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Desarrollo


Los esclavos Quiero contar la manera que tienen los mexicanos en hacer esclavos, porque es muy diferente de la nuestra. Los cautivos en guerra no servían de esclavos, sino de sacrificados, y no hacían más de comer para ser comidos. Los padres podían vender por esclavos a sus hijos, y cada hombre y mujer a sí mismo. Cuando alguno se vendía, había de pasar la venta delante a lo menos de cuatro testigos. El que hurtaba maíz, ropa o gallinas era hecho esclavo no teniendo de qué pagar, y entregado a la persona a quien primero hurtó. Si después de esclavo volvía a hurtar, o lo ahorcaban o lo sacrificaban. El hombre que vendía al libre por esclavo, era dado por esclavo a quien él quería vender; y esta ley se guardaba mucho, para que no vendiesen ni comiesen niños. Tomaban por esclavos a los hijos, parientes y sabidores del traidor. El hombre libre que dormía con esclava o la empreñaba, era esclavo del dueño de tal esclava; aunque algunos contradicen esto, por cuanto muchas veces acontecía casarse los esclavos con sus amas, y las esclavas con sus señores; mas debía de ser lícito en caso de casamiento, y no en deshonra del señor de la esclava. Los hombres necesitados y haraganes se vendían, y los tahúres se jugaban; pero no iban a servir hasta haber pasado un año de cuando hicieron la venta. Las malas mujeres de su cuerpo, que lo daban de balde si no las querían pagar, se vendían por esclavas por traerse bien, o cuando ninguno las quería por viejas o feas o enfermas; que nadie pide por las puertas.

Los padres vendían o empeñaban un hijo que sirviese de esclavo; pero podían sacar aquél dando otro hijo, y aun había linajes acensados a sustentar un esclavo; pero era grande el precio que se daba por el tal esclavo. Cuando uno moría con deudas, tomaba el acreedor, si no había hacienda, al hijo a la mujer por esclavo; pero muchos dicen que no era así, y pudo ser que se obligasen con tal condición, pues estaba permitido que se pudiesen vender los hombres libres a sí mismos, y los padres los hijos. Ningún hijo de esclavo ni esclava, que es mucho más, quedaba hecho esclavo, ni aunque fuese hijo de padre y madre esclavos. Nadie podía vender su esclavo sin echarle primero argolla, y no se la echaban sin tener causa, y licencia de la justicia. Era la argolla una collera delgada de palo, como arzón, que ceñía la garganta y salía al colodrillo, con unas puntas tan largas, que sobrepasaban la cabeza, o que no se las pudiese desatar el argollado. A estos esclavos de argolla los podían sacrificar, y a los que compraban de otras naciones, y ellos llegaban a ser libres si podían refugiarse en palacio en ciertas fiestas del año, y aun dicen que no se lo podían estorbar sino los amos o sus hijos; pues si otros los detenían, tenían pena de ser esclavos, y el esclavo era todavía libre. Cada esclavo podía tener mujer y pegujal, del cual muchas veces se redimían; aunque pocos se rescataban, pues ellos no trabajaban mucho y los mantenían los amos.

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