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MEMORIAL 4 Con esperanza quedo, señor excelentísimo, que ante el acatamiento de V.E. mereceré perdón por aquestas mis licencias, así porque entiendo ser causa propia de V.E., como por mi sana voluntad, la cual verá reciba, ampare y favorezca como Príncipe de cristiano celo, en quien he conocido deseos que tienen vida y alma en esta demanda que trato por ser del servicio de Dios, y porque no tuvimos más luz que la que el Adelantado dió, que salió ir cierta, y por el tiempo me haber dado lugar en Cartagena donde estoy detenido esperando ocasión de embarcarme para seguir mi viaje a la Corte, a donde de V.E. soy mandado, hice aqueste discurso y lo envío para que V.E. se sirva mandarlo leer y bien guardar para cuando el tiempo venga; que yo entiendo no será el trabajo que yo he tomado en vano, pues aquella parte del sur, por mí o por otros, a de venir a ser descubierta. A V.E. suplico lo reciba a él y a los demás papeles que con él van que no son de menos importancia en aquella merced que siempre yo y mis cosas babemos sido recibidos y tratados de V.E. Porque mi causa, de mi parte sea del todo justificada y sean más bien recibidos mis deseos y a donde con ellos llevo mi derecharota (sic); y pues ya me ha cabido esta suerte de que todo suy cuidado della, pues della estoy tan prendado sin me poder escusar que de aquesta verdad es bien desengaño mi determinación. Juntamente con aquesta declaración y porque si yo faltare, que puedo faltar, no falte aquesta senda por haberla yo ayudado abrir, visto y andado aquella navegación, mirando y considerando los peligros, dificultades y trabajos della y los frutos tan palpables que se pueden conseguir destos avisos.

Y como qui, por alta de otros tales hubo el desconcierto y deste la perdición que tuvimos en mía jornada; y por evitar otros mayores y menores daños, deseando que paren aquí y que los que nos sucedieron tengan mejor acertamiento y suceso que nosotros tuvimos. ¿Por qué mi principal intento no es otro sino que vengan a ser de Dios y Su Majestad, servidos, aprovechados los perdidos de aquellas partes, y destas, pues son tantos acá y allá, y cuanto no fuere por mí como desmerecedor de bien y merced tan alta sea por otros que mejor lo merezcan, que no yo. He querido decir aquí en todo cuanto he parado que pueda ser de utilidad, aunque sea arriscando mi derecho, y contra la opinión de mis amigos que me han dicho, y aún reñido, guardase para mí y no hiciese público lo que he especulado y trabajado con tanto costa mía, diciéndome por obligar ser antigua costumbre en muchas dejar para sí menores cosas, porque no sepan queriendo hacellas ellos, o que no las hagan otros, y como yo sigo otro camino, he puesto los ojos en cuantos se mueren, y con ellos lo que pudiera tener vida; y por evitar la sospecha que de mí en este caso podía haber, como yo la tengo de otros, y tan bien porque no puedan decir quién pagará los daños de tantas almas cuántas sí pudieran estar en el cielo, cuántas en el camino del y cuántas se han perdido y perderán de aquí hasta que se vuelvan a des cubrir aquellas tierras, que ya estuvieran descubiertas y pobladas y al servicio del Rey y avasalladas.

Y pues Dios ha sido servido de darme aqueste conocimiento, pareciome muy justa que yo le pague terciando, mediando y pasando días y noches de claro en claro, sin descansar en tierra ni por la mar cuando navego, por sólo manifestar lo poco que desto he podido alcanzar, y descangándome por este camino del cargo que yo a mí mesmo me hiciera sino tratara de aqueste bien... escusando el propio mío. Yo quisiera tener otro estado, otro hábito y profesión, o saber lo que Santo Tomás supo, para más bien poder decir, lo que desta causa siento. Pero ya podría ser que algún día hubiese quien se doliese della, y también de mí, y tomando la mano en el espíritu debido supliese mis faltas y diese sus razones ciertas, pues será defendiendo y favoreciendo la mejor demanda de caso semejante que en el presente tiempo hay, ni ha habido, pues es claro y se ve por la demostración, estar mucho más, y promete ser mejor por descubrir que descubierto, a donde conforme lo visto y tratado tantos bienes se pueden adquirir, cuantas veces se me vino a la memoria que al Adelantado Alvaro de Mendaña se le gastaron 28 años que había descubierto aquellas islas y solicitado la jornada dellas, y que por remate de sus... todas no ganó, ni hizo nada de sustancia, sino su muerte, y con él las tres cuartas partes de la gente que llevaba, y los que con vida quedaron perdidos y descarriados; y que por ventura se podrían pasar otros tantos, y más años, primero que haya otro que la ponga en el punto que ya estubo puesta, y como quizás por no haberse tomado otro tanto trabajo para dar noticia con tanta claridad como yo voy dando, se quedan aquellas islas de Salomón tan escuras como de antes se estaban, pues ya no se sabe su lugar por no haberse dado en ellas.

Y antes que adelante, pase porque realmente entiendo que todo esto tiene misterios y que el verdadero acertar está en llevar el ojo en el blanco de la salvación de aquellos arrinconados y tan alejados naturales no dejare de decir por modo de aviso para que con inorancia o malicia porque tiene su pago, y no den tantas otras ocasiones como dimos (es bien que sepan que una nación de tanto bien causa en el mundo, no haga cosas que mal suenen, ocasión de que todas las otras naciones murmuren, escriban y aféen más obras como lo hacen, porque las buenas con ser tantas no las dicen, sino las malas, y es bien que entiendan que estando hecho en paz y en amor, este tan grande servicio a Dios está conseguido y seguro el destino y el bien de sus vasallos; y éste es mi tema y lo será. Por tanto, como quien tiene alguna experiencia, clamo y clamaré hasta que Dios permita que sea oído. En qué rey de buena razón y de cristiana pudicia cabe que yéndose a hacer la conquista del cielo se haga derechamente la del infierno, matando, robando y destrozando los indios que están en sus tierras, quemándole y abrasándole sus casas y pueblos, destruyéndoles y disipándoles sus haciendas sin ninguna necesidad, causa o justicia, y haciéndoles otras mil insolencias acá y allá y por el camino. Si un desalmado puesto en ocasión considerase que hizo Dios el cielo y la tierra, y no para sólo él, y la facilidad conque entrega un alma de un ignorante que no sabe lo que gana ni lo que pierde en las manos de satanás, la sepulta en un eterno infierno, la priva de la vista y gloria de Dios que la crió y redimió como la suya, y que se pudiera haber trocado la suerte y ser el indio, y el indio ser él.

Y que pues Dios le hizo cristiano, y al indio hizo gentil, las obligaciones que le quedan del ser cristiano y demiran con caridad por el gentil, y dejar las bárbaras obras para los bárbaros infieles y sin ley, y para los brutos feroces perros que les echan como si fueran silvestres gavibres (sic) o montesas cabras, porque yo ni lo entiendo ni lo hiciera desta manera. Digo que no es posible sino que pesando cuanto pesa y mirando lo que mal miramos se le quitará la gana de hacer una tal maldad y gran desatino, y si lo hiciere, que no quede tan ufano alabándose de una obra, o por mejor decir, frenesí endemoniado, como acaba de hacer matar a uno o mandar matar a muchos de aquellos miserables, y mostrar luego holgarse dello y alabarse de que caiga del arcabuzazo uno y dos, mostrando la boca de risa y el gusto de verlos palpitar, y inspirando a amar quien tanto mal hace. No quiere ir, y pues por malas obras no hay gloria, no es justo se gloríe dellas quien las hace, y lo es que lo entiendan que aunque se disculpan menores con mayores, y mandadores con soldados, que no lo son ni valerosos, ni los capines (sic) lo son para matar, ni mandar matar a desnudos indios con arcabuz, y lo son los que sin matar los reducen y traen a paz. Y luego pasadas tan buenas obras, la paga que quieren es a dónde está el oro, a dónde la plata, o las perlas que las puede Dios hacer de peñas para que sus amigos las gocen, y de perlas, plata y oro puede si quiere hacer piedras que se vuelvan contra sus enemigos, y por tales tengo yo a los que tales obras hacen, cuanto y más que riquezas que se deseaban no habían destar colgadas en los árboles esperando que las fuesen a coger, que las entrañas de la tierra y el mar las tienen en sí; ni de su principio en este nuevo Mundo no se desembarcaron los españoles en ciudades fundadas, ni en la plaza ingenios de Potosí que paciencia y con las manos lo hicieron todo, ni en las minas de Caravaya, Caragoza y Veragua, que buscándolas se hallaron, ni todo el bien deseado podía estar cifrado en una isla; bastaba que fuera escalón tan bueno y fértil que es todo cuanto buscan los que salen a conquistar para buscar lo demás que se pretende después hallar.

