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Cómo trajeron las hijas a presentar a Cortés y a todos nosotros, y lo que sobre ello se hizo Otro día vinieron los mismos caciques viejos, y traje ron cinco indias hermosas, doncellas y mozas, y para ser indias eran de buen parecer y bien ataviadas, y traían para cada india otra moza para su servicio, y todas eran hijas de caciques, y dijo Xicotenga a Cortés: "Malinche, ésta es mi hija, y no ha sido casada, que es doncella; tomadla para vos"; la cual le dio por la mano, y las demás que las diese a los capitanes; y Cortés se lo agradeció, y con buen semblante que mostró dijo que él las recibía y tomaba por suyas, y que ahora al presente que las tuviesen en su poder sus padres; y preguntaron los mismos caciques que por qué causa no las tomábamos ahora; y Cortés respondió: "Porque quiero hacer primero lo que manda Dios nuestro señor; que es en el que creemos y adoramos, y a lo que me envió el rey nuestro señor, que es que quiten sus ídolos, que no sacrifiquen ni maten más hombres, ni hagan otras torpedades malas que suelen hacer, y crean en lo que nosotros creemos, que es en un solo Dios verdadero"; y se les dijo otras muchas cosas tocantes a nuestra santa fe; y verdaderamente fueron muy bien declaradas, porque doña Marina y Aguilar, nuestras lenguas, estaban ya tan expertas en ello, que se les daba a entender muy bien; y se les mostró una imagen de nuestra señora con su hijo precioso en los brazos, y se les dio a entender cómo aquella imagen es figura como la de nuestra señora, que se dice Santa María, que están en los altos cielos, y es la madre de nuestro señor, que es el aquel niño Jesús que tiene en los brazos, y que le concibió por gracia del Espíritu Santo, quedando virgen antes del parto y en el parto y después del parto; y aquesta gran señora ruega por nosotros a su hijo precioso, que es nuestro Dios y señor; y les dijo otras muchas cosas que se convenían decir sobre nuestra santa fe, y si quieren ser nuestros hermanos y tener amistad verdadera con nosotros; y para que con mejor voluntad tomásemos aquellas sus hijas, para tenerlas, como dicen, por mujeres, que luego dejen sus malos ídolos, y crean y adoren en nuestro señor Dios, que es el que nosotros creemos y adoramos, y verán cuánto bien les irá; porque, demás de tener salud y buenos temporales, sus cosas se les harán prósperamente, y cuando se mueran irán sus ánimas a los cielos a gozar de la gloria perdurable; y que si hacen los sacrificios que suelen hacer a aquellos sus ídolos, que son diablos, les llevarían a los infiernos, donde para siempre jamás arderán en vivas llamas.

Y porque en otros razonamientos se les había dicho otras cosas acerca de que dejasen los ídolos, en esta plática no se les dijo más, y lo que respondieron a todo es que dijeron: "Malinche, ya te hemos entendido antes de ahora; y bien creemos que ese vuestro Dios y esa gran señora, que son muy buenos; mas mira: ahora venistes a estas nuestras tierras y casas; el tiempo andando entenderemos muy más claramente vuestras cosas, y veremos cómo son, y haremos lo que sea bueno. ¿Cómo quieres que dejemos nuestros teules, que desde muchos años nuestros antepasados tienen por dioses y les han adorado y sacrificado? E ya que nosotros, que somos viejos, por te complacer lo quisiésemos hacer, ¿qué dirán todos nuestros papas y todos los vecinos mozos y niños desta provincia, sino levantarse contra nosotros? Especialmente que los papas han ya hablado con nuestros teules, y les respondieron que no los olvidásemos en sacrificios de hombres y en todo lo que de antes solíamos hacer; si no, que a toda esta provincia destruirían con hambres, pestilencias y guerra"; así que, dijeron y dieron por respuesta que no curásemos más de les hablar en aquella cosa, porque no los habían de dejar de sacrificar aunque los matasen. Y desque vimos aquella respuesta, que la daban tan de veras y sin temor, dijo el padre de la Merced, que era entendido e teólogo: "Señor, no cure vuesa merced de más les importunar sobre esto, que no es justo que por fuerza les hagamos ser cristianos, y aun lo que hicimos en Cempoal en derrocarles sus ídolos, no quisiera yo que se hiciera hasta que tengan conocimiento de nuestra santa fe; ¿qué aprovecha quitarles ahora sus ídolos de un cu y adoratorio, si los pasan luego a otros? Bien es que vayan sintiendo nuestras amonestaciones, que son santas y buenas, para que conozcan adelante los buenos consejos que les damos"; y también le hablaron a Cortés tres caballeros que fueron Pedro de Alvarado y Juan Velázquez de León y Francisco de Lugo, y dijeron a Cortés: "Muy bien dice el padre, y vuesa merced con lo que ha hecho cumple, y no se toque más a estos caciques sobre el caso"; y así se hizo.

Lo que les mandamos con ruegos fue, que luego desembarazasen un cu que estaba allí cerca y era nuevamente hecho, e quitasen unos ídolos, y lo encalasen y limpiasen para poner en él una cruz y la imagen de nuestra señora; lo cual luego lo hicieron, y en él se dijo misa y se bautizaron aquellas cacicas, y se puso nombre a la hija del Xicotenga doña Luisa, y Cortés la tomó por la mano, y se la dio a Pedro de Alvarado, y dijo a Xicotenga que aquel a quien la daba era su hermano y su capitán, y que lo hubiese por bien, porque sería de él muy bien tratada, y el Xicotenga recibió contentamiento dello; y la hija o sobrina de Mase-Escaci se puso nombre doña Elvira, y era muy hermosa; y paréceme que la dio a Juan Velázquez de León; y las demás se pusieron sus nombres de pila, y todas con dones, y Cortés las dio a Cristóbal de Olí y a Gonzalo de Sandoval y a Alonso de Ávila; y después desto hecho se les declaró a qué fin se pusieron dos cruces, e que era porque tienen temor dellas sus ídolos, y que a do quiera que estábamos de asiento o dormíamos se ponen en los caminos; e a todo esto estaban muy atentos. Antes que más pase adelante, quiero decir cómo de aquella cacica hija de Xicotenga, que se llamó doña Luisa, que se la dio a Pedro de Alvarado, que así como se la dieron, toda la mayor parte de Tlascala la acataba y le daban presentes y la tenían por su señora, y della hubo el Pedro de Alvarado, siendo soltero, un hijo que se dijo don Pedro, e una hija que se dice doña Leonor, mujer que ahora es de don Francisco de la Cueva, buen caballero, primo del duque de Alburquerque, e ha habido en ella cuatro o cinco hijos muy buenos caballeros, y aquesta señora doña Leonor es tan excelente señora, en fin como hija de tal padre, que fue comendador de Santiago, adelantado y gobernador de Guatemala, y por la parte de Xicotenga gran señor de Tlascala, que era como rey. Dejemos estas relaciones y volvamos a Cortés, que se informó de aquestos caciques y les preguntó muy por entero de las cosas de México, y lo que sobre ello dijeron en esto que diré.

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