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Desarrollo


CAPITULO XLIII Llega socorro de Tropa, y favorables órdenes con que se logra el restablecer la Misión de San Diego, y la fundación de Saca Juan Capistrano. A los veintiún días de suspendida la obra de la reedificación de la Misión de San Diego llegaron por tierra a aquel Presidio por la antigua California los veinte y cinco Soldados que remitía S. Excá. para reforzar la Tropa, y por el cabo de ellos recibió el V. P. Presidente las dos Cartas tan consolatorias de S. Excâ. que quedan ya copiadas en el Capítulo 41 folio 187 y 189. Estas felices noticias que recibió el V. P. Presidente el día 29 de septiembre, Fiesta del Príncipe Gloriosísimo San Miguel (concedido nuevamente por su Santidad Patrón de todas las Misiones del Colegio) causaron suma alegría al fervoroso Padre, que quiso expresarlo con un solemne repique de campanas, y el día siguiente con Misa cantada en acción de gracias por este beneficio, encargando a los Padres hiciesen lo mismo en las Misas rezadas, y que pidiesen a Dios por la salud y vida del Exmô. y fervoroso Señor Virrey. Enterado el Comandante D. Fernando Rivera de las superiores órdenes de S. Excâ. puso luego en libertad a los Indios presos que quería con el Barco despachar para San Blas, y aprontó la Escolta de doce Soldados para la Misión de San Diego, para que se fuese a la reedificación de dicha Misión; y para la fundación de San Capistrano nombró diez, y un Cabo, y añadió dos a la de San Gabriel, y los restantes quedaron para el Presidio, que quedó con la fuerza de treinta Hombres; y no queriendo presenciar dichas fundaciones, subió para Monterrey con los doce Soldados de las Misiones de N.

P. San Francisco. En cuanto el fervoroso P. Junípero se vio con los auxilios que necesitaba, sin pérdida de tiempo pasó a la reedificación de la Misión de San Diego con otros dos Misioneros, mudándose al sitio con todos los Neófitos de dicha Misión, y empezó con todo empeño la obra, trabajando los Neófitos con mucha alegría, y con tal esfuerzo, que en breve dieron muestras de que no tardarían en poner en buen estado la Misión. Puestos en corriente, dejando en la obra a los dos Misioneros, se retiró S. R. al Presidio a disponer para la de San Capistrano: y supuesto que en breve saldría el Barco, se puso a escribir a S. Excâ., dándole las gracias así del perdón de los Indios que había enviado para que se pusiesen en libertad, como del aumento de la Tropa, y de las demás Ordenes y providencias que había enviado, y que en cumplimiento de ellas quedaba ya corriente la obra de San Diego con mucho gusto de los Indios; y que luego de salido el Barco pasaría a fundar la de San Juan Capistrano. Así lo practicó, llevando consigo los dos Misioneros el P. Lector Fr. Pablo Mugartegui y el P. Fr. Gregorio Amurrio, y todos los avíos pertenecientes a ella, escoltados de un Cabo con diez Soldados, llegaron al sitio en donde hallaron enarbolada la Cruz, y desenterraron las campanas, a cuyo repique ocurrieron los Gentiles muy festivos de ver volvían a su tierra los Padres. Hízose una enramada, y puesto el Altar, dijo en él el V. Padre Presidente la primera Misa.

Deseoso de que se adelantase la obra tomó el trabajo de pasar S. R. a la Misión de San Gabriel a fin de traer algunos Neófitos para ayuda de la obra, algún socorro de víveres para todos, y el ganado vacuno que allí estaba. Regresando para la nueva Misión con dicho socorro, quiso adelantarse de las cargas para llegar más breve, y se fue con un Soldado, que conducía el ganado, y con un Neófito de San Gabriel. A la medianía del camino, como diez leguas de la Misión se vio en evidente peligro de que lo matasen los Gentiles, y según S. R. me contó la primera vez que después nos vimos, creyó ciertamente que lo mataban: porque les salió al camino un gran pelotón de Gentiles, todos embijados, y bien armados con sus espantosos alaridos enarcando sus flechas en ademán de matar al Padre y al Soldado, con el interés sin duda de quedarse con el ganado. Librólos Dios por medio del Neófito, que viendo la acción de los Gentiles les gritó que no matasen al Padre, porque atrás venían muchos Soldados que acabarían con ellos. Oyendo esto en su propia lengua e idioma se contuvieron, los llamó el Padre, y se le arrimaron todos ya convertidos en mansos corderos, los persignó a todos, como siempre lo acostumbró, y después les regaló con abalorios (cuentas de vidrio que estiman mucho) y los dejó ya hechos amigos, y prosiguió su camino sin la menor novedad, más que la fatiga del viaje, y el dolor del pie. Llegó al sitio de la nueva Misión, y con el socorro de Peones y víveres, se dio más calor a la obra material.