Oro, plata y perlas en aquellas islas yo no puedo decir que las he visto; tampoco puedo decir que no las vi porque nunca se buscaron, pero digo que la tierra, el temple y partes viene como las demás tierras, a donde se crian y hallan perlas, oro y otras riquezas, y que también las cubija el cielo, y por ellas cada día pasó el sol, luna y estrellas, y que no están más lejos las constelaciones y celestes influencias dellas que las partes del Perú, y en razón parece que la misma potencia ha de tener para criar en una que en otra parte; y todas están en una zona y paralelos y a todos crió Dios, unas y otras, y si me dieron que en los naturales no se vieron muestras de plata y oro, como en otras partes se hallaron ya sacado de rastro por la declaración de Miguelillo cuan poco estiman las perlas. También podría ser no conocer los metales, o no saberlos fundir, o no los estimar, y cuando en aquellas islas no los hubiera, otras y otras tierras se podrían descubrir que las tuviesen, y otras cosas de valor que cuando las Indias se descubrieron, tampoco se hallaron en la deseada Dominica, Matalino y otras islas todas vecinas que fueron primeras, y en la sola Española y Cuba no se ha hallado oro (y en otras partes, oro, plata y perlas y esmeraldas en tanta cantidad como se sabe). Avergonzado quedo de lo que acabo de decir, por no ser éste el precio conque se había de cobrar un servicio de Dios tan grande como lo es darle a conocer a quien no le conoce (pero aprovechome de todo aquello que yo entiendo puede causar amor desta mi causa; y aviso para que no suceda lo que a muchos cuando perdida la paciencia lloran por ella).

También digo que yo no hallo que jamás en descubrimientos semejantes surgiesen descubridores en puerto donde tanto sustento a la mano, y en tan poco espacio se hallase, y tanto bueno prometiese de lo demás sin metales, y estos lo podría haber si los buscaran o dejaran buscar a quien quiera, pero que digo que se nos cegó el entendimiento y no hubo quien lo tuviese, y cerradas del todo las puertas de la razón, como llevamos los ojos puestos en los tesoros de la tierra, y luego sin más y tropezamos todos sin sabernos levantar, ni había quien diese la mano a los demás. Y si bien se quiere mirar, parece que por míos deméritos no quiso Dios que fuésemos los pobladores de aquellas tierras hasta que vayan otros que caminando vía reta no se muestran tan amigos de las cosas della. Yo fiador que si todos nuestros conquistadores fueran descalzos religiosos, o estuvieran tan desengañados de la brevedad y poca seguridad de las cosas de esta vida, y tan contentos con su pobre estrechez que nunca los intereses le fueran impedimento para lo que habían de hacer, ni todo le pareciera poco cuanto hallaron y cuanto vieron y que excusasen las imposibilidades, y amasen las dificultades que pusieron, y mirasen mejor lo que hacían, y acertasen mejor en lo que intentaron; o vinieron de Castilla hechos a la pobreza, faltas y angosturas della, pues quien no tiene no tiene, y sin dinero no le dan lo necesario; o no estuvieran a ver las riquezas, vicios y larguezas de las Indias que nunca desdeñaran, pues no dejaron ni llevaron lo mucho que tan barato podían gozar.

O entendieron que cuando se pobló el Perú, primero que tuvieren los hombres (fueron) mujeres, caballos, ganado, plantas y lo demás de España, que si se tiene se pasaron largos años y que allí de una vez se podía llevar como llevaron todo lo que al Perú vino en muchos y con lo de su tierra, junto gozarlo todo. O tuvieron en memoria que todas las cosas del Perú tienen su dueño y que para ellos era viña vendimiada de cuyo rebusco se habían de sustentar forzosamente, y cuán desacomodados en él se habían visto, y cuántos y cuán sobrados hombres y mujeres que con ellos y con las miserias que dejaron corrían parejas, y tantos tan deseosos y determinados estaban de con la primera nueva seguir sus pasos y trocar por lo que ellos trocaron lo trocado. O si se acordaron que todas las poblaciones han tenido su principio y que los primeros son los señores, y que después la duradera orden buscaron intereses y proveedor, que es lo que más suele gustar. O si miraron que los primeros y debidos frutos de semejantes cosas son los servicios de Dios y del Rey, con muchas faltas de lo que se desea y sobras de lo que no se querría, y que en las cosas por empezar no se descansa luego. Y finalmente si tuvieron los ánimos determinados que tienen los que quieren merecer ante Dios y ante su Rey, o pusieran los ojos en aquellos dos versos que dicen: Si como catorce somos, dos faltamos, los doce de la fama nos llamaron. Si para esto dijeron que los indios saltean, flechan y matan, yo digo que si pican a un hombre, que no es mucho que salte, y que un oso, un toro y todas las fieras con el uso del cazar, hombre se sujeta al prudente hombre, y que si a un domado y buen caballo apuran mucho despuela, que no dará paso adelante, más antes los dará atrás, y sus otras diligencias por liberarse; y también digo que conforme la intención del hombre, así la sucede al hombre que de todo pudiera decir, más que digo porque lo he visto y notado, cuanto y más que ni ellos se ponen a tiro ni se tienen por seguros del arcabuz en parte alguna, ni el ejercicio de la milicia los tiene pláticos, diestros ni cautelosos como a otros, ni yo los vide rigurosos, bravos ni arrogantes, sino muy humildes y domésticos, después que corrieron de las primeras ocasiones, lo poco que ganaron en ellas, y siempre fueron liberales y dadivosos, y sobre todo muy cumplidores de sus palabras.

Y si los llevaren por miedos o por temores de las juntas, ademanes y alaridos de los indios, esto póngase aparte que no parece bien en buen homenaje. Y cuando este tiempo viniese, espérese a que den ellos la ocasión del todo, y si no la dieron mejor es que no la den, y no sin ella se le dé una parte, y ya que sea fuerza grande, necesidad, requeriendo con la paz, y justificar bien la causa y sin muerte, hacer el menor daño que ser pueda, y que podría ser del todo se excusase, si ubiese ánimo, maña y reportación, y así pocos soldados bien regidos, aguerridos y disciplinados bastan y sobran para todos aquellos bestiales que no tienen más de pies para huir, y boca para gritar, y pues esto es así, los arneses, armas y mosquetes que se llenan, que han de servir más que para espantar y defenderse de aquellos potros por domar, que no saben el bien que las van a hacer, y de una buena compañía seguir; y traigo para ejemplo que fiando de la fortaleza y saber de Dios y no de las armas y ciencia propia, que el como verdadero navegante y sabio conquistador humillara y pacificara los hombres, y mostrara a sus españoles el mundo todo con sus mares, y los ayudara como siempre ha hecho a todos, que parece los tiene de su divina mano guardados para volver por su causa y para con ellos servirse, tanto cuanto en tantas partes escrivido y es notorio y bien se ve con ambos ojos, porque quien había de entender que por tan oscuros mares un tan osado Magallán había de mostrar como mostró todas las partes que hoy se saben del oriente, ni que un constante Colón jamás mostrase estas tan largas tierras que tan dudadas fueron en todos tiempos, o que un determinado Magallanes hallase un estrecho que halló y por las partes del poniente las Malucas y Filipinas, que topó por ventura, el brazo del valiente Pacheco con sus pocos españoles fue el que bastó a poner freno en el bárbaro y poderoso rey malabar, y sustentar como sustentó el amigo rey de Cochín tiempos largos; o a dicha fueran bastantes del temoroso Pizarro setenta y dos hombres para prender como prendió a un Inga Atahualpa y Tavaliva (sic) rey del Perú tan poderoso, y hacer huir como huyeron todas sus gentes, que se sabe hoy por cosa cierta cubrían los campos de Cajamalca; o fueron desertando Cortés los copiosos y maquinosos ejércitos con que se aventuró, como lo hizo atravesar la tierra toda mexicana contra la voluntad de sus thinientes, haciendo rostro y dando guerra a tan grandes multitudes de combatientes como tenía, y llegó a tanto que aprisionó a Motezuma su propio rey y conquistó sus tierras todas y no fue más que un hombre, pero hombre que en la conquista, pacificación y población de la Nueva España, plantó muy bien cuanto quiso, pues de ninguna otra como yo lo he visto los naturales hoy permanecen en tan entera cristiandad y humana policía como ellos; clara muestra de los honrados deseos de su descubridor, fueron bien enderezados al amor de Dios y al bien del prójimo, y así en pago de sus buenas obras con milagros muy notorios que los mismos indios tienen pintados a las puertas de Santiago, en México, parroquia cuya fue de Dios favorecido, guardado y amparado hasta su fin, como se sabe.

Y estos pasos que fueron suaves, capaces y acertados más que otros de las Indias, habían de seguir con grande envidia los demás conquistadores, y no contentarse, pues como allá dicen, no es hombre el que en ocasión no hace más que otro hombre, y huir de otros crueles e inhumanos porque no les acaezca lo que a un grande matador de indios de Papohian que a vista de todo su pueblo entraron dos alanos en su casa y lo mataron y despedazaron sin poder ser socorrido ni remediado. Y también porque son hombres y conocen lo bueno y lo malo y la fealdad de muchas obras no los obligue a que digan lo que dijeron los naturales de las Filipinas, a quien los oficiales, como uno me lo contó a mí, por la cudicia cortaba cabezas, orejas, pies y manos por quitar el oro que en estas partes traían; y diciéndole yo por qué hacían cosa tan mala, me dijo que por no perderlo; preguntele qué hacían de aquel oro bañado en la sangre de sus propios dueños, dijo que lo limpiaba y lo metía en la faltriquera. Y por estas y otras insolencias que les hicieron llegaron aquellos indios a decir en cierta ocasión que no querían ir al cielo, si en el cielo había soldados. Y aunque hay otras que yo bien sé, por sólo esta razón confieso a V.E. una verdad que si yo entendiera que el descubrimiento que pretendo hacer había después de ser pacificado o, por mejor decir, salteado con semejantes crueldades, sangres e injusticias, que nunca yo tal intentara, porque lo tuviera por una muy pesada carga a mi conciencia, y la seguridad della estímola yo como quien sabe cuánto importa para la salvación de mi ánima.

