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Datos principales


Desarrollo


La obra La profesión de Fernández de Oviedo no es la de escritor, aunque sí del empleo de la pluma, pues fue notario del Tribunal del Santo Oficio, y de los de número de Madrid. El Veedor tiene también algo que ver con el levantamiento de actas, especialmente de fundiciones. Ni tampoco su profesión fue la de alcaide, ni la de procurador de los vecinos de Santa María o de los de Santo Domingo. Y sin embargo lo que le levanta sobre todos sus contemporáneos es la ingente obra que ha dejado, parte de la cual aún no ha sido editada convenientemente: tenemos la fortuna de que se conserven los manuscritos44, aunque sabemos de alguno que hasta el momento no ha aparecido. Antes de entrar en la consideración de las facetas indianas de la obra de Fernández de Oviedo, y en especial del Sumario que ahora editamos e introducimos, cabe hacer una visión de conjunto sobre esta polifacética producción de un hombre que parecería que no hubiera tenido otra ocupación que la de escribir, si no supiéramos que tuvo --como dicho va en las páginas anteriores-- una actividad personal enorme, y que en sus setenta y cinco años viajó por toda Europa, por las principales ciudades de España, y por las Antillas y Tierra Firme, no permaneciendo de continuo en ningún sitio más de diez años. Lo variado de su obra merece que la clasifiquemos, para mejor destacar el papel que juega el Sumario entre todas ellas. Esta clasificación, ya adelantada por mí en otra ocasión45, es la siguiente46: I.

Creación literaria: --El Claribalte. II. Históricas: --Sumario de la Historia Natural. --Cathalogo Real de Castilla. --Historia General y Natural de las Indias. --Batallas y Quinquagenas. --Quincuagenas. --Prisión del Rey de Francia. --Naufragio de Argel. III. Genealógicas: --Cathalogo Real. --Batallas y Quinquagenas. --Tratado de las Armas. --Libro de los Linajes y Armas. IV. Moralizadoras: --Respuesta a la Epístola Moral del Almirante de Castilla. --Reglas de la vida espiritual. --Quinquagenas. (Los hechos notables son tomados como modelo moral.) V. Políticas: --Relación de los males causados en Tierra Firme por Pedrarias Dávila. --Escritos dirigidos al Consejo de Indias. (Aunque no tengan el carácter de libros.) VI. Administrativas y de corte: --Libro de la Cámara Real del Príncipe Don Juan. --Libro de los Oficios. Características Aunque en este estudio preliminar deberíamos referirnos sólo a la obra que introducimos, es decir al Sumario de la Historia Natural de las Indias, no hemos de olvidar que este libro es el anuncio de su gran Historia, a la que hace frecuente referencia en el Sumario. Por esta razón hemos de considerar las características de la información indiana que ya entonces (1525) tenía recogida Fernández de Oviedo y que cuaja cuando edita la primera y segunda partes de la Historia. Al hacer este análisis nos encontraremos con que el encasillamiento que como historiador se le suele hacer (por la gran importancia que da a los hechos humanos acaecidos en América) no es absolutamente exacto, ya que --como vamos a considerar-- su polifacetismo de buen observador indiano le lleva a una preocupación geográfica, a una curiosidad y conocimientos naturalistas de primera fila, a una intuición etnográfica y etnológica que le sitúa entre los pioneros de la descripción de las primeras comunidades indígenas conocidas por los europeos, con una inclinación de tipo indigenista --no coincidente con la de Bartolomé de las Casas-- insólita en un secular.

En último término, es historiador y, en gran parte, historiógrafo, es decir, narrador de hechos, sucesos, acontecimientos, de personas que fueron contemporáneas. Todo ello servido por un estilo literario que merece especial atención. Comencemos el breve análisis, al que he dedicado en otro lugar un espacio más amplio47. Ya en el Sumario da idea de su preocupación geográfica. A él le tocó muy de cerca el considerar que América --por el descubrimiento del Pacífico, precisamente en Panamá, donde él iba a vivir largo tiempo-- no era parte de Asia. Ante la realidad, sin embargo, hábil servidor de los intereses reales, como ha estudiado Bataillon, pretende en alguna ocasión identificar las Indias con las Hespérides, y demostrar que los primitivos caudillos hispánicos señorearon aquellas tierras, lo cual significaría una legitimidad de los reyes de España a la posesión después del Descubrimiento. Todos sus razonamientos geográficos son lógicos, coherentes y críticos, no fiándose siquiera de las elucubraciones de Pigafetta y otros sobre Trapobana. Donde sí es notable lo que pudiéramos llamar especialización de Oviedo es en el campo de las que hoy llamamos Ciencias Naturales, o Historia Natural, como él mismo denomina a su quehacer; buena prueba es el Sumario que aparece en esta edición. Aunque es seguro que en cortes y en el aula regia, donde debió asistir a las clases que allí se impartían, algo se debió relacionar con la Historia Natural, pero más como una cita erudita de Plinio o de Aristóteles (que él con frecuencia menciona en sus obras), este bagaje no le sería de mucha utilidad frente a la verdadera revolución que ofrecían las cosas de las Indias --flora, fauna, naturaleza en general-- frente a las ideas que sobre el mundo y sus pobladores vegetales o animales se sabían en la Europa de su tiempo.

