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Desarrollo


Cómo el Almirante se indispuso con el Rey de Portugal con motivo del descubrimiento que le ofreció de las Indias A la sazón, el Almirante, teniendo por fundadísimo su razonamiento, pensó darle ejecución e ir por el Océano occidental en busca de dichas tierras; pero conociendo que tal empresa no convenía sino a un príncipe que pudiese realizarla y sustentarla, quiso proponerla al rey de Portugal, por la residencia que allí tenía. Y aunque el rey D. Juan, que entonces gobernaba, escuchase con atención lo que el Almirante le proponía, se mostró, sin embargo, tibio en aceptar su empresa, por los grandes trabajos y gastos que llevaba consigo el descubrimiento y conquista de la costa occidental de Africa, llamada Guinea, sin que todavía le hubiese sucedido felizmente cosa alguna, ni hubiese podido pasar más allá del cabo de Buena Esperanza, cuyo nombre dicen algunos haberle sido dado, en lugar de Agesinga, su nombre propio, por ser dicho cabo el fin de la buena esperanza de su conquista y descubrimiento; aunque lo entiendan otros, de un modo diferente, afirmando que le fué dado porque dicho cabo les daba esperanza de mejor tierra y navegación. Pero sea como quiera, el mencionado rey era entonces poco inclinado a gastar más dinero en descubrimientos; y si escuchó al Almirante, ello fue por las buenas razones que éste, para corroborar su empresa, le proponía; no obstante, movido por ellas, comenzó a tomar tanta afición al proyecto que el aceptarlo dependía de conceder al Almirante las condiciones y pactos que demandaba.

Porque, siendo el Almirante de generoso y altos pensamientos, quiso capitular con grande honor y ventaja, para dejar su memoria y la grandeza de su casa, conforme a la magnitud de sus obras y de sus méritos. Por lo cual dicho monarca, aconsejado del doctor Calzadilla, de quien mucho se fiaba, resolvió mandar una carabela secretamente, la cual intentase lo que el Almirante le había ofrecido, pues descubriéndose de tal modo dichas tierras, le parecía que no estaba obligado a tan gran premio como Colón pedía por su hallazgo. Y así, con toda brevedad y secreto, armada una carabela, fingiendo enviarla con vituallas y socorro a los que estaban en las islas de Cabo Verde, la mandó hacia donde el Almirante se había ofrecido a ir. Pero, porque a los que mandó les faltaba el saber, la constancia y la persona del Almirante, después de haber andado muchos días vagando por el mar, se volvieron a las islas de Cabo Verde, mofándose de tal empresa, y diciendo ser imposible que por aquellos mares se encontrase tierra alguna; lo cual habiendo llegado a noticia del Almirante, y siéndole ya muerta su mujer, tomó tanto odio a aquella ciudad y nación, que acordó irse a Castilla con un niño que le dejó su mujer, llamado Diego Colón, que después de la muerte de su padre le sucedió en su estado. Pero, considerando que si tampoco el Rey de Castilla admitía su empresa, necesitaría proponerla de nuevo a cualquier otro príncipe, y así en esto pasase largo tiempo, mandó a Inglaterra a un hermano suyo que estaba con él, llamado Bartolomé Colón, el cual, aunque no tenía letras latinas, era hombre práctico y entendido en las cosas del mar, y sabía muy bien hacer cartas de navegación, esferas y otros instrumentos de aquella profesión, en lo que había sido instruido por el Almirante su hermano.

Partido, pues, Bartolomé para Inglaterra, quiso su suerte que cayese en manos de corsarios, los cuales le despojaron, como también a otros de su nave. Por cuyo motivo y por la pobreza y enfermedad que en tan diversas tierras le asaltaron cruelmente, prolongó por mucho tiempo su embajada hasta que, adquirida un poco de autoridad con los mapas que hacía, comenzó a tener pláticas con el rey Enrique VII, padre de Enrique VIII, que al presente reina, al cual presentó un mapa mundi en el que estaban escritos estos versos que yo hallé entre sus escrituras y que serán puestos aquí más por su antigüedad que por su elegancia: Terrarum quicumque, cupis feliciter oras Noscere, cuncta decens docte pictura docebit, Quam Strabo affirmat, Ptolomacus, Plinius atque Isidorus: non una tamen sententia quisque. Pingitur hic etiam nuper sulcata carinis Hispanis Zona illa, prius incognita genti, Torrida, quae tandem nunc est notissima multis. Y más abajo decía: Pro auctore sive pictore, Ianua cui patriae, est nomen, cui Bartholomeus Columbus de Terra Rubra, opus edidit istud Londoniis, anno Domini 1480, atque insuper anno Octavo, decimaque die cum tertia mensis februarii. Laudes Christo cantentur abunde. Y porque advertirá alguno que se lee Columbus de Terra Rubra, digo que igualmente lo vi yo en algunas suscripciones del Almirante, antes que adquiriese su estado, donde se firmaba Columbus de Terra Rubra. Pero, volviendo al rey de Inglaterra, diré que, visto el mapa mundi y lo que le ofreció el Almirante, con alegre rostro aceptó su propuesta, y lo mandó llamar. Pero, porque Dios la guardaba para Castilla, ya el Almirante en aquel tiempo había ido y tornado con la victoria de su empresa según se contará más adelante.

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