Pero mi fiel confianza que tengo puesta en Dios y en el buen favor de V.E. me asegura que siendo para esta ocasión necesario se buscarán personas que sean roca y peñas fuertes sobre que se edifique esta fábrica tan digna de duración, y que muestren también celo y tan grande como lo tuvo un descalzo religioso de la orden de San Francisco que el año de 96, haciendo viaje dos naos de la Nueva España a Filipinas, estando yo en ellas, un día que reconocieron las islas de los Ladrones, salieron dellas como es costumbre, en sus embarcaciones, muchos de aquellos indios en rescate del hierro con cosas del, y ese piadoso fraile, saliéndose de ver tal perdición de almas con deseo de su salvación, puso este negocio en plática a su mayor y a lo mejor que pudo aseguró la obediencia y tomando un breviario, una cruz y su rosario, sin que fuese sentido se abajó a una embarcación de los indios, donde recibido se fueron luego con él y sacándole la capilla se la pusieron ellos, besándole en el rostro y él dioles a besar su cruz, mostrándose a todo regocijados y muy contentos, sintiendo bien el mucho que podían recibir por la prenda que en su compañía llevaban, y visto por dos soldados, entendiendo remediarlo, se echaron ambos a nado y fueron recogidos de otros indios y todos tres fueron llevados a diferentes dueños; y el siguiente año de 97, pasando otras dos naos saliendo el propio viaje, vinieron los indios a ellas y trajeron al religioso y a los dos soldados y contaron como estuvieron todo aquel año servidos y amados con amor y lealtad, y como los indios vieron que se entraron en una nao y se quedavan, asieron al fraile y llorando no lo querían soltar, el cual los halagó y por asegurarles les dilo que a tres lunas volvería, porque su intención era ir como fue a Manila, pedir religiosos para con ellos volver a hacer aquella conversión en cuya demanda quedaba.

Y pues esto es verdad, y que pasó ayer, también puedo con verdades decir que he visto y tratado en sus conventos a otros religiosos de aquesta y otras órdenes donde parece que los tiene Dios depositados, y ellos están a largos ojos y con grandes deseos de gastar y acabar las vidas empleadas en la conversión de infieles, eligiendo ésta por la suerte más dichosa que les podía venir: enviar amas al cielo y sacrificarse a Dios, y que por no tener la ocasión no muestran lo que aqueste religioso mostró con tan fina voluntad como él. Y también podía yo asegurar que los indios no hacen mal y hacen bien a quien no les hace mal, y también con razón podría decir que los injustos daños que se les hacen, que los toma Dios muy al cargo suyo y los castiga con las veras que todos fuimos castigados. Digo esto porque con cuidado noté que ninguno no la hizo en una jornada que no lo pagase con los setenas y esto es de manera que palpablemente veíamos, el uno por esto y el otro por esotro, suceder muertes desastradas y rigurosas, y para confirmación de lo que digo, digo que si no fue uno, y esto al cabo acabó mal a manos de otros indios, todos los soldados que de la isla escaparon, que fueron de los que con más cuidado procuraron desamparar aquella tierra, y que más daño hicieron en ella, no llegaron a la tierra donde tanto deseaban ir; y asimismo les cupo su mala suerte a los que iban en la fragata, pues todos perecieron con gran miseria. Y pues claramente sea visto que nuestra ida en aquellas partes sólo de dos graves daños ha servido, el uno hecho a los indios, y el otro a nosotros mismos, y que es de sabios escarmentar en cabeza ajena, y que es justo que los males tengan remedio y quiero confesar esta verdad porque sirva con los demás avisos dados que cuando fui a la jornada, que no fue todo de Dios lo que me llevó a ella, que mis vanidades y vanaglorias tuve, y así saqué dellas el fruto que sacaron los demás, y sólo he ganado el conocimiento de cuan necia pérdida ha sido ésta, pudiendo ser discreta y aprovechada ganancia.

Y pues fue tan clara esta verdad: lo que conviene es encaminar desnudamente todas las obras a Dios. Aconsejo que no se pierda nada de lo que se gasta y trabaja en aquesta sementera que tanto cuesta de sembrar. Y pues este es negocio para que era menester otro celo y otro caudal que no el que yo tengo, todo lo que dejó aquel inmenso Dios que lo está mirando de su trono altísimo; y puesto que cuanto quiere cuan humildemente puedo yo, que no puedo nada, le suplico que sirva de poner en el corazón de Su Majestad Católica, a cuyos pies espero de verme con aquesta mi demanda, la tome a su cargo y cuenta como a quien derecho le toca, y con su mano poderosa que excuse males y daños que es lo que hice y permanece, se acuerde della como los demás sus semejantes que sustenta y a mi intención de prueba y me gobierne para que yo atine con el seguro y verdadero camino que se ha de ir para bien rematar esta su causa con los frutos que della yo deseo sacar en su servicio santo, y me vuelva a presencia de V.E. a donde he hallado y espero hallar lo que busco para que del todo mi deseo sea consumado y V.E. eternizado acá en el siglo, y allá en el otro pagado; y quiero tratar lo que toca al descubrimiento que pretendo pues tengo nombre de piloto. Digo así que la primera ante todas cosas es un navío fuerte que soporte cien toneles, o más o menos, con su barca; que sea navío capaz y que pueda llevar en sí cumplidamente cuanto es menester, así para la gente que con él fuere, como para los demás pertrechos menesterosos para su aviamiento.

Y este tal se entiende que ha de ser tan bien aparejado y de todo despachado como es menester en cosa tan dudosa y a donde tan poco socorro puede haber, en especial de áncoras y de amarras, pues sin ellas no hay navío que esté seguro. Digo pequeño por ser manero y fácil de virar y poner en camino con presteza, y pequeño por estar menos sujeto a peligros de tocar, por demandar menos agua, y también porque por cosas que se pueden ofrecer, cinco o seis hombres lo puedan manejar, llevar y traer a puerto de salvación, y esto todo es muy trabajoso y dificultoso en un grande bajel para caso semejante. Y juntamente una lancha y ésta ha de ser en piezas por armar, para con ella entrar y salir en puertos, sondar y reconocer, y a vela y remo seguir las embarcaciones de los indios y hacer aguada, leña y otras cosas necesarias para el navío; seis versos y uno para la lancha; arcabuces tantos cuantos hombres fueren en él o poco menos, con algunas rodelas grandes y escopiles (sic) algodón o armas de cuero. Dos o tres lebreles con sus colores armados, porque rastrean y descubren y porque con su vista los indios tienen temor y así no se atreven a dar ocasiones y no las dando están más seguros de que no se les haga mal ni daño. Dos religiosos de buen espíritu y fueren dotos mejor, de la orden que bien pareciera, porque demás de la forzosa necesidad, su buen ejemplo será parte para que todos tiemplen la vida, y serán también verdaderos protectores y defensores de los naturales y freno para excusar los daños que alcanzasen a ver.

Dos pilotos prudentes y sujetos a la razón, que es la mayor ciencia; el uno acompañado del otro, porque si faltare uno no se quede sin otro el navío que lo pueda mandar y gobernar, y el contramaestre tal que a falta pueda suplir lo que conviene. Uno o dos cirujanos que sean también barberos por ser de mucha necesidad en las ocasiones de salud con algunos medicamentos y otras cosas necesarias que ya se saben que son menester, no olvidando el bálsamo y aceite de coco. Cuarenta hombres todos marineros; digo hombres a quien los regalos hagan mal y hallen gusto en los trabajos, y no mozos sin experiencia; y delos cuatro artilleros, dos calafetes, dos carpinteros, dos buzos y dos clarines; gente toda de provecho que no ocupen e gasten los bastimentos en vano. Digo todos marineros y sin soldados por excusar gente que se arrepienta de haber dejado la tierra y de verse en golfo; y por no cansar digo marineros porque sólo ellos son menester en descubrimientos, sin soldados, porque se conservan mejor en paz, pues es muy sabido cuán mal se lleva gente de mar con la de tierra. A los marineros no les espanta la mar ni sus peligros, ni pierden la esperanza de salir della; no se enfadan ni se acuerdan de las cosas de la tierra con tanta facilidad, saben acudir a las obras de la mar acertada y brevemente y están hechos a los trabajos y molestias della, y así son menos sujetos a enfermedades y a achaques que suelen ofrecer; saben matar la hambre y lo demás que acaece sin quejas y en una desgracia danse buena maña al remedio della.

