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El mundo indígena Una de las cosas que más llamó la atención a Cabeza de Vaca fue la extraordinaria movilidad de las tribus indígenas, como si buscasen un asiento definitivo; otra, la práctica unidad lingüística de todos estos pueblos. No iba descaminado, pues todos ellos pertenecen a la gran familia tupí-guaraní, que se encuentra dispersa por el llamado cono sur, desde los Andes al Atlántico, y desde las Guayanas hasta el Río de la Plata. Para ocupar tan extensa área geográfica, los tupíes realizaron grandes emigraciones poco antes de la conquista, durante ésta, y de ahí el interés de los Comentarios, e incluso más tarde. Por otra parte, y volvemos a resaltar la información de Cabeza de Vaca, el foco de dispersión de la familia tupí debe situarse en el área comprendida entre el Paraguay y el Paraná; de donde se desplazan hacia el Norte, hacia las Guayanas, o siguen hacia el Este, hasta las costas atlánticas, adonde llegan en muchos lugares, a la segunda mitad del siglo XVI. Se dice que esta larga emigración hacia el Este tendría por objeto llegar a la tierra sin mal, hacia el Paraíso, que sus mitos hacen buscar más allá del mar oriental. Pero también, por su origen, explicaría la pervivencia de recuerdos peruanos, hasta el punto de que se les considera los divulgadores de la cultura andina por la costa atlántica. Esto explica la ya citada emigración hacia el Oeste de Alejo García en 1522, que con dos mil guaraníes llegó a territorio peruano, y a su regreso fue asesinado.

Casi contemporánea de Cabeza de Vaca, es preciso citar la emigración de unos doce mil tupíes en 1539, desde las costas del Brasil hasta el Perú, llevando entre sus conductores a un portugués llamado Matheo. Iban en busca de su Rey blanco, sinónimo por otra parte de inmortalidad; diez años después, en 1549, apenas cuatrocientos de ellos llegaban al territorio de Chapapoyas en el Perú21. El Rey blanco era el Inka. En la actualidad, casi todas estas tribus tupi-guaraníes que citara Cabeza de Vaca prácticamente han desaparecido; bien por pura extinción, no superando el proceso aculturador; bien porque, una vez más, han emigrado hacia otros lugares en los que puedan mantener su identidad. Siguiendo la ruta de Alvar Núñez, vamos a intentar señalar las principales tribus que casi han desaparecido: los carios, que se encontraban en la costa brasileña de Santa Catalina, están extinguidos; quedan, en la región de las fuentes del Igua?u y del Uruguay unos pocos botocudos. Existen todavía, en estado casi independiente, los guayaquies, entre el Paraná y las fuentes del río Tibicuary; los cainguas, al norte del Paraguay; más al occidente, los chanes, en vías de extinción; y, en estado selvático, los yanacuinas, en el río Parapití. Han sufrido una gran merma los bororós, que si todavía a mediados del siglo pasado se extendían desde el Paraguay hasta más allá del Araguaya, hoy tan solo ocupan unos doscientos kilómetros de la alta cuenca del San Lorenzo, afluente del Paraguay.

También se han extinguido casi por completo la belicosa tribu de los agaces, igualmente conocidos como payaguas o lenguas, que serán finalmente dominados por los españoles en el siglo XVIII, y de los que quedan, según dice Pericot, unos pocos ejemplares, muy degenerados, en Asunción; igualmente no han desaparecido los tobas, a los que los españoles llamaban frentones o frontones. A orillas del Paraná y en el Río de la Plata, hasta muy cerca de Buenos Aires, se encontraban en la época de Cabeza de Vaca, y hoy extinguidos, los querandíes; la misma suerte han corrido los charrúas o chanas, emplazados desde el río Uruguay al Paraná; y los puelches, que obligaron con sus constantes ataques a despoblar el Buenos Aires fundado por Mendoza. Resumiendo, podemos decir que casi toda la población indígena que conoció Alvar Núñez ha desaparecido. Desaparición aceleradísima, sobre todo, a raíz de la Independencia, cuando los indios, desprotegidos ya de las Leyes de Indias, se van a ver acosados por los colonos blancos hasta su desaparición; y los que han sobrevivido, al igual que los caribes, se han salvado del exterminio blanco, rápido o lento, gracias a su eterna emigración, en busca del Paraíso perdido, lo que les ha llevado a lo más intrincado de la selva, al estado natural.

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