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Datos principales


Desarrollo


La versión española de la HGCNE a) Los manuscritos El texto en español de lo que hoy se designa como la Historia general de las cosas de Nueva España se ha conservado en dos manuscritos: el Códice Florentino (MS 218-220 de la Colección Palatina de la Biblioteca Medicea-Laurenciana de Florencia) y el Códice castellano de Madrid o Manuscrito de Tolosa (MS A77, Colección de Muñoz, 50.9-4812 de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia). De aquí en adelante se designarán con las siglas CF y MT respectivamente. El CF, objeto de la presente edición, lo dio a conocer por primera vez el bibliógrafo A.M. Bandini en 1793. Su descripción, parte de la cual reproduce García Icazbalceta (1954: 358), concuerda con el estado actual del códice. El manuscrito bilingüe a dos columnas, ricamente ilustrado por un arte que denota un avanzado proceso de aculturación, está encuadernado en tres volúmenes, el primero de los cuales contiene los Libros I-V, el segundo los Libros VI-IX, y el tercero los Libros X-XII (en el Prólogo al Libro IX se indica que originalmente estaba organizado en cuatro volúmenes). El primero de éstos resulta acéfalo, al habérsele arrancado el primer folio que contendría la carta de dedicatoria a fray Rodrigo de Sequera, del que queda una tira marginal con una C mayúscula en la parte superior. En el verso del folio cuarto de guarda aparece bajo el signo de una cruz el lema franciscano: Christus vinit. Christus vincit. Christuy regnat.

Franciscus famulatur. No nos queda, pues, título alguno en él. Otras particularidades físicas del códice pueden verse en Paso y Troncoso (1929: 316-320) y en Martínez (1982); en el texto de esta edición quedan señalados aquellos lugares que, en el proceso de encuadernación, sufrieron mínimamente de la gillotina. Este es el códice al que alude Sahagún en la carta del 26 de marzo de 1578 dirigida a Felipe II. El porqué y el cómo fue a parar a Italia ha sido, en mi opinión, demostrado en el estudio ya citado de Marchetti (1983). En este trabajo, tras concluirse que el códice tuvo que mandarse a España en el año de 1578, se sugiere que Felipe II lo enviase como regalo de bodas al gran duque de Toscana, Francisco I. En apoyo de su tesis Marchetti muestra los fuertes lazos existentes entre el duque y el monarca, el conocido interés de aquél por las ciencias naturales, y la referencia a un "ricchissimo libro de Spagna" que se encuentra en una carta, fechada a 12 de octubre de 1579, dirigida al duque por el naturalista boloñés Ulisse Aldrovandi. El habérsele cortado nítidamente el primer folio del códice, donde como ya se indicó estaría la carta dedicatoria a fray Rodrigo de Sequera, sirve como un argumento más. En ella, como puede comprobarse en la versión que tenemos en el MT, Sahagún, agradece en tonos encomiosos a Sequera los actos de ayuda y protección deparados a su obra, lo que implícitamente contradice y denigra la política recientemente intaurada por Felipe II con respecto a los trabajos históricos y etnográficos de la Nueva España.

Otras teorías sobre cómo y cuándo el CF llegó a Italia se habían sugerido antes por Z. Nuttall (1926: 302) y D. Heikamp (1972: 1921), pero ninguna de las dos contradice la expuesta por Marchetti. El CF, a pesar de constituir la elaboración más extensa de las versiones en lenguas náhuatl y española de la HGCNE, hasta el punto de podérsele considerar como la recensión final, ha sido hasta muy recientemente, en lo que respecta a la versión española, prácticamente ignorado por los editores. Con la excepción de Anderson y Dibble, quienes utilizan con frecuencia pasajes de la versión española en las notas a su excelente edición y traducción del texto náhuatl (1982), los editores en el pasado se han basado en el MT. Destaca entre las razones que pueden explicar este olvido el juicio emitido por Paso y Troncoso a principios de siglo sobre el texto en cuestión. Según él, "conviene conservar del Códice Florentino la parte mexicana, bien que ruda y de pronunciación más difícil, es absolutamente necesario desechar lo escrito en castellano por los indios de México, a causa de los barbarismos y faltas de sintaxis en que abunda: vicios que sería indigno conservar en una edición monumental como la nuestra" (en Zavala 1938: 72). El juicio del erudito mexicano es, en mi opinión, excesivo e injusto, ya que, si bien es verdad que el texto presenta una gran variedad de anacolutos, hay que tener en cuenta que la "versión-traducción" tuvo que ser hecha por Sahagún al dictado, proceso que es precisamente el reflejado en los "defectos", lo que constituye de por sí un aspecto de interés lingüístico.

