DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DEL PERÚ. INTRODUCCIÓN

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INTRODUCCIÓN He sido invitado por mi buen amigo Manuel Ballesteros a presentar la Tercera Parte de la Crónica del Perú para ser incluida en la colección; viniendo esta presentación detrás de las publicadas por él mismo para la Primera y Segunda Parte de esta misma Crónica, es natural que me apoye en ellas, y me ciña simplemente a las peculiaridades de la Tercera Parte. No se trata sólo de un gesto cortés, ya que considero a don Manuel de un peruanismo mucho más antiguo que el mío, tanto en sus aspectos de "biblioteca", cuanto en su faceta de trabajo de "campo"; pero además he de confesar que mi afición al Perú fue efecto de una especie de compromiso contraído con don Ciriaco Pérez Bustamante, quien me asignó --en su calidad de director del antiguo instituto Gonzalo Fernández de Oviedo-- la parcela peruanista en mis estudios críticos de fuentes, que hasta aquel momento se habían centrado en los temas mesoamericanos, relacionados especialmente con Guatemala. Desde entonces he simultaneado ambas líneas de estudio, y cuento en mi haber con una reducida bibliografía que curiosamente omite don Manuel en sus apartados bibliográficos de la Primera y Segunda Parte ya mencionadas. Y sirva mi bibliografía, presentada en orden cronológico, para justificar mi aparente intromisión en el campo de la historia peruana1. Don Manuel Ballesteros, en la ya mencionada Introducción, hace constar la falta de una buena biografía del autor; es verdad que no existe una obra que se haya dedicado exclusivamente a la vida de Cieza, pero desde los primeros estudios de Jiménez de la Espada en 1877, en el vol.

II de la Biblioteca Hispana Ultramarina, en que presentó la Guerra de Quito en edición incompleta enriquecida con prólogo y 18 apéndices del texto, la figura de Cieza dejó de ser desconocida. El conocimiento sobre Cieza recibió un fundamental esclarecimiento con el artículo de Miguel Maticorena Estrada2, que es un comentario al testamento de Cieza, localizado en el Archivo de Protocolos de Sevilla, y publicado entonces por primera vez en 1955. Prosiguió en esta línea de investigación el catedrático don José Muñoz Pérez3, y se cierra el ciclo por el momento con el libro de Francesca Cantú4. A lo explicado por don Manuel hay que añadir la serie de documentos que jalonan la vida del criado del mariscal Robledo, Pedro de León, que es el nombre con que Cieza se autodesigna hasta su incorporación al ejército de Gasca; y todo ello queda incorporado al relato biográfico de Cieza, en prensa, y que entrará en el tomo III del volumen II de la ya mencionada colección Monumenta Hispano Indiana. Resumo ahora las etapas de la vida de Cieza que presenté hace años en el Anuario de Estudios Americanos fechado en Sevilla en 1975, aunque su elaboración procedía de fecha anterior, y que fundamentalmente sigue válido. Rasgos biográficos de Pedro de León Nace en Llerena (actual provincia de Badajoz) hacia 1521 en una familia de cierta distinción formada por el matrimonio López de León e Isabel de Cazalla, que se había coronado con cinco hijos, dos de ellos varones: uno se ordenará sacerdote, y otro sería nuestro cronista.

Fueron las mujeres: Leonor, Beatriz y María. Pedro adopta el apellido de su padre; sus hermanos Rodrigo y Leonor son Cieza; María es Álvarez, y Beatriz, Cazalla. No se han conservado --nos dicen-- Ciezas en Llerena; hay abundancia de León y de Cazalla. Pedro cambió su apellido durante su vida: fue León en los primeros años de su estancia en Indias; se firma Cieza cuando emerge tímidamente tras el asesinato de su patrono, el mariscal Robledo; y junta ambos apellidos en el incongruente De Cieza De León como nombre literario. La familia Cazalla estaba muy bien relacionada en la región extremeña meridional que se extiende entre el Guadiana en su último tramo y el Guadalquivir. Los Cazalla son mercaderes muy estimados en Flandes y en indias; y no faltan entre ellos conocidos escribanos. No puede ser ignorado Pedro López de Cazalla, que acertó a ser secretario de confianza del marqués Pizarro, del presidente Vaca de Castro, de Lorenzo de Aldana y, finalmente, de Pedro de la Gasca. Hay un poderoso mercader en Panamá, Alonso de Cazalla, que se hace cargo del traslado a través del istmo de parte del tesoro que Gasca quería presentar al emperador. Calvete de Estrella menciona setenta y cinco cargas de plata y cien mil pesos de oro que fueron confiados a Cazalla. Cieza, durante su estancia en Panamá como criado de Robledo, goza de la generosidad de su pariente, quien en momentos difíciles le adelanta cincuenta mil maravedís: de los que no se acuerda Pedro hasta la cuenta final que establece en su testamento.

Cuando Pedro prepara su viaje de regreso a España decide contraer matrimonio; y lo hace por poder, en presencia de su futuro cuñado, Pedro López de Abreu: casamiento que le introduce en otra poderosa familia de mercaderes, los Llerena, cuyo jefe, Juan de Llerena, es el piloto que dirige la nave de Cieza en sus pequeñas operaciones mercantiles, en víspera de su temprana e inesperada muerte. Para completar el cuadro familiar de Cieza, recordemos a los Mercado, de simbólico apellido, que no solamente son hábiles comerciantes, sino que cuentan en sus filas con el primer gran tratadista mercantil, el dominico fray Tomás de Mercado, que inauguró la serie de los estudios de economía en España con su Tratos y Contratos de Mercaderes y Tratantes, que vio la luz pública en Salamanca en 1569. Si prestamos atención por un momento a este frondoso árbol genealógico de Cazallas, Llerenas y Mercados, lo vemos lleno de escribanos y mercaderes: profesiones que en aquellos tiempos hacían fruncir el ceño a los puristas del Derecho, o simplemente a los moralistas del negocio; en sus ramas encontramos no sólo el primer gran tratadista mercantil, sino también un escribano-secretario, Pedro López de Cazalla, que pudiera servir de ejemplo y modelo para estas dos difíciles profesiones: profesiones que en España se mantenían en el límite autorizado para los que quisieran mantener ínfulas de hidalguía. Ante este árbol tan frondoso y tan abierto al negocio y la ganancia, nos preguntamos qué pudieron ver en este escribano de tradición, pero cronista de ocasión, nuestro flamante Pedro. Y que lo vieron es un hecho demostrado por la prisa con que arreglaron el matrimonio por poder antes que, regresado a España, pudiera arrepentirse del compromiso contraído. Yo creo adivinar en aquellos mercaderes un sentimiento de admiración por quien pudiera vender en Flandes un libro, en competencia con lanas, telas y tapices...

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