Y digo que descubrimientos son para marineros, y para los soldados la conquista a su tiempo, y así se da lugar a cada cosa. Cuatro harineros con todo el servicio de cobre y hierro por su duración, y cuatro pajes para que los ayuden y sirvan la nao, pues con ellos estarán los marineros descuidados de las cosas del fogón, tan necesarias porque les ocupa mucho y aflije más y estarán siempre libres, prestos y desembarazados para acudir a todo cuanto se les mandare. Y esta es orden y conque se gastará mucho menos bastimento. Y más allegado a paz, pues por ello se ven tantas averiguaciones y rencillas, y llegado a razón, pues cincuenta hombres han menester cincuenta asadores y otras tantas ollas, y lo demás, y por no tener en qué, o por no lavarlo o guisarlo lo dejan de comer y se pierde, y lo siente la salud y fuerzas de cada uno, que es lo que se desea no falte. Y también algunos sombreros y monteras de colores, y chapeos de todos colores y suertes, y cosas de cristal, plumajes, cuchillos y tijeras, cascabeles, peines, espejos y otras cosas a este modo, para con ellas rescatar con los indios las suyas y encajarles en lances por cosas que se ofrecen, por la afición que a todo esto muestran; las tengo por buenas medianeras para acabar cosas con ellos a falta de lengua. Y también de todo género de semillas y legumbres más provechosas para dar a los indios, sembrárselas o enseñárselas sembrar, para que queden gozando de las dulzuras de más cosas y con ellas nos cobren afición, y también porque si hallan estas cosas con las suyas para más sustento y más propio de la gente que allá volviere.

Y digo que el que fuese por caudillo para un tal descubrimiento, se le conozca una tan buena inclinación y sea de tantos dotes buenos adornado, que ya de acá se esté viendo la concertada orden que ha de tener en su viaje, y que maña se ha de dar en el descubrimiento de las nuevas voluntades que cada día ha de ver en los que a su cargo llevare, por no ser ésta la menor de las dificultades que en el tiempo de su viaje se le han de ofrecer, pues ya lleva la guerra en casa, porque después que los hombres allá se ven en engolfados, muestran y dicen cosas lastimosas y no les faltan peligros; y para esto y para todo lo demás que ha de haber es importante que así como hay capitanes de valor para la guerra, así los haya en aquestas ocasiones de duros trabajos, de los cuales con paciencia es necesario llevarlos adelante y usar de artificio, con el cual las más veces se acaba lo que no hará la mala condición usando della, y de otras mil cosas que todas son menester y son forzosas para conservarse todos para lo cual yo entiendo que en dos cosas estaba la seguridad de su demanda, que son, muy grande temor de Dios y ningún temor de los hombres, quiero decir de los indios, ni a los de su compañía por éste deben saber crueldades o desatinos, que todo lo desbaratan, pensando librarse de lo que quizás o no fue o adelante pasara sino faltara el ánimo y no sobrare miedo, y juntamente un trato humano, cuerdo y aparejado, y huir a rienda suelta a la cudicia y avaricia el que tuviere, por ser dos cosas que su fruto es infernal y donosísimo (sic); aviso que siendo menester salir en tierra se procure sea plaza o el mejor puesto que ser pueda, y los rodeleros delante, arcabuceros prestos y recatándose siempre de emboscadas o detrás de troncos, peñas, que en el suelo suelen estar los indios, aunque sea raso, suelen estar cubiertos de yerba.

Aviso que en el navío no deben entrar a tantos indios que se puedan alzarse con él, y que si es posible fuere antes de salir a tierra se queden caciques o personas de suerte por prendas, y lo mismo en tierra cuando ellos vienen a conversación, y que no se deben guiar dellos ni se fíen en ninguna ocasión que sea, ni hagan poca cuenta dellos que son maniprestos y corren mucho, y cuando ven la suya conócenla bien. Aviso que jamás se mezclen con muchos indios ni los dejen juntar consigo, por el peligro a que se ponen, pues cuatro o más dellos, todos a un tiempo a señal que usan, pueden abrazarse con uno nuestro y hacer su hecho; y siempre puestos aparte, prestas las armas y los ojos en el enemigo y asegurar las espaldas con cuidado y no dejarse cercar m volver el rostro jamás, sino todos en un cuerpo, las rodelas siempre delante, y si se hubieren de embarcar en su presencia por ser necesario así, adviértase que la mitad harán guardia a la otra mitad; desta manera, los que no se embarcan, las armas en las manos, velando los enemigos, y los embarcados harán lo propio a los que se embarcan después, porque si van todos de tropel corren peligro. Y también se avisa, jamás se ceben en casa que los indios den comida, o lo que fuere, ni alarguen las armas, ni les prendan indio suyo en parte que hubieren de asistir algunos días, ni les corten árbol frutal, ni quemarles casa ni canoas, por ser todo cuanto está dicho, lo más seguro y más sano. Y finalmente, amarlos y mirar por ellos como hijos y guardar dellos como de enemigos.

Para que el navío pueda del todo ir más a provecho y aderezado, y también porque en aquellas partes no hay brea importante para brear el navío, diré, por lo que se puede ofrecer, el orden que vide y escribí luego en Manila que los chinos tuvieron en hacer la Galapala y ponerla a nuestro galeón S. Gerónimo, que de tanto descanso nos fue, pues todo aquel viaje que para la Nueva España hicimos, no fue menester más de recorrer la banda por venir algo trabajada; la cual dura mucho pues he visto en el puerto de Acapulco estar un navío surto cinco años sin darla (en blanco) por tener la Galapala. Y también he visto dar carrera a otro que la tenía de seis años puesta, y cuando la iban recogiendo quilla y costuras, hallar la estopa dellas tan enjuta como cuando se le puso, y salir por ellas azogue que la nao había cargado muchas veces, y estar detenido sin poder salir, con ser el azogue tan sutil como se sabe. Y también ponerse a segura a los navíos así de que no hagan agua ni se pudra la madera de carcoma. Y por el provecho común que yo entiendo ser este el perfecto orden, por ser los chinos su autor, primeramente, tomar cal que no haya sido mojada y estala poner al sol para que más se seque, muy bien molida y estando bien seca la ciernen por un cedazo bien delgado y estando cernida la echan en un mortero, hecha de la manera uno, o número dos que es un palo largo cavado un palmo de hondo, aunque sea más o menos ancho por arriba y angosto por abajo, que viene a ser a modo de una canoa, y esto es para que muchos hombres puedan obrar juntos, y para uno o dos puede el palo servir eceto (sic) ser del largo y tamaño que se quisiere.

Y estando la cal dentro, luego, cuatro, diez o veinte hombres con unas manos que son unos espeques de leño más pesado que hallaren, más gruesos abajo que arriba, y del altor de un hombre, de modo que venga a ser lo que es una mano de pistar arroz o maíz; su forma es número tres, y cada hombre con una dellas en las manos van cebando la cal con aceite de olivos o de cocos, y de lobos marinos, de ballenas y todo pescado, o de otro cualquier como sea aceite. Lo van amasando y moliendo con los espeques, y con el aceite cebando cuando se va secando; darle tantas manos y amasarlo tanto hasta hacer un unguento no ralo ni muy blando, que aqueste es el punto que se le da y adviértase que por muy amasado no pierde, y estando que contente lo sacan y ponen en parte limpia y ceban nueva cal y aceite y guardando el orden dicho hacen cuanta galagala quieren. (Aviso que estando hecha se ha de poner en el navío; que no pase de aquel día, porque si no se pone dura y no se puede obrar con ella; pero cuando tal se pone, su remedio es que la vuelven al mortero y cebándola con aceite la vuelven a mojar y benefician hasta que le restituyen en su punto, de modo que sean de haber con la galagala como con la harina y con el agua que no tiene otro punto más del que le da quien amasa para hacer pan). Seranguste El seranguste es esta misma galagala acabada de hacer, en la cual, sobre una tabla, uno o dos hombres con masitas de hierro que vengan a tener de circunferencia poco más de un real de a ocho.

Su forma es número tres. La van amasando y dándole muchas vueltas y echando la estopa de Castilla muy bien picada. La van batiendo y si fuere secana, échenle muy poquito aceite. La vienen a poner tan ligada y amasada que contente, y ha de quedar un poco más dura que la galagala, pero no dura tanto y cuando tal se parece, su remedio es como el de la galagala, volviéndolo a cebar con el aceite y a amasar con su masita, y hase de tener por aviso principal que no se haga seranguste y galagala, sino para cuando luego sea menester gastarse. Estando hechos los dos ha de estar de costado el navío y partes a donde se ha de poner, picados con hachetas, haciéndole mordeduras para que tenga a donde asirse y pegar mejor la galagala, y las costuras muy bien calafeteadas con estopa de cáñamo de Maguey o de pitas o de cocos, bien mojada y beneficiada, y esta tienen por mejor por ser a putrificación menos sujeta, y si se moja, hínchase y aprieta mucho y asegura mejor. Pero entiéndase que cualquiera es buena, y también ha de estar la parte a donde la galagala se ha de poner muy enjuta, y estando todo preparado en el dicho modo tomar un hierbecito engastado en la punta de un palo de la forma número cuatro, y sientan por encima de la estopa y calafeaturas (sic), costuras y agujeros, que el navío tuviese una capa de la galagala simple de poco cuerpo, y estando muy bien sentada se pone luego otra capa del seranguste encima de la galagala, y esto con mucho cuidado, bien sentada y pegada a todas partes, de modo que no queden vacíos, y encima de las dos capas otra de la galagala simple, de manera que el seranguste quede entre dos capas de galagala.

