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Desarrollo


De cómo habían de escribir a Su Majestad y enviar la relación Cuando esto pasó, dieron muchas minutas los oficiales para que por ellas escribiesen a estos reinos contra el gobernador, para ponerle mal con todos, y ansí las escribieron, y para dar color a sus delitos, escribieron cosas que nunca pasaron ni fueron verdad; y al tiempo que se adobaba y fornescía el bergantín en que le habían de traer, los carpinteros y amigos hicieron con ello que con todo el secreto del mundo cavasen un madero tan grueso como el muslo, que tenía tres palmos, y en este grueso le metieron un proceso de una información general que el gobernador había hecho para enviar a Su Majestad, y otras escripturas que sus amigos habían escapado cuando le prendieron, que le importaban; y ansí, las tomaron y envolvieron en un encerado, y le clavaron el madero en la popa del bergantín con seis clavos en la cabeza y pie, y decían los carpinteros que habían puesto aquello allí para fortificar el bergantín, y venía tan secreto, que todo el mundo no lo podía alcanzar a saber, y dio el carpintero el aviso de esto a un marinero que venía en él, para que, en llegando a tierra de promisión, se aprovechase de ello; y estando concertado que le habían de dejar ver antes que lo embarcasen, el capitán Salazar ni otros ningunos le vieron; antes, una noche, a media noche, vinieron a la prisión con mucha arcabucería, trayendo cada arcabucero tres mechas entre los dedos, por que paresciese que era mucha arcabucería; y ansí entraron en la cámara donde estaba preso el veedor Alonso Cabrera y el factor Pedro Dorantes, y le tomaron por los brazos y le levantaron de la cama con los grillos, como estaba muy malo, casi la candela en la mano, y así le sacaron hasta la puerta de la calle; y como vio el cielo (que hasta entonces no lo había visto), rogóles que le dejasen dar gracias a Dios; y como se levantó, que estaba de rodillas, trujéronle allí dos soldados de buenas fuerzas para que lo llevasen en los brazos a le embarcar, porque estaba muy flaco y tollido; y como le tomaron, y se vio entre aquella gente, díjoles: "Señores: sed testigos que dejo por mi lugarteniente al capitán Juan de Salazar de Espinosa, para que por mí, y en nombre de Su Majestad, tenga esta tierra en paz y justicia hasta que Su Majestad provea lo que más servido sea.

" Y como acabó de decir esto, Garci-Vanegas, teniente de tesorero, arremetió con el puñal en la mano, diciendo: "No creo en tal, si al Rey mentáis, si no os saco el alma." Y aunque el gobernador estaba avisado que no lo dijese en aquel tiempo, porque estaban determinados de le matar, porque era palabra muy escandalosa para ellos y para los que de parte de Su Majestad le tirasen de sus manos, porque estaban todos en la calle; y apartándose Garci-Vanegas un poco, tornó a decir las mismas palabras; y entonces Garci-Vanegas arremetió al gobernador con mucha furia, y púsole el puñal a la sien, diciendo: "No creo en tal (como de antes), si no os doy de puñaladas, y dióle de la sien una herida pequeña, y dio con los que le llevaban en los brazos tal rempujón, que dieron con el gobernador y con ellos en el suelo, y el uno de ellos perdió la gorra; y como pasó esto, le llevaron con toda priesa a embarcar al bergantín; y ansí le cerraron con tablas la popa de él; y estando allí, le echaron dos candados que no le dejaban lugar para rodearse, y así se hicieron al largo el río abajo. Dos días después de embarcado el gobernador, ido el río abajo, Domingo de Irala y el contador Felipe de Cáceres y el factor Pedro Dorantes juntaron sus amigos y dieron en la casa del capitán Salazar, y lo prendieron a él y a Pedro de Estopiñán Cabeza de Vaca, y los echaron prisioneros y metieron en un bergantín, y vinieron el río abajo hasta que llegaron al bergantín a do venía el Gobernador, y con él vinieron presos a Castilla; y es cierto que si el capitán Salazar quisiera, el gobernador no fuera preso, ni menos pudieran sacallo de la tierra ni traello a Castilla; mas, como quedaba por teniente, disimulólo todo; y viniendo así, rogó a los oficiales que le dejasen traer dos criados suyos para que le sirviesen por el camino y le hiciesen de comer, y así, metieron los dos criados, no para que le sirviesen, sino para que viniesen bogando cuatrocientas leguas el río abajo, y no hallaban hombre que quisiese venir a traerle, y a unos traían por fuerza, y otros se venían huyendo por la tierra adentro, a los cuales tomaron sus haciendas, las cuales daban a los que traían por fuerza, y en este camino los oficiales hacían una maldad muy grande, y era que, al tiempo que le prendieron, otro día y otros tres andaban diciendo a la gente de su parcialidad y otros amigos suyos mil males del gobernador, y al cabo les decían: "¿Qué os parece? ¿Hecimos bien por vuestro provecho y servicio de Su Majestad? Y pues así es, por amor de mí que echéis una firma aquí al cabo de este papel." Y de esta manera hinchieron cuatro manos de papel, y viniendo el río abajo, ellos mesmos decían y escribían los dichos contra el gobernador, y quedaban los que lo firmaron trescientas leguas el río arriba en la ciudad de la Ascensión; y de esta manera fueron las informaciones que enviaron contra el gobernador.

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