Años más tarde uno de los más ilustres estudiosos de Sahagún y su obra, el padre Garibay, incomprensiblemente llegaba a afirmar en el Proemio general a su edición de la HGCNE que: "Por desgracia, a pesar de que se piensa lo contrario, no es el Códice de Florencia ni tan antiguo como se afirma, ni tan limpiamente elaborado como se desearía. No lo vio de seguro el mismo Sahagún y si es muy antiguo, no podrá pasar del fin del siglo XVI, cuando el franciscano reposaba en su tumba" (1985: 4). Dije "incomprensiblemente" porque en otro lugar del Proemio indica haber cotejado su edición con el CF, y éste lleva la firma del propio puño y letra de Sahagún (Apéndice del Libro IV), así como alguna que otra corrección con la misma escritura temblorosa en los Libros VII, IX y X. Tampoco ha ayudado a la propagación de la versión española del CF las dificultades de consulta, por razones de conservación, impuestas durante ciertas épocas por la biblioteca donde se guarda. La situación ha comenzado a cambiar en los últimos años gracias a la edición facsimilar del CF llevada a cabo por el gobierno mexicano en 1979, y gracias también a la existencia en ciertos centros de investigación de microfilmes de la obra como es el caso en la Library of Congress. Un aspecto importante del CF lo constituye la rica serie de ilustraciones que lo acompaña. Sin contar los motivos ornamentales, aparecen en él un total de 1855 iluminaciones según el cómputo de Quiñones Keber (1989: 206).

No obstante, Sahagún nunca se refiere a ellas ni dice nada sobre el proceso de su composición, a pesar de los numerosos comentarios que hace sobre el texto escrito en los diferentes prólogos y notas interpoladas. El mayor número de las ilustraciones aparecen en la columna dedicada al texto español, por ser el más corto, si bien algunas aparecen en la columna de la versión en náhuatl. En general sirven para ilustrar gráficamente lo dicho en el texto escrito; sólo en contadas ocasiones los dibujos ofrecen información no recogida en el texto. Todos los libros están ilustrados. En ocasiones las ventanas, donde debería ir algún dibujo, han quedado en blanco; otras veces aparece el trazado en carboncillo negro o sepia, sin aplicación de color alguno, lo que parecería indicar la presura con que se realizó el códice, que en última instancia quedó inacabado. Las iluminaciones muestran tanto en el trazado de las imágenes como en el de composición un estilo europeo. Los tlacuiloque ("ilustradores de manuscritos") presentan sus figuras con proporciones y rasgos anatómicos, y componen sus viñetas de forma tal que puede observarse su preocupación por los aspectos espaciales y de movimiento. Incluso los dibujos de las figuras de los dioses (Libro I) o de los señores (Libro VIII), donde se esperaría mayor fidelidad a la tradición pictórica prehispánica y de hecho son los que muestran un cierto aspecto híbrido, denotan la influencia de las técnicas pictóricas de Europa.

