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Los testimonios del posclásico en el ámbito de los pueblos del idioma nahuatl Concentraremos aquí la atención en lo más sobresaliente del rico conjunto de testimonios de la palabra indígena en nahuatl que, de un modo u otro, se vinculan con la tradición cultural de los mexicas o aztecas y de las gentes confederadas con ellos o sometidas a su imperio. En tal conjunto de textos cabe percibir muchas veces la ideología del pueblo que tenía por metrópoli a la gran ciudad de México-Tenochtitlan y que se consideraba a sí mismo escogido por su dios Huitzilopochtli para ensanchar sus dominios cuanto fuera posible. Pero así como es perceptible en tales testimonios la ideología de los aztecas o las formas de pensamiento particular de determinados sabios o sacerdotes del mismo pueblo, también cabe descubrir en esa gran suma de expresiones otros conceptos que parecen derivarse del más antiguo saber de la nación tolteca, aquella que, según se decía, había sido guiada por el sumo sacerdote Quetzalcóatl. En tal sentido, las expresiones que han llegado hasta nosotros, lejos de constituir un todo homogéneo, son muestra de actitudes y formas de pensamiento que, en ocasiones, parecen opuestas. Así, muy diferentes son los cantos de guerra y victoria de los mexicas y aquellos otros en que se dan a conocer doctrinas que, dice, eran herencia de los sabios toltecas. De hecho, se conservan varios conjuntos de textos en los que --según una y otra vez se reitera-- se transmite lo que fue patrimonio de los habitantes de Tula, la metrópoli en la que gobernó Quetzalcóatl.

A través de tales composiciones los nahuas de los siglos XIV-XVI afirman su vinculación directa con el esplendor de los toltecas. Reflejo de esta conciencia son los siguientes ejemplos tomados del llamado Códice matritense, textos recogidos por fray Bernardino de Sahagún y conservados hoy en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia. He aquí la versión castellana del original en nahuatl: Los toltecas eran sabios, sus obras eran buenas, convenientes, todas bien planteadas, maravillosas... Eran cuidadosos de las cosas divinas, sólo un dios tenían, lo tenían por único dios, lo invocaban, le hacían súplicas, su nombre era Quetzalcóatl. Y eran tan respetuosos de las cosas de dios, que todo lo que les decía su sacerdote Quetzalcóatl lo cumplían, no lo deformaban. Él les decía, les inculcaba: Ese dios único, --dios dual: Nuestra madre, Nuestro Padre-- Quetzalcóatl es su nombre, nada exige, sino serpientes, sino mariposas que vosotros debéis ofrecerle que vosotros debéis sacrificarle. Todo un ciclo de testimonios se conserva, en el que se evocan la espiritualidad y la suma de creaciones atribuidas al sacerdote Quetzalcóatl, que había hecho suyo el nombre del dios al que adoraba: Serpiente de plumas de quetzal y Mellizo precioso, es decir, la suprema deidad dual. De tales antiguas expresiones se incluirá una parte importante en el presente libro. Ahora bien, con su propio enfoque, pero sin desdeñar lo quhe tenían como herencia, los mexicas y otros contemporáneos suyos, también hablantes de nahuatl, como los tetscocanos, tecpanecas, tlaxcaltecas, chalcas.

.., dieron salida en sus expresiones de la palabra a sus propias maneras de pensar y sentir. Por varios testimonios, tanto de la arqueología como de quienes contemplaron las manifestaciones de la cultura indígena en sus últimos años de existencia autónoma, consta que en las escuelas, los templos y las casas de libros (amoxcalli), se preservaba, enriquecía y transmitía cuanto constituía lo más elevado del conocimiento y la expresión en sus diversas formas. Ya algunos de los conquistadores, a la par que hablaron con admiración de la grandeza de la capital azteca, con sus grandes calzadas que atravesaban el lago, sus palacios y templos, sus mercados y el extraordinario recinto donde se levantaban los edificios del Templo Mayor, se fijaron también en la existencia de otros objetos, en apariencia menos deslumbrantes pero también muy significativos. Así, Bernal Díaz del Castillo recuerda que había visto algunas de las casas donde se guardaban los muchos libros de papel, cogidos a dobleces, como a manera de paños de Castilla6. Y uno de los primeros frailes franciscanos, el célebre Toribio de Benavente Motolinía, llegado a México en 1524, refiere que mucho notaron estos naturales indios entre las cuentas de sus años, el año que vinieron y entraron en esa tierra los españoles... Así mismo los indios notaron y señalaron en sus libros para tener cuenta el año en que vinieron los doce frailes juntos..., o sea, el ya citado de 15247. Además de percatarse de la existencia de esos libros, hechos de un papel de la corteza del amate (árbol del género de los ficus), en los que con diversos caracteres se conservaban historias y tradiciones, se tuvo también noticia de los antiguos centros educativos, los llamados calmécac, hileras de casas, y los telpuchacalli, casas de jóvenes.

Entre otros, el eximio investigador de las antigüedades de Mesoamérica, fray Bernardino de Sahagún, al hablar de estos centros de educación, señala con cierto detenimiento lo que era algo así como el currículum de quienes allí concurrían. Además de diversas prácticas, no pocas de carácter ritual, los educandos dedicaban parte de su tiempo al aprendizaje, de manera sistemática, de crónicas, himnos a los dioses, poemas y cantares, mitos, leyendas y discursos. Tomando como base antiguos textos, se enseñaba también a los muchachos el arte del bien decir. Expresamente dice fray Bernardino que les enseñaba todos los versos del canto para cantar, que se llamaban cantos divinos, los cuales versos estaban escritos en sus libros por caracteres... la astrología indiana y las interpretaciones de los sueños y la cuenta de los años...8 Por el doble procedimiento, por una parte, de la transmisión y memorización sistemática de las crónicas, himnos, poemas y tradiciones y, por otra, de la transcripción de las ideas fundamentales sobre la base de la escritura y el calendario prehispánico, se preservaba y difundía el antiguo legado religioso y literario. Siendo verdad que mucho fue lo que se perdió a partir de la Conquista, no deja de ser cierto también que los testimonios que pudieron preservarse permiten valorar en forma directa lo que fueron realmente esos libros o documentos escritos y asimismo los alcances que tuvo la tradición oral. El examen de ambos géneros de testimonios resulta indispensable tanto para dar un enfoque crítico a nuestro acercamiento a la expresión literaria prehispánica, como para enterarnos de sus principales géneros, en términos del propio pensamiento y creatividad indígenas. Así, entramos ya a describir por lo menos las más sobresalientes entre las producciones que se conservan, tanto de los mexicas o aztecas, como de los otros pueblos contemporáneos suyos en la región central de México que se expresaron asimismo en nahuatl.

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