Todos los aspectos del conocimiento naturalístico de Fernández de Oviedo han sido estudiados a fondo por Álvarez López, y a su trabajo remitimos para quien desee mayor amplitud48. Quizá sea en la Botánica, la más compleja de las Ciencias de la naturaleza, donde brilla la curiosidad y rigor de descripción de Fernández de Oviedo, que la antepone a la Zoología. No sólo se detiene en contar y describir cómo son las plantas (y sus frutos y flores) de las Indias, sino que se adelanta a los sistemas descriptivos que serán patrimonio de los científicos casi ciento cincuenta años después. Aunque no es precisamente un herbolario, muy posiblemente aprendió en Italia la importancia que se daba al conocimiento de los vegetales (como en su tiempo lo hacían Fuchs y Loberlius, de los que seguramente no tuvo noticias); pero a Fernández de Oviedo le interesa más la presentación de informes sobre cómo eran, que las virtudes curativas de frutos y vegetales en general, como había sucedido a lo largo de la Edad Media. La ordenación que de las plantas establece es absolutamente personal, y atiende también a sus utilizaciones industriales o prácticas49. Hace una distinción bien clara entre los vegetales no arbóreos --a los que llama plantas-- y los árboles, que le maravillan, y en cuya descripción consuma páginas y páginas de su Historia, de la que es un anuncio el crecido número de capítulos que le dedica en este Sumario. Las plantas le impresionan especialmente, y dedica atención a la aclimatación --de segunda generación la llama-- de las importadas de España.

Si asombroso era, para Fernández de Oviedo, el mundo vegetal, no lo será menos el animal. Es también un zoólogo consumado, al menos en la clasificación (en que sigue a Plinio) y descripción, ya que se encuentra con cuadrúpedos, reptiles, aves (que diferencia las de mar y tierra), animales acuáticos e insectos. Valiéndose de la licencia real para obtener informes --que él transforma en casi una orden, como vimos--, consigue noticia de animales que él no vio o contempló personalmente, como las ovejas de Perú, llamando así (como lo hacían al comienzo los conquistadores) a las llamas y alpacas, identificando a los auquénidos con los camellos. Asimismo, los bisontes son para él --como lo fueron para Cabeza de Vaca-- vacas y toros monteros, cuya baja testuz y pelambre pondera, como diferencia esencial con los vacunos europeos. Por la minuciosidad con que se recrea en las aves americanas, Alcides d'Orbigny le reputó el primer ornitólogo del mundo moderno. Cuidadoso de las definiciones para decir lo que son los insectos, se apoya en Plinio: Como dice Plinio, es opinión de algunos que no alientan ni tienen sangre. Llámalos insectos porque son cortados o recintos en el cuello, o en el pecho, o en otras partes o lugares de sus coyunturas... y maravíllase cómo en tan pequeña cosa pueda haber alguna razón o potencia50. Resumiendo, Fernández de Oviedo tuvo en titular a sus obras indianas como historias naturales, tanto en el presente Sumario como en la grande obra (que precisará en su día una nueva edición asequible al gran público, como esta edición) en que empeñó los años subsiguientes.

Quedan sólo un par de aspectos que no es ésta la ocasión de tratar, su condición de etnólogo y su actitud ante los indios, o sea su indigenismo, que dejamos para el análisis que hacemos a continuación sobre el Sumario. No es necesario ponderar, porque el lector lo apreciará por sí mismo, que la prosa de Fernández de Oviedo es límpida y clara, que fluye sin esfuerzo, que es comprensible y elocuente (sin artificios oratorios, paradójicamente), y da una extraordinaria vivacidad a aquello que describe o narra. Si en otra ocasión tenemos oportunidad de tratar del tema, allí habrá que mencionar sus condiciones de narrador, porque realmente el Sumario, pese a hacer constante referencia a la Historia que va preparando, no es precisamente una exposición histórica, aunque pondere la grande obra del Almirante descubridor. El Padre Las Casas acusó a Fernández de Oviedo de ser uno de los tiranos de Castilla del Oro, cuando en realidad es Fernández de Oviedo el que denuncia a Pedrarias por sus inhumanidades. Si tuvo indios en encomienda, o trabajaron para él, no se trata de una excepción, sino de una norma general. ¿Qué razones impulsaron al impulsivo --valga la redundancia-- dominico a verter sobre el cronista todo género de dicterios? No es necesario conjeturar demasiado. Fernández de Oviedo fue leal relator de los hechos históricos de la fallida colonización utópica de Fray Bartolomé en Cumaná, y no la relata por informe de otros, sino que conocía muy bien toda su gestación y desarrollo y muy certeramente recuerda que había predicho la catástrofe.