Y luego yo digo que el navío ha de estar picado y enjuto, y después, uno o dos hombres a manos llenas van dando la galagala en el costado del navío y barrando (sic) y tendiéndola con ellas lo más que pueden; y va tras ellos otro hombre sentándola cuanto posible le fuere, como hace el albañil a la cal en las paredes,. con una zapatilla de suela hecha de la forma número cinco, la cual por el agujero que tiene la ponen en el dicho pulgar en la mano derecha, que se asiente bien en la palma, y ha de ser mayor un poco que ella, y trayéndola sesgueada de haciarriba para abajo y siempre se ha de ir con una escudilla bañando y refrescando la galagala con agua de la mar, y por ser la galagala muy peligrosa (sic) se pega mucho a la zapatilla; hase de ir limpiando con un estropajo mojado que en la mano izquierda trae. Y sobre el costado del navío se ha de dejar frotar de galagala de poco menos de un dedo, muy ligada y muy untada, y toda la parte en que se fuere poniendo se ha de ir luego, si ser pudiere, metiendo debajo del agua por ser mejor. Y hase de empezar de poner la galagala por la quilla y todo se ha de cubrir della, de modo que venga a ser todo aquello que después descargado el navío ha de quedar debajo del agua un poco menos, y con esta misma galagala se hacen los chinos pocos (sic) y algibes de tablas en los navíos en que traen toda su agua, y así mismo todas las mercaderías que. llevan en los cajones o fardos; y ha acaecido caer cajón en el agua y estarse tres días debajo y sacarlo sin mojarse cosa, tanbién usa galagala en todas sus casas por las costuras suyas.

Bastimentos Por ser los bastimentos y su duración de tanta importancia, como son, diré, los que en aquel viaje noté que de más provecho fueron, y lo que después de Dios nos sustentó, y justamente algunas cosas más que cerca dellas he pensado, y en la venida de Filipinas hice la experiencia que no son de menos utilidad. Cuanto a lo primero es harina, y éste si fuere tendida y dejada un rato para que se seque y consuma la unidad, es lo mejor, y al recoger a donde ir así algo caliente le han de apretar. Un hornillo de hierro, porque habiendo este se puedan mejor aprovechar de la harina, comiendo el pan, en tortas o lo que se hiciesen. Cedazos, carbón y harina, y ésta si fuere aechada (sic) es mejor porque ocupa menos y es más breve para poder usar della y harrarse (sic) de trabajo. Agua, y si ser pudiere, el artificio conque se saca (agua) dulce de la salada. Aqueste tal no he visto, ni usar del, pero una persona que se halló en la experiencia que el Marqués de Cañete en su presencia hizo hacer, me dijo, que con nueve libras de leña, en poco tiempo, de doce botijas de agua salada, las once de muy buena y dulce y lo que quedó fue muy buena sal; de modo que su fondo de alquitara ha de ser algo grande, no tan ancho arriba como abajo, y puesto a fuego manso de agua salada, se cubre con su tapa que ha de tener una caja que la cubra toda; ya cubierta por lo alto y capaz de boca que sirva para le henchir de agua deberá siempre estar lleno; y esta caja ha de tener un caño a la parte que quisieren para la ir vaciando en calentándose y volverle luego a henchir con otra fría, por ser necesario así por razón que la calor no consuma el vapor que por razón del fuego se levanta y se destila a donde se recibe; y desta manera, me dijo, se sacó toda.

Todas las cosas de arriba dichas han de ser en cantidad porque cuando todo falte con ellas se puedan pasar y sustentar aunque mal, que lo propio nos pasó en aquel pasaje. El bizcocho ha de ser muy bien cocido, encostalado o embarrilado; caliente es mejor. Y que más sin corrupción se conserva carne en pastas y en salmuera que la cubra toda. La de puerco es mejor y que más dura, y la de vaca también es buena. Tasajos de vaca, estos han de ser muy bien salados y después (de) enjutos sacochados, volver otra vez sacarlos al sol. Esto es orden de los capones y experimentado tengo su bondad cuanto viva. Pescados, sardinas, con el menudo es mejor, y en salmuera bien cubiertos della. Y para pescado seco los tollos son muy buenos, conque se tenga dellos cuidado de manejarlos y ponerlos al sol algunas veces. Vino, aceite, vinagre, manteca, miel, azúcar y conservas con algunas especias, ajos molidos con sal en calabazas, y secos enteros son muy buenos; cebollas y unos frijoles colorados que hay en el Perú, no de los más chiquitos que son incorruptibles, porque tan buenos estaban al cabo de un año que se habían embarcado, como el primer día; y los ajos duran y son apetitosos en la mar y suplen mucho. Todas estas cosas, demás de ser la sustancia, son las que siempre prueban bien. Y las que no duran ni nos duraron tanto fueron arroz, aunque bien dura; habas también duran, pero garbanzos, lentejas, pallares, éstos y el maíz se carcomieron todos, y más temprano que todos los pallares.

Pero el maíz hice tostar y hacer harina molida que fue remedio importante y duradero, y aunque estas legumbres no son tan fijas en el durar, son buenas para los primeros meses, porque en cuanto se gasta dellas se guardan las otras. Para el regalo y sustento de los enfermos tengo por cosa buena botijas de almidón, las bocas tapadas con yeso, y gallinas en hornos bien asadas y metidas en almíbar de azúcar, con sus especias molidas, y también gallinas acabadas de matar y pelar, puestas al aire donde no les dé el sol, medio día, y enjugalas bien y tostadas en horno, molidas con sus jugos, se hacen harina que añadiendo y revolviéndole con especias muy bien molidas es guisado breve y de sustancia para las necesidades; y para cuando las haya y fastidio de los enfermos y abrirles gana, tengo por remedio barato, breve y duradero la chara (sic) que se sigue: toman tallos mondados y cogollos (de) lechugas y rábanos, hechos cuatro cuartos de arriba abajo, y las hojas suyas y cuantas hortalizas más quisieran, berengenas las medianas y chicas con muchos agujeros que las pasen, y lo propio a los más pequeños pepinos, y todo junto se ha de pasar por una hervura al fuego en agua dulce, y luego se ha de poner a enjugar tendida al sol; y hase de tener una tinaja o tinajas o lo que fuere, lleno de muy fuerte vinagre cocido con algo de pimienta y canela si quisieren, o con una de las tres, y así caliente, y las ortalizas enjutas se han de poner en el vinagre por lo que reciben mejor, y de modo quede bien cubierto de él, porque así contiene, y luego se le puede añadir ajos mondados ensartados en espartos o en varillas, y cebollas sin casco y de las verdes, chiquitas, ajos maduros y verdes chiquitos, y queriendo comer della sea de sacar con cuchara de palo, o cosa tal, y no con la mano, y lavada en agua dulce si la hay, y se le echará su aceite y tantica sal con vinagre destemplado como le apeteciere mejor.

Y también de las Pelipinas (Filipinas) se traen jamones, gallinas, carne curada, salchichas, longanizas, costillas y otras cosas sus semejantes, metidas en tinajas de manteca y aunque se viene arranciar, bien dura. Y lo que de todo más importa es guardallo y mirarlo bien porque no se pudra o malgaste, pues lo que se pretende es la conservación suya, pues faltando ella faltan los hombres, y faltando los hombres no hay efeto, y para todo esto conviene que el piloto sea también maestre de la nao, porque a esta causa lo fui yo, y pues el piloto lleva a su cuidado la navegación es justo que lleve por mejor decir las llaves de la vida de todos, que es del pan, que ha de ser navegando o andando a (borrado) conforme viere que lo hace el tiempo con el considerar siempre la cantidad de la gente, del bastimento que tiene y del camino que falta por andar, y habiendo otras cuentas, todas muy forzosas, y que el despensero sea hombre solícito y muy fiel, y aunque lo sea aconsejo al piloto que en materia de agua, cuando fuere menester hacer balance haga tres diligencias por su persona con las botijas y pipas: la primera, contallas todas y la segunda proballas con el dedo todas, y la tercera que con una caña o palo largo y metiéndolo en la vasija, allegando hasta el suelo della y ver a dos cosas, cuanta salada tiene, porque suele haber mucho lodo, y cuanto falta por henchir; y no aviso en vano desto por creerme un ariel (sic) del despensero, ay, nos cayera en gran falta.

