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Datos principales


Desarrollo


CAPITULO XVII Trátase de la grandeza, bondad, riqueza y fortaleza del Reino de China Está este reino debajo del Trópico de Capricornio y extiéndese su costa de mar de Sudueste a Nordueste más de 500 leguas. Tiene por la parte del Sudueste al Reino de Conchinchina y por la de Nordueste confina con la Tartaria, reino que le cerca la mayor parte de la tierra. Por la otra parte de Poniente tiene otro gran reino de gente blanca, que está más allá del reino de Persia, llamado Catay. Hay en él cristianos y el Rey de ellos se llama Manuel. Dícese por muy cierto que desde lo último de este reino hasta Hierusalén hay seis meses de camino por tierra, lo cual se supo de unos indios que vinieron de aquel reino por la Persia, cuyos testimonios eran hechos en Hierusalén seis meses había, en los cuales dijeron habían caminado por Arabia la felice y pasado el Mar Bermejo. Por la otra cuarta parte está este reino cercano de una asperísima Sierra que tiene 500 leguas de cordillera, donde, como quedasen algunos pedazos abiertos por naturaleza de la parte del Nordueste hasta distancia de 80 leguas para llegar al mar del Japón, que es hacia el Septentrión, suplió esto la gran riqueza de este reino y la mucha gente que en él hay, de la manera que en la primera parte de esta historia más largamente queda dicho: porque el Rey de aquel reino, viéndose acosado del Gran Tártaro y pareciéndole que se podía defender de él fácilmente cerrando aquel portillo que la naturaleza había dejado abierto, lo hizo con muerte de muchos millares de hombres, por usar en ello de gran tiranía, que después fue causa de su propia muerte.

Esta montaña con este suplemento humano es la muralla famosa del reino de la China, que tiene 500 leguas, aunque se han de entender de la manera dicha, para poderse creer que solas la 80 hizo el humano poder con mucha industria, y en ellas infinitos baluartes que la hacen más hermosa y fuerte, pero no tanto como lo es en las otras 420 leguas que fueron obradas por naturaleza. Cerca de ella hay un gran desierto lleno de muchos pantanales y lagunas, que ha sido la causa que este reino se haya conservado por espacio de dos mil años, según parece por sus mesmas historias que se tienen por auténticas y verdaderas. Todo él está repartido en 15 Provincias con la de Aynao, y cada una de ellas tiene una ciudad principal de quien se denomina toda. En medio de este reino está una laguna muy grande, de la cual salen muchos y muy caudalosos ríos que corren por todo él, de tal manera, que con ser tan grande, se navega por todo él en unas barcas, fragatas, bergantines y otras muchas maneras de bajeles. Esta abundancia de agua es causa de que sea fertilísimo y muy bastecido, por estar las más ciudades y villas edificadas en las riberas de los ríos y comunicarse por ellos todas las Provincias, llevando de las unas a las otras muchas mercadurías y otras cosas de muchas curiosidad; y por haberse esto a poca costa, valen todas ellas a precios baratísimos. La costa del mar de este reino es la mayor y mejor que se sabe en el mundo. Caen en ellas cinco Provincias, que son la de Cantón, Chinchero, Siampón, Nanquin y la de Paquian, que es la última hacia el Nordueste, en la cual reside el Rey y su Consejo de ordinario con toda la Corte y la mayor parte de la gente de guerra que tiene, por confinar esta Provincia por aquella parte con los Tártaros, sus enemigos.

Algunos quieren decir que el vivir el Rey de ordinario en ella es por ser la mejor y más fértil del reino; pero yo creo, según algunos de los chinos dicen, que no es sino por la cercanía que tiene con la Tartaria y por hallarse donde pueda acudir a las necesidades que por parte del enemigo se pueden sobrevenir. Entre los brazos de estos ríos hay algunas islas que son de mucho provecho en todo aquel reino, porque se crían en ellas muchos venados, puercos y otros animales, que es ocasión de que las ciudades sean muy bastecidas. Una de las cosas que más admira a los que van a este reino es ver la infinidad de navíos y barcos que hay en todos los puertos de él, que son tantos que, habiendo en la ciudad de Macao nombres que han apostado que solo en el río de Cantón hay más navíos y bajeles que en toda la costa de España. Una cosa puedo yo afirmar que he oído decir a personas fidedignas que han estado en este reino y en especial al Padre Ignacio, a quien sigo en este Itinerario: que es tan fácil en cualquiera de las cinco Provincias que están a la costa de la mar juntar mil navíos de guerra y todos dedicados a ella como en España diez. Qué sea la causa de haber tantos ya queda dicho en su propio capítulo. Hay diversas opiniones en lo que. toca a la grandeza de este reino, pero los más conforman con la del Padre fray Martín de Herrada, que como tan gran geómetra y matemático dio mejor en el punto. Esta opinión queda declarada atrás en la primera parte, a quien yo me remito en esto.

