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Capítulo II De la disposición del reino del Perú La disposición deste gran reino no se puede decir fácilmente, ni mi intención es querer enumerar y desmenuzar todas las particularidades dél, porque sería nunca acabar. Sólo iré tocando las cosas más notables dél y de lo que al presente sabemos, sin tocar en las tierras que tiene hacía el septentrión, de la otra parte de los Andes, pues de éstas, al presente, sólo hay una noticia confusa, y por eso poco cierta, por no haber los españoles penetrado a las provincias que en aquella parte caen, como luego lo diré. Toda esta tierra se divide en Llanos, Sierra y Ancles. Todas tres partes diferentísimas en temples, calidades y gentes que las habitan, y aun casi en frutos. Los llanos corren toda la costa de la mar hasta Chile desde Tumbez; casi mil leguas de largo y de ancho, hasta doce a catorce. En unas partes más y en otras menos, en esta distancia hay grandísimos arenales en unas partes, y en otras tierras fertilísimas, las cuales se riegan de los ríos que bajan de las sierras con raudales y corrientes furiosas, de los cuales se sacan acequias con que, a sus tiempos y sazones, soltándolas empapan la tierra, y la empreñan para dar los frutos colmados. Porque, aunque dicen que en el Perú en los llanos no llueve, es porque sólo cae una garua y agua mansa no bastante ni suficiente, a que con ellas los frutos y sementeras lleguen a sazón; pero es verdad, que los aguaceros no son como en la Sierra, tan recios y abundantes que basten a fertilizar la tierra, y engrasarla sin otras ayudas.

No cae en toda esta costa rayo ni granizo ni helada; y así las sementeras están seguras de hielos y desmedros. Por esta parte es caliente y algo húmeda en algunos lugares, y por el consiguiente, aparejada para el crecimiento de las plantas. Hay en esta costa muchas ciudades y, villas de españoles, y hubo, cuando los Yngas la enseñorearon, infinitos cuentos de indios y millares de pueblos por ella, que todos ellos se podían decir un verjel espaciosísimo, por estar fundados cerca de los ríos y entre árboles frutales y, otros infructíferos, debajo de cuyas sombras hacían sus casas y vivían los indios. Siémbranse por todos estos llanos mucha cantidad de algodonares, de que principalmente se visten los indios. Hay infinitos árboles de guaiabos y pacaes y lúcumas; y, todas las diferencias de frutas, que de España se han traído y trasplantado a este reino, se dan abundantísimamente por todos los llanos, y las flores de Castilla suaves y olorosas. El principal sustento de los indios en llanos y sierra es el maíz, y en los llanos los camotes y, maní y fríjoles, aunque también se da en la sierra, en valles calientes. Las viñas que de España se han traído, ha sido cosa maravillosa, lo que han multiplicado en los lugares de la costa donde se han puesto. Muchos indios han hecho viñas y, vino que les ha costado las vidas, por beberlos sin moderación y antes que llegue a tiempo en mosto hirviendo. Es de suerte la abundancia de vino que se coge en el Perú, que se provee todo sin mengua ninguna, y se lleva a Nueva España, y, ya el de Castilla, que se solía traer, es superfluo.

Los olivares a sido cosa de bendición lo que han multiplicado, y en cuanto número den el fruto, de que ya en muchas partes se hace aceite, harto mejor y más sano que el que se trae de España, que por el largo viaje y tiempo, cuando al Perú llega, ya rancioso, y por eso de menos valor. El trigo, que fue lo primero que de España se trajo, se siembra en todos los llanos con tanto aumento, que acontece de una hanega darse ciento. En algunos lugares se han plantado cañaverales, que es sin cuento el azúcar y miel que se saca de ellos, para proveer todo el reino. Los ganados que de Castilla se trajeron, de vacas, ovejas, cabras y puercos, se multiplican tanto, que valen más baratos en el Perú que en España. Ganados propios y naturales de los que en tanto número se crían en la Sierra, no los hubo antiguamente en cantidad sino muy poco. Aún hoy los ganados que de la Sierra bajan a los Llanos, con la mudanza del temple mueren, disminuyen y enflaquecen notablemente, aunque el ganado ovejuno en la sierra, como más fría y más abundante de pastos por las lluvias, se aumenta más. En conclusión, para los naturales destos Llanos es mejor la tierra y más descansada que para los serranos, como de diferente temple son los indios yungas, que así los llaman a los de la costa, de más fuerzas y brío y más animosos y determinados, que los de la sierra, y así son para más trabajo. Su principal sustento ya está dicho: pescan de ordinario en la mar y en los ríos, con seguridad, porque no hay lagartos ni otros animales nocivos que teman.