Y estando de aquesta manera del todo bien aprestado, yo saliera del puerto de Callao de los Reyes y por mejor tuviera de Chile, por las razones que adelante se verán; y antes que las velas diese, por ser esta una diligencia importantísima tentaría las ánimas que los compañeros míos tenían de hacer aquel descubrimiento, trayéndoles para más bien a la memoria a cuántos peligros y peligros irán puestos, y cuán dudosa y larga y prolija era la empresa que intentaban, y cuán ciertos los trabajos, hombres y otros sucesos poco seguros y que se sucitaban, y les diría lo considerasen bien, una y muchas veces, pues en ello tanto les iba; porque en esto yo hacía el fiel oficio de mi condición: pedía desengañarlos a ellos, y descargarme a mí de culpa que se me pudiera dar si con tan clara verdad no les hablaba, pero que con abiertos ojos volviesen y mirasen cuán grande y cuán eterno era el servicio que hacían a Dios y a su Rey, y cuánto remedio daban a tan gran gentilidad y bien a la república cristiana, y cuánta honra, fama e intereses podían conseguir para sí y para todos sus descendientes, y cómo para alcanzar cosas tan grandes como aquellas prometían ser, no era mucho que costase mucho lo que podría costar poco a sus principiantes, y que mirasen bien, les volvería a decir, porque ninguno merece por la primera determinación el nombre de sabio, ni de esforzado, sino en rematar bien el fin y remate della, y que si en aquel navío había alguno y algunos que no hubiesen tan alentados espíritus, como en cosas arduas son menester, y muchos deseos de seguir aquel viaje, que allí estaba la barca y ellos en tiempo de desembarcarse, porque no quería la compañía de hombre y hombres a quienes no sobrase brioso ánimo que poder comunicar a todos sus compañeros, porque sabía de cuanto daño era en una ocasión como aquella un pusilánime o malconstante, porque siempre a los demás están haciendo presente de lo que les sobra a él, y así los quería conformes y no divisos y que hoy determinaban gustosamente de ir a tan honrada demanda, como era aquella a donde debajo del riesgo, como en todas las cosas estaba la ganancia, que también yo a ella iba, y había ido otra vez, y ahora iba no aborrecido de la vida, sino llevado de un buen deseo como era el suyo, y que todos habíamos de ser hermanos en esta peregrinación, y que fiado en Dios sabía muchos caminos para volverlos a Lima, de donde los sacaba, o llevarlos a otro puerto que estuviesen bien.

Y navegando seguiría la instrucción de V.E. a la letra, y si hubiera de mudar de cosas por necesidad forzosa, había de ser con el parecer de seis hombres de la nao, que para determinar semejantes casos de común consentimiento, firmados todos sus nombres, habían de estar elegidos ante el escribano del navío, que si fuera real fuera mejor. Y advirtiera y tuviera por avisos principales que al salir y poner del sol, y a medio día, mandara subir a dos hombres a los dos topos para que mirasen la mar a todas partes del horizonte, y de noche me velara con doblados centinelas, y yo rondara, o de quien me fiara, y esto con mucha puntualidad, sin faltar noche ni día, por saber cuánto este cuidado importa para más seguridad del viaje. Y si yendo y navegando con vientos y mares hechos me hallare sin mares y sin vientos de bonanza, si fuera de noche reparara y sondara, porque suele ser muy cierto por interpusición de alguna tierra. Y si navegando me vinieran embates o bahastes (sic) de vientos fuera del que yo llevaba, del navío alzaba la popa como que le dan de rempujones, si fuera de noche reparara y sondara porque suele acaecer muy cerca de tierras o bajos. Y si a mi camino vinieran nublados muy fijos que ni se deshiciesen, abatiesen a otras partes, corriesen cejas o cerrasen agrumados, reparara y sondara si fuera de noche, porque suele ser tierra. Y si en golfos hallara aguaceritos fáciles, muertos y de poca lumbre, señal de algún isleta o varios, y si grandes, grandes fuciles y truenos y relámpagos, señal de más cerca; si de alguna parte vinieren refregones de vientos secos o con agua, señal más cierta; y si llevara la proa en ella y fuera de noche, reparará, y de día la demandará.

Si hallare troncos de palmas, hojas, ramas, palos y otras cosas que suelen echar los indios a la mar, clara señal que está cerca, y lo mismo cuando se ve un desgarrado pájaro que suele el viento echar de tierra. Si estando el cielo claro, el sol, luna o estrellas salieren o se pusieren más alto que lo es el horizonte, señal cierta que hacia aquella parte hay tierra, y lo mismo si vinieren nublados que no fueren tan espesos, que bastaran impedir verse la luna y el sol, y si fuere de noche en mi camino reparará. Si hallara agua blanca o de otra que no fuera su color que de ordinario viene, es mar de mucho fondo fuere avisado por ser señal de poco y de tierra o varios, y por el desengaño sondará, y si fuera de noche reparará. Digo que yo saliera del Callao principios del mes de octubre, y la razón dello es que por estar el sol de aquella parte del sur y con su presencia va calentando las aguas, templando y sazonando los vientos, deshaciendo nubes y nublados y haciendo navegables los mares en la altura que forzoso sea de subir. Y también porque del principio de octubre a la fin del mes de enero hay cuatro meses y es tiempo bastante para que si no se hallare tierra ha de ser fuerza ir a la Nueva España o a las islas Felipinas, como luego se verá y se pasará la linea equinoccial en tiempo que está el sol cuasi en la mayor ausencia della, porque es cuando en ella, o muy cerca, se han de hallar muy grandes calmas con que se ha de perder tiempo sin poderse navegar, y calores muy insufribles, conque se arriesga mucho de la salud; paraje fue aqueste de las mayores enfermedades y mortandad que en el viaje tuvimos.

Y si yo hubiera de hacer dicho descubrimiento por doce/quince grados más o menos, saliera del puerto de Callao por el principio de agosto; porque agosto, septiembre y parte de octubre es aún verano en aquellas partes, que ya se sabe que en las tierras que caen dentro de la tórrida no hay aguas y tiempo de invierno, sino es desde que el sol está sobre ellas y va pasando por ellas hasta la vuelta; y la razón porque lo digo es que si hubiera de hallar la tierra donde yo sospecho está, un mes de tiempo o pocos días bastan para llegar a ella, y otro para ver mucho della si no quisiera pasar delante a ver más; y cuando el sol venga a estar sobre ella, que es de fin octubre para fin del año, son ya las aguas y el invierno y podría ser como lo es en Felipinas y en Tierra Firme, echar de sí vientos ponentines a que llaman vendavales; y aunque así no fuese me fuera con el viento leste conque yo había ido al susueste y por el mes de diciembre me vendría a ocultar con el sol en la forzosa altura que había de buscar, y es verano y parece esto lo mejor cerca de este punto. Y digo que así como digo que vide parte de verano y del invierno y no vide los vendavales que digo puede haber, podría ser fuese la causa y ser una sola isla o poca tierra la vista, y las Felipinas un archipiélago y mucha tierra a poniente Bellas a donde los vientos vienen, y si fuera necesario ir a las Felipinas de agosto a fin de noviembre, hay cuatro meses que se habían de gastar en bordos y en tomar puerto en la isla de Santa Cruz, a donde yo esperara el mes de noviembre si antes llegara allá; y está el sol como digo en muchos grados parte del sur y a esta causa la pasara mejor, y es ya tiempo de las brisas parte del norte, y acabados los vendavales de la Felipinas, que no duran más que de principios de junio a fin de septiembre, mediados de octubre, y aunque sea tomando de noviembre, no impide porque los vendavales no alcanzan más de a las islas de los Ladrones, trescientas leguas al este dellas, y en cuanto llegara a este paraje se gastara el mes de noviembre, y el de diciembre, por las calmas bonanzas y contrastes de cinco grados parte del sur, a cinco parte del norte, como lo habemos experimentado Hernán Gallego en su viaje y yo en el mío, aunque Hernán Gallego lo pasó peor por hallarse en ella por el mes de septiembre según lo dice en su relación.

Yo saliere en el nombre de la Santísima Trinidad y hiciera mi derrota a lo es sudueste franco hasta ponerme en altura de treinta grados justos y estuviera puesto en ellos leste oeste con la ciudad de La Serena del Reino de Chile, setecientas y cincuenta leguas apartado del más al poniente, y luego, a lo este noroeste, navegando hasta veintitrés grados y medio, y quedara norte sur cuarta de noroeste sueste con las primeras islas las Marquesas de Mendoza, que digo están pobladas de gente casi blanca (a) mil leguas de la ciudad de los Reyes, altura nueve o diez grados parte del sur, y de aqueste punto me fuera al noroeste franco hasta diez y seis grados donde puesto me quedaran las Marquesas de Mendoza al nordeste, y yo al sudueste ochenta o noventa leguas más al poniente dellas; derrotas y parajes por donde no sabemos que jamás hayan navegado navíos, y esto por tres razones: La primera es porque si de aquestas dichas islas o cerca dellas, la tierra firme o islas de que hay sospecha van corriendo hacia el estrecho de Magallanes por aquestos dichos rumbos no podían ser erradas porque se llevarían cruzadas. La segunda es que si los dichos rumbos y puntos no se hallara la tal tierra, quedara cierto sabido ser abierto mar, y haber franca navegación para la vuelta del Perú, pues por la contrariedad de vientos lestes y suestes se ha de ir a poner en aquella altura que ya se lleva sabido no impedirá. La tercera es que no habiendo hasta este punto postrero, topado tierra, entendiera claramente que de las Marquesas de Mendoza, ni cerca dellas, corría tierra firme ni islas hacia el estrecho de Magallanes, pues ya yo había entrado dellas para el oeste mucho más de lo que ellos habían de salir por el sueste.

