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Datos principales


Desarrollo


Cómo la ciudad de San Sebastián estuvo poblada en la Culata de Urabá, y de los indios naturales que están en la comarca della En los años de 1500 fueron gobernadores de la Tierra Firme Alonso de Ojeda y Nicuesa, y en la provincia del Darién se pobló una ciudad que tuvo por nombre Nuestra Señora del Antigua, donde afirman algunos españoles de los antiguos que se hallaron la flor de los capitanes que ha habido en estas Indias. Y entonces, aunque la provincia de Cartagena estaba descubierta, no la poblaron, ni hacían los cristianos españoles más que contratar con los indios naturales, de los cuales, por vía de rescate y contratación, se había gran suma de oro fino y bajo. Y en el pueblo grande de Taruaco, que está de Cartagena (que antiguamente se nombraba Calamar) cuatro leguas, entró el gobernador Ojeda, y tuvo con los indios una porfiada batalla, donde le mataron muchos cristianos, y entre ellos al capitán Juan de la Cosa, valiente hombre y muy determinado. Y él, por no ser también muerto a manos de los mismos indios, le convino dar la vuelta a las naos. Y después desto pasado, el gobernador Ojeda fundó un pueblo de cristianos en la parte que llaman de Urabá, adonde puso por su capitán y lugarteniente a Francisco Pizarro, que después fue gobernador y marqués. Y en esta ciudad o villa de Urabá pasó muchos trabajos este capitán Francisco Pizarro con los indios de Urabá, y con hombres y enfermedades, que para siempre quedará dél fama.

Los cuales indios (según decían) no eran naturales de aquella comarca antes era su antigua patria la tierra que está junto al río grande del Darién. Y deseando salir de la subjeción y mando que sobre ellos los españoles tenían, por librarse de estar subjetos a gente que tan mal los trataba, salieron de su provincia con sus armas, llevando consigo sus hijos y mujeres. Los cuales, llegados a la Culata que dicen Urabá, se hubieron de tal manera con los naturales de aquella tierra, que con gran crueldad los mataron a todos y les robaron sus haciendas, y quedaron por señores de sus campos y heredades. Y entendido esto por el gobernador Ojeda, como tuviese grande esperanza de haber en aquella tierra alguna riqueza, y por asegurar a los que se habían ido a vivir a ella, envió a poblar el pueblo que tengo dicho, y por su teniente a Francisco Pizarro, que fue el primer capitán cristiano que allí hubo. Y como después feneciesen tan desastradamente estos dos gobernadores Ojeda y Nicuesa, habiendo habido los del Darién con tanta crueldad con Nicuesa como es público entre los que han quedado vivos de aquel tiempo, y Pedrarias viniese por gobernador a la Tierra Firme, no embargante que se hallaron en la ciudad del Antigua más de dos mil españoles, no se atendió en poblar a Urabá. Andando el tiempo, después de haber el gobernador Pedrarias cortado la cabeza a su yerno el adelantado Vasco Núñez de Balboa, y lo mismo el capitán Francisco Hernández en Nicaragua, y haber muerto los indios del río del Cenu al capitán Becerra con los cristianos que con él entraron; y pasados otros trances, viniendo por gobernador de la provincia de Cartagena don Pedro de Heredia, envió al capitán Alonso de Heredia, su hermano, con copia de españoles muy principales, a poblar segunda vez a Urabá, intitulándola ciudad de San Sebastián de Buena Vista, la cual está asentada en unos pequeños y rasos collados de campaña, sin tener montaña, si no es en los ríos o ciénagas.

