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Datos principales


Desarrollo


De una entrada, que cuatro portugueses del Brasil hicieron por tierra, hasta los confines del Perú No me parece fuera de propósito decir ante todas cosas en este capítulo de una jornada que hicieron ciertos portugueses del Brasil por esta provincia del Río de la Plata hasta los confines del Perú, y de lo demás que les sucedió, por ser eslabón de lo que se ha de tratar en este libro sobre el descubrimiento y conquista, que en ella hicieron nuestros españoles, y es el caso, que el año de 1526 salieron de San Vicente cuatro portugueses por orden de Martín Alonso de Sosa, señor de aquella capitanía, a que entrasen por aquella tierra adentro, y descubriesen lo que había, llevando en su compañía algunos indios amigos de aquella costa, el uno de estos cuatro portugueses se llamaba Alejo García estimado en aquella costa por hombre práctico, así en la lengua de los Carijos, que son los Guaraníes, como de los Tupies, y Tamoyos, el cual caminando por sus jornadas por el sertón adentro con los demás compañeros, vinieron a salir al Río del Paraná, y de él atravesando la tierra por pueblos de indios Guaraníes, llegaron al Río del Paraguay, donde siendo recibidos y agasajados de los moradores de aquella provincia, convocaron toda la comarca, para que fueron juntamente con ellos a la parte del poniente a descubrir y reconocer aquellas tierras, de donde traerían muchas ropas de estima, y cosas de metal, así para el uso de la guerra, como para la paz, y como gente codiciosa e inclinada a la guerra, se movieron con facilidad a ir con ellos, y juntos más de dos mil indios, hicieron jornadas por el puerto, que llaman de San Fernando, que es un alto promontorio, que se hace sobre el Río Paraguay.

Otros dicen que entraron poco más arriba de la Asunción por un río que llaman Paray, y caminando por los llanos de aquella tierra, encontraron muchos pueblos de indios de diversas lenguas y naciones, con quienes tuvieron grandes encuentros, ganando con unos y perdiendo con otros, y al cabo de muchas jornadas llegaron a reconocer las cordilleras y serranías del Perú, y acercándose a ellas, entraron por la frontera de aquel reino entre la distancia que ahora llaman Mizque, y el término de Tomina; y hallando algunas poblaciones de indios vasallos del Poderoso Inca Rei de todo aquel reino, dieron en ellos, y robando y matando cuanto encontraban, pasaron adelante más de cuarenta leguas hasta cerca de los pueblos de Presto y Tarabuco, donde les salieron al encuentro gran multitud de indios Charcas; por lo cual dieron vuelta, retirándose con tan buen orden, que se salieron de la tierra sin recibir daño ninguno, dejándola puesta en grande temor, y a toda la Provincia de los Charcas en armas; por cuya causa los Incas mandaron fortificar todas aquellas fronteras, así de buenos fuertes, como de gruesos presidios, según se ve el día de hoy, que han quedado por aquella cordillera, que llaman del Cuzco Toro, que es la general que corre por este reino más de dos mil leguas. Salidos los portugueses a los llanos con toda su compañía cargados de despojos de ropa, vestidos y muchos vasos, vajillas y coronas de plata, de cobre, y otros metales, dieron la vuelta por otro más acomodado camino que hallaron, en el cual padecieron muchas necesidades, hambres y guerras que tuvieron hasta llegar al Paraguay, sus tierras y pueblos, de donde Alejo García determinó despachar al Brasil sus dos compañeros a dar cuenta al Capitán Martín Alfonso de Sosa de lo que habían descubierto en aquella jornada, y donde habían entrado, con la muestra de los metales, y piezas de oro y plata, que habían traído de aquellas partes, quedándose el García en la Provincia del Paraguay aguardando la correspondencia de lo que en esto se ordenase.

