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Capítulo XC De quién fue Capac Huaritito y Ausitopa Porque no se quede ninguna cosa notable, de las que a mi noticia han venido, de los Yngas y de sus hijos y capitanes, he querido poner los capítulos antes de éste y los que se le siguen. Fue Capac Huaritito hijo de Ynga Yupanqui y hermano de el valeroso Tupa Ynga Yupanqui, a quien los indios celebran como al más famoso y memorable de todos sus Yngas y Reyes, por las grandes conquistas que hizo, y la mucha orden y concierto en que puso este Reino, pues a él se le debe toda la que en él hallaron los españoles, la cual si en lo político y en lo que no contradice a nuestra evangélica religión se hubieran guardado y observara, sin duda que estas amplísimas provincias fueran gobernadas como conviene y los naturales de ellas en grandísimo aumento. Capac Guaritito fue de ánimo invencible, y lo mostró en las guerras en que se halló con su hermano y con otros capitanes compañeros suyos, como fueron Collatupa Sinchiroca y Huaillipo Cusi Atauchi y otros. Refieren algunos indios viejos que estos capitanes, con Tupa Ynga Yupanqui, deseosos de saber qué les había de suceder en los tiempos venideros y qué sucesos vendrían a sus herederos, habiendo hecho grandes sacrificios y ayunos a su usanza, con llantos y ofrendas de animales, que para ello mataron, y después de algunos días, les fue respondido por el demonio que supiesen que muy presto vendrían a este Reino unos hombres de barbas largas y vestidos todo el cuerpo; y serían tan valientes que con sus espadas henderían un indio de arriba abajo, y que harían en ellos matanza y destrucción increíble, y que vertían y derramarían la sangre de sus hijos y nietos, y los maltratarían y robarían, y hollarían pisando sus ídolos y huacas, y desharían sus ritos y ceremonias.

Oída semejante respuesta, tristes y pensativos, habían hecho grandísimos llantos y muestras de dolor y sentimiento, por la persecución y trabajo que esperaban. Y por memoria de tan temerosa respuesta, compusieron un cantar triste y melancólico, a modo de endechas, el cual cantaban en las solemnidades y cosas que les sucedían de tristeza y pesar. Todas estas cosas se les cumplieron a la letra, y puede ser lo más cierto que los indios mienten, fingiendo que se les profetizó lo que les ha acontecido, o que el demonio, viendo ya lo que los españoles, teniendo por guía a Colón; primer descubridor y conquistador de las Yndias, trataban y aparejaban, les anunciase lo que está dicho por conjetura verosímil, para obligarles de nuevo a nuevos sacrificios de niños inocentes, y a nuevas ofrendas conociendo el ánimo feroz y codicia insaciable de los españoles, que no porque él sepa, ni alcance con evidencia, las cosas futuras, que están por venir, que eso sólo está reservado al Todopoderoso Dios, sabiduría inmensa, y a quien él fuere servido de revelarlo, como lo hizo muchas veces a sus profetas, anunciando por medio de ellos muchos sucesos que habían de venir, y castigos que había de hacer. Los segundos sacrificios y ofrenda que ofrecieron a sus dioses e ídolos, como queda ya dicho, en el capítulo pasado y en éste, fue esta postrera vez, después que el Ynga sanó, y estaba bueno de su enfermedad tan prolija. Siempre parecían responder sus ídolos, o por mejor decir el demonio, lo que había se suceder, con lo que tenía a esta miserable gente tan sujeta para sus idolatrías que, hasta hoy, pocos o ninguno entiendo se escapan de sus uñas.

También fue valeroso y temido Ausitopa, hijo de Tupa Ynga Yupanqui y hermano de Huaina Capac, el cual ciertas provincias, que se habían rebelado contra su padre, con gran valor y prudencia las sujetó. Deste dicen que, por orden de su padre, hizo un camino por debajo de la tierra, desde la fortaleza de la ciudad del Cuzco, que señorea la ciudad, hasta el templo que hizo tan famoso de Curi Cancha, como en el capítulo pasado queda ya dicho, donde adoraban al Sol y tenían otra infinidad de huacas e ídolos. Está hoy la boca de este camino abierta, y la llaman la Chingana, que significa lugar donde se pierde, a modo de aquel tan mentado laberinto de las isla de Creta, aunque ya todo se ha perdido, y acabado, porque no hay ninguno que atine por dónde va, sino es solamente la entrada de este socavón, que en caminando por él algún trecho, se pierden y no pueden dar con el camino, y así es fuerza volver, ni en el paraje del templo dicho hay ahora memoria. De ello dicen que el Ynga, lo mandó cerrar y cegar todo él. Refieren deste Ausitopa que, en la conquista de aquellas provincias rebeladas, le aconteció pelear con su gente veinte días a reo, sin jamás descansar día ninguno, hasta que al fin les vino a sujetar e hizo temerosos castigos en ellos. Las cuales quieren decir que eran los abachiris, curiamunas y piriamunas, que están junto a la gran provincia de Paititi, donde dicen proceder de los indios pacajes, collas y canas, y canchis, y que así hablan aymara, aunque más cerrada. Y dicen que en esta gran provincia de Paititi hay una laguna mayor que la del Collao, y que en ella entra el río Magno, que está en los vertientes de S. Juan de Oro; por debajo de la cual laguna, en el desaguadero, se hace un gran río, que va a la provincia de las mujeres que llaman amazonas. El cual va a dar a la mar del norte, y va por detrás de los Andes del Cuzco, de donde se refiere ser lo indios desta gran provincia de Paititi descendientes de los indios de la dicha ciudad, los cuales saben la quéchua y el curaca principal, y señor que los gobierna, se llama Choco.

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