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Los más tempranos testimonios (1518) Se conserva un relato, conocido como Itinerario de la armada# que es, hasta donde se sabe, el primero de los testimonios, espejo de la admiración que causó en los españoles el encuentro con las altas culturas de Mesoamérica5. Escrito en 1518 por el clérigo Juan Díaz, capellán en la expedición de Grijalva, incluye noticias que iban a impresionar sobremanera a cuantos lo leerían en Cuba, España y otros muchos lugares de Europa. Juan Díaz describe allí lo que más le llamó la atención a lo largo de ese viaje. Habla de los templos que, cercanos a las costas, podían verse con sus altas torres, de pueblos a los que entraron, con calles empedradas que, por sus edificios y casas, podía inferirse eran de gente de grande ingenio y poseedora de no poca riqueza. Recuerda la de ciertos calderos de oro, pequeños, unas manillas y brazaletes de oro#, rodelas relucientes de oro#, campanillas y collares de oro#, edificios de cal y arena, muy grandes y un trozo de edificio asimismo de aquella materia conforme a la fábrica de un arco antiguo que está en Mérida de Extremadura. Recuerda también las representaciones de dioses, y los hombres sacrificados, y, más adelante, un gran pueblo que, visto desde el mar, no parecía menos que Sevilla, así en las casas de piedra como en sus torres y su grandeza#6. Reflejando el permanente afán de precisar geográficamente a dónde había llegado la expedición, el relato, cuyo título completo es Itinerario de la armada del rey católico a la isla de Yucatán en la India, el año 1518, en la que fue por comandante y capitán general Juan de Grijalva#, concluye sosteniendo que encontraron también gentes que adoran una cruz de mármol, blanca y grande, que encima tiene una corona de oro; y dicen que en ella murió uno que es más lúcido y resplandeciente que el sol#7.

Y, tras mencionar los principales objetos de oro rescatados y enviados al rey, se plantea nueva cuestión al decir que todos los indios de dicha isla Yucatán están circuncidados; por donde se sospecha que cerca se encuentren moros y judíos, Pues afirman los dichos indios que allí cerca había gentes que usaban naves, vestidos y armas como los españoles#8. Al conocerse todo esto en Cuba, aun antes del regreso de Grijalva, ya que éste había despachado a Pedro de Alvarado para que informara del éxito obtenido, el gobernador Diego Velázquez tomó dos decisiones en extremo importantes. Una fue la de enviar de inmediato a España a un hombre de su confianza, su capellán Benito Martín. Debía éste alcanzar que Velázquez, además de gobernador y adelantado de Cuba, fuera designado también capitán general de las nuevas tierras visitadas por Grijalva, nombradas entonces de Santa María de los Remedios# El clérigo Martín no sólo logró su cometido sino que además hizo posible se difundiera en España y fuera de ella la noticia del gran descubrimiento. Llevando consigo copias del Itinerario de la armada, hizo entrega de las mismas al futuro Carlos V y a Gonzalo Fernández de Oviedo que se encontraba a la sazón en España. Tan grande fue el interés que despertaron en España las noticias de la expedición y hallazgos realizados por Grijalva que el texto del Itinerario que había llevado Benito Martín comenzó muy pronto a difundirse en forma impresa. Una versión italiana del mismo se publicó en Venecia el 3 de marzo de 1520.

Otra apareció en Valladolid en latín, el día 7 del mismo mes y año. En alemán comenzaría a circular desde marzo de 15229. Como habremos de verlo, dicho texto sería también aprovechado en los años inmediatos por varios escritores o cronistas ocupados en difundir las noticias que se recibían de las islas y tierra firme en las que penetraban por entonces los españoles con propósitos de conquista y hacer poblamiento en ellas. De esta suerte la primera de las decisiones del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, de informar sobre los óptimos resultados de esa expedición para obtener nombramiento y derechos en su favor, fue asimismo causa de la más temprana difusión de noticias sobre esas tierras de las que se sabía ya con certeza estaban habitadas por gentes que vivían en grandes pueblos y ciudades, dueñas de considerables riquezas, muchas de las cuales estaban a la vista en sus templos y palacios. La otra decisión, tomada asimismo por Velázquez, fue la de preparar una nueva expedición que debía regresar de inmediato al país visitado antes por Grijalva. Obrando en su calidad de gobernador de la isla y asimismo como promotor y empresario a título personal, Velázquez invitó a otros españoles que habían acumulado ya ciertos recursos a que participaran también en ella. No siendo mi intención repetir aquí lo que entonces ocurrió, traeré sólo a cuento cómo fue que Velázquez puso al frente de tal empresa a Hernán Cortés. Muy amigo de éste último era Amador de Lariz, natural de Burgos, contador del Rey en Cuba y hombre que, aunque no sabía leer ni escribir, era en extremo astuto.

Se decía que este Lariz había servido como maestresala del gran capitán Fernández de Córdoba. Enterado Lariz de los proyectos de Velázquez, concibió la idea de proponerle nombrar a su amigo Hernán Cortés como capitán de esa expedición. Contribuyó a esto mismo el secretario de Velázquez, Andrés de Duero, también muy vinculado a don Hernando10. Este actuaba entonces como alcalde y disponía además de buenos ducados, fruto de sus trabajos y granjerías en la isla. Consultado Cortés por Velázquez sobre si quería embarcarse con rumbo a esa tierra de la que tantas cosas se decía, el extremeño no sólo aceptó sino que ofreció poner para la empresa veinte mil ducados. En menor proporción contribuyeron otros de los que iban a salir a sus órdenes hasta lograr disponer diez embarcaciones adecuadamente abastecidas y que debían transportar poco más de quinientos soldados, cien marineros y algunos indios y negros, dieciséis caballos, treinta y dos ballestas, diez cañones de bronce, y otras muchas piezas de artillería de calibre más corto.

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