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Capítulo XXV Cómo Tupa Ynga Yupanqui descubrió muchas minas, y fue conquistado hasta Chile y dio leyes a sus reinos Concluido con el castigo de la provincia del Collao, habiendo recibido los embajadores de las provincias de do le vinieron a dar la obediencia, dio orden Tupa Ynga Yupanqui de descubrir minas, y así en aquel tiempo parecieron y fueron descubiertas las de Porco, siete leguas de Potosí, y Tarapacá, de plata, y las de Chuquiapo y de Carabaya, de oro más precioso y de mejores quilates que el celebrado de los antiguos de Tibar. Y otras muchas minas en diferentes provincias, de las cuales trajeron innumerables riquezas de oro y plata, de la cual mandó hacer ricas vajillas y vasos preciosos, y de mucha estima, para los sacrificios de sus ídolos y para majestad de su casa. Luego dio orden de ir por las tierras y provincias de arriba, conquistando y señoreándose dellas para extender su nombre. Así, con grandísimo ejército, fue conquistando toda la tierra hasta Coquimbo, y de allí entró en Chile, sujetándolo todo hasta llegar a Arauco, do le mataron infinitos indios y de sus orejones murió gran cantidad, sin que jamás pudiese vencer a los araucanos. Así dejó sus mojones y términos cerca de Arauco y puso allí, y en toda la tierra de Chile, gente de guarnición para guardar las fronteras y para tener en sujeción lo que había conquistado, que bien conoció el valor y ánimo de aquella gente, y le pareció era muy necesario dejar buen recaudo, y guarda en aquellas provincias.

Con infinita cantidad de oro y plata e innumerables riquezas, cautivos y prisioneros, dio la vuelta hacia el Cuzco, y llegando cerca de Cuzco envió a llamar a su hermano Otoronco Achache, que estaba aguardándole con los despojos de la conquista de los Andes y con el ejército que allá había dejado en Paucartambo, doce leguas del Cuzco. Juntándose los ejércitos entró en el Cuzco, con un soberbio triunfo, cual nadie había entrado, haciendo espantosa y admirable muestra y ostentación del número de cautivos señores y principales, así hombres como mujeres, y de infinitos millares de la gente pobre y común. Y entrando en el Cuzco, de donde salieron a recibir a Maro Tupa Ynga su hermano y todos sus parientes y deudos, fue al templo del sol y allí sacrificó, de los más principales señores que traía cautivos de todas las provincias conquistadas, al sol mucho número dellos. Luego empezó a hacer repartición de los demás cautivos a todos los señores que con él habían ido, a sus hermanos, a los capitanes y a los soldados, que en la guerra más se habían señalado y le habían servido con más ánimo y valor, dando a cada uno cantidad de oro y plata, vestiduras de cumbi y habasca, despojos así de hombres como de mujeres, criados, dando a cada uno conforme la calidad de su persona y linaje y como se habían mostrado en la guerra, con lo cual ganó las voluntades de todos, que viéndose premiados y honrados le siguieran por todo el mundo, y así no cesaban de engrandecerle y alabarle, levantando su nombre hasta el cielo.

Acabado con lo que pertenecía al triunfo y premio de sus soldados, comenzó a dar leyes por todos sus reinos y señoríos, así fue para el Gobierno político como para las Huacas y sacrificios, y mandó con grandísimo cuidado ir prosiguiéndose en la obra de la fortaleza que Ynga Yupanqui, su padre, había dejado comenzada, viendo ser edificio tan insigne y famoso, por donde su nombre se había de eternizar más. En el Cuzco ordenó las calles y canchas dél, enderezando las calles y edificando nuevos edificios, y dio orden en los caminos reales que hay desde el Cuzco hasta Chile y hasta los Charcas, por arriba, y hacia abajo los de la sierra y llanos hasta Quito. Todo con tanto concierto que parecía que él estaba presente y se hallaba en todo. Mientras estas cosas se hacían fue a dar una vista a los chachapoyas y a visitar algunas provincias. En esta ocasión dicen algunos indios antiguos que se embarcó en la mar en unas balsas en la isla de Puna y fue a Manta, y desde allí anduvo un año por la mar y llegó a las islas llamadas Hahua Chumpi y Nina Chumpi y las conquistó, y de allí trajo, para ostentación de su triunfo, una gente como negros, y grandísima cantidad de oro y una silla de latón. Trajo cueros de caballo y cabezas y huesos, todo para mostrarlo acá, que fue costumbre antigua entre estos ingas traer de todas las cosas vistosas y que podían causar admiración y espanto al Cuzco, para que las viesen y engrandeciesen sus hazañas y para memoria de las cosas que había en las demás provincias apartadas.

Todos estos trofeos se entiende quemaron después Quesques y Chalco Chuma, capitanes de Atahualpa, cuando tomaron al Cuzco, haciendo preso a Huascar Inga. Allí quemaron el cuerpo de este Tupa Ynga Yupanqui, porque no se halló memoria de todas estas cosas cuando vinieron los españoles. Otros dicen que esta conquista de estas tierras y islas la hizo Tupa Ynga Yupanqui en vida de su padre Ynga Yupanqui, cuando fue a Quito y lo conquistó con sus hermanos. Entrambas opiniones se pueden tener, pues no va mucho en que haya sido en un tiempo o en otro. Destas islas que conquistó Tupa Ynga Yupanqui en la mar el día de hoy no hay noticia ninguna cierta, mas de la confusa de los que dicen que hay islas con gente algo amulatada, y otros indios antiguos, que refieren que en tiempos pasados de los ingas venían a la costa de este reino por diversas partes, en unas canoas o balsas muy grandes, indios de ciertas islas, a rescatar oro y perlas y caracoles grandes, muy ricos y vestidos de algodón. Esto ha cesado del todo, pues desde que los españoles entraron en este reino no hay memoria que semejantes gentes ni indios vengan de islas ni de otras partes de fuera de este reino a rescate de oro, plata ni de otras cosas, por lo cual se entiende que, sabiendo la entrada y conquista de los españoles en este reino, y cómo se habían apoderado dél y su condición y aun codicia insaciable, se han retirado y no quieren venir, como solían, por no sujetarse a nadie ni perder su señorío y riquezas, que quieren poseer en sus tierras naturales, aunque mediante esta retirada vienen a perder el principal bien y riqueza, sin comparación de sus almas, que ganarán recibiendo el santo bautismo, mediante la predicación de los españoles. Dios se apiade dellos y los mire con ojos de misericordia para que, dejadas sus ceguedades e idolatrías, vengan en conocimiento del verdadero bien, que es Cristo.

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