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Datos principales


Desarrollo


CAPÍTULO VII El príncipe Ixtlilxóchitl recibe favorablemente a los españoles Dejando atrás los volcanes, vinieron a salir los españoles por el rumbo de Tlalmanalco, con el fin de encaminarse luego hacia México-Tenochtitlan. Según el testimonio del Códice Ramírez, poco después de haber bajado de la sierra, salió al encuentro de Cortés el príncipe Ixtlilxóchitl, hermano de Cacamatzin, Señor de Tezcoco, con acompañamiento de gente y en son de paz. El Códice Ramírez, que conserva fragmentos de una más antigua relación indígena hoy desaparecida, refiere que gracias al príncipe Ixtlilxóchitl, la gente de Tezcoco se unió con facilidad a los conquistadores desde ese momento. Y añade que fue precisamente entonces cuando Cortés visitó la ciudad de Tezcoco. Acerca de este punto existen numerosas divergencias en otras fuentes. Ni Bernal Díaz del Castillo, ni los informantes de Sahagún, ni el mismo don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl mencionan esa primera visita a Tezcoco, sino que tratan únicamente de la marcha de los españoles hacia Ixtapalapa, desde donde marcharon por fin hacia la capital azteca. De cualquier manera, los datos aportados por el Códice Ramírez ofrecen anécdotas particularmente interesantes, como por ejemplo la violenta reacción de la india Yacotzin, madre de Ixtlilxóchitl, quien al ser invitada a cambiar de religión, respondió a su hijo que debía haber perdido el juicio, "pues tan presto se había dejado vencer de unos pocos bárbaros que eran los conquistadores".

Entretanto, en México-Tenochtitlan, enterado Motecuhzoma de la presencia de los conquistadores en las cercanías de Tezcoco, reúne por última vez a los principales indígenas para tratar sobre si convenía o no recibir pacíficamente a los forasteros. No obstante los presagios funestos de Cuitlahuacatzin, decide Motecuhzoma al fin recibir en son de paz a los españoles. La marcha hacia el rumbo de Tezcoco (Antigua versión castellana de un texto indígena) Alegres los españoles de ver desde lo alto de la sierra tantas poblaciones, hubo algunos pareceres de que se volviesen a Talxcallan hasta que fuesen más en número de los que eran. Pero el Cortés los animó y así comenzaron a marchar la vuelta de Tetzcuco y se quedaron aquella noche en la serranía. Y otro día fueron caminando, y a poco más de una legua llegaron Ixtlilxúchitl y sus hermanos con mucho acompañamiento de gente, de la cual se receló al principio Cortés, pero al fin por señas y por intérpretes supo que venían de paz con que se holgó mucho. Y ellos llegaron a los cristianos y como les enseñasen al capitán, Ixtlilxúchitl se fue a él con un gozo increíble y le saludó conforme a su usanza, y Cortés con la suya, y luego que lo vio quedó admirado de ver a un hombre tan blanco y con barbas, y que en su brío representaba mucha majestad, y el Cortés de verle a él y a sus hermanos, especialmente a Tecocoltzin que no había español más blanco que él. Y al fin, por lengua de Marina y de Aguilar, le rogaron (los de Tezcoco) que fuese por Tetzcuco para regalarle y servirle.

Cortés agradecido admitió la merced, y que para allá dejaba el tratar la causa de su venida. Llegada a la ciudad Y allí, a pedimento de Ixtlilxúchitl, comieron Cortés y los suyos de los regalos que de Tezcuco les trajeron, y caminaron luego a su ciudad y les salió a recibir toda la gente de ella con grande aplauso. Hincábanse de rodillas los indios y adorábanlos por hijos del sol, su dios decían que había llegado el tiempo en que su caro emperador Netzahualpitzintli muchas veces había dicho. De esta suerte entraron y los aposentaron en el imperial palacio, y allí los recogieron, en cuyo negocio los dejaremos por tratar de las cosas de México, que por momentos entraban correos y avisos al rey Motecuhzoma, el cual se holgó mucho del recibimiento que sus sobrinos hicieron al Cortés y más de que Cohuamacotzin y Ixtlilxúchitl se hubiesen hablado, porque entendía nacería de aquí al retirar Ixtlilxúchitl la gente de guarnición que tenía en las fronteras; pero de otra suerte lo tenía ordenado Dios. Agradecido Cortés al amor y gran merced que de Ixtlilxúchitl y hermanos suyos había recibido, quiso en pago, por lengua del intérprete Aguilar, declararles la ley de Dios, y así habiendo juntado a los hermanos y a algunos señores les propuso el caso, diciéndoles como, supuesto que les habían dicho cómo el emperador de los cristianos los había enviado de tan lejos a tratarles de la ley de Cristo la cual les hacían saber qué era. Declaróles el misterio de la creación del hombre y su caída, el misterio de la Trinidad y el de la Encarnación para reparar al hombre, y el de la Pasión y Resurrección, y sacó un crucifijo y enarbolándole se hincaron los cristianos de rodillas, a lo cual el Ixtlilxúchitl y los demás hicieron lo propio, y declarándoles luego el misterio del bautismo y rematando su plática les dijo que el emperador Carlos condolido de ellos que se perdían, les envió a sólo esto, y así se lo pedía en su nombre, y les suplicaba que en reconocimiento le reconociesen vasallaje; que así era la voluntad del Papa con cuyo poder venían, y pidiéndoles la respuesta, respondióle Ixtlilxúchitl llorando y en nombre de sus hermanos que él había entendido muy bien aquellos misterios y daba gracias a Dios que le hubiese alumbrado, que él quería ser cristiano y reconocer su emperador.

