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Datos principales


Desarrollo


De cómo salió la nao desta bahía, y lo que sucedió hasta llegar a la boca de la Manila Desta había de Cobos, que está doce grados y cinco sesmos de elevación de Polo ártico, salió la nao martes veinte y nueve de enero, y en su salida se echaron a la mar dos muertos; y a las cinco de la tarde ya estaba del todo embocada, y dejada muy atrás la isla de San Bernardino, que está en medio de la boca. A la noche, en el paraje de un isla que se dice Capul, halláronse unos furiosos rilleros y escarceos, alhajeados de corrientes, que son allí muy poderosos, y tanto que hicieron dar a la nao una vuelta en redondo, y aprovechó mucho su bondad para no dar en tierra. El siguiente día, de un puerto que está en la isla de Luzon, que se dice Nivalon, salieron indios en barangais con muchas gallinas, puercos, vino y fruta; mas por no haber ya casi con que rescatar los soldados, se compró poco. Navegóse la isla en la mano sin dejarla, yendo por entre otras muchas de noche a la ventura, pasando por partes que dijeron los pilotos práticos, después, que no sabían cómo no se habían perdido en muchos bajos que había por donde fueron, los cuales nunca vieron; y si los hay, fue el Señor servido de guardarlos. Jueves primero de febrero, la gobernadora, en el paraje que dice de Galván, envió en la barca a sus dos hermanos y otros siete hombres, con achaque de que iban a tierra a buscar de comer. Este negocio llegó a punto que el capitán don Diego mandaba tirar con un arcabuz a un marinero que se subió a la mesana.

El piloto mayor dijo a la gobernadora que a nadie estaba mejor que a ella acabar el viaje en paz. Esto fue mucho y necio, y así se deja. La barca no vino, aunque se estuvo esperando el día, y ellos fueron a Manila, a donde había quince leguas, por cierto delgado que la isla hace, a dar aviso desta ida. Aquella siguiente noche al amanecer, se halló la nao ensenada en islas sin ver salida, sin barca y sin comida, por haberse acabado la provisión del puerto de atrás. Veíanse por allí muchas embarcaciones de indios, que todas se huían de la nao aunque della los hacían señas, porque como aquel tiempo no era en el que van las naos de la Nueva España, entendían ser nao de ingleses, porque tienen muy presente lo de Tomás Candi, y aviso del gobernador que lo hagan así. No faltaba pena de verse tan estrechos, y mucho más de no verse por donde salir con la nao. Anduvieron así en calma lo que se pudo de tina parte a otra, cuando se vio una muy angosta canal, que poco más tendrá de ancho que un tiro de piedra, y con el viento que refrescó a popa la acometieron, y salieron por entre la isla de la Caza y la de Luzon, por junto a una punta que se dice del Azufre, a mar ancha de una grande ensenada que se dice de Bombon. Donde hay hambre no hay contento. Los soldados, porque la gobernadora no les quería mandar dar su ración, amanecieron muy marchitos alrededor de la escotilla. El piloto mayor por verlos así, hizo con el escribano decir a la gobernadora que le hiciese merced de mandar dar de comer a aquella gente, y que si no quería dárselo, él la haría una obligación de pagarla en Manila lo que gastase con ellos hasta llegar, o si no, de darla otro tanto en la misma especie, y que si no, podría ser fuese desentrañada la bodega; que no era justo que habiendo que comer en aquella nao, la gente de ella muriese a falta.

Mandóle llamar la gobernadora, y en llegando le dijo: --Señor capitán, ¿vuesa merced tiene gastados cuarenta mil pesos como yo gasté en esta jornada, o esta gente tráela a su cargo para lo que dice? Mal paga el adelantado lo mucho que le quería. Respondióle a esto el piloto mayor, diciendo: --Señora mía, yo gasté mi hacienda y cada uno la suya, y muchos la vida, y todo lo gastado se sabe; y del señor adelantado he sido yo con más verdad servidor que él se ha mostrado mi amigo, y esas memorias pasadas no me han de obligar a que me parezcan bien presentes faltas, ni vaya contra ellas, que duelen mucho a quien las sabe conocer. Esta gente tiene la misma necesidad de comer un día que tuvo el otro y tenemos todos, y hasta ponerlos en Manila hay obligación de darles la parte de cuanto hubiere que comer y que beber; y lo que es cargos, al del señor adelantado y al de vuesa merced había estado al traer largo lo que había necesidad en su jornada, y al mío el cuidado de guardarlo y disponerlo con fidelidad, midiendo su cantidad, camino y gente con el tiempo que esta nao pudo gastar conforme la poca vela que lleva. Dijo la gobernadora, convencida, que hiciese matar una ternera que allí había. Estando en estos conciertos, se tuvo vista de dos caracoas, que cada una la bogaban cuarenta indios, veinte por banda, con canaletes. Hízose con una bandera señal a la que venía delante. Desvióse, y no quiso esperar. Púsose la proa en la otra que temiendo llegó, y con un cabo que se le dio, se amarró.

Preguntóse al patrón de donde venía, y para dónde iba. Dijo, que de Manila, que estaba de allí veinte leguas, y esto en lengua castellana (que hablaba bien), y que iba a Cebú, la primera población que los españoles fundaron en aquellas partes, que es la isla cien leguas de Manila. Pidióles un indio para guía, porque había la nao de pasar aquella noche unos bajos que se dicen de Tuley. Diéronle con precio de tres pesos por su trabajo. Compróles el piloto mayor dos cestos grandes de arroz, por dos patacones, que repartió por toda la gente, y la gobernadora quiso comprar otros dos; mas desavenidos en el precio, y dada la guía, largaron. el cabo y se fueron y nuestra gente a su camino. Pasóse aquella noche con mucha vigilancia, y la mañana siguiente se alcanzó a ver la boca de la bahía, a la cual se fue acercando por tierra de la isla de Fortun. Era contrario el viento por estar la entrada a la parte de Poniente y ser brisa del Nordeste la que venteaba.

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