El MT es un códice de 682 páginas (343 folios) escrito en una sola mano, que contiene el texto castellano de la HGCNE. La comparación que con el CF realizaron Dibble y Cline les llevó a concluir que MT es una copia "editada" de aquél (Cline 1973: 199 y Dibble 1982: 22). En ésta se ha alterado la ortografía, modificado la puntuación, y se emplean con más frecuencias las abreviaciones de palabras. Más importante aún, en algunos pasajes, sobre todo en los Libros VI y XI, el copista abrevió, omitió y alteró el texto. Fray Juan de San Antonio (1732: 214) fue el primero en mencionar este códice como uno de los guardados en la biblioteca del convento franciscano de Tolosa, de ahí su nombre. Medio siglo más tarde, en 1783, fue adquirido en préstamo de esta biblioteca por el cosmógrafo Juan Bautista Muñoz, a quien se le había comisionado escribir una historia de las Indias. A su muerte eventualmente el códice fue a parar a su localización presente. En una hoja añadida al comienzo se dice: Este libro se hallava en el Conbento de Frayles Franciscos de la Villa de Tolosa de Guipuzcoa, de donde lo recojio en Virtud de Real orden de 6 de Abril de 1783 por el excelentisimo Don Joseph de Galvez, Don Juan Bauptista Muñoz, Cosmografo mayor de Indias, comisionado por Su Magestad para escrivir la Historia General de aquellos Dominios, por cuyo fallecimiento se traxo con otros papeles suyos a esta Secretaria del Despacho de Gracia y Justicia de Indias. Haviendolo reclamado dichos Religiosos se les insinuo que Su Magestad tendria gusto de tenerlo; en cuya Virtud lo cedieron voluntariamente dandoles una copia integra de dicho Libro en el año de 1804 como consta del expediente causado sobre el particular que existe en esta Secretaria.

Este Libro aunque se llama original, no es sino copia ni tiene otra recomendación que el estar escrito en letra antigua de la epoca de la conquista de Nueva España, y a pocos años despues de ella. Madrid 4 Julio de 1804 La copia que se dio a dichos Religiosos de Tolosa costo mil y doscientos rreales (en Ballesteros Gaibrois 1964: 173; se han resuelto las abreviaturas). Dos teorías existen sobre la razón de esta copia. Según Baudot (1969: 67-68), uno de los estudiosos que identifica el CF con el "manuscrito Sequera" y que cree en que se hicieran dos copias del manuscrito bilingüe entre 1576 y 1580, se debería al continuo interés de fray Rodrigo de Sequera quien, al volver a España haría copiar, esta vez solo en español, el manuscrito bilingüe entregado por Sahagún. Marchetti (1983: 530) arguye, sin embargo, en favor de que esta copia se hiciera casi simultaneamente a la ejecución del CF, para asegurar al menos que de esta forma, debido a la medidas de interdicción que se habían iniciado, quedase un ejemplar entre los franciscanos. De aceptar la teoría de Marchetti, se podría conjeturar además que esta copia fuera precisamente los libros a que Sahagún alude en su "llevólos despues de esto, el padre Fray Rodrigo, de Sequera, desque hizo su oficio de comisario en esta tierra", declaración insertada, como se vio más atrás, en su segunda redacción del Libro XII, y que la mención del "muy historiados" que acompaña sea simplente resultado de la ignorancia de Sahagún de lo que estaba ocurriendo con sus manuscritos.

Creemos, pues, que el CF se redactó entre 1576 y 1577 y que sería pronto enviado a España, de donde, como ya se expuso, fue a parar a Italia. El MT se copiaría por esas mismas fechas y Sequera lo llevaría a España a su regreso, donde finalmente iría a parar al convento de Tolosa, lugar con el que varios protagonistas de esta historia habían estado conectados. Estos son los casos de fray Miguel Navarro, fray Gerónimo de Mendieta, y el decimoctavo provincial de la orden durante estos años fray Domingo de Areizaga (Mendieta 1971: 542, y Marchetti 1983: 530). Del MT se hicieron por los menos tres copias. La primera, de la que proceden directa o indirectamente la mayoría de las ediciones del pasado, se llevó a cabo por encargo de Diego Panes y Avellán en 1793, antes de que el manuscrito fuera a parar definitivamente a la biblioteca de la Academia de la Historia, y se llevó a México, donde se encuentra en la Biblioteca Nacional. La segunda, es la mencionada en la hoja añadida al códice y cuyo paradero se desconoce. La tercera, es la dada a conocer en Londres por Felipe Bauzá en la revista Ocios de españoles emigrados (1824: 369-380) y que sirvió de base a la edición de Lord Kingsborough (1830). Es muy posible que ésta sea la que hoy se encuentra en la New York Public Library, en la colección de Obadian Rich, MS 55, adonde algunos de los manuscritos de Lord Kinsborough fueron a parar. b) Título El CF resulta acéfalo al habérsele arrancado, como ya quedó indicado, el primer folio que contendría la carta dedicatoria a fray Rodrigo de Sequera y tal vez el título.

