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Datos principales


Desarrollo


Capítulo III El universo de Cuícatl: Cantares Se incluyen bajo esta rúbrica composiciones, todas con ritmo y medida en su original en nahuatl, pero de diversos subgéneros. Describo brevemente lo que en este Capítulo se ofrece. Xopancuícatl: cantos de tiempo de verdor Se trata de composiciones en las que, de diversas formas, se proclama la alegría de vivir. El mundo de la naturaleza se vuelve en ellas presente con plenitud de luz y calor. Se evocan los montes, los bosques, las flores que abren sus corolas, las aves preciosas. A veces, en medio de la alegría de la primavera, surge también la reflexión profunda. Aquí daré varias muestras de este tipo de composiciones. Xochicuícatl: cantos floridos y de amistad Muchas de las creaciones que cabe situar en esta categoría, guardan relación con algunos de los xopancuícatl antes mencionados. Hay, sin embargo, no pocos poemas respecto de los cuales parece adecuado decir que son, de manera muy directa, exaltación de la amistad. Se recitaban o cantaban éstos en reuniones de sabios y de cuicapicque o forjadores de cantos. Los ejemplos que aquí se aducen expresan, entre otras, ideas como ésta: en medio de lo fugaz de la existencia, la amistad, que acerca rostros y corazones, es una de las pocas cosas que dan placer en la vida. Si entonamos juntos cantos floridos, cuando nos hayamos marchado, nuestras palabras vivirán en la tierra. Por eso es menester entregarse a la comunidad de los amigos, ceñirla con collares, con plumas de guacamaya, con círculos de canto.

Se habla incluso del árbol florido de la amistad. Abre éste sus corolas. Propicia el acercamiento de los amigos. Yaocuícatl: cantos guerreros Muy diferentes --aunque afines en muchos aspectos, en cuanto creación de la misma cultura-- son las composiciones en las que se proclama la significación de la guerra, la gloria y el poderío de las mexicas y se hace también, a veces, recordación de los héroes. Como es de suponer, numerosos son los yaocuícatl que proceden de México-Tenochtitlan. Allí se ponderaba con frecuencia el significado cósmico de las guerras floridas, acción bélica dirigida a obtener víctimas para el sacrificio, en última instancia, para mantener la vida del sol. También de los yaocuícatl daré un conjunto de ejemplos tomados de las colecciones de cantares mexicanos. Icnocuícatl: poemas de honda reflexión Además de las composiciones que revelan gran profundidad de pensamiento y que cabe atribuir a autores determinados, como el célebre Nezahualcóyotl, del que más adelante trataremos, hay otros muchos poemas anónimos que pueden situarse en la categoría de los icnocuícatl, los cantos de orfandad, de privación, angustia y honda reflexión. La temática de estos cuícatl es considerablemente amplia: los mismos de la divinidad y del más allá; lo transitorio del existir en la tierra; la muerte, tan temida como inexorable. Importa desde luego subrayar que precisamente el tema de la muerte suele aparecer con mayor frecuencia en estos poemas.

Una y otra vez surgen preguntas como éstas: ¿acaso en verdad se vive, allí, donde todos vamos? ¿Lo cree acaso tu corazón? ¿Es posible esperar que se nos den allí, siquiera en préstamo, algunos cantos, palabras bellas? De diversas maneras el preguntar reaparece: ¿sólo en vano hemos venido a existir en la tierra? Nuestra presentación de textos poéticos del mundo nahuatl incluye también icnocuícatl procedentes de los citados manuscritos de cantares. El diálogo de la flor y el canto Hemos mencionado, al hablar de los xochicuícatl, que en ocasiones se reunían los sabios y poetas para darse a conocer sus creaciones y para dialogar sobre ellas. Por fortuna, el manuscrito de la Biblioteca Nacional de México nos conserva el testimonio de una de esas reuniones de poetas que tuvo precisamente como propósito esclarecer el más hondo sentido de la poesía. El diálogo tuvo lugar hacia 1490. Varios maestros de la palabra, venidos de diversos lugares, se reunieron en la casa del señor Tecayehuatzin, príncipe de Huexotzinco. Los invitados se acomodan en esteras bajo la sombra de frondosos ahuehuetes en algún huerto cercano al palacio de su huésped Tecayehuatzin. Como es costumbre, antes de dar principio al diálogo, los criados distribuyen el tabaco y las jícaras de espumoso chocolate. El diálogo, conservado en idioma nahuatl en el viejo manuscrito, se inicia con una salutación del señor Tecayehuatzin. Expresa éste su deseo de conocer cuál puede ser el significado más hondo de flor y canto: poesía, arte y símbolo.