Y pasados algunos días se congregaron algunos indios de aquella tierra para matarle, y así lo pusieron en efecto los mismos que fueron con él a la jornada una noche estando descuidado, acometieron y mataron a él y sus compañeros sin dejar ninguno a vida, sólo un niño hijo de García, que por ser de poca edad no le mataron, al cual yo conocí, que se llamaba como su padre Alejo García; moviéndose los indios a hacer esto de su mala inclinación, que es en ellos el hacer mal, sin tener estabilidad en el bien ni amistad, dejados llevar de la codicia por robarles lo que tenían, como gente sin fe ni lealtad. Llegados, pues, al Brasil los dos mensajeros, dieron relación de lo que habían descubierto, y de la mucha riqueza que habían visto en el poniente, y confines de los Charcas, lo que hasta entonces no estaba aún descubierto de los españoles, a cuya fama se determinaron a salir del Brasil una tropa de sesenta soldados, con su capitán José Sedeño, y así partieron de San Vicente en demanda de esta tierra, llevando consigo copia de los indios amigos; y bajando en canoas por el río de Añembí, salieron al Paraná, y descendiendo por él, llegaron sobre el Salto, donde tomando puerto, dejaron sus canoas, atravesando hacia el poniente, llevando su derrota para el río Paraguay, donde Alejo García había quedado; lo cual visto por los indios, que habían sido agresores de su muerte, convocaron los comarcanos a tomar las armas contra ellos para impedirles el paso; y dándoles muchos rebatos, pelearon con los portugueses en campo raso, donde mataron al capitán Sedeño, con cuya muerte fueron constreñidos los soldados a retirarse con pérdida de muchos compañeros, y tornando al paraje del Río Paraná, los indios de aquel territorio con la misma malicia y traición que los otros se ofrecieron a darles pasaje en sus canoas, para cuyo efecto las trajeron horadadas con rumbos disimulados, y embarrados, para que con facilidad fuesen rompidos, y metiéndose en las canoas con los portugueses, en medio del río las abrieron y anegaron, donde con el peso de las armas los más se ahogaron, y algunos que cogieron vivos, los mataron a flechazos sin dejar ninguno a vida; lo cual pudieron hacer con facilidad por ser grandes nadadores, y criados en aquella navegación, y sin ningún embarazo que les impidiese por ser gente desnuda; con que fueron acabados todos los de esta espedición, después de lo cual los indios de la Provincia del Paraguay se juntaron con sus caciques, y determinaron a hacer una entrada, y tornar a la parte donde Alejo García había hecho su jornada; y convocados muchos indios de la provincia, salieron por tercios y parcialidades a este efecto.

Los indios de más abajo, que son los del Paraná, entraron por el río del Araguaí, que es el que tengo dicho que se llama Pilcomayo; éstos son los fronterizos del corregimiento de Tarija: los que están poblados donde hoy es la Asunción entraron por aquella derecha sobre el río del Paraguay hacia Caaguazú; y los indios del río arriba Yeruquisapa y Carayateperá por San Fernando. Estos son los que están poblados en el río de Guapay, veinte leguas de la ciudad de San Lorenzo, gobernación de Santa Cruz de a Sierra. Habiendo llegado estas compañías a las faldas de la Sierra del Perú, cada una procuró fortificarse en lo más áspero de ella, y de allí comenzaron a hacer cruda guerra a los naturales comarcanos, con tanta inhumanidad que no dejaban a vida persona alguna, teniendo por su sustento los miserables, que cautivaban, con que vinieron a hacer tan temidos de todas aquellas naciones, que muchos pueblos se les sujetaron sin ninguna violencia; con los que se hicieron de esclavos que les sirviesen, y de muchas mujeres de quienes llegaron a tener generación, poblándose cada una en la parte que mejor le pareció de aquellas fronteras, que son los indios que hoy llamamos Chiriguanas en el Perú, que como tengo dicho, son procedentes de los Guaraníes, de donde nunca más salieron, ora por la imposibilidad y gran riesgo del camino, ora por codicia de la tierra, que hallaron acomodada a su condición y naturaleza, que es toda muy fértil y de grandes y hermosos valles, que participan de más calor que frío, y de caudalosos ríos, que salen de la Provincia de los Charcas, la cual tienen por vecina.

Posesionados en aquella tierra, hicieron muchas entradas en toda ella, arruinando todos los llanos, así hacia el septentrión, como al mediodía y leste, destruyendo más de cien mil indios: y puesto que a sus principios en las fiestas y borracheras que hacían, los comían, de muchos años a esta parte no lo hacen, pero los venden a los españoles, que entran del Perú a trueque de rescates que les dan, teniendo por más útil el venderlos por lo que han menester, que el comerlos, y es tanta la codicia en que han entrado por el interés, que no hay año ninguno que no salgan a esta guerra por todos aquellos llanos con gran trabajo y riesgo de la vida, por hacer presa para el mismo efecto, de que hay indios tan ricos, que además de la ropa y vestidos de paño y seda, tienen muchas vajillas de plata fina; de servicio más de quinientos marcos, sin gran numero de caballos ensillados y enfrenados, y muy buenos jaeces, espadas y lanzas, y todo género de armas, adquiridos de sus robos y presas, que en tan perniciosa e injusta guerra hacen, sin habérseles puesto hasta ahora algún freno a tanta crueldad, ni remedio al desorden, e insolencia de esta gente, habiendo cometido muchos delitos en desacato de la Real Potestad, tomando las armas contra don Francisco de Toledo, Virrey que fue de este reino, además de las muertes y robos, y otras insolencias, que han hecho a los españoles, despoblando los pueblos, matando y asaltando las chacras y haciendas de los vasayos de su Majestad, que residen en estas fronteras de Tarija, Paspaya, Pilaya, Tomina, Mizque, y gobernación de Santa Cruz de la Sierra.

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