Así nos encontramos con una obra en la que su autor, a pesar de los numerosos comentarios insertados sobre el proceso de su composición, nunca se refiere a ella con un título específico. Hay, sin embargo, una referencia en el Libro X que en parte concuerda con el título con que hoy se conoce la obra. Después de la rúbrica inicial y el prólogo al libro, se lee: Comiença el décimo libro de la General Historia... La primera página del MT contiene el título, en parte mutilado por la corrosión de la tinta, del que se lee: ... sal de las cosas de la Nueua s ... libros y quatro volumenes en lengua española. Compuesta y copillada Por el muy Reverendo Padre Fray Bernardino de saagun de la orden de los Frayles menores de obseruancia (con las abreviaturas resueltas). En la página añadida con posterioridad y fechada en 1804, el título reza: Historia universal de las cosas de Nueva España. En el último folio y de la misma mano del amanuense de todo el manuscrito hay un colofón que dice: Fin de la Historia general compuesta Por el Muy Reverendo Padre bernardino de sahagun (con las abreviaturas resueltas). Una indicación más del posible título que Sahagún quisiera dar a su obra se encuentra al principio de los Memoriales en español donde se lee: Historia universal, de las cosas de la nueva españa: repartida en doze libros, en lengua mexicana y española, fecha por el muy reverendo padre fray bernardino de sahagun: frayle de sanct francisco, de observancia (ed.

de Paso y Troncoso 1906: 401). La variedad que en cuanto al título muestran los manuscritos ha hecho que la obra se haya designado como Historiam Universalem Nova Hispania por fray Juan de San Antonio en 1732, Historia Mexicana por Bandini en 1793, Historia general de las cosas de Nueva España por Bustamante en 1829, Historia Universal por Lord Kinsborough en 1830, e Historia de las cosas de la Nueva España por Paso y Troncoso en 1905-07. No obstante, el título con que apareció en la edición de Bustamante es el que se ha generalizado y es el que se sigue en esta edición. c) Contenido y organización No hay duda que el propósito inicial que llevó a Bernardino de Sahagún a recoger los materiales que presenta en su HGCNE fue el de promover la conversión de los naturales, lo que él declara explicitamente en el Prólogo de la obra. Pero también es verdad que el resultado final contiene mucho más que los aspectos "idolátricos" de la religión que quería eliminar, lo cual no ocupa cuantitativamente más de una tercera parte de la obra. El resto lo constituye una de las informaciones más ricas y precisas de la sociedad prehispánica del Valle de México. En el Libro I se trata de los dioses, sus características y atributos, así como de las ceremonias a ellos consagradas. Se presenta, si bien no de forma muy extensa y completa, el panteón náhuatl. Los primeros cinco capítulos se dedican a las deidades principales masculinas: Huitzilopochtli ("Colibrí de la izquierda"), numen solar, cuya asociación con la "izquierda" se debe a la posición donde se pone el sol; Páinal ("Presuroso") especie de deidad doble del anterior, a quien representaba; Tezcatlipoca ("Espejo humeante"), divinidad suprema; Tláloc, dios de la lluvia; y Quetzalcóatl ("Serpiente de pluma"), dios de los vientos.