¿Cuál es, se pregunta, el origen de las flores y los cantos? ¿Es posible decir en la tierra palabras verdaderas? ¿O es destino del hombre emprender búsquedas sin fin, pensar que alguna vez ha encontrado lo que anhela y al fin tener que marcharse, dejando aquí sólo el recuerdo de sus cantos? Las preguntas de Tecayehuatzin reciben muy distintas respuestas: una a una, los varios invitados las van formulando. Entre otras cosas, los participantes afirman que flor y canto, poesía, arte y símbolo, son un don de los dioses, son acaso posible recuerdo del hombre en la tierra, quizás camino para encontrar a la divinidad. Para otros, flor y canto es, al igual que los hongos alucinantes, el mejor medio de embriagar a los corazones y olvidar tristezas. Otras opiniones expresadas insisten en ideas como éstas: se recogen las flores para techar con ellas la propia cabaña, es decir el hogar del hombre en la tierra; flor y canto puede ser camino para alcanzar la divinidad. Tecayehuatzin, el príncipe de Huexotzinco que convocó esta reunión, sigue creyendo que flor y canto es la única manera de decir palabras verdaderas en la tierra. Pero como tiene conciencia de que su punto de vista no es aceptado por todos, expresa una última idea que se gana simpatía universal: flor y canto, poesía y arte, es precisamente lo que hace posible la reunión de los amigos. XOPANCUÍCATL: CANTOS DE TIEMPO DE VERDOR PRINCIPIO DE LOS CANTOS Consulto con mi propio corazón: "¿Dónde tomaré hermosas fragantes flores? ¿a quién lo pregun- [taré? ¿Lo pregunto, acaso, al verde colibrí reluciente, al esmeraldino pájaro mosca? ¿lo pregunto, acaso, a la áurea ma- [riposa? Sí, ellos lo sabrán: saben en dónde abren sus corolas las bellas [olientes flores.

Si me interno en los bosques de abetos verde azulados, o me interno en los bosques de flores color de llama, allí se rinden a la tierra cuajadas de rocío, bajo la irradiante luz [solar, allí, una a una, llegan a su total perfección. Allí las veré quizá: cuando ellos me las hubieren mostrado, las pondré en el hueco de mi manto, para agasajar con ellas a los nobles, para festejar con ellas a los [príncipes. Aquí sin duda viven: ya oigo su canto florido, cual si estuviera dialogando la montaña; aquí junto a donde mana el agua verdeciente, y el venero de turquesa canta entre guijas, y cantando le responde el sensonte, le responde el pájaro-casca- [bel, y es un persistente rumor de sonajas, el de las diversas aves ca- [noras: allí alaban al dueño del mundo, bien adornadas de ricos joyeles". Ya digo, ya triste clamo: "Perdonad si os interrumpo, oh ama- [dos..." Al instante quedaron en silencio, luego vino a hablarme el verde [reluciente colibrí: "¿En busca de qué andas, oh poeta?" Al punto le respondo y le digo: "¿Dónde están las bellas fragantes flores para agasajar con ellas a los que son semejantes a vosotros?" Al instante me respondieron con gran rumor. "Si te mostramos aquí las flores, oh poeta, será para que con ellas agasajes a los príncipes que son nuestros semejantes". Al interior de las montañas de la Tierra-de-nuestro-sustento, de la Tierra-Florida me introdujeron: allí donde perdura el rocío bajo la irradiante luz solar.

