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Durán y Tovar: la Segunda relación Contagiado por el virus de la investigación, Tovar perseveró en el estudio de la antigua cultura del Anahuac, aunque --todo hay que decirlo-- con un nuevo y más cómodo enfoque: Como entonces lo averigué y traté muy despacio, quedóseme mucho en la memoria, demás que vi un libro que hizo un fraile dominico, deudo mío, que estaba el más conforme a la librería que yo he visto, que me ayudó a refrescar la memoria para hacer esta historia que V.R agora ha leido, poniendo lo que era más cierto y dejando otras cosillas dudosas que eran de poco fundamento7. En otras palabras, el jesuita tetzcocano resume la historia de Durán, quien a su vez efectuó una traducción parafrásica de un original mexicano. Por supuesto, no acaba aquí el affaire. En junio de 1586, el padre Acosta llega a México procedente del Perú, traba amistad con el mestizo Tovar y éste le regala su Segunda relación para que la emplee en la investigación que Acosta realizaba. A punto de embarcar para la metrópoli, el meticuloso perulero solicita por escrito algunas aclaraciones al tetzcocano, que contesta con los términos arriba citados. Satisfecho, José de Acosta se lleva a la península el texto del mestizo y lo utiliza en la Historia natural y moral de las Indias, erudita obra que imprimiría el sevillano Juan de León en 1590. Fallecido Acosta, el manuscrito inició el peregrinaje de rigor que finalizó en la biblioteca de sir Thomas Phillips, un rico hacendado británico de Middle Hill.

En la actualidad, el manuscrito que fuera propiedad de Acosta lleva el nombre de Manuscrito Tovar. Ahora bien, el padre de la relación, que había escarmentado en cabeza propia, poseía una copia que fue a parar al convento de San Francisco. Allí la encontró el patriarca Ramírez, quien, lanzando las campanas al vuelo, acusó a Acosta de plagiario, transformó al europeizado Tovar en un noble azteca, e inició la polémica. Por lo que respecta al valor histórico y etnográfico de la obra tovariana, mucho se podría decir, mas ello nos llevaría a volver sobre las relaciones entre el tetzcocano, su deudo, Diego Durán, el aristocrático escritor Fernando Alvarado Tezozomoc y la Crónica X. Para los propósitos de esta introducción --un tanto atípica, lo reconozco-- bastará con señalar que nos ofrece un magnífico punto de partida para estudiar el concepto que el pueblo mexica tenía de sí mismo.

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