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Desarrollo


CAPITULO II Dáse noticia de lo que ocurrió en Quito y tuvo suspensa la conclusion de las observaciones, motivo que repentinamente nos obligó á baxar á Guayaquil, segundo aviso del virrey y viage repetido á Lima 433 Quando llegamos á Quito, nos volvimos á incorporar allí con toda la compañia francesa. M. Godin havia finalizado, mientras estuvimos ausentes, la observacion astronomica por la parte del norte de la meridiana; y aunque M. M. Bouguer y de la Condamine la tenian igualmente concluida, intentaban no obstante repetirla porque estos academicos, celosos de la mayor perfeccion de la obra, cuyo caracter dieron á conocer bastantemente desde los principlos en todas las que se hicieron de otras especies, y lo tenian con particularidad acreditado en las de la maxima obliquidad de la ecliptica, á cuyas observaciones, aunque assistimos nosotros, no pudo dexar de ser con alguna interrupcion por varios accidentes que sobrevinieron, juzgaron por mas acertado el sacrificar algun tiempo á la seguridad de esta que el ausentarse del país, aun quando con razon se les hacia molesta la demora, y no dexar pendiente el escrupulo que causaba un cierto movimiento notado en las estrellas que se observaban y de que se habla en el libro de las Observaciones Astronomicas y Phisicas. A este fin, se dividieron en dos compañias para conocer y determinar mejor con observaciones correspondientes la amplitud del arco; M. Berguin, el qual, despues de concluida la medida geometrica, en la que continuó con un bien distinguido celo é inteligencia las ocupaciones de ir levantando el mapa del país y de reconocer los parages en donde convenia que se situassen los señales, ayudó á la medida de las dos bases que sirvieron de comprobacion, assistiendo para ello á una y otra compañia, y ultimamente se havia incorporado con estos academicos para hacer la observacion astronomica; pero antes que diessen principio á su repeticion, trabajaba N.

de la Condamine en la ereccion de dos piramides que debian quedar en los extremos de la base de Yaruquí, sirviendo de monumentos á la posteridad assi por haver sido aquel sitio el fundamento de toda la obra como por las demás circunstancias que en ella ocurrieron, cuya direccion tomó sobre sí el celo y vigilancia de este academico. Proyectabanse con este motivo varias ideas para la inscripcion que se les havia de poner; y como en esto no dexaban de ofrecerse algunas dificultades, era necessario tiempo para allanarlas y quedar todos acordes, lo que por entonces no pudimos totalmente evacuar porque, ocurriendo otros assuntos que no admitian demora, fue forzoso dexarlo suspenso hasta que en España se dispusiesse lo que fuesse del real agrado, como en efecto, despues de nuestra llegada en el año de 1746, el acertado celo y conducta del señor marqués de la Ensenada, á cuya direccion está entre otros el ministerio de las Indias, expidió en nombre de S. M. la orden de la que se havia de poner y guardar, que es la siguiente. 434 Tres meses nos haviamos mantenido en Quito, precisados de la necessidad de dar lugar á que se desembarazasse Mr. Hugot, instrumentarlo de la compañia, de algunas ocupaciones que tenia á la sazon y pudiesse acompañarnos al sitio donde Mr. Godin havia dexado el instrumento, concluida su observacion, para aprontarlo y recorrerlo poniendolo en aptitud de que nos pudiesse servir á terminar la obra por nuestra parte, quando en el 5 de diciembre de 1741, que estabamos yá dispuestos para executarlo dentro de dos á tres dias, se recibió en Quito la sensible noticia de haver sido saqueado el puerto de Paita y convertidolo en cenizas una esquadra inglesa del comando del vice almirante Jorge Anson, la qual despues se confirmó con todos sus circunstancias por las cartas del corregidor y oficiales reales de Piura, que referian como el 24 de noviembre havia entrado en aquel puerto el navio el Centurion, que montaba aquel vice almirante, á las 2 de la mañana; que, haviendo embiado á tierra su lancha con 40 hombres y estando todo el vecindario y los passageros que se hallaban en aquel pueblo entregados á lo mas profundo del sueño, se vieron sorprehendidos con el sobresalto de una inesperada invasion; que, á la primera voz de un negro de que los enemigos tomaban el lugar, llenos de confusion todos y despavoridos con el improviso susto, no havian hecho otra cosa que á toda precipitada diligencia dexar las camas y, sin vestirse ni tomar otra ropa que la poca con que dormian, ponerse en huida para salvar las personas, ignorando si estaban yá ó no en el lugar los que lo sorprehendian, su numero y si era possible ó dificil hacerles resistencia porque á nada dió lugar el repentino pavor que se apoderó de ellos.