Es el sitio de la Misión muy alegre y con buena vista, pues desde las casas se ve la Mar, y los Barcos cuando cruzan, pues (lista de la Playa como media legua, con buen fondeadero para las Fragatas, y resguardadas en el tiempo que vienen los Barcos; que en este tiempo que reinan los Sures no estarían muy seguras por estar abierto y descubierto por dicho rumbo; pero por el Norte y demás laterales están seguros los Barcos por una tierra alta que sale muy afuera formando una ensenada nombrada de los Marítimos de San Juan Capistrano, la que tiene un Estero mediano, al que vacía el Arroyo de agua buena que corre por el lado de las casas de la Misión: cerca del Estero desembarcan las cargas de dicha Misión, y las de San Gabriel, con lo que se ahorran de haber de ir hasta el Puerto de San Diego a transportar con Mulas los avíos. Hállase situada la Misión en la altura del Norte de 33 1/2 grados, distante de la Misión y Puerto de San Diego veinte y seis leguas, y de la de San Gabriel rumbo al Noroeste diez y ocho leguas. E1 temperamento es bueno, logrando sus calores en el Verano, y sus fríos en el Invierno, y hasta ahora se ha experimentado sano; a su tiempo hay lluvias, y ayudados del riego con el agua de dicho Arroyo, consiguen abundantes cosechas de Trigo y Maíz, legumbres de Frijol, etc. no sólo lo suficiente para la manutención de los Neófitos, sino que les sobra para socorrer a la Tropa, a trueque de Ropa, para ayudar a vestirse. Logra también buenos pastos para toda especie de ganados, que se han aumentado mucho.

Habiendo reparado desde el principio de la fundación, que toda aquella tierra estaba matizada de Parras silvestres, que parecían Viñas, dieron en sembrar unos Sarmientos mansos, traídos de la antigua California, y han conseguido ya el lograr Vino, no sólo para las Misas, sino también para el gasto, como asimismo de frutas de Castilla de Granadas, Duraznos, Melocotones, Membrillos etc. y logran muy buenas hortalizas, etc. Con el auxilio del Intérprete que de San Gabriel llevó el V. P. Presidente y Fundador, como desde luego se les pudo decir el fin principal que los atraía a venir a vivir entre ellos; que era a enseñarles el camino del Cielo, a hacerlos Cristianos, para que se salvasen, etc. que de tal manera lo entendieron, y se les impresionó que luego empezaron a pedir el Bautismo, de modo, que según escribieron al principio los Padres, que así como los Gentiles de las otras Misiones habían sido molestos en pedir a los Padres cosas de comer y otros regalitos, los de San Juan Capistrano eran molestos en pedir el Bautismo, haciéndoseles largo el tiempo de la instrucción; y por esto, y con dicho auxilio se dio calor a la obra espiritual, y en breve lograron los primeros Bautismos, y se fue aumentando el número de ellos de modo, que cuando murió el V. P. Fundador Fr. Junípero contaban ya cuatrocientos y setenta y dos Naturales de aquel sitio y Rancherías comarcanas, y luego después de su ejemplar muerte fue en gran manera aumentándose el número.

Pues habiendo Yo escrito a todos la noticia de la muerte de nuestro V. Prelado, y que poco antes de morir me había prometido que si lograba el ir a ver a Dios le pediría por todos nosotros, y para que se logre la conversión de los Gentiles: me respondió el dicho P. Lector Fr. Pablo Mugartegui: Parece que ya veo se va cumpliendo la promesa de nuestro V. P. Junípero, pues en estos tres meses últimos hemos logrado más Bautismos que en los tres años, y continúan en el catequismo gracias a Dios, y confiamos en el Señor se logrará la conversión de los demás". Era tanta la sed del V. Padre Junípero de la conversión de las almas, que ni el ver radicada la Misión de San Diego ni la fundación de la de San Capistrano lo saciaban, y lo tenían con mucho cuidado las fundaciones de este Puerto de Ntro. P. S. Francisco, de las que por la mucha distancia de cerca de doscientas leguas, no había tenido la menor noticia; y para salir de este cuidado, y dar mano a su fundación en caso de no haberse efectuado, se encaminó para Monterrey, visitando de paso las tres Misiones de San Gabriel, San Luis y San Antonio, teniendo el gusto de verlas con grandes aumentos en lo espiritual y temporal, y a sus Ministros muy contentos; y logró la ocasión de bautizar algunos Catecúmenos para dejar en todas partes hijos; y gastando en dichas tareas Apostólicas seis meses, llegó a su Misión de San Carlos con el mérito de tantos trabajos por el mes de Enero de 1777, y tuvo a la llegada el complemento de sus deseos con la noticia de quedar ya fundadas las dos Misiones de este Puerto, de las que hablaré en el Capítulo siguiente.

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