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Cómo vino Cortés a España Como Alonso de Estrada gobernaba por la substitución de Marcos de Aguilar, según el Emperador mandó, le pareció a Cortés que no habría orden de volver él al cargo, pues su majestad aquello proveyó, si no iba él a negociarlo, y estaba muy afligido; y aunque pensaba estar sin culpa, no se le cocía el pan, porque tenía muchos adversarios en España, y de malas lenguas y poco favor, que en ausencia era como nada. Así que acuerda venir a Castilla a muchas cosas muy importantes a él principalmente, y al Emperador y a la Nueva España. Ellas eran muchas, y diré de algunas. A casarse por tener hijos y mucha edad; a parecer delante del Rey con la cara descubierta, y a darle cuenta y razón de la mucha tierra y gente que había conquistado y en parte convertido, e informarle de palabra de la guerra y disensiones entre los españoles de México, temiéndose que no le habrían dicho la verdad; a que le hiciese mercedes conforme a sus servicios y méritos, y le diese algún título para que no se le igualasen todos; a dar ciertos capítulos al Rey, que tenia pensados y escritos sobre la buena gobernación de aquella tierra, que eran muchos y provechosos. Estando en este pensamiento le llegó una carta de fray García de Loaisa, confesor del Emperador y presidente de indias, que después fue cardenal, en la cual le invitaba con muchos ruegos y consejos a venir a España a que le viese y conociese su majestad, prometiéndole su amistad e intercesión.

Con esta carta apresuró la partida, y dejó de enviar a poblar el río de las Palmas, que está más allá de Pánuco, aunque tenía dispuesto ya el camino, y despachó primero doscientos españoles y sesenta de a caballo con muchos mexicanos a tierra de los chichimecas, para si era buena, como le decían, y rica en minas de plata, poblasen en ella; y si no los recibían de paz, hiciesen guerra y cautivasen para esclavos, pues son gente bárbara. Escribió a Veracruz que le preparasen dos buenas naos, y envió a ello delante a Pero Ruiz de Esquivel, un hidalgo de Sevilla; mas no llegó allá, que al cabo de un mes le hallaron enterrado en una isleja de la laguna, con una mano fuera de tierra, comida de perros o aves; estaba en calzas y jubón, y tenía una sola cuchillada en la frente. Nunca apareció un negro que llevaba, ni dos barras de oro, ni la barca, ni los indios, ni se supo quién le mató ni por qué. Hizo Cortés inventario de su hacienda mueble, que le valoraron en doscientos mil pesos de oro; dejó como gobernadores de su estado y mayordomos al licenciado Juan Altamirano, pariente suyo, a Diego Docampo, y a un tal Santa Cruz. Abasteció muy bien dos navíos, dio pasaje y matalotaje franco a cuantos entonces pasaron; embarcó mil quinientos marcos de plata, y veinte mil pesos de buen oro, y otros diez mil de oro sin ley, y muchas joyas riquísimas. Trajo consigo a Gonzalo de Sandoval, Andrés de Tapia, y otros conquistadores de los más principales y honrados.

Trajo un hijo de Moctezuma, y otro de Maxixca, ya cristianos, y por nombre don Lorencio, y muchos caballeros y señores de México, Tlaxcallan y otras ciudades. Trajo ocho volteadores del palo, doce jugadores de pelota, y algunos indios e indias muy blancos, y otros enanos, y otros contrahechos. Y además de todo esto, traía para ver, tigres, alcatraces, un aiotochtli, otra tlacuaci, animal que enseña o embolsa a sus hijos para comer; cuya cola, según las indias, ayuda mucho a parir a las mujeres, y para dar, gran número de mantas de pluma y pelo, abanicos, rodelas, plumajes, espejos de piedra, y cosas así. Llegó a España a fines del año 1528, estando la corte en Toledo. Llenó todo el reino de su nombre, y todos le querían ver.

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