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Datos principales


Desarrollo


Capítulo XC Que trata de las costumbres y cerimonias de los naturales de la provincia de Mapocho Los indios de esta provincia no tienen casa de adoración ni ídolos. Y desque muere algún señor hereda los señoríos el hijo de la mujer primera que hubo, puesto que son casados con diez y doce mujeres según su posibilidad. Y si no tiene hijo en esta primera mujer, hereda el hermano, y donde no, el pariente más cercano. Cásanse con hermanas y sobrinas. La gente común se casa con una y dos mujeres. No tienen en nada hallarlas dueñas o no. Es su adoración al sol y a la luna y esto tomaron de los ingas cuando de ellos fueron conquistados. Son muy grandes hechiceros. Sus placeres y regocijos es ajuntarse a beber y tienen gran cantidad de su vino ayuntado para aquella fiesta. Y tañen un atambor con un palo y en la cabeza de él tiene un paño revuelto, y todos asidos de las manos cantan y bailan. Y llévanlo tan a son que suben y caen con las voces a son del atambor. Para estas fiestas sacan todas las mejores y más ricas ropas que tienen y cosas parecidas entre ellos, y embijanse los rostros cada uno la color que quiere y le parece, porque tienen muchas colores. Y aquí se embriagan y no lo tienen en nada, antes lo tienen por grandeza. Aquí se matan unos a otros con veneno. Es de esta manera: que el que tiene algún enemigo le convida a beber o se lo paga a otra persona. Y si es señor se lo manda a algún allegado suyo. Y como es costumbre entre ellos llevalles de beber, y aquel que lleva la vasija de que se lo da, hácele la salva.

Y después que la ha hecho, lleva el dedo pulgar metido en la vasija. Llevan en la uña el veneno y al tiempo que se la da al contrario, deja el veneno dentro y bebe el otro descuidadamente. Es esta ponzoña de tal calidad, que si quieren dar a uno para que muera en veinte y cuatro horas y si quieren para más tiempo, la tienen. Y tienen con el demonio su pacto. Y éstos son señalados entre ellos y aún tenidos. Estando en estas fiestas, éstos se levantan, y apartados un poco de la otra gente habla entre sí como si tuviesen al demonio. Y yo los vi muchas veces y paréceme que lo debe de ver o se le demuestra. Y estando en esta habla, saca una quisca que ellos llaman, que es una manera de huso hecho de palo, y en presencia de toda la gente se pasa con ellas la lengua dos o tres veces y por el consiguiente hace lo mesmo a su natura. Y aquella sangre que saca lo escupe y lo ofrece al demonio, que en esto lo tienen ensestidos. Yo los vi algunas veces y los veía luego sanos, y les pregunté algunos que si sentían dolor, y decían que no. El traje de esta gente era antiguamente unas mantas de lana que les tomaba desde la cintura hasta la rodilla y ceñíanselo al cuerpo. Y el de ellas era una manta pequeña revuelta por la cintura y le da hasta la rodilla, y con una faja del tamaño y anchor de una cincha de caballo se ata por la cintura, y otra manta pequeña echada por los hombros y presa en el pecho, y dale hasta la cinta. Este era el traje antiguo, aun cuando agora andan los más, vestidos al modo del Pirú por causa de la ropa que de allá viene de algodón.

Cuentan hasta diez y no es más su cuenta, que lo demás cuenta por dieces. Son agoreros. Sus armas son arcos y flechas. No se les da nada por riquezas. Son de buen parecer y dispuestos y ellas por el consiguiente y de buenos rostros. Precian de traer los cabellos largos. Acostumbran las indias a pintarse la barba como los moriscos, hacen tres rayas o media luna o la señal que se le antoja, y los pechos y las muñecas de los brazos. Los enterramientos de ellos es que muriéndose un señor u otra cualquiera persona, ayúntanse todos los parientes y amigos del muerto, y tienen muy gran cantidad de su vino, y ponen el difunto en el cuerpo de la casa. Y juntos todos hacen su llanto y sus oraciones dedicadas al demonio, nuestro adversario. Y allí le ven. Ansí de esta manera lo tienen tres o cuatro días y al cabo de los tres le visten las más privadas ropas que él tenía, y vestido le meten en una talega, que le ponen en la mano maíz y frísoles y pepitas de zapallos y de todas las demás semillas que ellos tienen, y le lían con unas sogas muy bien. Y llévanle a la tierra o heredad más preciada que él tenía y solía sembrar, y allí hacen un hoyo y allí le meten un cántaro y olla y escudillas. Y venido averiguar para qué es aquello y para qué meten semillas, es para que coma y siembre allá a donde fuere, que bien entienden que sale del cuerpo y se aparta a otra casa, que allá donde va que ha menester trabajar, y en esto los tiene ciegos el demonio. Y allí están otros cuatro días haciendo su llanto por el difunto, y los parientes se embijan los rostros de negro en señal de luto. No hay tanta gente en esta provincia como cuando los cristianos entraron en ella, a causa de las guerras y alzamientos que con los españoles tuvieron. Fue parte para desmenuillos, que de tres partes no hay la una. Y las minas han sido también parte, que lo uno con lo otro se ha juntado el destruimiento de ellos.

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