Las Casas llega en su ira --y a los lascasianos nos duele esta inquina personalísima del protector de los indios-- a englobar a Fernández de Oviedo individualizándolo, en la masa de los que arruinaron y esquilmaron en Tierra Firme. Así, queda la imagen de Fernández de Oviedo cruel y opresor de los indios. Bien dice Amador de los Ríos, en el Prólogo a la Historia General51 que esta --refiriéndose a la acusación del Padre las Casas-- había de producir nuevos errores. Uno de éstos sería, como recuerda José Miranda52, el artículo de la Biographie Universalle ancienne et moderne (que) convierte a Fernández de Oviedo en abominable tirano de los indios de Haiti (t. XXXII, págs. 310-311), haciendo extensivas las acusaciones de Fray Bartolomé a los tiempos pacíficos en que Fernández de Oviedo fue alcalde de Santo Domingo. El Sumario Terminemos esta larga, pero necesaria introducción, deteniéndonos en la obra que el lector tiene en sus manos. Notemos en ella, primeramente, como ya se dijo en su esquema biográfico, que es una prueba doble de la capacidad extraordinaria de Fernández de Oviedo. En primer lugar, es una muestra de su extraordinario conocimiento --tras una muy relativamente corta estancia en las Indias-- de cuanto podía interesar al mundo europeo de lo que en el Nuevo Mundo había de diferente de lo conocido. En segundo, que escrito para satisfacer la curiosidad manifestada por Carlos I en sus conversaciones con Fernández de Oviedo, fue redactado de memoria, lo que muestra esta potencia mental de nuestro cronista.

Editado por primera vez en Toledo, en 152653, aparece con dos títulos, aunque coincidentes en lo sustancial: De natural istoria de las Indias (en la portada) y el de Sumario de la natural y general istoria de las Indias, en la parte interior, que es el que ha prevalecido. Aunque el propio autor se vanagloria de traducciones a los más exóticos idiomas --como el turco--, lo cierto es que aunque tuvo una inmediata resonancia, no pasó del latín, el inglés y el italiano. Chauvetón la vertió al latín, apareció en italiano en Venecia en 1534 (ocho años después de la edición en castellano) en 1555, en Londres, en inglés, y Ramusio lo incluyó en sus célebres Navigationi et viaggi, en Venecia (1550-74). Un poco olvidado durante siglos --quizá oscurecido por la edición de la Historia grande-- se reedita por González Barcia en sus Historiadores Primitivos de Indias, en el volumen I54, tardando más de un siglo en volverse a imprimir, en la Biblioteca de Autores Españoles, vol. 2255, y noventa años después por Enrique Álvarez López56. La más reciente reedición es la de José Miranda, en la Biblioteca Americana57 del Fondo de Cultura Económica de México58, con un excelente estudio y ensayo preliminar del editor. Quizá, como decimos más arriba, esta dilatada serie, poco numerosa, de ediciones responde a que para muchos el Sumario es como un resumen de la Historia mayor, cuando es por el contrario un anuncio o avance de lo que ésta va a contener, aunque sólo en las partes que pasamos a comentar, analizando la obra, ya que la parte que llamaríamos verdaderamente histórica en el sentido tradicional, apenas viene esbozada en este Sumario.