435 El contador de Piura, Don Nicolás de Salazar, que se hallaba allí de turno, con mas desahogo que los demás y menos confusion de animo, tomó inmediatamente el pequeño fuerte que guardaba aquella poblacion acompañado unicamente de un negro esclavo suyo, y entre los dos dispararon al parage donde por el ruido de los remos se dexaba comprehender que iba la lancha, dos ó tres cañonazos. Ella suspendió el curso que llevaba, y estos dexaron de continuar el fuego por faltar quien les ayudasse, teniendo yá todo el gentío abandonada la poblacion. Y assi, les fue preciso dexar desamparado el fuerte y ponerse tambien en salvo, lo qual, advertido por los ingleses, prosiguieron el rumbo que llevaban y desembarcaron en la playa, como media legua ó algo mas al norte de la poblacion, á la qual se encaminaron inmediatamente; y hallandola desamparada, tomaron el fuerte, en el qual se estuvieron todo el resto de la noche hasta el dia sin ossar salir de él, recelosos de que estuviessen los nuestros en emboscada, quando estos, para mas seguridad, havian subido á un cerro que está á la falda del de la Silla, mediando entre él y la poblacion; y allí se mantenian, á excepcion de los esclavos, que, auxiliados de la obscuridad y reconociendo que todos los enemigos se hallaban reducidos al fuerte, entraron ossadamente en las casas, sacaron las armas y ropa de sus amos con todo aquello á que les dió lugar el tiempo de la noche, y lo que no pudieron acarrear hasta lo alto del cerro por su peso lo dexaron enterrado entre la arena.

436 Hallabase entonces Paita muy proveida de harinas, frutos y aguardientes, almacenados allí unos para irlos llevando por Piura á la sierra y otros para conducirlos á Panamá, y, además de estos efectos, havia tambien no corta porcion de oro y plata. Salieron del fuerte los ingleses luego que fue muy de dia; y reconociendo el dessamparo, empezaron á entrarse por las casas, que todas son bodegas para almacenar los generos con que se trafica. A pocos passos se encontraron con el botijambre del aguardiente y vino; y como gente que en tanto tiempo no havia tocado el puerto donde rehacerse de lo que las faltaba y que padecia escasez de todo, se entregó a la abundancia con tanta imprudencia que llegaron á embriagarse los mas, y con este desorden dieron lugar á que los mulatos y negros esclavos, viendolos en aquella forma, les perdiessen totalmente el temor antes concebido, y, familiarizados con ellos, bebian juntos los unos interin que por otra parte sacaban otros las petacas de sus amos con crecidas porciones de dinero en oro y lo enterraban en la arena. No obstante, llevaron con la lancha algunos viveres al navio aunque no en gran cantidad porque los que baxaban en ella no se entretenían menos en la bahia que los que guardaban el fuerte y eran yá dueños del lugar. 437 El vecindario y demás gente que permanecia en el cerro, yá faltos de todo y en tal descampado, dirigieron un correo inmediatamente al corregidor de Piura, que lo era entonces Don Juan de Vinatea y Torres, natural de las Canarias, quien con la mayor actividad y celo juntó las milicias de aquella ciudad y, con las que estuvieron prontas, marchó luego acia Paita, distante cosa de 14 leguas de camino muy molesto por la arena y despoblado que lo compone; llegó á las cercanías de los enemigos al tercero á quarto día de haverse estos apoderado de aquel pueblo; y el punto que fueron sentidos y supieron los ingleses por los informes de los negros y mulatos ser las milicias de Piura y que iban á recuperar aquel lugar y disputarlo por las armas, enfurecidos de esta providencia y sin determinarse por entonces á medir las fuerzas para defender lo mismo que con tanta facilidad havian ganado ó, por mejor decir, sorprehendido, empezaron á toda diligencia á embarcar lo que pudieron y con precipitada fuga se volvieron á bordo de su navio, tomando, antes de executarlo, la torpe resolucion de poner fuego á aquellos míseros ranchos, como si en ello consiguiessen algun glorioso tymbre las armas del monarcha ó pudiesse tal accion ser justo espique contra los que marchaban, no yá para recuperar los humildes carrizos de que se componian sino para atacar á los que se havian apoderado del fuerte.

