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Datos principales


Desarrollo


Cómo el Almirante llegó a las islas de los Azores, y los de la isla de Santa María le tomaron la barca con la gente Navegando con extremo peligro y con tanta tormenta, viernes a 15 de Febrero, al amanecer, cierto Rui García, del puerto de Santoña, desde lo alto vio tierra a Nordeste; los pilotos y los marineros creían que era la roca de Cintra en Portugal; pero, el Almirante, afirmaba que eran las islas de los Azores, y aquella tierra una de éstas, y aunque no estaban muy lejos, aquel día no pudieron llegar a ella, por la tempestad; antes bien, barloventeando, porque soplaba el viento del Este, perdieron de vista aquella isla, y descubrieron otra, alrededor de la cual corrieron temporizando con gran dificultad y mal tiempo, sin poder llegar a tierra, con trabajo continuo, sin reposo alguno. Por lo que, el Almirante, en su Diario, dice: "Sábado, a 16 de Febrero, de noche, llegué a una de estas islas, y por la tormenta, no pude conocer cuál de ellas era; a la noche descansé algo, porque desde el miércoles, hasta entonces, no había dormido, ni podido conciliar el sueño; y quedé después tullido de las piernas por haber estado siempre a la intemperie del aire y del agua; no menos sufría, también de hambre. El lunes después, de mañana, luego que surgí, supe por los de la tierra que aquella isla era la de Santa María, una de las islas de los Azores. Todos se maravillaban de que yo hubiese podido escapar, considerando la grandísima tempestad que había durado quince días continuos en aquella parte.

" Aquéllos, sabiendo lo que el Almirante había descubierto, mostraron sentir alegría, dando gracias por ello a Nuestro Señor; y vinieron tres al navío, con algunos refrescos y con muchos saludos en nombre del capitán de la isla, que estaba lejos de la población; y porque cerca de allí no se veía más que una ermita que, según dijeron, era de la advocación de la Virgen, recordando el Almirante y todos los del navío que el jueves antes habían hecho voto de ir descalzos y en camisa, en la primera tierra que hallasen, a una iglesia de la Virgen, pareció a todos que se debía cumplirlo, especialmente tratándose de tierra donde la gente y el capitán de ella les mostraban tanto amor y compasión; y siendo, como era, de un rey muy amigo de los Reyes Católicos de Castilla. Por lo cual, el Almirante demandó que aquellos tres hombres fuesen a la población e hiciesen venir al capellán que tenía la llave de la ermita, para que dijese allí una misa; y ellos, conformes con esto, entraron en la barca del navío, con la mitad de la gente de éste, para que comenzase a cumplir el voto, y cuando volvieran, bajasen los demás a cumplirlo también. Ido, pues, a tierra, en camisa y descalzos, como habían hecho voto de hacerlo, el capitán, con mucha gente de la población, escondida en una emboscada, salió de improviso contra ellos y los hizo prisioneros, quitándoles la barca, sin la que, le parecía, que el Almirante no podía huir de sus manos.

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