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Desarrollo


III. El poeta-soldado autor de "La historia de la Nueva MÉxico" El libro de Gaspar Pérez de Villagrá es actualmente rarísimo. Se publicó por primera vez en Alcalá de Henares en el año 1610, en un volumen 8.? menor de 24 hojas preliminares sin numerar y foliado el texto desde la 1 a la 287. Existen muy pocos ejemplares de esta edición. El consultado para este estudio pertenece a la colección Graiño de la Biblioteca del Instituto de Cooperación Iberoamericano. Según la reimpresión que se hizo en México por el Museo Nacional en 1900, el original fue prestado por don M. Gómez Velasco. De acuerdo con la información más verídica que conocemos, Gaspar Pérez de Villagrá o Villagrán, fue hijo de Hernán Pérez de Villagrá. Nació en Puebla de los Ángeles sobre el año 155524. Era pues descendiente de los Pérez de Villagrá que habían dado a América capitanes tan famosos como don Francisco de Villagrá, conquistador de Chile, al cual se refiere Gaspar en su Historia. Pérez de Villagrá se graduó con el título de bachiller de letras en la Universidad de Salamanca, y debió de salir para América sobre el 1580. En el canto veinte de su Historia nos dice que pasó siete años en la Corte de Felipe II antes del 1595 en que se asoció con Oñate para la colonización de Nuevo México. En el momento de alistarse en el ejército de Oñate, aparece su nombre en la lista del año 1598 en que se le describe como de mediana estatura, fornido, barba canosa y calvo.

De acuerdo con el grabado de su fisonomía que aparece en su Historia se notan dos marcadas arrugas que le cruzan la frente a las cuales también alude Zaldívar. Se muestra en este retrato la fisonomía de un veterano capitán. Villagrá fue elegido por Oñate en muchas ocasiones para misiones de importancia, lo que asegura su valor y la confianza que mereció de su general. Fue procurador del ejército en la expedición colonizadora por ser persona cualificada por su carácter para ejercer ese cargo. Otro de sus cargos fue el de capitán y miembro de su Consejo de guerra. Como juez asesor, Villagrá debería decidir junto con los misioneros materias de orden eclesiástico y de foro mixto, cargos que ejerció en diversas ocasiones durante la conquista. Dada la confianza depositada en él, debió de halagarle la amistad de Oñate pues siempre correspondió con admiración a su general en La Historia. Existen documentos que prueban la confianza y la estima en que se tuvieron sus servicios. En una carta de Oñate escrita desde el pueblo de Santo Domingo, el 10 de mayo de 1599, después de la batalla de Acoma, el general Oñate encomia su participación, sus viajes al valle de San Bartolomé y a las minas de Taxco en México, Zacatecas, para reclutar más soldados y ayuda para el ejército. También él fue quien escoltó a los misioneros en su llegada a Nuevo México. Fue elegido asimismo, junto con Vicente Zaldívar y otros seis hombres, para descubrir el paso del río Grande tras grandes penalidades.

A pesar de todo ello, Villagrá se muestra muy modesto al hablar de sus méritos. Dice sólo que fue elegido para llenar el número más que para ayudar a la empresa. Cuando fue hecho prisionero por siete nativos, admite su miedo en aquella breve lucha, y en diferentes ocasiones de La Historia nos muestra sus debilidades, su arrepentimiento y la humanidad de su carácter. No nos ha de extrañar que fuera él quien interpretara para el general Oñate las ventajas que obtendrían los nativos del gobierno español, ni que años después llegara a formar parte de la Real Hacienda de Nuevo México. Nadie ha sido más severo consigo mismo que el poeta-soldado, autor de nuestro poema épico, no sólo quitándose importancia como héroe y testigo de los hechos, sino también dudando de su talento literario. No hay duda de que conocía a los clásicos, pero a pesar de ello la veracidad histórica se impone con toda su autenticidad. Aunque se proponía escribir una segunda parte, nunca llegó a publicarla y el poema épico termina con la conquista de Acoma. Después de esta batalla la fama de Villagrá debió de crecer hasta el punto de ser nombrado gobernador de Acoma, y ser elegido para explicar las riquezas espirituales y naturales de Nuevo México en la capital del Virreinato. Desde marzo de 1599 hasta agosto de 1600 estuvo reclutando refuerzos para el general. Oñate, por un poder real, declaró a Villagrá hijodalgo de solar el 1 de octubre de 1603, con todos los privilegios para él y sus descendientes.

Años más tarde regresó a México como alcalde mayor de Guanacevi (Durango). Aunque no sabemos cuando regresó a España, tenemos un testimonio suyo, dado en Sevilla el 10 de mayo de 1610, en que dice que salió para México en 1608 y que regresó en 1609, el año en que escribió su Historia. En una petición hecha en 1613, el 8 de julio, Villagrá quiere ser recibido por el rey en vista a su hoja de servicios y alega sus derechos de regresar a la Nueva España y recibir tierras de acuerdo con sus merecimientos y los gastos particulares invertidos en la expedición25. En dicha petición se defiende de los cargos contra él, hechos en un juicio de causa que consistían en: a) Que hizo justicia a dos desertores del ejército, llamados Manuel Portugués y Juan González, cortándoles la cabeza, sin juzgarles ni dar tiempo a confesar, dejando a otros dos sin castigo; b) Que en su carta al virrey había exagerado la riqueza del terreno descubierto, cuando la realidad era muy contraria. Declarado culpable de ambos cargos se le desterró en 1614 de la provincia de Nuevo México por seis años y, se le prohibió ejercer su oficio y cargo de capitanía por dos años, haciéndole pagar los gastos del juicio. El 20 de noviembre de 1615 certificó que dada la lista de sus servicios pedía el gobierno de Campeche y el Corregimiento de Tabasco. Finalmente, el 20 de febrero de 1620 Villagrá fue nombrado alcalde mayor de Zapotitlán, en Guatemala. Este cargo no llegó a ejercerlo nunca, ya que de camino para ocupar su nuevo puesto murió en el barco que le llevaba a América26.