Y si la tierra, por las primeras derrotas, fuese hallada, tres ganancias quedaban ciertas de provecho y utilidad. La primera es topar la tierra que me pudiera ser impedimento para la vuelta sino la llevara sabida, y asegurar el viaje y no quedar imposibilitado de la vuelta, y excusar la fuerza de ir a parar a la Nueva España o a las islas Felipinas (y) acer viajes largos con menos riesgos gastadores de años y de dineros; y aunque podría ser la tierra echase vientos de si que fuesen en favor, no son sabidos ni el lugar a donde con ella se topara, porque puede ser fuese dentro de la tórrida, a donde son ciertas las brizas y los vendavales no, y aunque haya vendavales nunca calan a los golfos, y las brisas reinan en ellos; y buscándolos y topando por los rumbos que digo es fuera de la tórrida, y así parece que lo dicho es más seguro por razón de los vientos generales. La segunda porque si la dicha tierra o islas van hacia el estrecho de Magallanes guiadas como dicho tengo, a la parte del sueste a de ser, y la tierra del Perú con la de Chile se corren por derrota larga norte sur y así siempre van allegando la una para la otra, y habiendo cercanía habrá facilidad de ir della y seguridad de volver della, pues siempre le cogen el barlovento por la parte del este della, y así los navíos que navegan de Lima a Chile se ponen en esta altura más y menos, o según el puerto para donde van, y hallados los vientos en favor verán la vuelta de tierra y hacen fácil su navegación, y hecha ésta, la restante de Chile a Lima ya se sabe cuan buena es.

La tercera que será dentro della templada zona, temperamento más acomodado para la vivienda humana; tierra que dé razón a responder en bondad a lo mejor del superior hemisferio donde nacemos. Y si este paraje la tierra camina a las Marquesas de Mendoza, también toma mucho de la tórrida, tierras fronteras al Perú, pues que de diez grados en que están, para veintitrés y medio, que es el trópico, hay más latitud de la que tienen todas las tierras ricas del fino Perú. Aquesto es, S.E., lo tocante a las primeras islas, las Marquesas de Mendoza, y porque ahora resta saber si dellas o cerca dellas la tierra firme o islas de mi sospecha se corren hacia el oeste a topar con el archipiélago de las islas Felipinas y las demás sus allegadas, diré del punto a donde dejó la navegación el camino que yo hiciera y las razones por qué. Digo que de los dieciséis grados justos yo navegaba al oeste, cuarta del noroeste, hasta bajar a once grados, y es la razón dello que si las islas o tierra firme vienen del oeste para las Marquesas de Mendoza, sin falta por este rumbo las encontrara, porque ya yo me iba a poner en altura que había estado cuando aquella navegación hice, y más ponentino dellas cuatrocientas leguas más o menos, y tan bien por ganarle el barlovento por ser este punto siempre importante para seguro; y cuando hasta este pasaje no lo hallara hiciera mi navegación al oeste cuarta del sudueste hasta catorce grados, y dellos al noroeste me pusiera en diez y quedara puesto en ellos cien leguas más o menos de la isla de Santa Cruz, y leste oeste franco con ella, que por el oeste fuera en su demanda, y tomara puerto en la bahía Graciosa, que está a la parte del norte en la misma isla, en altura de diez grados y un tercio, mil ochocientas y cincuenta leguas de Lima, al sur del volcán, como en su lugar queda apuntado, y allí limpiara y aderezara el navío, hiciera agua y leña y del mucho refresco que en la tierra hay tomara mi parte y la gente ocho días la recercara y descansara, y luego saliera de la bahía montando la isla a loeste fuera navegando al sudueste, hasta me poner en altura de diez y seis grados, y si hasta este punto no hallara tierra me fuera al noroeste hasta topar con la Nueva Guinea, y siempre procurando el barlovento, porque se corre casi paraleste y los vientos son lestes y suestes, no me enseñase y sino topara con ella seguiría el derecho rumbo hasta ponerme en tres grados y medio parte del sur, y luego al oeste en su demanda, y hallada, que por ser cierta no se podría errar por esta altura, la fuera costeando y muy despacio mirando, y tomada la razón hasta la punta más del oeste que está sita en medio grado al sur, supiera lo que es aquella tierra, que en buena opinión está tenida, porque ya que no hubiera topado con otra no fuera del todo mi viaje vano.

Y acabada de ver, si el navío estuviera de manera, en él me pasara, aunque es viaje riguroso, al puerto de Acapulco de la Nueva España, que digo está en diecisiete grados, parte del norte, subiendo para ir a él cuarenta y más de altura, por ser fuerza, porque volver al Perú por donde había ido ya no podía ser, porque la costa de Nueva Guinea se corre de loeste para leste y yo hallarme al oeste della en su remate, y ser los vientos lestes clara razón porque quedara imposibilitada la vuelta por la parte del sur del Perú, estando yo de la parte del norte de la tierra; o me fuera al noroeste en demanda de nueve grados y medio del norte y por este punto no hallara tierra, navegara franco a loeste, buscando la canal vieja que es el remate de la isla de Mindanao rosto (sic) al norte, y embocado me fuera al noroeste hasta dieciseis grados, y a loeste cosa de ocho a diez leguas, topara con la ciudad del Santísimo Nombre de Jesús en la isla de Cebu, que es la primera población que Miguel López de Legaspe fundó en aquellas islas Filipinas, y el nombre puso a la ciudad por una imagen del niño Jesús que allí halló del tiempo de Fernando de Magallanes que allí aportó, y muy cerca de allí, en otra isla que se dice de Mactan lo mataron los indios de la traición, por fiarse dellos. O si no me fuera al noroeste, cuarta del norte, hasta altura de trece grados escasos y luego al oeste franco, al cabo del Espíritu Santo, a donde está la bahía de Lobos, también puerto y despacho de indios, ya viendo lo reconocido al oeste cuarta del noroeste, veinte leguas entrara por el embarcadero basagan (sic) a vista de un grande y hermoso volcán que se dice de Alvaya (sic) y ha de quedar a la parte de estribor, y costeando la propia isla sin dejarla fuera, con buena guardia, en demanda de la ciudad de Manila, que tiene de altura de catorce grados y medio; en costa del noroeste sueste está la entrada de la bahía que yo he dicho y no digo las de Furrillas, que después de embocadas hay por ser muchas; que aquesta fue la orden que yo seguí y hallé a Manila.

O si no de la punta del oeste de la Nueva Guinea, que está en el mismo grado parte del sur, siguiera su costa siempre hasta ver a donde iba o parar, que si no fuera por donde digo a Manila, fuera por acá al Maluco o a Málaca, o si no adelante a la India Oriental a Mozambique. Y de todo lo que descubriera hiciera lo más en forma de verdad que posible fuera a mi poco ingenio relación y demostrara con la más arte que pudiera todo lo visto así, así de la tierra firme como de las islas y bajos, y dándole a cada cosa su verdadera longitud, latitud y profundidades con instrumentos capaces que yo para mostrar puntualidad, llevara por excusar el tiempo, andando enmiendas y confusión como yo vide en tantas partes, que puedo con razón decir que los pilotos más hallan lo que buscan por la experiencia que de aquella costa tienen, que no por verdad que las cartas muestran, y juntamente menuda y particular noticia de las naciones de gentes que encontrara, de sus talles y dolor, de sus facciones y trajes, sus comidas y sus armas, de su vivienda y granjerías, de sus embarcaciones y tratos y de todo lo demás que me pareciera a mí pudiera ser de utilidad y procurara con el más cuidado posible de traer a un muchacho y a otro mancebo indio de cada casta, para que sabida nuestra lengua informasen de todo aquello que saberse quisiese de ellos, de su tierra, y porque si (se) hallase, volviese, llevara lengua para entenderse con los indios y para que les dijera cómo hacemos bien y no mal como ellos piensan, y desta verdad se desengañasen pues se lo estaba diciendo un natural suyo de tanta ausencia de su patria y nuestra compañía, y por que vayan bien instruídos en la fe que es lo que se pretende mostrarles, y para que si hubiera necesidad de gente en la nao por enfermedades, suplan y ayuden nuestros trabajos.

Digo que yo hiciera aquesta navegación por el orden dicho, porque conforme a las razones que quedan dichas, estos indios, unos y otros, por sus faltas no pueden navegar a lejas partes, y por los rumbos dichos si ellos tienen vecindad será hallada, pues es siempre por las partes no andadas y apartadas dellas mucho más camino del que ellos se pueden de sus tierras alejar, porque por las demás partes navegadas estos indios no pueden haber entrado en aquellas islas donde están tan engolfadas, y en especial las Marquesas de Mendoza, que si dellas para el estrecho hay islas o tierra firme y no pasar dellas para el poniente las dejase a babor y sin las ver, pasase dellas delante, y también por si acaso las islas y tierra firme que se ha de buscar se corre de leste oeste, del sur de las Marquesas hacia el poniente, y de la isla de Santa Cruz y tienen poca latitud y en solo buscar por mucho no la dejase a la parte del norte y pasase por la del sur dellas, y también porque si las islas de Salomón que no hallamos están en más altura de la que seguimos, o más al poniente de la sola de Santa Cruz, que entiendo es lo más cierto por los caminos y derrotas que digo las encontrara. Y por todas las razones dadas que en carta de navegar deste mar del sur he mirado y considerado me parece lo más cierto que si no fuera por unas y otras islas que por los ojos vide pobladas en aquel gran golfo, que o me engaña o me desengaña que tres castas de gentes no pueden estar allí solas, ni lejas otras tierras dellas.

