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Capítulo LXXX De cómo su majestad hizo merced del hábito de Santiago a Hernando Pizarro, el cual salió de la corte y se embarcó para las Indias Habiendo pasado las cosas que se han contado, estando todavía el capitán Hernando Pizarro en la corte del emperador, fuele hecha por su majestad merced del hábito de Santiago; y hechas otras mercedes, se aparejaba para volver al Perú. Tenía gran casa y andaba muy acompañado, como quien merecía y tanto había traído. Trató con el emperador, que procuraría para que en el reino del Perú se le hiciese servicio para ayudar las guerras y necesidades que su majestad tenía. Habíase pasado la corte a Valladolid, de donde Hernando Pizarro se partió para su tierra en la ciudad de Trujillo en Extremadura, llevando cartas muy favorables que el emperador le dio para su hermano don Francisco Pizarro y el adelantado don Diego de Almagro. Allegábanse a Hernando Pizarro muchos caballeros, todos los más mancebos, para se venir con él a estas partes: algunos tenían rentas, y "de yerba"; y otros, haciendas y buenas posesiones. Todos se juntaron en Sevilla donde fueron aparejados de lo necesario para la jornada. Entre los que vinieron con Hernando, de España a este reino, fueron Yllán Suárez de Carvajal, que venía por factor del rey, y el licenciado Benito Xuárez de Carvajal, su hermano, y Baltasar de Huete y Melchor de Cerbantes, su hermano, y Baltasar de Huete, Pedro de Hinojosa, Gonzalo de Tapia, Juan Bravo, Gonzalo de Olmos, el capitán don Pedro Portocarrero, Juan Ortiz de Zárate, Pero Suárez, Diego de Silva, Francisco de Chaves y otros que no me acuerdo sus nombres.

Embarcáronse en el puerto de San Lúcar de Barrameda. Navegaron por la mar, y arribaron desde el golfo de las Yeguas con gran tormenta, que pensaron ser perdidos, y vinieron a parar al puerto de Gibraltar; de donde tornaron a se embarcar y pasaron otra tormenta; y después de haber arribado otra vez, a lo que creo, que no lo sé bien, y pasados muchos peligros por la mar, llegaron al puerto de Nombre de Dios. Donde de todas partes había acudido tanta gente para pasar al Perú que fue causa que, llegado Hernando Pizarro, hubo tan gran carestía en los mantenimientos cuanto después acá se ha visto. En aquella tierra con la hambre enfermaban; moríanse; porque siempre mueren en aquellos pueblos, más que en otras partes por los bochornos y calores tan desiguales que hay. Por una gallina daban una chamarra de seda, y por otras cosas menores, sayos de terciopelo, calzas, jubones tan galanos como se puede presumir. De las enfermedades muerieron así de los que estaban como de los que venían con Hernando Pizarro. Aquí tuvo nuevas Hernando Pizarro de lo que había pasado en el Perú después que él salió de él, y de la entrada del adelantado don Pedro de Alvarado, y del concierto que hizo con el gobernador, su hermano. Deseaba mucho verse en esta tierra. Diose prisa como mejor pudo a salir de Panamá, y navegaron hasta llegar a la tierra del Perú. En lo de Puerto Viejo mandó quedar Hernando Pizarro a Gonzalo de Olmos, a quien el gobernador don Francisco Pizarro envió provisión de teniente y capitán de aquellas provincias, no embargante, que había hecho la fundación Francisco Pacheco, cuando Almagro lo mandó ir allí desde San Miguel. Caminó Hernando Pizarro por tierra con algunos de los caballeros que con él venían con gran deseo de se ver en la ciudad de los Reyes. Y porque antes que Hernando Pizarro llegase al reino, pasaron en él grandes cosas, lo dejaremos hasta contarlas por extenso.

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