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Capítulo VIII De cómo los religiosos de la orden del hábito de Nuestra Señora de las Mercedes fueron, después de haber conquistado y predicado el Santo Evangelio en este reino del Perú, a las provincias y gobernaciones de Santa Cruz, Tucumán, Paraguay y Reino de Chile Qué poco se cansan los cuerpos en cuyas almas el Señor habita, y qué pocas veces se contenta con lo poco. Dígolo, porque, habiendo hecho los santos varones religiosos de la orden de Nuestra Señora de las Mercedes así en este reino del Perú, como en las amplísimas provincias de Pariamuna, y en la del gran Paititi, en los chunchos tanto fruto (pues hubo religioso que solo bautizó más de veinte mil almas, de lo cual hay bastante información, y se llevó a la católica cesárea del emperador nuestros señor), con todo eso, nunca desmayaron estos santos religiosos, como verdaderamente lo fue, pues ninguna entrada hicieron los españoles, donde no fuesen los primeros religiosos desta sagrada religión, y no sólo en las partes referidas y cercanas deste dicho reino del Perú, sino también en tierras tan remotas como son Santa Cruz de la Sierra y Paraguay, adonde entraron cuatro religiosos de santa vida e inculpables costumbres, que fueron el santo Fray Juan de Salazar, Fray Christóbal Albarrán, Fray Juan García de Vargas y Fray Diego de Porras, sólo con blanco de establecer la santa fe entre gente tan bárbara y ajena de ella. Comenzaron su predicación con tanta instancia, habiendo convertido y bautizado gran número de gente.

Padecieron tantos trabajos cuantos lengua humana no sabrá significar, pues, como estos religiosos anduviesen repartidos, no dejando parte ninguna destas provincias (que ahora son gobernaciones) donde no predicase, empezó el demonio como perro rabioso a persuadir a los indios, que al Padre Fray Juan de Salazar le quitasen la vida del cuerpo, porque era el que más almas le sacaba de entre las manos. Como fuese posible que todos viviesen, recibido el Santo Evangelio, y el demonio, que con muchas persuasiones instaba, y ellos que, por ser inclinados al mal, habían menester poco, llenos de crueldad, estándoles predicando, con diversos géneros de martirios le quitaron la vida, dándola el bendito santo y mártir por bien empleada, pues confesó a grandes voces obrecerla por Christo Nuestro Redentor. Después de muerto, cocido y asado, le comieron el santo cuerpo, y por el mal intenso y por la ofensa que hicieron a Dios, fue servido que, todos los que probaron y comieron del santo cuerpo, reventasen. Los demás que quedaron con vida, como vieron ser cosa divina y permisión del cielo, desde entonces tomaron grandísima devoción al santo hábito de la Madre de Dios y a sus siervos, a los cuales en toda aquella tierra, en viéndoles, se hincan de rodillas, y los adoran como a cosa divina, dando golpes en los pechos, no sólo a los religiosos desta sagrada religión, sino también a los demás y sacerdotes. Tomando por costumbre abrirse las coronas como ellos, lo cual usan el día de hoy, aunque en el cerebro traen el cabello colgando como antiguamente lo usaban, pareciéndoles que con esto agradaban a Dios, llamándoles tupa, que quiere decir Dios.

Hay gran suma hoy en día bautizados, y tienen cruces en algunas partes y en muchas a manera de iglesias, y piden con grandes ansias entre religiosos, y en particular desta sagrada religión, que bien parece haber dejado documento en toda la tierra aquel santo varón, pues hoy en día hay memoria entre ellos de su buena vida y martirio, que, por cierto, tuvieron gran descuido los españoles que en aquella ocasión se hallaron, en no hacer informaciones para canonizar este santo mártir, aunque, por otra, los escusa el insufrible trabajo que con la continua guera tuvieron de nuestra parte. Tampoco fue posible por entonces, por ser tierra tan remota deste dicho reino, y estar la mayor parte de guerra. Pero aquel Señor, por cuyo amor padeció, tuvo cuidado de canonizarle en el cielo, que se echa de ver por lo arriba referido. Los demás religiosos quedaron administrando los Santos Sacramentos por todas estas provincias, donde fundaron monasterios, que el día de hoy permanecen, y por muchos años no hubo otros, sino desta sagrada religión, hasta que después entraron los padres de la Compañía de Jesús, que con celo santo han predicado y predican, haciendo el fruto que en todo el mundo se sabe. Destos cuatro religiosos que hemos dicho, el uno que fue el Padre Fray Diego de Porras, determinó de pasar a los reinos de España, como pasó, llevando relación y mapa de estas provincias y gobernaciones al Rey nuestro señor Filipo II, donde así por sus trabajos, como porque tuviese descanso en la vejez, le dio Su Majestad (como quien tan bien supo premiar los buenos) cierta renta en la caja de Potosí, con que cómodamente pudiera pasar lo que le restaba de la vida.

