Díaz de Guzmán y HernandariasDíaz de Guzmán y Hernandarias

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Díaz de Guzmán y Hernandarias En Buenos Aires, Díaz de Guzmán pasó unos tres años, trabajó en el Fuerte. En 1602, con otros vecinos, fundó la Cofradía de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, en el convento de San Francisco. Tenía una viña de una cuadra en las afueras de la ciudad, en la calle que va derecho desde la plaza por el monasterio de San Francisco. Díaz de Guzmán hablaba con los viejos pobladores. Consultó documentos en el Cabildo. Supo dónde don Pedro de Mendoza había fundado la primera Buenos Aires con el nombre de Ciudad del Espíritu Santo. Cuando murió el gobernador Rodríguez de Valdez le sucedió Francés de Beaumont. Por último, volvió Hernandarias. La presencia de estos dos hombres los hacía chocar. Cada uno de ellos era ambicioso, de pésimo carácter, violento y poco tratable. En Asunción, Hernandarias levantó juicios de residencias a distintas personas y, entre ellas, a Díaz de Guzmán. Así lo condenó en 80 pesos, signo de que nada grave había en la conducta de Díaz de Guzmán; pero le obligó a vivir en la ciudad de Jerez, donde tiene su casa, su mujer e hijos. Tal vez Díaz de Guzmán no gustaba mucho de la compañía de su familia. No podía alejarse sin una licencia; pero Díaz de Guzmán se las arreglo para no ir a su casa de Jerez. Lo seguro es que la historia no ha encontrado pruebas de su viaje. Al poco tiempo se dirigió a Tucumán y el 8 de mayo de 1604 escribió al rey un memorial en contra de Hernandarias. Dijo que era sordo, que para hacerse oír había que dar grandes voces, que ni los pobres se atrevían a pedirle justicia.

Hernandarias, según Díaz de Guzmán, era hombre que no admite consejo y es de poco saber con lo cual hace excesos y agravios a los hombres y es inclinado hacer mal y vengativo. La gente de Buenos Aires vivía en la mayor aflicción por los agravios que recibía. Algunos buscaban justicia en la Audiencia de Charcas; otros no podían dirigirse al rey porque el secretario Pedro de Ledesma era amigo de Hernandarias. Este era un mandón que tenía parientes y amigos en todas partes, y había constituido los Cabildos a su gusto. Era cruel y había tratado en forma inhumana a los indios de Jerez. Otra vez había matado, ahorcado y cuarteado a 150 indios guaycurúes. En fin: la enemistad de Díaz de Guzmán con Hernandarias le hizo comprender que, para vivir en paz, debía buscar otro refugio, otro campo de acción, y dejó Buenos Aires y se fue al Alto Perú. Llegó a La Plata a comienzos de 1604. Allí tenía un amigo, al cual había conocido un año antes, pero, por cartas y otras amistades, tenía referencias de él desde hacía más de treinta años. Se llamaba Diego Cabeza de Vaca. Algo tendría que ver con el segundo adelantado. Fue testigo en una información que Díaz de Guzmán hizo en La Plata, para probar sus méritos y servicios, el 10 de mayo de 1605. No sabemos qué hizo Díaz de Guzmán en este tiempo en La Plata. Suponemos que leyó los cronistas del descubrimiento y conquista, que habló con mucha gente, que tal vez repasó documentos de los primeros tiempos.

Consta que en febrero de 1605, la Real Audiencia le nombró contador de la Real Hacienda en la ciudad de Santiago del Estero. Díaz de Guzmán y el oficial real don Fernando de Toledo Pimentel debían impedir el contrabando de las mercaderías y de los esclavos negros que llegaban de Buenos Aires. En abril de 1607 detuvieron unas carretas que procedían de Buenos Aires. Traían mercaderías de contrabando. Entre ellas había un escritorio Pequeño dorado de la China, también llamado de la India. Al Río de la Plata, como vemos, llegaban mercaderías de muy lejanos países. Los comerciantes juraban, y eran apoyados por testigos, que no habían navegado esas mercaderías, sino comprado en Buenos Aires, El gobernador favoreció a los comerciantes. Lo que deseaba era que llegasen mercaderías de cualquier parte.

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