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Datos principales


Desarrollo


De cómo Cari volvió a Chucuito y de la llegada de Viracocha Inca y de la paz que entre ellos trataron. Luego que Çapana fue muerto Cari se apoderó de su real y robó todo lo que en él había; con la cual presa dio la vuelta a Chucuito; y estaba aguardando a Viracocha Inca y mandó adrezar los aposentos y proveerlos de mantenimientos. El Inca supo en el camino el fin de la guerra y cómo Cari había vencido y, aunque en lo público daba a entender haberse holgado, en lo secreto le pesó por lo sucedido, porque con haber diferencias entre aquellos dos pensaba él fácilmente hacerse señor del Collao; y pensó de se volver con brevedad al Cuzco, porque no le sucediese alguna desgracia. Y como estuviese ya cerca de Chucuito, salió Cari con los más principales de los suyos a le recebir y fue aposentado e muy servido; y como desease la vuelta al Cuzco con brevedad, habló con Cari adulándole con palabras de lisonjas sobre lo mucho que se había holgado de su buena andanza y que venía a le ayudar con toda voluntad y que para que estuviese cierto que siempre le sería buen amigo le quería dar por muger a una hija suya. A lo cual respondió Cari que era muy viejo y estaba muy cansado, que le rogaba que casase a su hija con mancebo pues había tantos en que escoger, y que supiese que él le había de tener por señor y amigo y reconocerle en lo que él mandase; y así, le ayudarla en guerras y en otras cosas que se ofresciesen. Y luego, en presencia de los más principales que allí estaban, mandó traer Viracocha Inca un gran vaso de oro y se hizo el pleito homenaje entre ellos desta manera: bebieron un rato del vino que tenían las mujeres y luego el Inca tomó el vaso ya dicho y, poniéndolo encima de una piedra muy lisa, dijo: "La señal sea ésta, que este vaso se esté aquí y que yo no le mude ni tú le toques, en señal de ser cierto lo asentado.

" Y besando, hicieron reverencia al sol y hicieron un gran taqui y areyto con muchos sones; y los sacerdotes, diciendo ciertas palabras, llevaron el vaso a uno de los vanos templos donde se ponían los semejantes juramentos que se hacían por los reyes y señores. Y habiéndose holgado algunos días Viracocha Inca en Chucuito se volvió al Cuzco, siendo por todas partes muy servido y bien recebido. E ya muchas provincias estaban asentadas y usaban de mejores ropas y tenían mejores costumbres y religiones que antes, gobernándose por las leyes y costumbres del Cuzco, a donde había quedado por gobernador de la ciudad Inca Urco, hijo de Viracocha Inca, del cual cuentan que era muy cobarde, remiso, lleno de vicios y con pocas virtudes; mas, como era el mayor, había de suceder en el imperio de su padre; quien dicen que, conociendo estas cosas, quisiera mucho privarlo del señorío y darlo a Inca Yupanqui, su segúndo hijo, mancebo de muy gran valor y adornado de buenas costumbres, esforzado y animoso y que tenía los pensamientos muy grandes y altos; mas los orejones y principales de la ciudad no querían que fuesen quebrantadas las leyes y lo que se usaba y guardaba por ordenación y estatuto de los pasados y, aunque conocían cuán mal inclinado era Inca Urco, querían que él y no otro fuese rey después de la muerte de su padre. Y esto lo he dicho tan largo, porque dicen los que desto me avisaron que, desde Urcos Viracocha Inca embió sus mensajeros a la ciudad para que lo tratasen y no pudo concluir nada de lo que quería. Y como entró en el Cuzco, le fue hecho gran recebimiento; y como ya estuviese muy viejo y cansado determinó de dejar la gobernación del reino a su hijo y entregarle la borla y salirse al valle de Yucay y al de Xaquixaguana a recrear y holgar; y así lo comunicó con los de la ciudad, pues no pudo conseguir que le sucediese Inca Yupanqui.

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