Yo hiciera mi derrota salido de Callao de los Reyes, principio del mes de octubre, para el oes sudueste hasta ponerme en altura de cincuenta grados, y luego al oes noroeste hasta dieciseis grados, y así por estos dos rumbos de diez grados a cincuenta y de cincuenta grados a diez fuera arando y cruzando aquella mar partes incónitas hasta dar vuelta a todo lo que está oculto parte del sur y venir a parar en la contracosta de Chile, que va del río de La Plata para el estrecho de Magallanes, o fuera en su demanda y embocara, pues otros han encallado, y luego me fuera a Lima, de donde había salido (o si no por estar más cerca demandara a Buenos Aires, o hiciera lo que más acertado a mis compañeros paresiese ser que, ya entonces bien experimentados marineros y pláticos pilotos habían de ser, así por la experiencia larga como por el cuidado que yo tuviera de enseñarles, porque si no se topara con ninguna tierra quedase de una vez todo el trabajo, peligros y gastos muy puesto aparte y acabado el hipo que tantos, y yo con ellos, por la parte austral tenemos. Pero yo entiendo, fiado en Dios, que por todo lo dicho no se navegue mucha mar sin tocar o grande tierra firme o muchas islas de a donde las vistas principio tienen, y que en menos de cinco, o cuando mucho seis meses, sea de ir y volver al Perú por aquella parte suya y traer una nueva tan alegre cuanto yo la deseo; que si así viene a ser no habrá más que desear en este caso no digo cinco o seis meses, porque yo no dejara de llevar bastimento para un año, por ser las cosas de mar tan inciertas, no digo cinco o seis meses sino por las primeras islas las Marquesas de Mendoza, que por las de Santa Cruz es negocio demás conocido (?).

Esto es lo que yo he visto y notado, lo que siento y lo que yo entiendo, y lo que tengo por bueno, salvo mejor juicio, y confieso que cerca de esto no sé más, y que si más supiera más dijera, con la misma verdad que de obligación sea de decir la confianza a los pies del sacerdote; y todo ello cuando necesario fuese se podrá elegir lo que más pareciere acierto, y para más claridad ahí envío a V.E. breve y general demostración a donde se puede ver todo y con cuidado notar cuanto digo y cuanto trato, aunque estén presentes los pilotos pláticos de estos reinos; y si pusieren dudas en algunas de las cosas dichas, nótese bien mis razones y de la demostración que ella y ellas hablarán por mí lo que yo de acá no puedo. Estos avisos que doy, señor excelentísimo, no son porque me envío a despedir, ni tal de mí se entienda, que siguiendo voy mi causa y mis diligencias tengo que hacer hasta ver lo que Dios ordena, porque esto que solicito, o nada, ya que tuve espíritu para dejadas mis cosas proponer a que ésta que tan grande es, pues ninguna falta tiene sino es tener a mí por su procurador, ya que ésta suple V.E. siendo su defensor. Y más quiero que sea V.E. sabedor que es mi determinación ir a Lima y suplicar a S.S. los furores espirituales que para semejantes causas hace merced, sólo por ver si puedo que de una vez se haga este descubrimiento y después la conquista con buen fundamento y con tradición pues no está en otra cosa la duración de mi edificio, sino en ser firme su cimiento.

Si por mis pecados no permitiera el Señor me sean atajados los medios que he menester, y cuando así ordene, El sabe lo que se hace en todo y yo quedaré confesando como confieso que no merezco bien y merced tan alta por su grandeza y mi pequeñez. Y cuanto a las islas que Juan Roldán de Avila tiene noticia, están en frente de Cumaná o de Acari, y V.E. dice le está concedido aquel descubrimiento. Digo que el tal paraje es tórrido y menos de doscientas leguas a la mar hay brisas y por las razones ya dichas, aquellos indios cuando los moviera, no podían por el contrario viento navegar a la costa del Perú, y sin se le conocer embarcaciones tales, ni cuantos navíos van de Lima a Chile, tales islas en tal paraje, ni señales della han topado. Si eligieren, como algunos pilotos me dijeron, que quedarían por la parte de estribor, cuanto más lejos las hicieren peor harán su razón. Y digo que el Adelantado, cuando descubrió las islas de Salomón la primera vuelta que salió del Callao hizo, según se publicó, fue siguiendo al oeste sudoeste hasta dieciocho grados de altura y pasó por encima del puerto donde sospechaba que están, y es lugar éste más apartado de la costa de lo que se apartan los navíos que a Chile van, y no las vido, ni los navíos de Chile las ven, ni yo las he visto pues fui hasta catorce grados y medio. Ni se sabe que cerca del Perú haya islas que pobladas sean ni las de Chile, treinta y cinco grados, buena tierra y buen temple, y distancia de noventa leguas lo estaban, ni tampoco se sabe que cerca del Perú, que es tórrida, haya aguaceros, ni yo las vide jamás, y pilotos me han dicho que tampoco llueve en las islas fronteras de Copiapó, cien leguas distantes y altura 27 grados, y para razón que cuando hubiera islas allí tan cerca, no lloviendo en ellas, por falta de agua no podrían ser pobladas.

Y lo que yo desto siento es que los indios que antiguamente dicen que veían a Panamá o Acari, y que traían oro, y con él hacían rescates en aquellos puertos, yo digo que estos tales indios bien podían venir de Chile, pues en Chile hay oro, y viento a popa para cualesquier embarcaciones quisiesen venir tierra a tierra, por ser cosa más posible, que no el venir del golfo a tierra; y el no tener los indios noticia de adonde aquellos otros venían, podría ser fuese la causa del despoblado que hay de Atacama a Copiapó, que dicen pasa de cien leguas y está entre las dos provincias del Perú y de Chile. Y también los lugares que en pasados tiempos en la punta de Santa Elena han vivido, cuyos huesos vemos todos cuantos allá llegamos, y que estos también eran de los venidos a rescatar mujeres y otras cosas (¡), que ya sabemos que hay gigantes en el estrecho de Magallanes, y su tierra bien podía ser vinieran a parar allí con la posibilidad de los de Chile; y si aquesto es verdad, también lo será de los indios, pues es más cerca, porque lo demás se hace duro de creer por los contrarios y faltas. Y digo más que cuando yo me vine de la jornada que fui por tierra de Paita a Lima, que en Trujillo hablé con Juan Roldán de Avila, y tratándome su noticia hizo llamar a un hombre para que me dijese, como dijo que era uno de los que en tiempos que el Perú estaba inquieto con otros, no sé qué tantos, se habían huído todos por miedo de que los querían matar, en un navío que en el puerto de Panamá o Acari estaría surto, y no me acuerdo si me dijo que no habían llevado aguja de navegar por la prisa conque se embarcaron, y fuerza que al piloto hicieron y que fueron once días navegando a Papauia (sic), siempre de una vuelta, y que al cabo Bellos toparon una isla o islas; preguntele qué rumbos habían seguido, no me lo supo decir; preguntele si en ellas tomaron puerto, díjome que no sino que a una vista pasaron dellas; preguntele a dónde fueron a parar, díjome que a la Nueva España, y pues en este camino debajo de la equinoccial están las islas de los Papagayos, y adelante en cinco grados parte del norte, la isla de Cocos, islas de Buena Vista, muchas palmas y arboleda que ya las vide yo bien, podrían ser fuesen aquestas, pues están en el derecho camino que se lleva del Perú a la Nueva España, y parece ser siempre bastante el de once días a popa para las alcanzar a ver; y cuanto al ser viento a popa, a popa se navega aquel viaje con el viento sur del Perú que dura hasta aquel paraje, y más si hubo tanta priesa y salieron huyendo, no podían llevar mucho sustento, y para ir a la Nueva España no había de navegar once días al oeste, que no es aquel el camino que habían de seguir, y si lo siguieran nunca por él llegaran, y aún que no llevasen agua, bien lo podían ver de día por el sol y de noche por las polares, y pues el piloto los llevó bien no debió de ser inorante para irse en once días al poniente a popa, y si lo fue y topó islas viene a ser del Perú, lejos para embarcaciones y auxilios de indios; y si fueron a rumbo forzoso era habían de ir a la Nueva España, del norte para el noreste; había de ser y siendo así no podían encontrar las tales islas frente de Panamá o de Acari que fuese cerca de tierra, y puesto que no fuese ya muy trillado de otros navíos que por toda aquella costa navegan a todas partes y nunca tal han visto ni hallado sino las islas de los Papagayos y Cocos. Y si fueron a popa once días navegando siempre al oeste, en el apartamiento que del Perú habían de hacer dieran con brisas lestes que no le fueran muy favorables para su navegación de la Nueva España, ni pasara la equinoccial por haber de ser engolfados en lesnordeste y el nordeste, y porque no sé el puerto a donde fueron a parar no digo acerca desto lo más que pudiera decir, y sólo digo que me pareció noticia de muy poca claridad y de mucha confusión y que si hubiese de inventar aquel viaje y engolfase mucho que vaya tan bien apercibido como conviene por no verse en algún gran aprieto.

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