De cómo Diego Velázquez envió contra Cortés a Pánfilo de Narváez con mucha gente

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De cómo Diego Velázquez envió contra Cortés a Pánfilo de Narváez con mucha gente Estaba Diego Velázquez muy enojado de Hernán Cortés, no tanto por el gasto, que poco o ninguno había hecho, cuanto por el interés de lo presente y por la honra, formando muy fuertes quejas de él porque no le había dado cuenta ni parte, como a teniente de gobernador de Cuba, de lo que había hecho y descubierto, sino enviándola a España al Rey, como si aquello estuviera mal hecho o traición; y donde primero mostró la saña, fue al saber que Cortés enviaba el quinto y presente, y las relaciones de lo que había descubierto y hecho, al Rey y a su consejo, con Francisco de Montejo y con Alonso Fernández Portocarrero en una nao; pues en seguida armó una o dos carabelas, y las despachó corriendo a tomar la de Cortés y lo que llevaba; y en una de ellas fue Gonzalo de Guzmán, que después fue teniente de gobernador en Cuba por su muerte; mas como se detuvieron mucho en prepararla, ni la tomaron ni la vieron, y después, como cuanto más prósperas nuevas y hazañas oyese de Cortés, tanto más le creciese la saña y mala querencia, no hacía sino pensar cómo deshacerle y destruirle. Estando, pues, en este pensamiento, sucedió que llegó a Santiago de Cuba Benito Martín, su capellán, que le trajo cartas del Emperador y el título de adelantado, y cédula de la gobernación de todo lo que hubiese descubierto, poblado y conquistado en tierra y costa de Yucatán, con lo cual se alegró mucho, y tanto por echar de México a Cortés, cuanto por el dictado y favores que el Rey le daba; y así, vino entonces con esta armada, que tenía ochenta caballos, y se acordó con Pánfilo de Narváez que viniese como capitán general de ella y su teniente de gobernador; y para que partiese más pronto, anduvo él mismo por la isla y llegó a Guaniguanico, que es lo último de ella al poniente, donde, estando ya para partir Diego Velázquez a Santiago y Pánfilo de Narváez a México, llegó el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón, oidor de Santo Domingo, en nombre de aquella chancillería y de los frailes jerónimos que gobernaban, y del licenciado Rodrigo de Figueroa, juez de residencia y visitador de la audiencia, a requerir, bajo graves penas, a Diego Velázquez que no enviase, y Pánfilo que no fuese, contra Cortés, pues sería causa de muertes, guerras civiles, y otros muchos males entre españoles, y se perdería México con todo lo demás que estaba ganado y pacífico para el Rey.

Les dijo, que si tenía enojo con él y diferencia sobre hacienda o sobre puntos de honra, que al Emperador pertenecía conocer y sentenciar la causa y no que él mismo hiciese justicia en su propio pleito, haciendo fuerza al contrario. Les rogó, si querían servir al Rey y a Dios primeramente, y ganar honra y provecho, que fuesen a conquistar nuevas tierras, pues había muchas descubiertas sin la de Cortés, y tenían tan buena gente y armada. No bastó este requerimiento ni la autoridad y persona del licenciado de Ayllón, para que Diego Velázquez y Narváez dejasen de proseguir su viaje contra Cortés. Viendo, pues, tanta obstinación en ellos y tan poca reverencia a la justicia, decidió irse con Narváez en la nao que vino desde Santo Domingo, para impedir daños, pensando que lo acabaría mejor allí con él solo que estando presente Diego Velázquez, y también para mediar entre Cortés y Narváez si rompiesen. Embarcóse con tanto Pánfilo en Guaniguanico, y fue a surgir con su flota cerca de Veracruz, y cuando supo que había allí ciento cincuenta españoles de los de Cortés, envió allí un clérigo, a Juan Ruiz de Guevara y a Alonso de Vergara a requerirlos para que le tuviesen por capitán y gobernador; pero no quisieron escucharle los de dentro, antes bien, les prendieron y los enviaron a México a Cortés para que se informase de ellos. Sacó después a tierra a la gente, caballos, armas y artillería, y se fue a Cempoallan. Los indios comarcanos, tanto amigos de Cortés como vasallos de Moctezuma, le dieron oro, mantas y comida, pensando que era de Cortés.

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