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Capítulo LXXV Que trata en cómo pasó el coronel Valdivia la puente y tomó el alto con doscientos arcabuceros y de cómo pasó todo el campo otro día Estando junto a la puente mirando el presidente con los demás caballeros y capitanes que allí se ayuntaron, dijo el coronel al presidente, pues ya tenían puente para pasar el río y estaba segura, que los adversos no se la quemarían ni desharían, que convenía tomar el alto de la otra banda, y que él quería ir en persona a tomarlo antes que los enemigos lo tomasen, porque si acaso los enemigos viniesen primero y se apoderasen en él, no la podrían tomar sino con gran trabajo. Dijo el presidente, pues que a su cargo estaba la honra de Su Majestad, que hiciese como mejor y más conviniese. Luego el coronel Valdivia lo puso por obra y dejó mandado al mariscal Alonso de Alvarado que se quedase en la puente, y que de ella no se apartase hasta que todo el campo pasase, y que pasase la gente de guerra primero, y que no pasase el bagaje hasta lo último. Y de esta suerte pasó el coronel la puente con el ayuda de nuestro Señor y del bienaventurado Señor Santiago y de la buena ventura de Su Majestad. Subió a lo alto con la gente que llevaba, donde tomó un sitio tal cual convenía para aquel tiempo. Estando en este paso con sus doscientos hombres, vino Joan de Acosta con doscientos arcabuceros y llegó a vista de ellos, y pareciendo que había más gente, hizo vuelta. Aquí se le pasó un soldado, que se dice Joan Núñez de Prado, y fue donde estaba el coronel, el cual dio aviso del real de Gonzalo Pizarro.

Y mandóle que fuese al presidente que estaba abajo en la puente. Y en esto allegóse la noche y no habían subido arriba más de doscientos hombres. Mandó tocar arma una hora de la noche porque la gente subiese y estuviese arriba, porque si enemigos viniesen aquella noche, hubiesen quien los resistiese. Y de esta suerte fue de mano en mano el arma por la ladera abajo hasta donde el presidente estaba, porque era largo camino, que aunque arriba se tocaba, no se oía abajo. Y en tres horas había con el coronel más de quinientos hombres, los cuatrocientos y sesenta arcabuceros, y cincuenta de a caballo. Y como allegaban se iban poniendo en orden, donde estuvieron en escuadrón toda la noche, que no hacía poco frío.

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