Nadie se persuadió á que esta operacion fuesse acordada con su comandante, y despues se supo que sintió mucho el que se huviesse executado. 438 La noticia de este accidente la havia passado el corregidor de Piura al de Guayaquil, adelantandosela con prontitud para que se previniesse á recibir los enemigos si estos intentassen apoderarse de aquella ciudad, como parecia natural por haver sido siempre el blanco de los corsarios quando han pyrateado en aquellos mares. Pusose Guayaquil en el mejor estado de defensa que pudo; y para tenerla mas segura en caso que el armamento contrario fuesse fuerte, de lo qual no se sabia entonces particularidad alguna con fixeza por no haverse visto en Paita mas navio que el que entró, pidió auxilio el corregidor y la ciudad á la Audiencia y presidente, de Quito, los quales, entre otras providencias que dieron con acuerdo, fue la de que se nos advirtiesse en nombre de S.M. baxassemos inmediatamente á aquella ciudad en calidad de comandantes de la tropa con que todos los corregimientos havian de concurrir por compañias y que, reconociendo los parages y terrenos mas ventajosos y los que estaban mas expuestos, providenciassemos lo que fuesse conveniente para la mejor defensa y seguridad de ella. Como un assunto de tal naturaleza no sufria dilaciones y se hacia acreedor á la prontitud y á la diligencia, lo pusimos inmediatamente en execucion y, haviendo salido de Quito el 16 de diciembre, llegamos á Guayaquil el 24 en la noche, haciendo el transito de aquella montaña con imponderable trabajo porque, además de la molestia de los caminos, se aumentaba la maleza con los muchos derrumbos que la fuerza de las aguas, siendo principio del ibierno, havia ocasionado.

439 Reconocido todo lo necessario y dadas aquellas providencias que parecieron mas arregladas en las varias consultas que se presentaron á la junta de guerra de aquella ciudad, por la qual fueron aprobadas, no teniamos yá que hacer en ella, sabiendose con certidumbre que la esquadra enemiga havia passado á Manta, cuyas costas, aunque de la jurisdiccion de aquel corregimiento, están al norte de Guayaquil cosa de 28 leguas y, por consiguiente, á sotavento de este puerto, de donde continuarla acia la costa de Acapulco; y deseando no perder tiempo en nada, se resolvió por la misma junta de guerra, en virtud de una representacion nuestra, que uno de los dos quedasse allí para lo que en adelante se pudiesse ofrecer y el otro volviesse á Quito á concluir las observaciones que faltaban para estar mas desembarazados despues y poder acudir á lo que ocurriesse. Esto assi resuelto, determinamos entre nosotros que Don Jorge Juan se quedasse en Guayaquil y yo volviesse á Quito, en cuya forma se executó; pero antes de passar adelante, será bien dar noticia de los progresos de la esquadra enemiga en aquellos mares segun informaron los prisioneros que pusieron en tierra en Manta. 440 Esta esquadra entró en el mar del sur sumamente maltratada y dividida y, assi, tomó el puerto de la isla de Juan Fernandez, que llaman de Tierra, unos despues de otros hasta el numero de quatro embarcaciones de 50 y 60 cañones, que eran el Centurion y el Gloshister, una fragata de 26 á 30 y otra embarcacion menor.

Amarraron todos los navios pegados á tierra, y la gente, que, sobre ser muy poca, estaba toda enferma, baxó á ella, y, formando rancherías, hicieron una poblacion muy capaz con enfermerías para curarse. Por el mes de junio fue su entrada en aquel puerto; y luego que se vieron con suficiente numero de gente sana para armar la fragata, la despacharon á que hiciesse el corso en aquellas cercanías, en donde, por ser la derrota comun de los navios que van del Callao á las costas de Chile, tomaron dos ó tres de ellos, y, entre estos, uno nombrado el Aranzazu, que era de los mayor buque que navegaban de marchantes en aquel mar, todos bien interessados. Aunque se murió mucha gente de la esquadra en aquella isla, luego que estuvo convalecida la que quedó y que havian carenado sus navios, echaron á pique la embarcacion menor y, despues de algun tiempo, la fragata; y armando con la artilleria y pertrechos de la primera el Aranzazu, determinaron hacerse á la vela para dar principio á las hostilidades que llevaban proyectadas y, poniendolas en practica, apresaron en todo hasta el numero de siete ó nueve embarcaciones y, cerca de Paita, entre las islas de Lobos, un barco costeño muy interessado; tomaron y quemaron este puerto y, con su estrago, pusieron fin á ellas en aquellas partes porque, haviendose instruido el comandante inglés el poco tiempo que se necessitaba para que llegasse á Guayaquil la noticia y que havia havido el suficiente para ello, no quiso proseguir la idea de entrar en él, persuadido á que no podria conseguir su intento, y efectivamente huviera encontrado mas resistencia de la que se prometia.

