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Oración de Cortés en respuesta del requerimiento "Yo, señores, haría lo que rogáis y mandáis, si os cumpliese; pues no hay ninguno de vosotros, cuanto más todos juntos, por quien no ponga mi hacienda y vida si lo necesita, pues a ello me obligan cosas que, si no soy ingrato, jamás las olvidaré. Y no penséis que no haciendo esto que ahincadamente pedís disminuyo o desprecio vuestra autoridad, pues muy cierto es que con hacer al contrario la engrandezco y le doy mayor reputación; porque yéndonos se acabaría, y quedando, no sólo se conserva, sino que se acrecienta. ¿Qué nación de las que mandaron el mundo no fue vencida alguna vez? ¿Qué capitán, de los famosos hablo, se volvió a su casa porque perdiese una batalla o le echasen de algún lugar? Ninguno ciertamente; pues si no perseverara no saliera vencedor ni triunfara. El que se retira, huyendo parece que va, y todos le chiflan y persiguen; al que hace rostro, muestra ánimo y está quieto, todos le favorecen o temen. Si salimos de aquí pensarán estos amigos nuestros que lo hacemos de cobardes, y no querrán más nuestra amistad; y nuestros enemigos, que de miedosos; y así, no nos temerán, lo que sería harto menoscabo de nuestra estimación. ¿Hay alguno de nosotros que no tuviese por afrenta si le dijesen que huyó? Pues cuantos más somos tanto mayor vergüenza sería. Me maravillo de la grandeza de vuestro invencible corazón en batallar, pues soléis ser codiciosos de guerra cuando no la tenéis, y bulliciosos teniéndola; y ahora que se os ofrece, tal, y tan justa y tan loable, la rehusáis y teméis: cosa muy ajena de españoles y muy fuera de vuestra condición.

¿Por ventura la dejáis porque a ello os llama y convida quien mucho blasona del arnés y nunca se le viste? Nunca hasta aquí se vio en estas Indias y Nuevo Mundo que los españoles echasen atrás un pie por miedo, ni aun por hambre ni heridas que tuviesen, y ¿queréis que digan: "Cortés y los suyos se volvieron estando seguros, hartos y sin peligros"? Nunca Dios tal permita. Las guerras consisten mucho en la fama; pues ¿qué mayor que estar aquí, en Tlaxcallan, a despecho de vuestros enemigos, y publicando guerra contra ellos, y que no se atrevan a venir a enojaros? Por donde podéis conocer cómo estáis aquí más seguros y fuertes que fuera de aquí. Por el hecho de que en Tlaxcallan tenéis seguridad, fortaleza y honra; y además de esto, toda clase de medicinas necesarias y convenientes a vuestra cura y salud, y otros muchos regalos con que cada día vais mejorando, que callo, y que donde nacisteis no los tendríais tales. Yo llamaré a los de Coazacoalco y Almería, y así seremos muchos españoles; y aunque no viniesen, demasiados somos; que menos éramos cuando por esta tierra entramos y ningún amigo teníamos; y como bien sabéis, no pelea el número, sino el ánimo; no vencen los muchos, sino los valientes. Y yo he visto que uno de esta compañía ha desbaratado un ejército, como hizo Jonás, y muchos, que cada uno por sí ha vencido mil y diez mil indios, igual que David contra los filisteos. Caballos pronto me vendrán de las islas; armas y artillería en seguida traeremos de Veracruz, que hay demasiado y está cerca.

De las vituallas perded temor y cuidado, que yo os proveeré abundantísimamente, cuando más que siempre siguen ellas al vencedor y que señorea el campo, como haremos nosotros con los caballos. Por los de esta ciudad, salgo fiador de que os serán leales, buenos y perpetuos amigos, que así me lo prometen y juran. Y si otra cosa quisiesen, ¿cuándo mejor tiempo tendrán del que han tenido estos días, en que yacíamos dolientes en sus camas y propias casas, solos, mancos y, como decís, podridos? Los cuales, no solamente os ayudarán como amigos, sino que también os servirán como criados, que más quieren ser vuestros esclavos que súbditos de mexicanos: tanto odio les tienen, y a vosotros tanto amor. Y para que veáis ser esto, y todo lo que dicho tengo, así quiero probarlos y probaros contra los de Tepeacac, que mataron hace ya días doce españoles; y si nos fuese mal con esta ida, haré lo que pedís; y si bien, haréis lo que os ruego". Con esta plática y respuesta perdieron el antojo que tenían de irse de Tlaxcallan a Veracruz, y dijeron que harían cuanto mandase. La causa de ello debió de ser aquella esperanza que les dio para después de la guerra de Tepeacac; o mejor dicho, porque nunca el español dice a la guerra que no, pues lo tiene por deshonra y caso de menos valer.

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