La tierra a ella comarcana es doblada, y por muchas partes llena de montañas y espesuras. Estará del mar del Norte casi media legua. Los campos están llenos de unos palmares muy grandes y espesos, que son unos árboles gruesos, y llevan unas ramas como palma de dátiles, y tiene el árbol muchas cáscaras hasta que llegan a lo interior dél; cuando lo cortan sin ser la madera recia, es muy trabajosa de cortar. Dentro deste árbol, en el corazón dél, se crían unos palmitos tan grandes, que en dos dellos tiene harto que llevar un hombre; son blancos y muy dulces. Cuando andaban los españoles en las entradas y descubrimientos, en tiempo que fue teniente de gobernador desta ciudad Alonso López de Ayala y el comendador Hernán Rodríguez de Sosa, no comían muchos días otra cosa que estos palmitos; y es tanto trabajo cortar el árbol y sacar el palmito dél, que estaba un hombre con una hacha cortando medio día primero que lo sacase; y como los comían sin pan y bebían mucha agua, muchos españoles se hinchaban y morían, y así murieron muchos dellos. Dentro del pueblo a las riberas de los ríos hay muchos naranjales, plátanos, guayabas y otras frutas. Vecinos hay pocos, por ser la contratación casi ninguna. Tiene muchos ríos que nacen en las sierras. La tierra dentro hay algunos indios y caciques, que solían ser muy ricos por la gran contratación que tenían con los que moran en la campaña pasadas las sierras y en el Dabaybe. Estos indios que en estos tiempos señorean esta región, ya dije cómo muchos dellos dicen su naturaleza haber sido pasado el gran río del Darién, y la causa por que salieron de su antigua patria.

Son los señoretes o caciques de los indios obedescidos y temidos, todos generalmente dispuestos y limpios, y sus mujeres son de las hermosas y amorosas que yo he visto en la mayor parte destas Indias donde he andado. Son en el comer limpios, y no acostumbran las fealdades que otras naciones. Tienen pequeños pueblos, y las casas son a manera de ramadas largas de muchos estantes. Dormían y duermen en hamacas; no tienen ni usan otras camas. La tierra es fértil, abundante de mantenimientos y de raíces gustosas para ellos y también para los que usaren comerlas. Hay grandes manadas de puercos zainos pequeños, que son de buena carne sabrosa, y muchas dantas ligeras y grandes; algunos quieren decir que eran de linaje o forma de cebras. Hay muchos pavos y otra diversidad de aves, mucha cantidad de pescado por los ríos. Hay muchos tigres grandes, los cuales matan a algunos indios y hacían daño en los ganados. También hay culebras muy grandes y otras alimañas por las montañas y espesuras, que no sabemos los nombres; entre los cuales hay los que llamamos pericos ligeros, que no es poco de ver su talle tan fiero y con la flojedad y torpeza que andan. Cuando los españoles daban en los pueblos destos indios y los tomaban de sobresalto, hallaban gran cantidad de oro en unos canastillos que ellos llaman habas, en joyas muy ricas de campanas, platos, joyeles, y unos que llaman caricuries, y otros caracoles grandes de oro bien fino, con que se atapaban sus partes deshonestas; también tenían zarcillos y cuentas muy menudas, y otras joyas de muchas maneras, que les tomaban; tenían ropa de algodón mucha.

Las mujeres andan vestidas con unas mantas que les cubren de las tetas hasta los pies, y de los pechos arriba tienen otra manta con que se cubren. Précianse de hermosas; y así, andan siempre peinadas y galanas a su costumbre. Los hombres andan desnudos y descalzos, sin traer en sus cuerpos otra cobertura ni vestidura que la que les dio natura. En las partes deshonestas traían atados con unos hilos unos caracoles de hueso o de muy fino oro, que pesaban algunos que yo vi a cuarenta y a cincuenta pesos cada uno, y a algunos a más, y pocos a menos. Hay entre ellos grandes mercaderes y contratantes que llevan a vender a tierra dentro muchos puercos de los que se crían en la misma tierra, diferentes de los de España porque son más pequeños y tienen el ombligo a las espaldas, que debe ser alguna cosa que allí les nace. Llevan también sal y pescado; por ello traen oro, ropa y de lo que más ello tienen necesidad; las armas que usan son unos arcos muy recios, sacados de unas palmeras negras, de una braza cada uno, y otros más largos con muy grandes y agudas flechas, untadas con una hierba tan mala y pestífera que es imposible al que llega y hace sangre no morir, aunque no sea la sangre más de cuanta sacarían de un hombre picándole con un alfiler. Así, que pocos o ninguno de los que han herido con esta hierba dejaron de morir.

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