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QUIÉN FUE BERNAL DíAZ DEL CASTILLO Por supuesto que Bernal es la mejor fuente para saber acerca de Bernal. Otros pocos testimonios --al menos debidos a personas de reconocida autoridad-- ayudarán en ocasiones a poner las cosas en su punto. Se deben al ya mencionado oidor Alonso de Zorita (1511 -m. hacia 1590), a Diego Muñoz Camargo (n. hacia 1526), mestizo de Tlaxcala, interesado asimismo en antiguallas, y a fray Juan de Torquemada (1562-1624), autor también de amplia obra histórica. Dos de ellos conocieron a Bernal en Guatemala; el otro supo sólo de su crónica. Además de las breves referencias de éstos acerca del soldado cronista, existen dos cartas --redactadas a solicitud del interesado-- y suscritas nada menos que por Hernando Cortés y el virrey Antonio de Mendoza. En ambas se recomienda a Bernal ante el monarca y los de su Consejo de Indias en atención a los méritos que allí se enumeran. Aparte de esto, pueden exhibirse las declaraciones de cinco testigos, amigos de Bernal, en la probanza de méritos que él promovió; varias reales cédulas obtenidas también por él en que se le conceden mercedes y, finalmente, las actas y cartas del Cabildo de Guatemala en cuyas sesiones participó como uno de sus regidores6. Hasta que salió para el Nuevo Mundo Buenos recuerdos guardaba Bernal Díaz --más tarde él mismo se añadió el del Castillo-- del lugar donde había nacido: la muy noble e insigne y muy nombrada villa de Medina del Campo (CCV). En un capítulo menciona a su padre Francisco Díaz del Castillo (CCV), regidor de dicha villa, y en uno solo, recuerda el nombre de su madre, María Diez Rejón, su legítima mujer (man.

Guatemala, cap. I). Curiosamente, en tanto que Medina del Campo es mentada en numerosos pasajes de su Historia, en ningún lugar de la misma queda en claro en qué año vino Bernal al mundo. Es cierto que no una, sino varias veces alude a la edad que tenía en tal o cual episodio o haciendo referencia al momento en que escribe. También en su probanza de méritos y en las de otros en que actuó como testigo hizo declaración de su edad. Y, sin embargo, cual si números y fechas produjeran confusión a quien, por otra parte, gozaba de envidiable memoria, de sus alusiones y declaraciones no es fácil establecer el año buscado. Quienes han ahondado más en este asunto, Ramón Iglesia, Herbert E. Bolton y Carmelo Sáenz de Santa María, coinciden en afirmar que Bernal nació en 1495 ó 14967. De los años que pasó en Medina del Campo hay algunos recuerdos en su Historia. El que su padre haya sido regidor en ella lleva a inferir que la familia debió tener una buena posición. Bernal --aunque alardea muchas veces de no ser hombre de letras y estas mis palabras tan groseras y sin primor (XVIII)--, en modo alguno era persona ruda. Lleva esto a pensar que había recibido cierta forma de educación. A diferencia de muchos, sabía leer y escribir. Más tarde le atraerían los libros de los Amadises y también las historias de griegos y romanos y otras obras más, a las que alude con relativa frecuencia. En sus recuerdos de su villa natal sobresale el de sus ferias en las que ganados y otras muchas cosas se compraban y vendían.

Precisamente las menciona al hablar de la impresión que le causó contemplar el gran mercado de Tlatelolco, recién entrado con Cortés, por vez primera en noviembre de 1520, a la ciudad de México: De esta manera estaban cuantos géneros de mercaderías hay en toda la Nueva España, puestos por su concierto de la manera que hay en mi tierra, que es Medina del Campo, donde se hacen las ferias, que en cada calle están sus mercaderías, por sí; así estaban en esta gran plaza... (XCII). De los Reyes Católicos, que solían pasar algún tiempo en el castillo de la Mota, allá en Medina del Campo, recuerda Bernal que mis antepasados y mi padre y un mi hermano siempre fueron servidores de la corona real y de los reyes católicos, don Fernando y doña Isabel, de muy gloriosa memoria... (I). Por cierto que esta última habla muerto en ese castillo en 1504, cuando Bernal tenía ocho o nueve años. Otra alusión a Medina del Campo hace a propósito de una crítica enderezada a Francisco López de Gómara, el cronista que tanto habla ensalzado a Cortés. Poniendo en evidencia que Gómara desconocía la geografía mexicana, escribe: Dice otras cosas que no son así; porque claro está que, para ir desde Tepeaca a Guacachula, no había de volver atrás por Guaxocingo, que era ir como si estuviésemos ahora en Medina del Campo y, para ir a Salamanca, tomar el camino por Valladolid (CXXXIII). No sólo Bernal sino otros varios, de entre los soldados que acompañaron a Cortés, hablan nacido en Medina del Campo.

De ellos habla en diversos lugares: Cristóbal de Olea, el valiente que, al salvar a Cortés que estaba ya en manos de los aztecas, perdió su propia vida (CXLV); Francisco de Lugo, capitán que fue de entradas, hombre bien esforzado (CCV) y Francisco de Medina que se metió a fraile francisco y fue buen religioso (CCV). A estos tres añadió luego al capitán Cristóbal de Morante (CX), que vino en compañía de Pánfilo de Narváez, el enviado de Diego Velázquez, con el encargo de desposeer a Cortés del mando y llevarlo preso a Cuba. Tanto Morante como luego el capitán e hidalgo, también natural de Medina del Campo, Rodrigo Morejón de Lobera (CXXX11), se sumaron después a las huestes de Cortés. Cinco --y con Bernal seis-- de la misma noble villa, son prueba, al igual que otros muchos de origen castellano, levantino, gallego, portugués, vascuence y hasta genovés, que no todos los conquistadores eran extremeños y andaluces.

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