palabras o sílabas entre corchetes. Para evitar malas interpretaciones añadiré que en la Octava jornada hay varios lapsus calami (fundamentalmente repetición de frases), cuya autoría debe atribuirse al pendolista dominico de Aguilar. Por lo que respecta a las voces nahua, las transcribo tal y como aparecen en la relación.

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