A su muerte dejó viuda y dos hijos: José de Villagrá y María de Vilches, casada con el capitán Cristóbal Becerra y Montezuma. Su viuda, Catalina de Soto, envió a su hijo a España con un memorial, pidiendo dinero, en 1622. El Consejo de Indias aprobó darle la cantidad de 200 pesos. Ediciones de La Historia de la Nueva México El poema épico que nos ocupa ha sido desconocido por el público y poco conocido en los ambientes literarios. En el aspecto histórico ha tenido más suerte por servir de base histórica a los investigadores norteamericanos del sudoeste de los Estados Unidos. Entre los primeros en mencionar la obra hay que citar al historiador norteamericano Bancroft27, que refiriéndose a la Historia sobre Felipe II, de Luis Cabrera de Córdoba, encontró una breve noticia de la conquista de Nuevo México extractada del poema de Villagrá. Dicha noticia fue a su vez recogida por Ternaux-Compas28. El investigador español Cesáreo Fernández Duro29 resumió el libro y Bandelier30 utilizó también los documentos que contiene. En el Museo Nacional de México, en la Colección Ramírez, Bandelier debió de haber copiado a mano este libro. Dicha copia se encuentra hoy día en la Colección Hemenway del Museo Peabody de la Universidad de Harvard. Un segundo manuscrito hecho por Bandelier fue regalado a Thomas B. Catron de Santa Fe31. En la opinión de Bandelier el poema es una fuente histórica de gran valor. En 1892 dijo: La poesía del libro es espesa, o mejor dicho chapucera.

Pero aún así, no cabe duda de su valor. Villagrán era un poeta abominable, pero era un buen historiador, aunque sólo fuera porque tomó parte en los hechos. Su versión de la tragedia de Acoma y la reconquista de los pueblo es excesivamente homérica; pero era el estilo de la época32. El estudioso Dr. John Gilmary Shea escribió sobre este poema un artículo titulado: La primera épica de nuestro país, por el poeta conquistador de Nuevo México, capitán Gaspar de Villagrá33. La reimpresión del libro hecha en 1900, y que es la usada para este estudio, lleva una introducción de Luis González de Obregón en que considera a nuestro poeta más cronista que poeta, y dando fe de su vocación histórica lamenta que no haya usado la prosa en lugar del verso para darnos la información de los hechos de que fue testigo. El profesor Bolton en su libro Spanish Explorations in the Southwest lo cree una fuente importante de datos, que acompañados de documentos no encontrados en otras fuentes, hace este libro imprescindible para el estudio de la conquista y colonización de Oñate. Por último, Henry R. Wagner en su libro The Spanish Southwest, 1542-1794, lamenta que no se hubiera traducido al inglés hasta el presente por ser considerado una autoridad en el tema de la historia de los Estados Unidos. La Historia de Villagrá fue reimpresa por el Museo Nacional de la Ciudad de México en 1900. Consta en dos volúmenes, el primero dedicado a La Historia de Villagrá, mientras que el segundo incluye documentos relativos a Gaspar de Villagrá recogidos por José Fernando Ramírez34.

El poema está totalmente dedicado al tema americano. Aunque la hazaña es española, los indios adquieren el mismo valor y crean las páginas más atractivas del poema. El poema nos recuerda al segundo libro de la Ilíada. La historia del Suroeste, especialmente los sucesos de Acoma, ganan valor descritos en endecasílabos. Aunque con entusiasmo alaban a su jefe y a sus compañeros, admiró a Bembo y a otros jefes indios con igual fidelidad. Sólo es modesto Villagrá cuando nos cuenta sus hazañas. La historia de los queres de Acoma va a ser narrada en verso. La épica española ha estado siempre al servicio de la historia aportando autenticidad a los hechos cantados. Quizá sea esta la característica más sobresaliente y más distintiva de nuestra literatura. Por eso no nos ha de extrañar de nuestro soldado se convierta en poeta y que en boca del historiador Bancroft sea Nuevo México el único Estado que tenga el honor de basar sus primeros anales en un poema35. El poema épico La Historia de la Nueva México de Villagrá se publicó once años después de la conquista y este hecho sitúa esta historia como la más antigua de los Estados Unidos, publicada catorce años antes de la historia de Smith36. El mérito más sobresaliente de esta obra es que, al igual que Bernal Díaz, Gaspar de Villagrá es testigo de los sucesos que narra y su poema nos cuenta la verdad histórica más que la verdad poética. Su musa carece de imaginación cuando trata de sucesos no vividos por él. A veces le interesa más la autenticidad histórica que el verso y rompe el poema para intercalar o transcribir en prosa un documento de importancia. La dificultad de la rima se agrava por la necesidad de mantenerse fiel a la historia. En el poema encontramos largas listas de nombres propios, que sin su ayuda hubieran quedado anónimos. La riqueza de detalles, costumbres indias, organización político-social de los indios pueblos quedan allí descritas como fuente indispensable para los etnólogos y antropólogos de nuestros días. La licencia poética casi no existe y la mayor parte de la narración es honrada y sincera37.

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