Murió obispo electo del Paraguay, sin poder gozar de esta segunda merced que Su Majestad le hizo. No quiso Dios, como quien todo lo ve y con poderosa mano lo provee, que otras partes, donde jamás se vio sacerdote ni sacramentos, quedasen sin este bien, y parece que, aunque ya habían pasado a este reino del Perú religiosos de otras órdenes, donde todos ellos han hecho en él el fruto referido, por ser de mi sagrada religión los que solicitaban que no quedase parte ninguna donde no se plantase la fe, les cabía el ser los primeros establecedores de ella. Faltaban con lo que ya queda dicho por conquistar las provincias de Tucumán y Paraguay, pero no faltaron religiosos de esta sagrada orden de Nuestra Señora de las Mercedes, que se ofreciesen a padecer trabajos y poner la vida por la predicación del santo Evangelio, y así, los primeros que pasaron al Tucumán fueron nuestro Padre Fray Gonzalo Ballesteros, que después fue provincial, el Padre Fray Tomás de Santamaría y el Padre Fray Juan de Escobar, con otros religiosos de muy santa vida y ejemplo y, tomando las armas de la predicación, bautizaron tanta gente, que en breve tiempo estaba reducida a la fe casi toda la gobernación, donde fundaron muchos monasterios que permanecen el día de hoy, de donde es Nuestro Señor servido que, así en ellos como en los de este reino del Perú y en todas las doctrinas que esta sagrada religión tiene, se coja fruto de bendición. No quiero ponerme a contar los que tenemos cada uno de por sí, porque fuera gran prolijidad; sólo sé decir, que es tan grande el cuidado que nuestros padres vicarios generales y provinciales tienen en poner gente idónea que administren los santos sacramentos a los indios, cuanto no puede ser más, hasta poner en estas provincias y gobernaciones de Tucumán y Paraguay sólo un provincial, para que las rijiese y gobernase con más vigilancia y cuidado: de los cuales fue el primero el Padre maestro Fray Pedro Guerra, de quien dejo en silencio muchas cosas que aquí podía referir de su buena vida y ejemplo, y el mucho fruto que en estas gobernaciones ha hecho, y hace así con su predicación santa a los españoles, como en el gobierno grande, que con sus religiosos ha tenido así en lo temporal como en lo espiritual, como ha sido en los conventos y doctrinas, pues ha habido religioso que puso en ellas, que doctrinó y bautizó más de quince mil indios, como es los humaguacas y calchaquíes, y en otros pueblos en donde ha asistido.

Este fue el padre Fray López Valero, que fue provincial en aquella provincia. Ya sólo queda la provincia de Chile, que en la conquista ha sido la postrera, pero no la peor librada, pues los primeros que entraron en ella fueron dos varones de gran ejemplo, cuyos nombres no es bien que se entreguen al olvido; el uno fue el Padre Fray Antonio Rondón Sarmiento, y el otro el Padre Fray Francisco Ruiz. Estos dos religiosos se ocupaban en bautizar a la gente, que en la guerra se bautizaba cautiva, industriándola primero en las cosas de la fe, y a otros que de su voluntad venían de paz a recibirla, por lo cual tomaron los indios de guerra gran ojeriza con el Padre Fray Antonio Rondón, porque, cuando los españoles quitaban la vida a algunos indios, ellos como astutos los escondían para que los demás no desmayasen. Todas las veces que este religioso lo alcanzaba a ver, a grandes voces les decía "mengo, mengo", que quiere decir escóndelo. Así pedían a los españoles con gran encarecimiento les diesen aquel viejo gritón que así lo llamaban ellos. En esta provincia también fundaron monasterios, y es provincia de por si, que ha sido mucho, con tan insufribles guerras, permanecer como el día de hoy permanecen. De otros muchos religiosos y monasterios de muy sagrada religión, pudiera dar razón. Por lo dicho se echará muy bien de ver, para honra y gloria de Dios Nuestro Señor y de su bendita Madre la Virgen Santa María, Patrona y Señora Nuestra de las Mercedes, cómo fueron sus hijos los primeros religiosos que pasaron al Perú, y primeros en la predicación del santo Evangelio por todas sus provincias.

No sin misterio he puesto estos dos capítulos en este libro de esta historia general del Perú, que alguno le pareciera escusado y, antes me escusara, si echara de ver que leyendo la santa vida que los religiosos desta sagrada religión, y viendo el fruto que en todo él y en todas las ciudades y pueblos hicieron los ancianos, procuráramos hacer los presentes otro tanto, movidos del buen ejemplo y animados con el premio que Dios promete, a los que, como valerosos soldados en vencimiento de los infieles, pelearen hasta el fin. De donde se infiere tener tanta devoción estos naturales a la Reina esclarecida de los ángeles, fundadora del hábito de Nuestra Señora de las Mercedes, como gente socorrida (pues sus marchitas esperanzas han comenzado a florecer), desde que los libró esta divina Señora de las estrechas y angustias de sus tribulaciones, trasplantando de aquellos desiertos montes de su infidelidad a los jardines de la santa iglesia de Christo, cuyas pisadas de religión seguirá esta su sagrada orden, mientras durare el mundo, mediante el favor y gracia de Nuestro Señor Jesuchristo y de su Sanctísima Madre, Señora y Patrona Nuestra, para gloria suya y ensalzamiento de su santa iglesia católica y de su sagrada religión. Bien se verifica que será esto así, pues no hay en todo este reino convento desta divina Señora que en todos ellos no haga infinitos milagros, como se dirá cuando se tratare de los dichos conventos.

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