No se trata, pues, de una abreviatura identificable con otra obra, sino de un tratado originalísimo, cuyo tema coincide, pero ni siquiera se corresponde con libros o capítulos de la gran Historia. Veamos en qué consiste el contenido. De él dice en los párrafos finales el propio autor: Sacra, católica, cesárea, real majestad: Yo he escrito en este breve sumario o relación lo que de aquesta natural historia he podido reducir a la memoria, y dejado de hablar de otras cosas muchas de que enteramente no me acuerdo... Sin embargo, el recuerdo le permitió encerrar en el breve sumario una variada información, que permitió al lector de 1526 tener una noticia de lo que había en Indias, mucho más precisa que lo que hasta entonces se iba sabiendo. Siete son los aspectos indianos que Fernández de Oviedo trata en este Sumario: náuticos, geográficos, etnográficos, zoológicos, botánicos, de plagas y de las explotaciones extractivas. Comencemos, como él mismo lo hace en su capítulo I, con los aspectos náuticos. Es una descripción de las rutas a seguir desde la península hasta Canarias, primeras islas del Caribe, La Española y luego Tierra Firme. Indica, lo que es de subrayar, que se pasa por la isla de la Gomera, ya entonces famosa para los navegantes, porque allí los navíos toman refrescos de agua y leña, y quesos y carnes frescas, y otras cosas, las que les parece que deben añadir sobre el principal bastimento, que ya desde España llevan. Los recuerdos que Fernández de Oviedo, y sobre los cuales, antes de ponerse a escribir debió hacer un guión o recuento, los ordena con gran lógica en el Sumario, para un mejor entendimiento de la materia.

Por esta razón, dado que lo que va describiendo después se refiere a las tierras entonces conocidas, ya que de México, ya conquistado, apenas se sabía lo que las Cartas cortesianas habían dejado ver, por esos mismos años, y no mucho, se impone una descripción del territorio. Así, el capítulo II se dedica a La Española y el VIII a Cuba y el IX a Tierra-Firme. El Capítulo LXXXV tiene un valor extraordinario para revelarnos la intuición geográfica de Fernández de Oviedo, ya que al hablar del tráfico hacia las especierías, al Maluco (Molucas) y referirse al Estrecho de Magallanes, sugiere la posibilidad de la perforación terrestre, por la zona ístmica, de un canal. Establecido el orden y la prelación, le parece que antes de seguir con la naturaleza, que en grandes rasgos ha descrito en los capítulos citados, conviene hablar de los habitantes, y a ellos dedica los capítulos III, IV, V, VI y X. En estas páginas, lo cual afirmará completamente en su Historia, paralela en muchos casos a la del dominico Las Casas, planta cronológicamente el primero su banderín de príncipe de los etnógrafos de América, como ya he hecho resaltar en otro trabajo mío, en ocasión del centenario de su muerte59. La primacía --por ello lo designo como el primero y príncipe de los etnógrafos indigenistas de América-- consiste inicialmente en reconocer a los indios como seres humanos, con pleno discernimiento, capaces de organizarse, inventores de soluciones técnicas y alimenticias (a ello dedica sustanciosos párrafos) que les permitieron establecer sociedades, crear grupos directivos y sobrevivir sobre el terreno.

Sus costumbres, régimen social, economía, creencias vienen magistralmente descritas por Fernández de Oviedo. Cierto es que Fray Ramón Pané ya había escrito antes que él, pero de un modo limitado, y como respuesta a una orden que le fue dada de que hiciera el trabajo, y sobre un grupo limitado de habitantes de las Antillas. No es un trato exoticista el que hace de la vida indígena Fernández de Oviedo, sino propiamente etnológico. Quizá por esta razón y la de los capítulos geográficos ya mencionados es por lo que --como dijimos-- en alguna edición extranjera se incluye el Sumario en colecciones de viajes. Ya perfilado el modo de llegar a las Indias, la naturaleza del paisaje y los habitantes que han cultivado el territorio, Fernández de Oviedo entra en lo que propiamente responde al título: la Historia Natural. A la Zoología dedica nada menos que cincuenta capítulos (del XI al LXI) y a la Botánica, dieciocho (del LXII al LXXX). No me arriesgo a desflorar el entusiasmo del lector adelantando comentarios, que él mismo hará, pero sí afirmar que Fernández de Oviedo es el primer naturalista del Nuevo Mundo, que sistemáticamente va haciendo descripción de seres vivos animales, de árboles, plantas y frutos. En su conclusión hace un canto a las riquezas de las Indias y a ello ha correspondido en algunos capítulos --como expusimos en la mención de las especialidades que trata-- con la descripción de actividades extractivas: Oro (capítulo LXXXII), pesquerías (Capítulo LXXXIII) y perlas (capítulo LXXXIV). Curioso es el capítulo LXXXI en que habla de las plagas españolas e indígenas, asombrándose de que al pasar la raya equinoccial desaparecieran los piojos, que renacían cuando se regresaba a España. Es el Sumario una pequeña joya literaria y americanista, que no podía faltar en esta Colección. Hacemos votos por que sea posible conocer la grande obra, tantas veces mencionada por Fernández de Oviedo en este libro, la Natural Historia. Manuel Ballesteros Gaibrois

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