441 Luego que, saliendo de Paita, se pusieron por la latitud de la costa de Manta, dieron libertad á los prisioneros que havian cogido en las embarcaciones, poniendolos en una lancha para que se fuessen á tierra y quedandose con los navios como 10 á12 leguas mar afuera, pero no lo hicieron con los marineros, negros y mulatos porque, como tenian poca tripulacion propia, los llevaron á su bordo hasta que resolvieron continuar acia las Philipinas; con cuyo designio, continuaron la derrota para la costa de Nueva España con el animo de apresar la nao que vá de aquellas islas, la qual debia salir de Acapulco en todo enero. No lograron entonces su idea porque el virrey de Mexico, con los avisos que el del Perú dió á todos los puertos de aquellas costas y los que con anticipacion havian passado á Panamá de Guayaquil y Atacamas en embarcaciones despachadas para este fin, los tenia prevenidos y suspensa por aquel año la salida de la nao hasta otro tiempo; lo qual observado por los enemigos, pusieron fuego al Aranzazu, como lo havian hecho con las demás presas, y continuaron su viage á las Philipinas, en donde se mantuvieron hasta que, volviendose la nao de Acapulco, quando yá pareció que no tendria tanto riesgo, la encontraron cerca de Manila y lograron el apresarla. 442 Volviendo ahora á tomar el hilo de la narracion interrumpida, salí yo de Guayaquil el dia 5 de enero de 1742, que era yá la sazon mas cruda y contraria del año para hacer aquel camino, y con efecto lo experimentó assi en los varios accidentes que me sobrevinieron, pues, al vadear los rios, en uno, arrastrando la corriente, las primeras dos mulas que entraron las llevó rio abaxo hasta perderse la una, que conducía la petaca de mi ropa, y la otra, con un indio que servia de guia á aquella, pudo escapar á nado, y el indio salvar la vida asido á la cola de ella, en cuya forma fue á tomar tierra cosa de un quarto de legua mas abaxo de donde la arrebató la corriente.

A correspondencia de esto, fue no menos penoso el camino por la cuesta pues, para andar una distancia de media legua con corta diferencia, fue preciso gastar un dia desde las 7 de la mañana hasta las 4 de la tarde porque cada passo que se daba, aunque iban á la ligera los vagages, venia á ser una caida, y, para hacerlas levantar, era necessario mucho rato, llegando al fin tan fatigados y faltos de fuerzas que se caian aun quando estaban parados. Vencidas las fragosidades de aquella montaña, llegué á Quito el 19 del mismo mes; y apenas huye entrado en la ciudad, quando su presidente me hizo sabidor de havernos despachado tres dias antes un pliego del virrey en que nos llamaba á Lima con toda celeridad y le encargaba en particular con el mayor encarecimiento diesse las providencias necessarias á fin de que nuestro viage á aquella capital no se retardase nada; con esta novedad, sin mas descanso ni detencion que la muy precisa para proveerme de lo necessario, volví á ponerme en camino el dia 22 del mismo mes y, transitando tercera vez por aquella molesta montaña, passé á Guayaquil, desde donde con Don Jorge Juan continuamos el viage y entramos en Lima el 26 de febrero, caminando dia y noche sin cessar porque en todos los pueblos havia la pronta prevencion de vagages á fin de que no huviera motivo que pudiesse detenernos. A este tiempo, havia salido yá del Callao una esquadra de 4 navios de guerra que despachó el virrey á Panamá con socorro para aquella plaza y havia llegado esta á tomar noticia de los navios enemigos al puerto de Paita el 12 de febrero porque llevaba orden de atacarlos caso de poderlos encontrar en su derrota, pero no se logró este intento porque, segun queda yá dicho, se havian dirigido á la costa de Acapulco.

443 El virrey, satisfecho de nuestra prontitud en el viage, continuó en confiarnos de nuevo otros encargos hasta que fue tiempo de emplearnos en el mando de dos fragatas que tenia dispuesto fuessen á Chile para guardar aquellas costas y las islas de Juan Fernandez por si acaso entraban otros navios de enemigos con el designio de aumentar el numero de los primeros y sus fuerzas, pues, aunque el vice almirante Anson descubrió sus intentos á los prisioneros y estos los havian divulgado, no se podia dar entero credito á noticias esparcidas por el mismo enemigo, que se hacen sospechosas en la facilidad de no haverlas recatado, á que se agregaba el recelo de que, faltando por entrar á aquel mar algunos de los que componian al principio su esquadra, podian lograrlo tal vez con nueva tentativa que hiciessen para ello. 444 El gefe de la esquadra, Don Joseph Pizarro, no pudo conseguir el passo al mar del sur tampoco en este año, aunque lo intentó con el navio el Asia, unico que estuvo pronto para poder navegar, estorvandosele el haver desarbolado de uno de sus palos principales, cuyo accidente le precisó á volver á arribar á Buenos Ayres, y casi yá á la entrada de aquel rio desarboló del otro, todos los quales contratiempos obligaban al virrey á no dexar desamparadas las costas de Chile como puerta que era por donde havian de passar los que entrassen á infestar los mares del Perú.

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