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MEMORIAL 27 Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós: Vuelvo a mi tema y digo, que se tiene por cierto que cuando se descubrieron las Indias de Occidente, había en ellas treinta millones de sus naturales, y que si el particular interés e inadvertencia conque se dio principio a tan grande y singular obra, diera lugar a que fuera buscado el modo que convenía para atraer y enseñar a aquellas gentes a gozar de los bienes de ambos géneros, y por la vía de conveniencia diera cada un natural un solo ducado de feudo, habiendo dado y dando hoy de tributo de cuatro a once pesos, sin lo demás que los sacan por otras vías, y a muchos el servicio personal de toda la vida, que tuviera hoy V.M. treinta millones de renta, y que gastándose los diez en tan gran beneficio espiritual y temporal de los mismos, como se deja a entender, quedaban a V.M. veinte millones cada un año, y que estos se han perdido tan de atrás y sin remedio se perderán en adelante. No se deben tener por muchos los treinta millones de naturales que digo, pues yo mismo vi escrito en un convento de San Francisco que está en un lugar que se llama Suchimilco, cinco leguas más acá de la ciudad de México, que sólo los frailes de su orden bautizaron diez y seis millones dellos, y esto, juntados con los que bautizaron todos los otros sacerdotes, y con los que no se bautizaron, y con más catorce millones que se dice había en las islas Española, Cuba, Jamaica, Puerto Rico y otras, parece que serían sesenta y más millones, y se debe creer que fuese ansí pues se dice que en la China, con ser tantas veces menor provincia que la América, tiene hoy vivos sesenta millones de hombres.

El descubrimiento de las Indias ha ciento diecisiete años que se hizo, y según el orden natural habrían hoy de ser sus naturales, quizás, más de cien millones, siendo como lo es la tierra capaz para se poder extender y sustentar todos en ella, y V.M. tuviera los mismos cien millones de renta; y no parezcan muchos haciendo comparación a la China, tan falta de minas de plata, y la América, con mil y más leguas dellas. Dejo las demás riquezas. . Las Indias son un grano de tierra de más de ocho mil leguas de circuito, sin tener vecindad de las naciones que saben inquietar y perturbar las aguas; y con esto y con que sus naturales estuvieran doctrinados en la manera que puede ser, demás de que fueran hoy todos cristianos, estuvieran tan disciplinados en todas las artes y ciencias, que por sí solos se pudieran defender de toda ofensa y persecución que se intentara contra ellos, como gente con ojos, manos y corazón. Mucho digo y mucho más pudiera decir, como digo, que la falta de enseñanza ha sido la causa de acabarse tantos millones de aquellos naturales. Bien podían estar hoy aquellos reinos tan floridos como voy representando, y para el trato y gasto de sus gentes, que habían de ser políticas, bien fueran menester más ropas y cosas de las que labra y produce Europa; y fueran tan buenas las correpondencias, tantas y tan crecidas las armadas y flotas, y tan grandes los derechos, y tanto el poder por tierra y mar, que no hubiera nación que se atreviera en él a ofender navío de España, y V.

M. quizás codiciara ir a vivir a las Indias, sabiendo de su grandeza y riqueza, y entiendo que la grande y larga ausencia dellas ha sido causa de la falta de los bienes que refiero. Y no tan solamente se podrían defender y conservar por sí solos, sino que con un poco de su gran poder y riquezas, y con tanto aparejo que tienen de todo lo menesterosa, podrían hacer y armar grande número de naos y venir a vengar a España de todos los enemigos de que está cercada y amenazada, conque no fuera necesario, pues, con tantos millones de oro que había de tener sobrados de los que dieran las Indias, no sólo se bastara a defenderse, sino a ganar al turco y moro lo que tienen. Más; pudiera aquella gente defender la Iglesia de Dios y hacer que con muy grande gloria suya triunfase de todos cuantos la persiguen; y no sólo esto, sino crecerla de tal manera que en toda la redondez de la tierra fuera Dios conocido y adorado de todas sus criaturas; y todo lo dicho se hiciera mucho mejor siendo ayudados de nuestros españoles, o, por mejor decir, de Dios que es tan poderoso para hacer lo que digo y mucho más, por medio dellos, como lo ha sido y es para hacer cuanto ha hecho y hace por medio de los pocos españoles. Y bien se debe advertir que España fue las Indias de fenicios y romanos, y sus naturales no tan sabios como agora; y se debe considerar que los indios chichimecos de la Nueva España, por no les poder conquistar, se apaciguaron a partido, y que los chilenos se defienden valerosamente y ganan tierra, siendo pocos unos y otros, y faltar a todos armas de fuego y hierro, la disciplina militar y otras cosas que convienen para, en los tiempos de guerra, defender y ofender.

Y cuando aquellos indios no fueran hoy más que sólo los treinta millones referidos, se podría hacer muy bien todo lo dicho, y fuera tanta la ventaja de flotas y derechos, cuanta hay de ir para menos de dos millones que hoy viven y no visten ni calzan, a los treinta que había cuando su descubrimiento, que habían de gastar como políticos y aunque no lo fueran. Este daño, Señor, así de atrás como de presente y venidero, en los bienes de almas y cuerpos y pérdidas de los provechos apuntados y por apuntar, es incontable; y apretando más este punto digo que si aquellas tierras y gentes fueran descubiertas hoy y hubiera para con ellas el debido temor y cuidado, más frutos para el cielo y tierra se habían de coger en diez años venideros, que en todos los ciento diecisiete pasados, y que con crecidísimas ventajas durarían en cuanto el mundo durara. Es tanto lo que vale cuanto aquí represento, y es tanta la fuerza que me hace toda junta la pérdida de tantos bienes, la ganancia de tantos males, y tanto el temor que tengo de que mi causa no venga a otro tal paradero, y tanto el cuidado en que vivo, que o puedo dejar de decir que todo lo que se perdió en la América pretendo que se gane en la Austrialia del Espíritu Santo, a quien suplico humildemente se sirva de dar a aquella tierra un gran principio y un fin muy dichoso y que lo demás referido sirva para escarmiento. Parece que guardó Dios para la postre las mejores y más ricas tierras, y un hombre de tan buena voluntad. Despacho, Señor, despacho medido a la grandeza y necesidad desta causa, pues ha de ser por una vez.

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