Ixtlilxúchitl se hace cristiano Y pidió luego el Cristo y le adoró, y sus hermanos hicieron lo propio con tanto contento de los cristianos que lloraban de placer y pidieron que los bautizasen, y el Cortés y clérigo que allí había le dijeron le instruirían mejor y le darían personas que los instruyesen. Y él respondió que mucho de norabuena aunque les suplicaba se le diesen luego, porque él desde luego condenaba la idolatría y decía que había entendido muy bien los misterios de la fe. Por lo que al oír que hubo muchos pareceres en el contrario, se determinó Cortés a que le bautizasen y fue su padrino Cortés y le pusieron por nombre Hernando, y porque su señor se llamaba así, lo cual todo se hizo con mucha solemnidad. Y luego vestidos Ixtlilxúchitl y su hermano Cohuamacotzin con sus hábitos reales dio principio a la primicia de la ley evangélica, siendo él primero y Cortés su padrino, por lo cual le llamó Hernando, como a nuestro rey católico, y el Cohuamacotzin se llamó Pedro por Pedro de Alvarado que fue su padrino, y a Tecocoltzin también le llamaron Femando y fue su padrino el Cortés, y así fueron los cristianos apadrinando a todos los demás señores y poniéndoles sus nombres. La reacción de Yacotzin, madre de Ixtlilxúchitl Y si fuera posible, aquel día se bautizaran más de veinte mil personas, pero con todo eso se bautizaron muchos, y el Ixtlilxúchitl fue luego a su madre Yacotzin y diciéndole lo que había pasado y que iba por ella para bautizarla.

Ella le respondió que debía haber perdido el juicio, pues tan presto se había dejado vencer de unos pocos bárbaros como eran los cristianos. A lo cual le respondió el don Hernando que si no fuera su madre, la respuesta fuera quitarle la cabeza de los hombros, pero que lo había de hacer, aunque no quisiese, que importaba la vida del alma. A lo cual respondió ella con blandura que la dejase por entonces, que otro día se miraría en ello y vería lo que debía hacer. Y él se salió de palacio y mandó poner fuego a los cuartos donde ella estaba, aunque otros dicen porque la halló en un templo de ídolos. Finalmente ella salió diciendo que quería ser cristiana y llevándola para esto a Cortés con grande acompañamiento la bautizaron y fue su padrino el Cortés y la llamaron doña María, por ser la primera cristiana. Y lo propio hicieron a las infantas sus hijas que eran cuatro y otras muchas señoras. Y en tres o cuatro días que allí estuvieron, se bautizaron gran número de gente como está dicho. Última deliberación de Motecuhzoma Y a cabo de esto el Motecuhzoma, sabiendo lo que pasaba, llamó a su sobrino Cacama a consejo y a Cuitlahuacatzin su hermano, y los demás señores, y propuso una larga plática en razón de si se recibirían los cristianos y de qué manera. A lo cual respondió Cuitlahuacatzin que a él le parecía que en ninguna de las maneras, y el Cacama respondió que él era de contrario parecer, porque parecía falta de ánimo estando en las puertas no dejarlos entrar, de más de que a un tan grande señor como era su tío no le estaba bien dejar de recibir unos embajadores de un tan grande príncipe como era el que les enviaba, de más de que si ellos quisiesen algo que a él no le diese gusto, les podía enviar a castigar su osadía teniendo tantos y tan valerosos hombres como tenía. Y esto dijo que era su último parecer, y así el Motecuhzoma antes que hablase nadie dijo que a él le parecía lo propio. Cuitlahuacatzin dijo: "plega a nuestros dioses que no metáis en vuestra casa a quien os eche de ella y os quite el reino, y quizá cuando lo queráis remediar no sea tiempo". Con lo cual se acabó y concluyó el consejo y aunque todos los demás señores hacían señas que aprobaban este último parecer, Motecuhzoma se resolvió en que los quería recibir, hospedar y regalar, y que Cacama su sobrino los fuese a recibir y Cuitlahuacatzin su hermano se fuese a Iztapalapan y los aguardase en sus palacios.

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