Allí vi al fin las flores, variadas y preciosas, flores de precioso aroma, ataviadas de rocío, bajo una niebla de [reluciente arco iris. Allí me dicen: "Corta cuantas flores quieras, conforme a tu beneplácito, oh poeta, para que las vayas a dar a nuestros amigos los príncipes, a los que dan placer al dueño del mundo". Y yo iba poniendo en el hueco de mi mano las diversas fragantes flores, que mucho deleitan el corazón, las muy placenteras, y decía yo: "¡Ojalá vinieran acá algunos de los nuestros y muchísimas de ellas recogeríamos! Pero, ya que he venido a saber este lugar, iré a comunicarlo a mis [amigos, para que en todo tiempo vengamos acá a cortar las preciosas diversas fragantes flores, a entonar variados hermosos cantos, con que deleitemos a nuestros amigos los nobles, los varones de la tierra, los Águilas y los Tigres". Así pues, las iba yo, poeta, recogiendo para enflorar con ellas a los nobles, para ataviarlos con ellas, a ponérselas en las manos; después elevaba hermoso canto para que en él fueran celebrados los nobles, en la presencia de aquel que está cerca y junto. Mas, ¿nada para sus vasallos? ¿dónde tomarán, dónde verán hermosas flores? ¿irán conmigo, acaso, hasta la Tierra-Florida, a la Tierra-de-nues- [tro-sustento? ¿Nada para sus vasallos, los que andan afligidos, los que sufren desventura sobre la tierra? ¡Sí, los que sirven en la tierra a aquel que está cerca y junto! Llora mi corazón al recordar que fui, yo poeta, a fijar la mirada allá en la Tierra-Florida.

Pero decía yo: "No es a la verdad lugar de bien esta tierra: en otro lugar se halla el término del viaje: allí sí hay dicha. ¿Qué bienestar hay sobre la tierra? El lugar donde se vive es donde todos bajan. ¡Vaya yo allá, cante yo allá en unión de las variadas aves preciosas, disfrute yo allá de las bellas flores, las fragantes flores que deleitan el corazón, las que alegran, perfuman y embriagan, las que alegran, perfuman y embriagan!"1 LAS AVES SAGRADAS De donde arraiga el Árbol Florido, desde donde macollan sus preciosas espigas, venís acá, aves áureas y negras, venís, aves pardas y azules, y el maravilloso quetzal. Todas venís desde Nonohualco: país junto al agua, los que sois aves preciosas del Vivificador. Sois criaturas suyas. Venís acá, aves áureas y negras venís, aves pardas y azules, y el maravilloso quetzal. Del florido azulejo el penacho está allí. En la preciosa casa de musgo acuático, tendido está: vino a contemplar la aurora. Ya te despiertan tus preciosas aves, ya te desmañana el dorado tzinizcan, el rojo quechol y el pájaro azul que amanece gritando. Hacen estrépito las aves preciosas, que llegan a despertarse. El dorado zacuan y el tzinizcan el rojo quechol y el pájaro azul que amanece gritando. Desde Tamoanchan, donde se yergue el Árbol Florido, vienen nuestros reyes, tú, Motecuzoma, y Totoquihuatzin. Habéis llegado aquí donde está el patio florido. Ya levantáis vuestro canto hermoso... Habéis llegado al centro de las flores. Y allí ya estáis agitando vuestro florido atabal, vuestra florida sonaja. Habéis llegado donde está el patio florido. Ya levantáis vuestro hermoso canto. En el lugar del ililin, ¿Qué dice el ave preciosa? Es cual si repicara en el lugar del trino: ¡Libe la miel: que goce: su corazón se abre: es una flor! Ya viene la mariposa, volando viene: abre sus alas, sobre flores anda: ¡Libe la miel: que goce: su corazón se abre: es una flor!2

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