Comen el pescado y camarones, y suelen rescatar con los serranos. El hábito es el mismo en el traje, pero lo más ordinario es de algodón, aunque ya los más se visten al modo de españoles, y traen sombreros y zapatos en lugar de sus ojotas y llautos y valones y aun camisas, y lo mismo las indias de los llanos. Esta gente, desde que los españoles entraron en este reino, ha sido cosa notable la disminución en que ha venido, que lugar que tenía diez mil indios, no tiene hoy ciento y, sin duda, que es castigo del cielo y justo juicio de Dios por sus pecados ocultos. Así se ven infinitos pueblos despoblados, sin que haya en ellos más que las paredes caídas que causa lástima y compasión, y cada día van a menos, de suerte que se entiende que en pocos años se consumirán y acabarán del todo. El lenguaje que en estos llanos se habla, propio y nativo, es muy diverso que el de la sierra, y dificultosísimo de pronunciar por otros que ellos, por ser la pronunciación gutural, aunque por la mayor parte hablan y entienden la lengua quichua y general, que el Ynga les dio. Los ríos que salen a los Llanos de la sierra, que son de donde les proviene el sustento por el regadío, como está ya dicho, se extienden de manera en sus avenidas, que es imposible hacerles puente a lo más ordinario, y las corrientes son furiosísimas, arrebatando tras de sí piedras grandísimas y árboles, y si salen de madre, arruinando los sembrados. El sembrar el trigo y otras semillas, se hace en los llanos de ordinario por el mes de junio y julio, que es cuando el sol está más apartado de estas regiones, y en España abrasa.

La cosecha se hace por enero y febrero, que es el tiempo más ardiente y caluroso del año acá, y entonces maduran los frutos de los árboles, como son uvas, higos, duraznos, membrillos, manzanos y camuesos. Por marzo están todos en sazón; y las vendimias se hacen por abril, y la trasiega y poda por el mes de agosto. Que parece es todo al revés de España en los Llanos, pero en la sierra hay algunas diferencias que en el capítulo siguiente diremos. La primavera empieza por el mes de septiembre; y todo lo que se dice verano, hasta fin de marzo; y el invierno, por abril y se remata en agosto y septiembre. Hay en los Llanos, en alguna partes, montañas espesas de diferentes árboles silvestres y especialmente de algarrobas. Los ganados de vacas suélenlos mudar dos veces al año a las lomas, adonde gozan de la yerba que nace de las garuas, hasta que falta y se seca, que lo pasan más abajo. Toda la ribera del mar es abundantísima de pescado, de suerte, que en ninguna parte falta. Los puertos de la costa, maravillosos y muy seguros. Hay salinas donde se coge tanta cantidad de sal, que se puede proveer a toda España, Francia e Italia de ella, especialmente en el Puerto de Gauta, que está diez y ocho leguas de la Ciudad de los Reyes. El ser el temple caliente y más sabroso, es causa que haya más poblaciones de españoles en los Llanos que en la sierra, aunque es verdad que los miembros están más lacios y flojos a causa del calor, y así los hombres no son ni tienen tantas fuerzas como tuvieran; pero todo se lleva por aquella libertad que tienen de poder salir de día y de noche, y a cualquier hora con ropa y sin ella, cubiertos y descubiertos, sin tener ofensa del frío, ni aguas ni lodos, que es gran bien, aunque los asmáticos y otros, en quien se asientan algunas enfermedades, se suelen subir a la sierra, a convalecer y mejorar de sus enfermedades, y se hallan en ella mucho mejor y con más salud. Tiene esta tierra de la costa de la mar un contrapeso notable, que es temblar a menudo. Y son algunas veces los temblores tales y tan recios, que derriban las casas, y aun asuelan los lugares, como diremos adelante tratando de algunas ciudades.

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