Y en lo que toca a cosas particulares del reino por haberlas allí largamente puesto de la manera que de sus mesmos libros fueron sacadas, una cosa no puedo dejar de decir por parecerme digna de hacer de ella memoria particular y la supe de boca del dicho Padre Ignacio, y es: que la afirmaron por cosa certísima y averiguada que todos los días del año, uno con otro, sin guerras ni pestilencias que en este reino no se acuerdan haber habido ninguna ni se halla en sus historias escrita de dos mil años acá, ni hambre jamás y sin otras ocasiones accidentales, morían nueve millares de personas entre grandes y pequeños en todas las 15 Provincias de aquel reino, que no es poca lástima para los que con celo cristiano se pusiesen a considerar este pesadísimo tributo de tantas almas como el demonio cobra cada día y lleva a sus infernales moradas. Es tanta la fertilidad de toda esta tierra, así por el regadío ordinario como por el temperamento del cielo, que casi todo el año hay cosecha, en especial de trigo y arroz, que así lo uno como lo otro vale tan barato, que acaeció a los nuestros en el discurso de su peregrinación comprar un pico de arroz o de harina de trigo, que son cinco arrobas de España, por valor de real y medio, y a este respecto valen todas las demás cosas, como ya queda dicho. Dicen que la tierra adentro hay muchos elefantes, leones, tigres, onzas y otros animales bravos, de los cuales estos Padres vieron pocos vivos y muchos pellejos de ellos, que lo tuvieron por señal de verdad.

Hay muchos animales de almizcle, los cuales son del tamaño y parecer de un perro pequeño, a quien matan y entierran por algunos días y después de podrido toda la carne y sangre, se convierte en aquellos olorosos polvos. Hay asimismo muchos gatos de algalia y valen a muy poco precio; y gran cantidad de caballo. Y aunque los que los dichos Padres vieron eran pequeños, es pública voz y fama que en algunas de las 15 Provincias los hay muy buenos, pero a éstas no llegaron y por esto no pudieron hablar de vista. Las gallinas, gansos, ánades y otras aves que hay por todas las partes de este reino son sin número y aun sin estima por esta causa y no es menor el abundancia de pescado, así de la mar como de los ríos, en la cual han conformado todos los que han contado las cosas de esta tierra y en el poco precio por que se venden, que lo es tanto, que me afirmó el dicho Padre y otros que han estado en aquel reino que con valor de seis maravedises pueden comer muy bien carne, pescado, arroz y fruta, y beber buen vino de lo de aquella tierra cuatro compañeros. Hay en todo el reino muchas minas de oro y plata y todas muy ricas y no las deja labrar el Rey sino con grande limitación, diciendo que lo que en ellas hay ya se está en casa; que procuren traer lo que hay en otros reinos. Con todo esto es tanta la abundancia que hay, así de lo uno como de lo otro y tan comúnmente, que no hay hombre, aunque sea oficial, que no tenga en su casa cosas de oro y plata y otras joyas muy ricas.

Estiman en más en su tanto la plata que el oro, y dicen es la causa que el precio de oro es variable, como en Italia, y la plata está siempre en su ser y precio. Hay muchas perlas y en especial en la isla de Aynao, y mucha abundancia de azogue, cobre, hierro, acero, latón, estaño, plomo, salitre, azufre y otras cosas que suelen fertilizar un reino, y sobre todo hay mucho almizcle y ámbar. El Rey de este reino, demás de la gran venta que tiene, es fama de tener grandes tesoros en todas las ciudades principales que son cabezas de Provincia. En cuya conformidad, afirmaron por muy cierto al dicho Padre en la ciudad de Cantón que todo el dinero que ha entrado en ella por espacio de 500 años, así por vía de los portugueses como por la de los reinos de Cian y otros comarcanos, y todos los tributos de la Provincia, estaban juntos en la casa del tesoro del Rey, de aquella ciudad, que viene a montar según buena cuenta muchos más millones de los que se pueden nombrar para que se crean fácilmente. Es tan usado entre la gente de este reino vestir seda como en Europa lienzo, y traer hasta los zapatos de ella o de raso, y algunas veces de brocado con galanas pinturas. Esto causa la gran abundancia que hay de ella en todo él, que es tan grande, que salen de la ciudad de Cantón para las indias de Portugal cada año más de tres mil quintales, sin otros muchos que van para Japón, y más de 15 navíos de ordinario a las islas de Luzón, y otra gran parte sacan los Sianes y otras naciones, y con toda esta saca ordinaria queda tanta en el reino que se pueden cargar muchas flotas.