Se pasa después, en los capítulos seis al doce, a presentar las principales deidades femeninas: Cihuacóatl ("Mujer serpiente"), la diosa de la tierra, diosa madre; Chicomecóatl ("7-Serpiente"), diosa de los mantenimientos; Temazcalteci ("Abuela de los baños"), la diosa madre en tanto protectora de los baños y de los que los regían; Tzaputlatena ("La madre de Tzaputla"), diosa a la que se atribula haber inventado el ungüento medicinal úxitl; Chalchiuhtlicue ("Su falda es de chalchihuite") diosa de las aguas; y Tlazoltéoll ("Diosa de la basura"), nombre dado a una variante de la diosa madre en cuanto diosa de la carnalidad. En los últimos diez capítulos del libro, del trece al veintidós, se presentan las divinidades de menor "dignidad" según Sahagún: Xiuhtecutli ("Señor del fuego"); Macuilxúchitl ("5-Flor"), manifestación del dios solar Xochipilli ("Señor de las flores"); Omácatl ("2-Cañas") dios de los convites; Ixtlilton ("Carinegrillo"), dios de las fiestas, es una manifestación del dios principal Tezcatlipoca; Opuchtli ("Izquierdo"), uno de los dioses de la lluvia, protector de los pescadores; Xipe Tótec ("El desollado"), dios relacionado con la fecundidad; Yiacatecutli ("Señor guía"), dios de los mercaderes; Neppateculli ("Señor de los cuatro lugares") uno de los dioses de la lluvia, protector de los artesanos que trabajaban con pita; y Tezcatzóncatl ("El de Tezcatzonco"), uno de los dioses del pulque o bebidas fermentadas. Las equiparaciones que a veces aparecen en el texto entre las deidades aztecas y grecolatinas, por ejemplo: Tezcatlipoca como "otro Jupiter", Chicomecóatl como "otra diosa Ceres", son resultado de la intención de Sahagún de hacer su texto más comprensible, y no producto de ningún grado de aculturación por parte de los informantes.

Estas equiparaciones sólo aparecen en la versión española. Termina este primer libro con una "confutación" de Sahagún de la idolatría, basándose en textos de las Sagradas Escrituras. En el Libro II los diecinueve primeros capítulos, que no tienen correspondencia en la versión náhuatl, presentan a manera de resumen las fiestas fijas de los aztecas, a la vez que ofrecen una correlación del calendario mexicano con el cristiano. En los siguientes diecinueve capítulos, Sahagún nos da, a menudo ampliando lo recogido en la versión náhuatl, una vívida representación de la vida social y religiosa del México prehispánico. Siguiendo los meses del calendario azteca se describen las fiestas con sus ceremonias, ritos y sacrificios, los edificos y lugares donde tenían lugar, los ministros y participantes de las mismas, así como las comidas, atuendos y formas de comportamiento que acompañaban las celebraciones de dichas fiestas. La información un tanto escueta que del panteón náhuatl se ofreció en el primer libro se amplía en éste, al incorporar nuevas divinidades e introducir nueva información de las deidades ya mencionadas o de sus representaciones. Se agrega también en este libro una descripción de las fiestas movibles, así como una serie de "relaciones" entre las que destaca la de los edificios del Templo Mayor de México. En el Libro III se vuelve a tratar el tema de los dioses; esta vez el de sus orígenes. Lo más interesante que se presenta aquí son los relatos míticos, restos de antiguas epopeyas, relacionados con el nacimiento de Huitzilopochtli, y la historia de Quezalcóatl y Huémac, el rey de Tula.

En el principo del apéndice a este libro, Sahagún relata algunas de las creencias de los naturales sobre los lugares a donde iban a Parar las almas de los difuntos; después pasa a dar una serie de noticias tocantes a la educación de los jóvenes en el tepochcalli ("casa de los jóvenes") y en el calmécac ("templo-escuela"), terminando con unas consideraciones sobre el proceso de selección de los sumos sacerdotes. En el Libro IV, a pesar de su título, Astrología judiciaria, es decir, la influencia de los astros en la vida de los seres humanos, lo que Sahagún presenta es un tonalpohualli, cuenta o lectura de los destinos de las personas según el signo en que nacían. Estos signos en número de veinte se repiten trece veces, creando una especie de "calendario" de doscientos sesenta días. En este tonalámatl ("libro de los destinos") Sahagún, aun considerándolo arte de nigromancía, se explaya en la descripción de la buena o mala fortuna que conllevaba el nacimiento en cada uno de estos signos, así como las diferentes circunstancias mediante las que se podía perder la buena o corregir la mala. De forma ancilar aparece en este libro toda una copiosa información sobre la vida social de los antiguos mexicanos: el diferente tratamiento que recibían las mujeres de los hombres, y las clases inferiores de las superiores; el comportamiento de los esclavos y sus señores; el tema de la embriaguez; el protocolo que acompañaba la partida de los mercaderes a lugares lejanos; las condiciones de las malas mujeres, etc.

