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Datos principales


Desarrollo


De lo que sucedió al capitán en México y en su embarcación hasta llegar a la corte de España Luego que la gente se desembarcó, hubo personas que por vengar sus pasiones, o por otros respetos, escribieron al marqués de Montes Claros, virrey de México, y sembraron por toda la tierra muchas cartas, procurándome descomponer y desacreditar la jornada: a que yo satisfice por otras lo mejor que pude, dando a entender mi verdad y buen celo; y algunas de ellas envié al dicho marqués, pidiendo orden de lo que había de hacer del navío. Y por habérmela dado de que le entregase a los oficiales Reales de Acapulco, pues era de Su Majestad, lo hice así, y me partí de Acapulco el primero día del año de mil seiscientos y siete, y entré en México el día de San Antón, y el de San Sebastián me recibió el virrey amorosamente, y por su orden hice relación e información de todo lo sucedido. Y entendiendo que cerca de México estaba don Luis de Velasco, que había sido virrey en el Perú en el tiempo que la primera vez vine desta jornada, le fui a hablar y le di cuenta de lo que había pasado, y me honró y consoló mucho. Y allí en México el indio Pedro, como ya estaba más ladino y entendido en nuestra lengua, hizo ciertas declaraciones muy importantes de cosas que se fueron preguntando de su tierra, y de las comarcanas; y dio a entender la grandeza de ellas, y sus comidas, frutas y riquezas, y como había plata, oro y perlas en cantidad, y los ídolos que adoraban, y sus ritos y ceremonias, y cuán de ordinario les hablaba el demonio; y mostrándole algunas cosas de las nuestras fue declarando los nombres que tenían en su lengua: y dentro de breve tiempo se nos murió él y el otro indio Pablo, que era muchacho y de muy lindo rostro y disposición.

Volví a hablar al virrey, y trátele de mi partida y necesidades. No salió a remediarlas, antes me entretuvo con gracias, y me dijo que estaba de partida para el Perú, donde le habían proveído por virrey, y que si yo volviese en su tiempo, trujese buenas cédulas, que todas las cumpliría, y que hiciera él de buena gana la jornada por entender que era cosa tan grande. Y con esto me despidió, y se llegó el día de la partida sin tener yo sólo un peso, para ponerme en camino; pero socorrióme Dios con las amistades y socorros que me hizo un capitán Gaspar Méndez de Vera, y un Leonardo de Oria en San Juan de Ulúa me recibió en su nave, en que llegamos en salvo a Cádiz, donde me desembarqué. Y para pasar a Sanlúcar vendí la cama, y en Sanlúcar otra prenda, con que llegué a Sevilla, y allí para sustentarme vendí lo demás que me quedaba: y con esto y con quinientos reales que me hizo dar don Francisco Duarte, y lo que me ayudó un capitán mi compañero llamado Rodrigo Mejía, llegué sin blanca a Madrid a nueve de octubre de mil y seiscientos y siete.

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