Hay también mucho lino, algodón y otras telas y todo vale tan poco que me afirmó el dicho Padre había visto vender una carga que son 15 brazas, en cuatro reales. La loza fina que hay en esta tierra no se puede decir con muchas palabras. La que se trae a España es muy basta, aunque a los que no han visto la más fina les parece buena; pero hayla allá tanto, que una vajilla de ella sería entre nosotros tenida en tanta estima, como de oro. La finísima no se puede sacar del reino so pena de la vida, ni la pueden usar en él sino solamente los Loytias que son los Caballeros, como ya dijimos. Hay mucha cantidad de azúcar, miel y cera, y tan barato como lo que arriba se ha dicho. Y para sumarlo todo, digo que viven en tanta abundancia, que todo les sobra y ninguna cosa les falta para los cuerpos, aunque de lo principal (que es el remedio de las almas) carecen tanto como por el discurso de esta historia se ha visto. Remédielos Dios como puede. La renta que tiene el Rey de este reino pusimos en su propio capítulo y así en este sólo añadiré que me dijo el dicho Padre que solamente un río que se llama de la sal en la Provincia de Cantón, le valía al año millón y medio, y, que aunque la renta ordinaria de cada año era mucha y en que excedía al mayor rey de los que se saben en el mundo, en los tesoros que tiene recogidos y guardados (si es verdad lo que dicen los chinos) en todas las ciudades principales de las 15 Provincias, muchos juntos no le igualan ni llegan con mucho.

Todas las ciudades y villas de este reino son cercadas de murallas de cantería con baluartes de 50 en 50 pasos, y alrededor de todas ellas comúnmente, o hay río o cava muy honda donde se puede meter agua, con lo cual son muy fuertes. No usan fortalezas ni las tienen sino solamente unas torres sobre las puertas de las ciudades, como queda dicho, y allí ponen toda la artillería que hay para defensa de la tal villa y ciudad. Usan de muchas maneras de armas, en especial de arcabuces, arcos y lanzas de tres o cuatro maneras, y también de espadas, que son como alfanjes y con ellas rodelas. Todos los soldados cuando van a pelear llevan unas ropas largas hasta la rodilla llenas de algodón muy bien estofado, las cuales resisten a una lanza y a una estocada. Los que lo son y llevan por ello sueldo real, traen por insignia de ello sombreros colorados o amarillos, de los cuales hay tantos, así de pie como de a caballo, que casi es imposible poderlos contar. Y es opinión muy común de todos los que han estado en este reino y los han visto, que en todos los de España, Francia y en los del Gran Turco no hay tanto número de ellos como hay en sólo él. Hay capitanes de a 10 soldados, de a 100, de a 1.000, de a 10.000 y de a 20.000, y de esta manera hasta llegar a 100.000. Todos estos soldados se conocen y el número de soldados que gobiernan por ciertas insignias que cada uno de ellos trae. Hacen reseña y alarde todas las lunas nuevas y el mesmo día se paga el sueldo a cada uno de ellos irremisiblemente y ha de ser la paga en plata y no en otra moneda. Dicen los que han visto hacer esta paga, y en especial el dicho Padre Ignacio, que les dan un pedacito de plata que pesará como real y medio de España, y esto es más para allá que cuatro escudos entre nosotros respecto del valor de las cosas. En el uno y en el otro reino el día que reciben la paga hace cada uno demostración en acto de las armas que usa en presencia de los Veedores; y al que hallan que no las ejercita con destreza, la reprenden y castigan ásperamente. Escaramuzan con mucho concierto; y en lo que toca a ser obedientes a los Capitanes y a las señales que acostumbran usar en la guerra, pueden competir con todas las naciones del mundo.

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