El Libro V, junto con el séptimo el más corto de la compilación, trata algunos de los agüeros y pronósticos en que creían por tradición popular los naturales de la Nueva España, y presenta los consejos que recibían como consolación aquellos que experimentaban estos agüeros. A modo de apéndice le acompaña una colección de "abusiones" o supersticiones, algunas de las cuales tienen vigencia hoy día. El Libro VI contiene una colección de oraciones retóricas, conocidas generalmente bajo el término de huehuetlatolli. Este vocablo, que no aparece en la HGCNE, se define en el Vocabulario de fray Antonio de Molina como "historia antigua, o dichos de viejos". Entre los tratadistas modernos se le ha dado la acepción de "pláticas de viejos", "dicursos didácticos" o "preceptos de los ancianos"; no obstante la definición que mejor cuadra al término en el contexto sahaguntino es la de "orations handed down from generation to generation and delivered on key occasions, both religious and secular, for the purpose of perpetuating and preserving the religious, social, moral, and even historical traditions of a people whose form of picture writing was inadequate for this task" (Sullivan 1974: 99). Los primeros nueve capítulos contienen ocho oraciones al dios Tezcatlipoca, siete dichas por un sacerdote y una por el nuevo rey electo, y una al dios Tláloc, dicha también por un sacerdote, en tiempo de sequía. En los capítulos diez al dieciséis se encuentran las oraciones dirigidas por una persona principal o un sacerdote al señor recientemente elegido y las respuestas de éste al orador y al pueblo.

De los capítulos diecisiete al veintidós se presentan diferentes exhortaciones de los padres y madres a sus hijos e hijas. Se sigue, hasta el capítulo cuarenta, con una serie de oraciones relacionadas con el embarazo de la recién casada, el parto y los casos de muerte por parto. El mundo que se refleja en esta oraciones es el de la clase noble o alta. El libro termina, sin embargo, con tres capítulos dedicados a presentar una colección de refranes, adivinanzas y metáforas de clara expresión popular. El Libro VII es tal vez el menos logrado desde el punto de vista de Sahagún, de lo que deja constancia en el apartado dedicado Al lector. No obstante, en este texto Sahagún ha transmitido, sin comprenderlo totalmente, uno de los mejores relatos del mito de la creación del Quinto Sol (cap. II), que era, según la cocepción azteca, el que regía el universo en tiempos de la llegada de los españoles. Importante también es la descripción de la fiesta toximmolpilía ("atadura de los años"), que se celebraba al terminar el ciclo temporal de cincuenta y dos años (caps. X-XII). En el Libro VIII los primeros capítulos se dedican a enumerar los gobernantes de Tenochtitlan, Tlatelolco, Tezcoco y Huexutla, y a dar una breve relación, que se ampliará en el último libro, de los pronósticos que aparecieron antes de la llegada de los españoles y lo que éstos hicieron desde su desembarco hasta la toma de México. El resto del libro, a partir del capítulo ocho, es una interesante descripción de la vida de los señores y de la forma que llevaban a cabo el regimiento de sus estados.

