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Datos principales


Desarrollo


Del cacique Nutibara y de su señorío, y de otros caciques subjetos a la ciudad de Antiocha Cuando en este valle entramos con el licenciado Juan de Vadillo estaba poblado de muchas casas muy grandes de madera, la cobertura de una paja larga; todos los campos, llenos de toda manera de comida de la que ellos usan. De lo superior de las sierras nascen muchos ríos y muy hermosos; sus riberas estaban llenas de frutas de muchas maneras y de unas palmas delgadas muy largas, espinosas; en lo alto dellas crían un racimo de una fruta que llamamos pixivaes, muy grande y de mucho provecho, porque hacen pan y vino con ella, y si cortan la palma sacan de dentro un palmito de buen tamaño, sabroso y dulce. Había muchos árboles que llamamos aguacates, y muchas guabas y guayabas, muy olorosas piñas. Desta provincia era señor o rey uno llamado Nutibara, hijo de Anunaibe; tenía un hermano que se decía Quinuchu. Era en aquel tiempo su lugarteniente en los indios montañeses que vivían en las sierras de Abibe (que ya pasamos) y en otras partes, el cual proveyó siempre a este señor de muchos puercos, pescado, aves y otras cosas que en aquellas tierras se crían, y le daban en tributo mantas y joyas de oro. Cuando iba a la guerra le acompañaba mucha gente con sus armas. Las veces que salía por estos valles caminaba en unas andas engastonadas en oro, y en hombros de los más principales; tenía muchas mujeres. Junto a la puerta de su aposento, y lo mesmo en todas las casas de sus capitanes, tenían puestas muchas cabezas de sus enemigos, que ya habían comido, las cuales tenían allí como en señal de triunfo.

Todos los naturales desta región comen carne humana, y no se perdonan en este caso; porque en tomándose unos a otros (como no sean naturales de un propio pueblo), se comen. Hay muchas y muy grandes sepulturas, y que no deben ser poco ricas. Tenían primero una grande casa o templo dedicado al demonio; los horcones y madera vi yo por mis propios ojos. Al tiempo que el capitán Francisco César entró en aquel valle le llevaron los indios naturales dél a aquesta casa o templo, creyendo que, siendo tan pocos cristianos los que con él venían, fácilmente y con poco trabajo los matarían. Y así, salieron de guerra más de veinte mil indios con gran tropel y con mayor ruido; mas aunque los cristianos no eran más de treinta y nueve y trece caballos, se mostraron tan valerosos y valientes, que los indios huyeron, después de haber durado la batalla buen espacio de tiempo, quedando el campo por los cristianos; a donde ciertamente César se mostró ser digno de tener tal nombre. Los que escribieren de Cartagena tienen harto que decir deste capitán; lo que yo toco no lo hago por más que por ser necesario para claridad de mi obra. Y si los españoles que entraron con César en este valle fueran muchos, cierto, quedaran todos ricos y sacaran mucho oro, que después los indios sacaron por consejo del diablo, que de nuestra venida les avisó, según ellos proprios afirman y dicen. Antes que los indios diesen la batalla al capitán César le llevaron a aquesta casa que digo, la cual tenían (según ellos dicen) para reverenciar al diablo; y cavando en cierta parte hallaron una bóveda muy bien labrada, la boca al nascimiento del sol, en la cual estaban muchas ollas llenas de joyas de oro muy fino, porque era todo lo más de veinte y veinte en un quilate, que montó más de cuarenta mil ducados.

Dijéronle que adelante estaba otra casa donde había otra sepultura como aquélla, que tenía mayor tesoro, sin lo cual, le afirmaban más que en el valle hallaría otras mayores y más ricas, aunque la que le decían lo era mucho. Cuando después entramos en Vadillo hallamos algunas destas sepulturas sacadas y la casa o templo quemada. Una india que era de un Baptista Zimbrón me dijo a mí que después que César volvió a Cartagena se juntaron todos los principales y señores destos valles, y hechos sus sacrificios y ceremonias, les aparesció el diablo (que en su lengua se llama Guaca), en figura de tigre, muy fiero, y que les dijo cómo aquellos cristianos habían venido de la otra parte del mar, y que presto habían de volver otros muchos como ellos y habían de ocupar y procurar de señorear la tierra; por tanto, que se aparejasen de armas para les dar guerra. El cual, como esto les hobiese hablado, desapareció; y que luego comenzaron de aderezarse, sacando primero grande suma de tesoros de muchas sepulturas.

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