Se presentan, con toda suerte de detalles, los atuendos, aderezos, insignias, comidas y pasatiempos de los señores, así como sus ocupaciones en tiempo de paz como de guerra, y la forma en que eran elegidos. Al describir las diferentes "casas reales", se nos ofrece una verdadera guía de la administración publica, presentado lo que hoy podríamos llamar departamentos o secretarías de gobierno: el de guerra, el de abastos, el de hacienda, el de justicia, etc., y el círculo de personas a ellos adjunto. Termina con dos capítulos dedicados a la manera de criar a los hijos de los señores y de la gente noble, y el proceso por el que éstos debían de pasar para adquirir las dignidades superiores. El Libro IX en su mayor parte está dedicado a presentar la historia de la clase privilegiada de los mercaderes, su organización, los bienes en que traficaban, sus fiestas y ceremonias, y viajes. La última parte del libro, que Sahagún abrevia considerablente en relación a la versión náhuatl, presenta algunos aspectos, sobre todo las fiestas y deidades, de los orfebres, lapidarios y artesanos de plumas. El Libro X trata del individuo en general. Nos presenta sus virtudes y vicios, o bondades y maldades, según el papel que hace en la sociedad ya sea por criterio de parentesco, clase u oficio. El capítulo veintisiete, que en la versión original trataba de las partes del cuerpo, lo sustituye Sahagún por una interesante digresión sobre las dificultades encontradas por los misioneros en el proceso de conversión de los naturales, en la que a veces el franciscano deja entrever su admiración por ciertos aspectos de la cultura prehispánica, tal como el de la educación de los hijos.

Siguen dos largos capítulos, uno dedicado a las enfermedades y a las medicinas y remedios de ellas, y el último a presentar un panorama histórico de los diferentes grupos indígenas asentados en las tierras del antiguo México. Los dos títulos del Libro XI, "bosque, jardín, vergel de lengua mexicana" y "de las propiedades de los animales, aves, peces, árboles..." reflejan los dos propósitos de Sahagún al componer este libro: por una parte el lingüístico, al recoger un gran corpus léxico de la flora y fauna de estas tierras; y por otra el "científico", al presentarnos una historia natural de las mismas. Aparecen en estas páginas una de las mejores fuentes de información que tenemos sobre los animales, plantas y minerales de una naturaleza que con el correr de los tiempos practicamente ha desaparecido. El Libro XII con que termina la compilación es un relato hecho desde el punto de vista de los habitantes de Tlatelolco de la conquista de México. Su importancia reside, en ser una narración de los "vencidos". La organización de los diferentes libros de la HGCNE, tal y como nos ha llegado en el CF, corresponde a la organización tradicional de las enciclopedias medievales. Como se puede ver por la descripción del contenido de los libros, la obra procede de la presentación del mundo sobrenatural o divino: los dioses y creencias religiosas (Libros I-V), al del aspecto físico del universo (Libro VII), el mundo de los seres humanos en orden jerárquico descendente (Libros VIII-X), y el mundo natural (Libro XI).

Es por ello que se haya tratado de establecer las posibles fuentes que ispiraran a Sahagún. Para Garibay (1975: 9) el punto de arranque sería la Historia Naturalis de Plinio, obra que se encontraba en la biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco (Nicolau D'Olwer 1952: 85-86); para Robertson (1969: 617-627) el De Proprietatibus Rerum de Bartholomaeus Anglicus. Se habrá notado la falta de mención de los Libros VI y XII, cuya ubicación e incorporación a la obra ha sorprendido a la mayoría de los estudiosos. No obstante, si tenemos en cuenta que el Libro VI trata de la retórica, en el sentido más amplio de la palabra, y de la philosophía moral, esto es, del comportamiento y conducta apropiados y éticos, y si tenemos también en cuenta que en él se incluyen las oraciones, que establecen dicho comportamiento y conducta, dirigidas a los dioses y a los seres humanos, no debe sorprender su inclusión y lugar, ya que sirve de punto de enlace y concatenación entre lo divino y lo humano. En cuanto al Libro XII, del que Sahagún dice que "trata de las guerras cuando esta tierra fue conquistada, como de cosa horrible y enemiga de la naturaleza humana" (Prólogo al Libro IX), su inclusión y ubicación podría justificarse como sugerencia de que la guerra es algo todavía "más bajo" que lo presentado en el Libro XI. Otra explicación, que considero más plausible, sería que por medio de él Sahagún estaba indicando que la llegada y conquista de los españoles significaron el fin y destrucción de la cultura y sociedad que acababa de presentar.

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